Pelea con un Herrero
Iban caminando por alguna parte de Oasis, y Gwen no sabía hacia donde se dirigía.
Con el paso del tiempo, Gwen se había dado cuenta de que iba por el mismo camino que había tomado Derron de la herrería al campo de entrenamiento; entonces empezó a suponer que iban a ir a la herrería, y que Derron convencería de alguna manera al herrero para entregarle una espada. Estaban cerca de la herrería y Gwen se sentía emocionada por descubrir si su teoría era cierta.
Después de cruzar por varias plantas y densos troncos del Oasis, llegaron a la herrería; la suposición de Gwen fue cierta después de todo. Cuando llegaron, Derron fue a ver si el herrero aún se encontraba; así que golpeó tres veces sobre una de las mesas de piedra.
—¡Hola, Sr. Iron! —gritó Derron con una voz estridente.
Para Gwen se le curioso que el nombre del herrero fuera "hierro" en inglés, se le hizo algo gracioso y soltó una pequeña y casi imperceptible risa.
De lo más profundo de la vegetación, una figura grande empezó a acercarse a la herrería, era más grande que Derron o el Herrero. Gwen quiso retroceder lentamente, pero ya había causado una buena impresión a Derron y no quería hacer que la viera de una manera distinta, así que mantuvo la calma y esperó ahí.
La figura se acercaba más, pero algo extraño fue que entre más se acercaba la figura se hacía más pequeña.
La figura había llegado, y de una manera extraña su cuerpo empezó a cambiar y a tomar la forma del herrero, y mientras eso sucedía, una luz brillaba desde su pecho de color blanco que parecía viajar por todo el sistema nervioso de ese cuerpo, pues por donde deberían ir ubicadas las venas la luz viajaba por ahí.
—¡Hola Derron! —dijo el herrero—. No pensé que volverías pronto.
—No vengo porque ya haya terminado —aclaró Derron—. Es que, encontré a esta niña por el campo —se la acercó al herrero—, pelea bastante bien y me preguntaba si tendría una espada especial para ella.
El herrero se puso dudoso, parecía que no estaba del todo seguro respecto a lo que le había dicho Derron. Gwen se quedó ahí pensando en lo que podía ser una espada «especial», pero no creía que lo que pensara fuera posible.
Después de un minuto ahí, el herrero entró a la parte cubierta de la herrería.
—Creo tener... una espada... para la adversaria que me has traído —gritó el herrero desde la habitación.
—¿Adversaria? —Gwen se quedó mirando a Derron.
—Si no tienes para comprarle un arma al herrero Iron, tienes que vencerlo en un combate para poder llevarte una de sus obras —le explicó Derron.
Gwen no consideraba esa la mejor forma para tener un arma, pero no tenía nada que dar o cambiar ahí para quedarse con un arma.
—¿Y cuántos le han ganado? —preguntó Gwen mientras jugueteaba con sus manos.
—Bueno... todos los que lo han enfrentado han sido de otras aldeas y otra especie, y ninguno ha salido victorioso, pero creo que tu tienes una oportunidad.
Gwen se erizó cuando se enteró que nadie había vencido a ese hombre, pero se sintió ligeramente segura por la fe que tenía Derron en ella.
El herrero ya había salido, y llevaba consigo una espada de un filo. Pasó por la mesa de piedra y le lanzó la espada a Gwen, quien pudo atraparla fácilmente. La espada —según el herrero— estaba hecha de un metal llamado Extanio. Era un sable recto de color plateado con una empuñadura forrada de cuero color café que al final tenía un pomo en forma de esfera con una pequeña punta de navaja como bloqueo.
Gwen la miró con detenimiento, la sintió muy bien, como si hubiera sido hecha especialmente para ella; iba con su personalidad y le era de peso agradable.
El herrero se dirigió al mostrador y de abajo tomó una hacha de mano que inmediatamente apuntó hacia Gwen. Distraída por la espada, no había notado que el combate había empezado hasta que levantó ligeramente la mirada y detuvo un ataque con la hoja.
—¿Pero qué...?
—¡El combate ha empezado! —dio un gran salto y lanzó el hacha hacia Gwen.
De pura suerte Gwen rodó y esquivó el mortífero ataque. El hacha estaba clavada en el suelo, era de doble cuchilla con cuentas de piedra color azul verdoso amarradas con raíces al mango de madera.
El herrero aterrizó detrás del hacha la cual tomó de inmediato, luego la volvió a lanzarla. Gwen estaba levantada, y con un movimiento improvisado desvió el hacha clavándose en un árbol. Se dirigió al campo de entrenamiento con gran rapidez pensando que tendría más espacio y mayores oportunidades que cerca de un lugar repleto de armas a la disposición de su rival.
Mientras iba corriendo podía sentir la adrenalina fluir por sus venas, esperando lograr derrotar a ese herrero y ganar algo que ella en serio deseaba, pues el ganar el torneo de béisbol le fue insignificante.
El herrero iba detrás de ella saltando entre las ramas de los árboles como un mono, columpiándose entre ellas yendo cada vez más lejos.
Por fin estaban en el campo de entrenamiento y Gwen levantó la espada apuntado hacia las plantas. El herrero saltó desde la copa de un árbol aterrizando en el centro del campo. Gwen se dio la vuelta y estaban cara a cara.
Hubo un largo momento de silencio y quietud antes de que alguno hiciera el primer ataque en el campo.
El herrero levantó su hacha y se quedó quieto un instante, luego se dirigió rápidamente hacia Gwen para embestirla. Antes de siquiera haber estado cerca de tocarla, Gwen volvió a saltar a la orilla dando una vuelta con su cuerpo.
El herrero se dirigió hacia Gwen, y luego lanzó un hachazo que dio contra el filo de la espada produciendo un chirrido metálico. Gwen levantó la espada y atacó directo al pecho, y el herrero lo esquivó.
El herrero produjo de su pecho el mismo brillo blanco que había hecho antes de aparecer ante Gwen en persona, y el brazo que sostenía el hacha empezó a ser más largo, y en un instante estaba midiendo casi metro y medio. El herrero se acercó a Gwen lanzando varios ataques hacia ella confundida sobre cómo pudo cambiar de tamaño una de sus extremidades.
Cada ataque que lanzaba el herrero a Gwen, cada uno lo evadía perfectamente o lo bloqueaba antes de ser alcanzada por alguna de las cuchillas. En ese momento Gwen apreció completamente haber tomado sus clases de esgrima, pero lamentó no haber tomado todas, porque de haberlas tomado, en ese momento habría tenido su espada y la enorme satisfacción de haber derrotado al forjador de su arma gracias a esas clases.
El herrero se detuvo en un momento de la batalla.
«—¡Necesitarás más que bloqueos si quieres tener esa espada! —dijo soltando otro feroz ataque».
Para la desgracia de Gwen, no podía ser más cierto; si no empezaba a atacar, nunca lo vencería.
—¡¿Qué puedo hacer?! —miraba constantemente a Derron y el brazo sumamente largo del Sr. Iron—. No lo venceré si tiene un brazo así de grande —saltó hacia la derecha rodando su cuerpo en el suelo.
—¡Debes retirarle el arma, así será más fácil! —respondió Derron.
Gwen no dejaba de observar el gran brazo que había formado el Sr. Iron, pero sabía muy en el fondo que quería esa espada, y no podía permitir que aún haciendo trampa le quitaran esa arma con la que se había encariñado rápidamente.
Empezó a mirar alrededor del campo dirigiendo la mirada a un árbol muy cerca de ella. El herrero la miró distraída y aprovechó la circunstancia, por lo que lanzó un hachazo y la desarmó. La espada cayó junto al árbol que había mirado Gwen.
Gwen volvió a mirar el árbol y su espada tendida cerca de la parte inferior del tronco. El tiempo se agotaba, y sus oportunidades de vencer también.
En un acto improvisado salió corriendo hacia el árbol y se deslizó de espaldas en la arena hasta que su pie dio con el tronco. Se levantó luego de tomar su espada mientras seguía en el suelo y empezó a trepar por el tronco, hasta que se colgó de una rama que estaba sobre el herrero a casi la misma altura que el acantilado en el que había sido acorralada en la aldea.
El herrero no parecía sorprendido, y mucho menos asustado.
—¿Subirte a un árbol? ¡Ja! Mejor empieza a despedirte de esa espada —dijo mientras empezaba a estirar más su brazo.
El herrero la estiró tanto que había llegado a medir igual que la altura tenía la rama del suelo. Empezó a levantar su largo brazo, no parecía ser pesado si pudo levantarlo sin siquiera temblar o perder el equilibrio.
Al haberlo levantado por completo, dio un gran golpe en la rama de la que colgaba Gwen arrancándola del árbol. Cayendo y gritando, Gwen acomodó su espada y en un segundo cortó el gran brazo del Sr. Iron por la mitad. Después de cortar el brazo dio una vuelta en el aire y aterrizó sobre uno de los troncos cortados por todo el campo de entrenamiento.
La mitad superior del brazo terminó tendido en la arena, mientras que la otra mitad permanecía aún sujeta al cuerpo del Sr. Iron completamente atónito por lo que había presenciado.
Gwen notó en el rostro del herrero un brote de miedo, y pensó que era por haber perdido el brazo. Estaba dudando si seguir atacando, pues no parecía ser una broma la preocupación que tenía el Sr. Iron; hasta que Derron le gritó «¡Ataca! No te preocupes por su brazo ¡No es nada!», y eso le indicó que no parecía ser grave de cierta manera.
Gwen se lanzó a contraatacar, pero el Sr. Iron no se dejó vencer tan fácilmente y tomó la rama que cortó para retener el ataque de Gwen. Luego el herrero intentó golpear a Gwen y lanzarla lejos, pero Gwen puso su espada cortando la espada por la mitad igual que el brazo que recién había perdido.
El herrero retrocedió lentamente al estar desarmado, hasta que se tropezó con una piedra y terminó en el suelo. Gwen apuntó la punta de su espada contra el pecho del herrero, parecía que iba a terminar con el herrero destruido y Gwen victoriosa. Pero, en un acto de honor retiró la espada y le dio la mano al herrero.
El herrero quiso mostrar resistencia y que no quería la compasión de ella, pero decidió rendirse y tomarle la mano como muestra de rendición.
—¡Eres buena! Creo que no debí subestimar a una forastera como tú —respondió.
—Ahh... Gracias.
—¡Felicidades, la espada es tuya! —dijo mientras le entregaba la espada.
Gwen se sintió sumamente orgullosa de sí misma. Sintió una gran satisfacción al no haber decepcionado a Derron o a sí misma, y no había mayor prueba que la espada que empuñaba en su mano izquierda con la que había vencido a un extraterrestre de otro planeta.
Luego de haber terminado la batalla, Gwen pensó que había pasado mucho tiempo desde que Otome había entrado a esa extraña tienda. Le dijo a Derron y al herrero que debía volver y la acompañaron desde el campo hasta la aldea de Oasis para esperar a que volviera Otome para seguir su travesía por esas grandes dunas a lo largo del desierto.
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