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Gwen vive su segunda persecución más intensa en su vida

Ya era de mañana, y así como el sol se levantaba, el tiempo se le acababa a Gwen para salir del planeta. Parecía ir cada vez más rápido. Y cuando Mirjok sintió el primer rayo de sol chocar con su rostro, se levantó del último sillón que le había quedado disponible cuando volvió a su habitación en plena noche, y por consiguiente, prosiguió a levantar a todos los demás. Primero a Gwen, luego a Derron, y por última y menos importante -para él-, a Otome.

Luego de levantarse, Derron y Otome se cambiaron de vestiduras por varias que habían conseguido en el bazar.

Otome vestía un pantalón entallado que parecía ser de cuero oscuro, y sobre su blusa holgada se puso una sudadera con capucha de color morada, contrastando su estilo con unos lentes de sol color café oscuro. Bajo su sudadera, llevaba una pequeña hacha pequeña con un solo filo oculta en un bolsillo discreto.

Derron, en cambio, se puso unos vaqueros que le quedaban algo colgados de color azúl cielo, una camiseta de cuello circular de color azúl rey, la cual cubría con una chaqueta negra que le quedaba igual que la camiseta. Y en su cabeza, llevaba una gorra blanca con un emblema negro que le había prestado Mirjok, y era el mismo emblema que llevaba Mirjok con su nuevo atuendo.

Mirjok se había cambiado su uniforme de cazador por una ropa más casual, menos vistosa. Usaba unos vaqueros negros con sus mismas botas, una camiseta negra con el emblema; la cual mostraba su musculatura, que complementó con una chaqueta negra. Redujo sus goggles a forma de collar y se puso unas gafas de sol efecto espejo. Guardó una pistola debajo de su chaqueta y redujo sus muñequeras a unas pulseras sumamente rígidas. Y ese fue su nuevo estilo de incógnito.

Cuando Gwen se fijó en la pistola que había guardado Mirjok, había recordado que el arma que había tomado en el edificio donde se encontraba el centro de peleas aún la tenía oculta en su chaqueta que estaba amarrada a su cintura. Puso su mano en el bolsillo derecho de su chaqueta y sintió el cartucho cerca de sus dedos. Cuando estuvo a punto de tomarla, Mirjok se le acercó.

-¡Oye! -dijo Mirjok-. Tienes que cambiarte, siquiera un poco. Al menos así nadie te ubicaría rápido -Dejó caer una muda de ropa en la cama. Había unos pantalones azules, una camiseta blanca con el emblema que llevaba la gorra, unas zapatillas tenis de mezclilla azúl claro, y como último detalle, una chaqueta de cuero blanca con el emblema en la espada y al frente como la hebilla de una correa que ajustaba el cuello.

Gwen no estuvo dispuesta a cambiarse más que las zapatillas y ponerse la chaqueta de cuero, a pesar de que se viera algo ridícula. Guardó sus viejas zapatillas en una mochila que tenía Mirjok guardada. Luego de eso se marcharon del edificio, esperando pasar desapercibidos por la ciudad.

* * *

Pasaron por las primeras calles, y la gente no mostraba ni la más mínima reacción mientras Gwen y sus compañeros -excepto Derron, que ahora parecía ser que era un amigo-. Pero ninguno se mostraba tan despreocupado por ello, pues siempre mantenían la guardia y la cautela que podían.

Mientras caminaban por la calle, uno de los que iban cruzando por la acera chocó contra Gwen tumbándola en plena calle. El hombre la ayudó a levantarse. A Gwen se le había helado la sangre, y parecía que iba a quedarse tiesa. Cuando el hombre la había levantado se alejó, y no fue capaz de fijarse en que la jovencita que había ayudado a levantarse era la prófuga de la justicia más buscada en Kezia.

Gwen; tratando de parecer calmada después de eso, alcanzó a los demás que ya se estaban alejando un poco de ella.

Después de un rato que se la pasaron caminando, Otome se atrevió a preguntarle a Mirjok «Podría saber acaso, ¡¿cuál es tu plan para sacarnos de aquí?!».

-Debemos llegar al otro extremo de la ciudad -respondió Mirjok, que señaló unos enormes arcos que se podían ver desde donde estaban-. Esa es la única salida de la ciudad, y tenemos que llegar del modo que sea posible. Así que, a continuar caminando.

Otome lo detuvo tomándolo por sorpresa de una muñeca, mostrándose en desacuerdo con su plan.

-¡No! -Gwen tiene que llegar antes de las dos de mañana, y no podemos perder todo este día caminando por las calles ¿Acaso no podemos pedir un taxi, o un carruaje como el de ayer?

Mirjok puso los ojos en blanco. Y luego, tomó la mano de Otome y se la quitó de encima.

-¡Claro! Y por qué no pedimos que el carruaje nos lleve al centro de los policías de Reich, y les decimos que somos los fugitivos del carruaje, ¿eh? -respondió sarcásticamente-. Tenemos que llegar sin llamar la atención, y tomar un carruaje después de haber sido los protagonistas de la persecución de ayer, ¿te parece buena idea?

A pesar de que Otome estaba equivocada, no mostraba ningún signo de arrepentimiento o de culpa por haberse quejado del plan de Mirjok. Y continuó, junto con los demás el camino que seguía Mirjok.

* * *

Minutos después de caminar, Derron recalcó que no podrían pasar todo un día caminando por las calles sin algo que comer; y para su gran fortuna, estaban parados enfrente de un minisuper que se encuentran fácilmente en la esquina de alguna calle terrestre.

Gwen no pensó que el planeta en el que estaba, hubiera adoptado algunos de los aspectos de su planeta. O tal vez que, su planeta, hubiera adoptado esas costumbres por parte del planeta en el que se encontraba. El punto es que, uno lo había tomado antes que el otro.

Ante el recién comentario de Derron, ni Mirjok ni Otome encontraron errónea la opinión de su compañero, por lo que los cuatro procedieron a entrar.

Cada uno se cubría el rostro con cualquier excusa posible. Se agachaban la gorra. Se ponían su capucha. Agachaban la cabeza fingiendo que observaban de forma más detalla los productos que había dentro de la tienda. Y a pesar de que todos parecían disimular de una forma tan obvia que los delataba, Gwen era la única que se mostraba indiferente ante la situación a pesar de que debería de estar mucho más preocupada que los demás.

Se puso a divagar por los estantes de la tienda, esperando encontrar algo interesante o comestible o, que le gustaría conservar como recuerdo. Y mientras buscaba, encontró unos audífonos que, sorpresa sorpresa, ¡provenían de la tierra! Ella no se la creía, y eso que el hecho de que tuvieran muchas cosas similares a las de la tierra ya la hacían asombrar.

Los suyos los había dejado en casa, y en serio, en serio, en serio, ella quería oír alguna voz que si le resultara familiar, como la de Ariana Grande, la de Jason Derulo, Imagine Dragons, e incluso, ella habría aguantado la de aquellos artistas que odiaba, como Kanye West o Nicki Minaj; o hasta los artistas del pop latino. Y esperando, con todo lo de esperanza que le quedaba, tomó uno de los audífonos que estaban colgados en la esquina de uno de los estantes y los llevó al mostrador, donde ya se encontraban todos los demás esperándola.

Había bolsas de papas y frituras -de la tierra y de su planeta- sobre el mostrador. Algunas de las tiras que había comido Gwen en casa de Mirjok. Unas cosas que parecían sándwich de helado. Y lo más extraño que vio, unas lombrices que parecían de goma, pero que al parecer estaban vivas. Y el cajero que se encontraba ahí, con su camiseta y su gafete de presentación todo desgastado, empezó a guardar las cosas en bolsas mientras observaba con una cara de odio a todos los que estaban frente a él.

El cajero finalmente había tomado los audífonos de Gwen, pero ella se los quitó de la mano y los conectó inmediatamente a su teléfono. Se los colocó, desplegó su lista de música y puso la primera que su dedo presionara, y empezó a reproducirse «Problem» de Ariana Grande con Iggy Azalea en su teléfono.

Mirjok pagó con unas monedas extrañas, que más bien parecían pequeñas ruedas delgadas de metal, pero luego el cajero pasó sobre esas ruedas un escáner, el cual reveló que en el hueco de las ruedas se encontraba un código invisible que flotaba en el espacio de la moneda. La luz del escáner y los códigos eran de colores azules, pero cada uno de un color diferente.

Luego de haber pagado, Mirjok y los demás empezaron a caminar directo hacia la puerta. Y Gwen, que seguía concentrada en la pista que escuchaba a través de sus nuevos audífonos, al haberse dado cuenta que iban a seguir con su camino, se quitó su auricular izquierdo y lo atoró en la correa del cuello que estaba abrochada pero algo floja. Y luego se haberlo asegurado bien, empezó a caminar rápido para alcanzar a sus compañeros.

El entusiasmo que tenía por sus nuevos audífonos se perturbó cuando Mirjok y los demás se habían detenido y ella había chocado con la espalda de Derron. Y sin explicación rápida, todos se perdieron entre los pasillos ocultándose de los que al parecer iban a entrar. Mirjok tomó a Gwen de la muñeca y se la llevó hasta el mostrador que, ahora estaba vacío. Levantó a Gwen y la recostó detrás del mostrador, y luego él saltó y aterrizó junto a Gwen que, iba a preguntar qué pasaba, pero Mirjok le cubrió la boca, esperando que los que entraron se marcharan lo más pronto.

Empezaron a escucharse pisadas, pero se sentían rígidas y cadí imperceptibles. Y de inmediato, Gwen identificó ese tipo de pisadas. Eran Guardias de las Sombras. Y el tenue sonido de las pisadas fue remplazado abruptamente por el chirrido del metal de las lanzas que portaban ser arrastrado por el suelo.

Gwen, lo único que quería hacer era quedarse muda y tiesa, para no hacer mi el más mínimo ruido que pudiera delatarlos. Y Mirjok deseaba lo mismo aunque Gwen no lo sabía, pero cualquiera en esa situación hubiera deseado lo mismo.

Los guardias detuvieron su avance hasta que llegaron a estar de cara frente el mostrador. Su sombra cubría la de Gwen y Mirjok, pero eso no les garantizaba que ellos no supieran que estaban ahí.

-Hola -dijo un guardia-. ¿Hay alguien aquí?

Parecía muy calmado, pero eso no tranquilizó a ninguno. Gwen empezó a temblar, y Mirjok puso su otra mano evitando que sus piernas llegaran a golpear contra el mostrador.

Lo siguiente que se escuchó fueron varias lanzas sonando al unísono contra el suelo. Y luego, una de ellas pasó sobre el mostrador, desparramando y tirando todo lo que había. Algunas cosas cayeron sobre Mirjok y Gwen, y eso los puso más nerviosos. Pero eso fue menos a lo siguiente que pasó. Una lanza fue clavada entre las piernas de Gwen, y eso que hubo apenas un pequeño espacio entre sus piernas.

-¡Pregunté «¿Hay alguien aquí?»! -volvió a preguntar el guardia.

Hubo una pausa muy larga después se eso, hasta que el mismo guardia dijo.

-Bueno -Azotó su lanza contra el suelo-. Al parecer no hay nadie, creo que deberíamos ver si encontramos a otro que nos ayude. Aunque, por desgracia -levantó su lanza y corto el mostrador por la mitad, como cortar una manzana-, solamente aquí se encuentra a la chica más buscada en todo Kezia.

Gwen no sabía que era peor, que casi le rebanaban las piernas; o que la habían descubierto sin ninguna explicación lógica.

El guardia se le acercó y la tomó de la correa del cuello levantándola, teniéndola suspendida en el aire a exposición de todos. Y ahí, ubicó a Otome y a Derron, que se habían alejado hasta la puerta del local. Así como también ubicó a otros dos guardias que le hacían de séquito a ese gorila que la había tomado.

El guardia mantuvo a Mirjok atrapado, literalmente entre la lanza y la pared. SU máscara se retrajo hasta ser similar a unos auriculares para jugar videojuegos y continuó hablándole a la asustada y confundida de Gwen.

-Buen intento mocosilla, pero no te nos ibas a escapar. Creíste acaso por un momento, que no sabíamos que estabas aquí. El cajero nos reportó que había una ingenua e inocente humana en su local, y me sorprende que creyeran que íbamos a irnos así de fácil.

Gwen intentaba quitarse esas manos negras de cuero de la chaqueta, pero no podía por más que intentaba.

El guardia se la acercó hasta tenerla cara a cara.

-Y también pensaste que -soltó una risa muy realista-, un aliado iba a ser suficiente, ¿en serio?

Iba a continuar, hasta que algo lo interrumpió por detrás. Y fue Otome, que le había lanzado una flecha con el arco de Derron.

Los dos guardias se lanzaron contra ella, pero Otome desvió sus lanzas, atorándolas entre los estantes. Y de una forma asombrosa, se sujetó de los niveles de los estantes que se encontraban más a su altura, levantó las piernas y pateó a ambos guardias dejándolos en el suelo. Tomó una de las lanzas que estaban clavadas, y sin mostrar signo de inquietud la clavó en la pierna derecha del hombre que tenía Gwen.

EL hombre no mostró emoción alguna, y respondió solamente con una ceja arqueada y un puñetazo directo en el rostro de Otome. Y como una escoba parada en medio del camino, fue hacia abajo cayendo al suelo sin moverse en lo absoluto. Había quedado aturdida por completo.

A pesar de que el intento de salvar a Gwen se vio frustrado de la forma más simple, Mirjok lo aprovechó, y le quitó la lanza al guradia y la pasó por la correa del cuello de la chaqueta de Gwen que, despistada, no se había dado cuenta que la habían cortado hasta que sintió sus pies en el suelo y se fue para atrás hasta que dio con la pared, quedando bajo un pequeño pizarrón del cual rodaron varios plumones que aterrizaron simultáneamente en el adolorido cráneo de Gwen.

EL guardia se había quedado confundido, que fue algo que Mirjok a provechó, dándole un golpe en su nariz y en sus ojos con la base de la lanza. Luego, se abalanzó sobre el guardia y lo empujó hasta un refrigerador que estaba atrás, rompiendo todo el cristal; excepto por unos pedazos que se mantuvieron fijos al marco de goma de la nevera, que en unos segundos cayeron sobre el cuerpo del guardia.

Mirjok volvió hacia Gwen ayudándola a levantarse. Mirjok fue por Derron, dejando a Gwen para que levantara a Otome y la ayudara a avanzar en lo que se recuperaba del golpe.

Salieron de inmediato de la tienda, esparando no llamar la atención; aún con la ropa maltratada, las pequeñas heridas y la nariz morada que ahora se cargaba Otome.

Caminaron unas cuantas cuadras a salvo, pero su alivio pronto se volvió lo que parecía ser una muerte prematura. Una más a la lista, para variar. Pues, provenientes de un callejón que se encontraba no muy lejos, salió un cuarteto de chicas que, a pesar de tener un rostro que a simple vista reflejaba amabilidad, sus intenciones no eran esas. Y reaccionando ligeramente tarde, Mrijok les advirtió a las chicas, que eran las que iban al frente de ellos en ese momento que se avecinaba una amenaza al frente. Las chicas volvieron hacia ellos, pues apenas y pudieron escuchar que Mirjok les había hablado. A lo que Mrijok les gritó «¡Las damas de fuego!».

Luego de haberlo escuchado, ambas volvieron hacia el frente. Y ahí, vieron a cuatro chicas que vestían trajes similares a los de los guardias de las sombras; solamente que, los suyos no tenían mangas, usaban zapatos flor de loto metálicos de color negro con suela roja, usaban un cinturón el cual dejaba dos cintas de tela roja en la parte del frente y atrás de las chicas. No usaban máscaras, pero usaban unas bufandas rojas que, por el momento, tenían hacia abajo. Dos tenían el cabello rojizo, otra lo tenía castaño, y la última lo tenía negro azabache; todas lo tenían suelto.

Las cuatro miraban a Gwen y a Otome con ojos de odio, que parecían ponerse rojos de furia. Pero en verdad, sí se estaban poniendo rojos, pues eran de núcleo de fuego. Y con eso, abrieron las cuatro sus bocas a toda su capacidad; y desde lo más profundo de sus laringes, empezó a emitirse un inquietante brillo naranja.

Otome al parecer, sabía lo que pasaría; así que, tomó el papel que aún tenía Gwen hasta ese momento. Puso su brazo derecho sobre los hombros de Gwen, puso su mano izquierda en el hombro izquierdo de Gwen, y la adentró a un pequeño atajo que estaba junto a ellas que daba al otro lado de la cuadra. Pero antes de que pasaran, las damas de fuego lanzaron una llamarada proveniente de sus bocas que, en cuestión de segundos alcanzó a las dos hasta donde estaban mientras iban directo al atajo. EL fuego iba a llegar a las dos, pero Otome se interpuso entre Gwen y el fuego, recibiendo la dosis de quemaduras que le iba a tocar a Gwen recibir.

Terminaron en la entrada del atajo. Y Gwen, asustada por lo quemada que había terminado Gwen por las llamas, la levantó por un momento para volver a ayudarla a caminar. Em pezaron a caminar por el atajo, esperando llegar al otro lado sin más fuego en su futuro, pero eso estaba muy lejos de lo que la realidad les tenía preparada en realidad.

Las damas de fuego las siguieron, lanzando su ardiente fuego concentrado en forma de esferas contra ellas. A duras penas, Gwen era capaz de alejarse de los proyectiles de fuego por unos cuantos centímetros, hasta que sacó la pistola que había obtenido del centro de peleas y disparó un par de rayos contra las patas de un andamio de casi tres pisos que solamente tenía dos patas, y las otras dos eran sustituidas por unos ladrillos de madera, a las cuales les había disparado.

El andamio fue rumbo abajo, dejando separadas a las damas de fuego y a ellas dos, siquiera por un tiempo.

* * *

y Otome llegaron al otro lado, por poco. La gente que iba por la acera y las vio entrar a ese lado de la calle, se había detenido, nada más por el asombro que provocaba el verlas así como estaban.

Gwen continuó caminando por las calles tratando de perder a las damas de fuego, hasta el punto en que ni ella podía continuar. Y entonces, apenas unos minutos de caminar, Gwen cayó de rodillas dejando a Otome en el suelo, pero apenas los milisegundos que estuvo tirada, se le volvieron un dolor insoportable. Y Gwen, aún cansada, levantó la parte superior de Otome y sujetó su tronco con su brazo izquierdo, evitando que su espalda chocara con la fría pared.

Gwen estaba cansada, adolorida, y completamente bloqueada. Pero de repente, le llegó a la mente lo que podía ser su única salvación. Así que, sacó el dispositivo en forma de iPad y se lo acomodó bien.

Estaba a punto de presionar el botón y pedir ayuda, pero luego volvió hacia Otome y, empezó a cuestionar si era buena idea. Salvar a su aliada con el riesgo de que supiera su intento de escape, o dejarla a Otome y a sí misma en un mayor riesgo que podría acabar con todo.

Estaba frustrada por la decisión, y sin pensarlo más, pulsó el botón, se lo acercó a la boca y dijo con la carente voz que aún poseía «¡Ayuda, por favor! Ayuda...». Fin del mensaje.

* * *

Apenas habían pasado unos segundos, y tanto Otome como Gwen, parecía que estaban a punto de desmayarse. Luego, se produjo una enorme explosión de la nada.

Gwen sobresaltó por la explosión, y Otome, simplemente chocó su espalda contra la pared y lanzó un grito de dolor.

Gwen asomó su cabeza hacia el lado de la calle de donde provino la explosión, y no se creía de dónde había salido tremendo estallido. El atajo por el que habían pasado estaba envuelto en llamas, incluso unos cubos y sus tapas fueron rodando, saliendo completamente envueltos en llamas. Y de entre la bola de fuego que se encontraba a la mitad de la cuadra, literal, salieron las cuatro damas de fuego que, voltearon hacia el lado en donde estaban Otome y Gwen.

Intentando marcharse lo más pronto posible, Gwen se acomodó el brazo sobre el hombro de Otome y la levantó, esperó a que apoyara bien los pies y continuaron al pasó más veloz que tenían a su disponibilidad. Y las damas de fuego las empezaron a seguir a paso veloz, levantando los bellos pero veloces pies de loto que tenían en el aire.

Gwen y Otome no se detuvieron, hasta que llegaron a la esquina de la cuadra, en donde el tránsito se había detenido.

Ambas volvieron hacia las damas de fuego que se acercaban a mayor velocidad. Gwen cambió de brazo, sujetando a Otome con el derecho, y con el izquierdo desenvainó y preparó su espada para atacar.

Ambas esperaban a las damas de fuego, cuando de repente, se avecinaba a gran velocidad una motocicleta similar a una Honda Magna en la que iba una sola persona que llevaba cubierta la cara con un enorme casco.

La moto se detuvo enfrente de las dos. El tipo se quitó el casco, y no era nadie más que Darren. Miró directamente a Gwen, con una expresión de sorprendido.

-No pensé que esta iba a ser la segunda vez que nos íbamos a ver -dijo, burlándose de la situación.

Gwen sonrió y soltó una pequeña risa, pero no tenía tiempo para continuar charlando. Así que, con ayuda de Darren, subieron a Otome poniéndola en medio, y Gwen, se puso hasta atrás. Darren preparó la motocicleta y salió del lugar.

Las damas de fuego llegaron unos segundos después de que se hubieran marchado. Gwen suspiró aliviada, y volvió hacia el frente esperando que Darren volviera para verla a ella. Y sin haberse equivocado, Darren volvió un breve momento mirando a Gwen, y ella respondió con una pequeña sonrisa que, si hubiera dicho algo, habría dicho «Muchas gracias».

Darren volvió hacia el frente, y lo que vio fue un enorme auto que iba volando y girando por los aires, y que se acercaba hacia ellos. Darren se movió lo más rápido hacia la derecha, rebasando a otro conductor que iba en el carril de a lado y un poco más adelante de lo que iban ellos.

Ambos volvieron hacia el espacio que habían dejado vacío, y el vehículo que iba girando y estaba envuelto en llamas, había terminado justo en donde ellos apenas se habían movido.

No sabían que les debía inquietar más; el hecho de que el vehículo hubiera terminado sobre ellos si no se hubieran movido, o el no saber cómo ese auto había salido volando envuelto en llamas. Y como respuesta, un proyectil de fuego del tamaño del cráneo de Gwen había pasado junto a ellos, dándole al parachoques trasero de un auto que iba en frente de su lugar.

Gwen volvió hacia atrás, y dijo en su mente «¡No mames, tiene que ser una broma!». Pues, montadas en unas tablas similares a las de Mirjok - excepto por la paleta de colores que usaban ahora, que estaba conformada por rojo, negro y blanco-, iban las damas de fuego, con sus manos irradiando un color rojo vivo, y que se envolvían en cuestión de segundos en ardientes llamas.

Lanzaban sus proyectiles directo a la motocicleta en la que iban Gwen y sus amigos. Pero Darren flaqueaba con su motocicleta, ya fuera cambiándose bruscamente de carril o subiéndose a la banqueta del lado derecho de la calle.

La calle estaba divida en seis carriles: 3 que iban hacia adelante -que era el sentido en el que iban Darren y los demás-, y los otros 3, al sentido contrario. Y esos seis carriles, estaban dividas por unas pequeñas aceras en las que, las personas se paraban cuando querían cruzar al otro lado de la calle, o donde estaban gran parte de los postes de luz y de los cables de electricidad.

Los ataques por parte de las damas de fuego no siempre alcanzaba la motocicleta. En algunos casos, las bolas de fuego golpeaban a otros vehículos que iban por la calle, y cuando eran alcanzados por una bola, la parte trasera del coche se prendía y salía volando y girando por los aires. También, varios de sus ataques daban en las aceras de los postes, o las aceras en las que transitaban los demás habitantes de la ciudad.

Ya habían pasado varios minutos desde que habían empezado las damas a perseguirlos.

Pensaron que no las iban a perder, pero Gwen sacó el arma que aún tenía en el bolsillo. Le dijo a Darren del arma y se la pasó. Revisó el cartucho, y su reacción no fue la separada. Con solo 4 cargas en la cámara para acabar con las damas de fuego, debían pensar bien sus movimientos si querían salir de ahí.

-Necesitaremos más que esto... -Retumbó a lo lejos una explosión, causada por los ataques de las damas de fuego-. Si queremos acabarlas.

Gwen tomó de nuevo el arma, pensando en algún plan para salir del enorme embrollo en el que se encontraban. Hasta que le preguntó algo a Darren.

-¿Tienen hidrantes aquí? -preguntó Gwen, esperando que Darren supiera de lo que hablaba-, ¿O una toma de agua para incendios?

-Sí, son unos cilindros plateados con un borde azul brillante, ¿por qué preguntas? -respondió Darren, algo desconcertado.

Gwen empezó a buscar los hidrantes que le había descrito Darren. No veía ninguno por el momento, hasta que por fin vio uno cerca de la esquina de la próxima calle del lado derecho.

-¡Acercate a la calle! -le pidió Gwen a Darren. Y con la velocidad que tenía, se cruzó hacia el carril pegado a la acera.

Las damas de fuego se avecinaban, pero Gwen ya iba preparada.

-¿Cómo se activan sus hidrantes?

-Se presiona la pare superior del cilindro. Luego, del costado del cilindro que de al tránsito se abre un agujero, y de ahí, sale un pequeño pedazo de tubo en el que se conecta la manguera. Y para que salga en agua, se presiona nuevamente el cilindro.

Con la información ya recibida. Gwen acercó su brazo derecho, esperando a no perderlo en esa hazaña tan arriesgada, pues a unos cuantos metros adelante, estaba un poste de luz.

Las damas se acercaban, con sus puños totalmente prendidos.

Estaban ya por pasar junto al hidrante, y Gwen, golpeó inmediatamente la superficie circular del cilindro plateado. Poco después de haberlo pulsado, retrajo su brazo volviéndolo a colocar en la estructura de la motocicleta.

Ambos volvieron para atrás, esperando a que el hidrante expulsara decenas de litros contra las chicas. Para su desgracia, no salía nada.

Las damas de fuego estaban a punto de pasar junto al hidrante. Y cuando pasaron, una parte de la calle, junto con todos los que iban conduciendo y caminando por ahí -incluyendo a las damas de fuego-, desaparecieron en una gran y densa nube de vapor grisáceo.

Había sucedido una enorme explosión. El cilindro que había activado Gwen no era de agua, sino de algún gas inflamable y sumamente explosivo. Pero no fue hasta que vieron la enorme explosión para que se hubieran dado cuenta.

-¡¿Pero qué hiciste?! -exclamó Darren muy sorprendido y molesto-. Creí que habías activado un cilindro de agua.

-¡¿Es que acaso hay más de uno?! -respondió Gwen.

-Los de borde azul son los de agua, y los rojos son los de gas. Creí que habías pulsado uno azul.

-Bueno, yo lo vi azul, ¿o es que si fue rojo?

Darren no lo creía. Quería continuar discutiendo del tema, pero volvió a mirar hacia el frente continuando con el viaje.

-No pensé que fueras a llamar tan pronto -dijo Darren, pasados unos minutos de haberse alejado de la zona de la explosión-. Y tampoco que tuvieras compañía -Volvió su mirada hacia Otome, y ella, ni en cuenta sobre lo que había pasado.

-Creeme al decirte que yo no quería volver a verte así, de esta manera. No pudo ser más inoportuno -respondió Gwen, diciendo lo último de forma sarcástica.

-¿Ella es una de los que te acompañan? Pensé que volverías a irte.

-Decidí quedarme, pero ahora no sé si fue buena o mala mi decisión.

-Oye, ¿por qué te empezaron a perseguir esas damas de fuego? -preguntó Darren.

-¡No lo sé! -mintió Gwen, esperando que se lo creyera-. Iba caminando por la calle con ella y con mis otros compañeros, cuando de repente...

-¡No me mientas! -exclamó Darren, interrumpiendo a Gwen-. Los policías de Reich, los Guardias de las Sombras, ni las Damas de Fuego salen a buscar a alguien a menos que haya hecho algo malo. Qué me estás escondiendo, ¿eh?.

Gwen no sabía qué responder. Si la había buscado sin vacilar al principio, y también se había mostrado sorprendido por la situación en la que la había encontrado, era porque aún no se había enterado de su penosa y peligrosa verdad.

-Pues... ehh...

Darren iba a continuar interrogando a a Gwen, cuando algo se les aproximó, algo muy familiar. Era una bola de fuego.

Golpeó a unos cuantos metros de distancia de la motocicleta el suelo. Era de la única dama de fuego que, al parecer había sobrevivido a la explosión. Iba con la ropa algo quemada, su rostro completamente lleno de ceniza, y con su cuerpo irradiando en pequeña cantidad una luz rojiza por todas sus venas.

Gwen volvió a preparar el arma, pero ahora para darle a la dama de fuego.

-¡Voy a dispararle! -le dijo Gwen a Darren, advirtiéndole.

Gwen preparó el arma y empezó a disparar los rayos uno por uno. La dama de fuego esquivó el primero; el segundo, lo recibió con una bola de fuego la cual se llevó al demonio el tiro de Gwen; el tercer tiro, lo saltó usando una expulsión de fuego de sus manos levantándose del suelo, igual que en el esquí acuático.

Gwen aguardó su cuarto tiro, esperando el momento adecuado. Por lo mientras, ella y los demás tendrían que esquivar sus ataques.

-¿Qué fue lo que hiciste para que te estén persiguiendo así? -volvió a preguntar Darren, abriendo nuevamente su discusión.

-Eso no importa, solamente sigue -respondió Gwen.

-Pero quiero saberlo, creí que confiabas en mí.

-Y lo hago, solamente que no quiero ponerte en problemas.

-¡Pero ya lo estoy! Qué más da que me lo digas.

-No puedo.

Darren, ya se estaba mostrando harto por la discusión, a lo que concluyó con lo siguiente.

-Sí no me dices qué pasa, ¡voy a dejarte a ti y a tu amiga hasta aquí!

Gwen estaba bajo una gran amenaza, pero no tanta como lo sería ella si seguía acompañándolo. Pero, para seguir contando con su amistad, se lo dijo.

-Soy una amenaza porque... yo soy la más buscada en todo Kezia. Soy la humana de la que todo el mundo habla, seguramente.

Darren quedó flipado por la noticia, pues nunca se había imaginado que fuera por lago así de grande.

Mientras Darren seguía flipado, la dama de fuego disparó otra esfera de fuego que, había volar otro coche. Este estaba volando muy bajo. Y Gwen se había percatado que, si seguían avanzando, el auto los golpearía y los derribaría.

-¡Darren, cuidado! -exclamó Gwen, señalando el auto en llamas.

Darren volvió de inmediato hacia el frente. Y al haber visto el auto que estaba volando un poco más abajo de sus cabezas, se apresuró en hacer algo para salir de esa. Giró la rueda delantera hacia la derecha y empezó a frenar. La parte trasera de la motocicleta empezó a derrapar hacia el frente, dejando la motocicleta en horizontal.

La motocicleta a penas se mantenía un poco arriba del suelo, pero lo suficiente para que pasara por debajo del auto. Y mientras los dos contemplaban el auto que pasaba por sus cabezas, la dama de fuego volvió a expulsar fuego de sus manos; levantándola casi a 6 metros del suelo.

Pasó entre la nube de humo que había acabado de dejar el auto.

Su impulso fue tan alto que alcanzó a sujetarse del escape de la motocicleta.

Y ahí iban los tres -sin contar a la dama, pues aún no sabían que ahí iba-, continuando en las calles, y dejando el gran desastre que habían causado atrás.

La dama de fuego puso su otra mano en la matrícula de la motocicleta, y luego se movió de su lugar el otro.

Luego de haberse acomodado, extendió su brazo derecho para aferrarlo a Gwen y tirarla de la moto.
Pero cuando tomó a Gwen por sorpresa, ella se aferró a la estructura de la moto.

Y mientras ambas luchaban por no salir volando, Otome empezó a reaccionar y a entre abrir los ojos. Cuando vio a Gwen y a la dama de fuego, ella sacó de un bolsillo unas cuantas semillas y las lanzó al viento.

Algunas se quedaron sobre la chaqueta de Gwen, unas se las había tragado la dama de fuego, otras se quedaron desperdigadas en su ropa, y las demás se las había llevado la corriente.

Otome extendió su brazo derecho, apuntando su mano casi extendida a la dama de fuego. Y cuando Gwen la vio hacer eso, supo que le esperaba a la dama de fuego. En cambio; la dama de fuego, la miraba con unos ojos confundidos y una ceja arqueada.

Y sin habérselo esperado, de las semillas empezaron a brotar unos tallos descomunales llenos de espinas que empezaron a enredarse por todo su cuerpo. El cuello. Su frente. Los brazos. Las piernas. La boca. Todo. Y después de haberse enredado en ella, Otome, lanzó una última semilla que empezó a crecer mientras se alejaba con el viento.

La punta de la planta se enredó en una de las tantas partes del tallo que rodeaban a la dama de fuego. Y cunado la semilla tocó el suelo, está se aferró al suelo como un ancla. Y luego de eso, la dama se soltó de la motocicleta a unos cuantos metros de la semilla.

La dama quedó tirada en plena calle. Y Gwen, junto con los demás, estaban nuevamente a salvo.

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