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Gwen presenta a dos amigos suyos y el resultado es... Explosivo

Se alejaban de lo conocido y se aproximaban cada vez más a lo desconocido, y era algo que no le apetecía más a Gwen.

Le tocó el brazo a Darren para preguntarle algo.

—Oye, ¿podría saber a dónde vamos?

Darren no respondió. Pero mientras iban cruzando por las calles, la necesidad de Gwen por una respuesta se volvía cada vez más irrelevante, pues ya estaba recordando en dónde estaba. Cerca del departamento de Darren.

Y unos segundos después de haberse dado cuenta, finalmente habían llegado al edificio en el que vivía Darren.

Cuando se detuvo en frente de la entrada al edificio, Darren, apagó la motocicleta y se bajó para ayudar a Otome a apoyarse. Gwen, prosiguió a hacer lo mismo.

Empezaron a subir las escaleras, y después de un pequeño silencio incómodo, Darren volvió a hablarle a Gwen.

—Y por qué... —Se detuvo para acomodar el brazo de Otome en su hombro—. Por qué no me dijiste.

—¿Decirte qué? —preguntó Gwen, haciéndose como la que no sabía nada.

—Por favor, sabes de qué estoy hablando. Contesta —dijo Darren, insistiendo por una respuesta.

—Y por saber de qué hablas, simplemente no hay nada qué decir.

—¿En serio? —preguntó Darren siendo sarcástico.

—¡Bueno, ya! —exclamó Gwen, ya molesta por la acritud de Darren—. Qué quieres oír de mi, ¿un lo siento? Además, no puedes culparme.

—Se que no debo culparte, pero pudiste habérmelo dicho de alguna forma y en algún buen momento. Tal vez cuando te dejé.

—Y qué querías que te dijera. Oh, ya sé; tal vez algo como: «Ah, muchas gracias. Por cierto, soy perseguida por todo Kezia, tal vez deberíamos vernos en una redada que hagan contra mí».

Darren quiso responder, pero tenía un argumento válido y dio una respuesta que lo había dejado mudo.

Volvieron al silencio incómodo, y continuaron subiendo a Otome hasta el piso del departamento de Darren.

Cuando llegaron, se dirigieron hasta la puerta del departamento. Y antes de que uno pudiera poner sus manos en el picaporte, la puerta ya se estaba abriendo.

Mykaela había abierto la puerta. Al haber visto a Gwen, Darren y a la chica extraña en sus brazos, se adelantó en ir al refrigerador por una bolsa de hielo. Y mientras ella buscaba y rebuscaba en la nevera una bolsa con hielo, Darren y Gwen dejaron a Otome en el mismo sillón en el que había estado Gwen.

Darren volvió hacia Gwen, esperando que tuviera un plan. Pero ella, al igual que él, no sabía qué hacer.

Mykaela llegó con la bolsa de hielo. Cuando no vio a ninguno de los dos haciendo algo para ayudar a la chica que llevaban anteriormente en sus hombros se quedó confundida.

—¡Y bien, qué están esperando! —gritó Mykaela.

Los dos volvieron hacia ella, con unos rostros confundidos. Pero pasados unos segundos, finalmente reaccionaron ante la situación. Gwen les explicó qué había pasado, lo de quién era ella realmente, lo que pasó en la tienda, el ataque de las damas de fuego, y que Otome tenía la espada totalmente quemada. Volteó el cuerpo de Gwen, dejando expuesta la tostada, quemada y crujiente espalda de su compañera.

Mykalea salió de la sala y fue al corredor.

Darren sabía que tenía que usar sus poderes sanadores, así que rodeó el sillón poniéndose frente a Otome. Iba a colocar las manos sobre su espalda, pero mientras las dirigía para reposarlas sobre la espalda de Otome se detuvo, así de repente.

—No puedo... —dijo en voz baja, casi a punto de empezar a gimotear—, no puedo hacerlo.

—¿Por qué no? —preguntó Gwen, algo desconcertada.

—Sus heridas son muy graves, yo... ¡Jamás había intentado sanar algo como esto!

—¡Qué pasa! —exclamó Mykaela cuando volvió a la sala, ahora abrumada por la situación—. ¡Por qué no la has sanado! —Volvió hacia su hermana, que parecía muy presionado en ese momento.

—¡Lo estoy pensando! ¡Lo estoy pensando! —gritó Darren muy alterado.

Gwen se acercó a el. Incó su rodilla derecha y se apoyó en el hombro derecho de Darren. Cuando él sintió la mano de Gwen sobre su hombro, sus ojos empezaron a verse vidriosos.

—Por favor, Darren —le dijo Gwen al oído —. Lamento haberte engañado, pero si aún en serio; en serio eres mi amigo, necesito tu ayuda por favor.

Darren volvió a ver hacia la espada chamuscada de la amiga de Gwen. Así que puso sus manos sobre la chica, inhaló profundamente, y de sus manos, empezó a producirse una luz blanca que bañaba la región de la espalda que cubrían sus palmas. La luz empezó a volverse más fuerte, hasta el punto que toda la espalda de Otome empezó a emitir igual una tenue luz blanca a través de su piel.

Unos segundos después de que Darren  tuviera sus manos sobre la espalda de Otome, Darren puso los ojos en blanco y se fue para atrás, cayendo inconsciente. Y ambas, Gwen y Mykaela, fueron hacia él con preocupación en sus rostros.

Mykaela acercó su oído la pecho de su hermano. Después de un momento, ella se alejó y dio un exhalo de alivio. Gwen, respondió igualmente con otro suspiro.

Luego de haber verificado que Darren estaba bien, ambas volvieron hacia Otome, que afortunadamente, ya estaba con la espalda sanada y un enorme agujero en su sudadera y en la parte trasera de su blusa, de la cual solamente quedaba un pedazo que mantenía unida su blusa de ambos lados.

  * * * 

Pasaron unos minutos después de que hubieran sanado a Otome. Darren apenas estaba despertando, y Gwen, estaba recostada en el hombro de Darren, que había recargado en otro sillón.

De repente, Darren, despertó de una manera brusca e inesperada. Gwen se sobresaltó cuando lo vio despertarse.

—¿Qué...? ¿Qué pasó? —preguntó Darren, respirando de forma agitada.

—Salvaste a mi compañera —dijo Gwen. Y en un acto atrevido, se lanzó hacia él y le dio un beso en la mejilla.

Después del acto tan osado que había cometido, ella se hizo para atrás y se cubrió la boca, mientras se le empezaban a ruborizar las mejillas.
Que fue algo a lo que Darren no pudo evadir.

Los dos se acomodaron finalmente en el sillón en el que apenas estaban recargados. y Mykaela, estaba en el otro lado de la habitación.

Gwen volvió hacia Darren. Y sin pensarlo por un segundo, se atrevió a hablarle.

—Perdón, en serio.

—¿Eh? —preguntó Darren, confundido por la repentina disculpa que le habían dirigido.

—No era mi intención ocultarte el hecho de que sea la persona más buscada en todo el planeta. Tampoco a tu hermana.

De repente, Darren se cubrió el rostro con sus enormes manos. Se frotó la cara con ellas, y luego se las quitó de encima. Volvió hacia Gwen y continuó con el tema.

—Sé que lo hiciste por miedo, por protección, o por lo que fuera. Pero, yo esperaba que... Después de haberte salvado en el centro de peleas, y tú de haber salvado a mi hermana sin siquiera haberlo pensado... Simplemente pensé que...

Darren quería terminar la oración, pero no hallaba las palabras para concluirla. Y Gwen, decidió terminarla con otra.

—Yo voy a contar contigo —colocó su mano izquierda sobre la mano derecha de Darren—. Y ahora, sin importar lo que pase, yo siempre voy a confiar en ti, así como tú confiarás en mí. Y si tengo que irme contigo al lugar adonde tengo que ir para demostrarte que es verdad, creeme que yo...

De repente, una voz interrumpió a Gwen.

—¿Que te crea qué? —preguntó la voz que la había interrumpido.

A Gwen se le heló la sangre, pues identificó esa voz.

Ella y Darren volvieron hacia el sillón en el que estaba recostada Otome. Aún seguía en el sillón, pero estaba sentada. Con una mano apoyada en el descansa brazos, la otra apoyada en el recargo de la espalda, y un ceño fruncido en el rostro de su recién despierta compañera.

Gwen estaba asustada, y algo sorprendida. Así como estaba Gwen, también lo estaba Darren, pero junto con eso, estaba una gran sensación de incomodidad.

Otome se levantó y volvió directo hacia Darren. Se le fue acercando lentamente, y él se levantó lo más rápido que pudo, intentando mantener la distancia entre Otome y él.

Gwen se interpuso en el camino de Otome, y ella la arrojó de nuevo hacia el sillón.

Darren sacó una pequeña daga que tenía escondida en el bolsillo de su pantalón. Pero Otome, la tomó rápidamente y la lanzó hacia la puerta de su departamento.

Gwen; sin mayor remedio, desenfundó el arma que había guardado. Estaba a punto de dispararle. Pero Otome, le lanzó unas semillas al rostro. Unas cayeron sobre los sillones, y otras al suelo. Y al igual que con la dama de fuego, Otome usó sus poderes para apresar a Gwen al sillón más cercano y dejarla inmóvil.

Al ver eso, Darren se lanzó contra Otome, terminando los dos en el suelo.

Darren se apuró en tomar el arma que había terminado en el sillón en el que él y Gwen estaban sentados. Y cuando la cogió, Otome la mandó lejos con un manotazo, terminando junto a la puerta.

Gwen intentaba liberarse de las malvadas hierbas que la aprisionaban, pero era como el lazo del diablo, una planta de la saga de libros «Harry Potter». Entre más forcejeaba o intentaba escapar, las plantas se aferraban cada vez más a su cuerpo.

Darren corrió rápido por el arma, pero Otome saltó por el sillón, rodó por el suelo, y terminó en frente de la puerta. Tomó el arma, arrancó la daga de la puerta y apuntó ambas hacia el desarmado de Darren.

Otome, extendió su mano izquierda apuntando hacia Gwen. Y así como aparecieron, las plantas empezaron a desenredarse del cuerpo de Gwen y volvieron a sus semillas.

Otome, cambió el objetivo del arma, que ahora era Gwen.

—Si tanto quieres estar con ellos ¡Bien! —dijo Otome, escupiendo mientras hablaba y con las venas de su cuello empezando a marcarse—. A ver como vuelves a tu mundo —concluyó. Abrió la puerta con la mano que sostenía la daga. Salió de la habitación, y de la nada, salió volando hacia el final del corredor, dejando caer el arma adentro del departamento.

Darren se hizo para atrás, sujetándose de la mesa de centro para no caerse. Gwen se levantó sorprendida por lo que había acabado de pasar. Y de repente, resonó otra voz.

—Hola —dijo la voz, que era de una mujer—. Dónde están, mis queridos amigos.

Ninguno reconocía la voz, pero se imaginaron nuevamente lo peor. Gwen desenvainó su espada, y Darren se agachó por el arma.

Los dos se asomaron discretamente por el corredor, y no se equivocaron al haber tomado sus armas. Pues era la misma dama de fuego que se había trepado en la motocicleta en la que habían llegado al edificio.

—Salgan, no tengan miedo —dijo la voz, ahora con un tono más inquietante, como el de una bruja—. No muerdo, solo quemo.

Darren lanzó el primer ataque. Saco la parte superior de su cuerpo, y disparó contra la dama de fuego.

Ella, apenas iba por el principio del corredor. Así que se protegió escondiéndose en las escaleras. Para que luego, contraatacara con otro proyectil de fuego.

El misil en llamas golpeó contra el arma, mandándola al mismo lugar donde estaba Otome.

La mano de Darren sufrió unas leves quemaduras. Gwen las observó, pero no sabía qué hacer.

La dama de fuego empezó a caminar por el corredor. Y con cada paso que daba, se podía sentir cada vez más cerca una extraña e inquietante calidez en el lugar.

Gwen, aún empuñando su espada, se refugió detrás de la puerta; esperando la llegada de la dama de fuego para atacar.

Sus pasos se escuchaban cada vez más. Hasta que finalmente, estaba debajo del marco de la entrada.

Gwen sentía el calor que irradiaba el cuerpo de la chica. Incluso la puerta, empezó a tronar lentamente por la extraña fuente de calor que se encontraba cerca.

La dama puso su mano derecha sobre la puerta. Y lentamente, empezó a cerrar la puerta.

Y sin otra salida, Gwen salió de su escondite y se lanzó contra la enemiga.

Ambas cayeron de vuelta al corredor. La dama sacó un cuchillo que tenía guardado adentro de su pantalón. Y como una tormenta, lanzó una lluvia de ataques contra Gwen, pero ella esquivaba cada uno por muy poco que fuera lo que le faltaba a la chica para clavarle el cuchillo.

Gwen pensaba que no iba a continuar así, hasta que el cuchillo se atoró entre la serie de tablas que había en el suelo. Y finalmente, se liberó de la chica lanzándola lejos con su pie.

Durante su pelea, Darren se apresuró a ir por el arma y desintegrar a la dama de fuego. Y cuando alcanzó el arma, la mano tiznada de Otome se le interpuso, cogiendo el arma en vez de él.

Gwen, intentando evitar ser quemada por las llamas de la dama, notó cómo Otome y Darren comenzaron a pelear por el arma. Y por haberse fijado en eso, la dama le puso uno de sus pies de loto sobre el pecho, impidiendo que se levantara.

La dama inspiró lo más que pudo, y luego dirigió su mirada hacia Gwen. Sus ojos empezaron a irradiar esa luz roja, así como sus palmas y las que parecían ser sus venas. Abrió su boca lo más que pudo, y se podía alcanzar a ver el mismo brillo desde su laringe.

Estaba a punto de liberar su aliento, pero la chica, por fin había recibido otro disparo.

Después de haberlo sentido, la dama no expulsó su aliento, más bien, cambió repentinamente su objetivo. Que ahora, eran Otome y Darren.

Iba a sacar el fuego de su interior, cuando sintió otro ataque contra ella. Algo le había atravesado la espalda y saludo por el pecho. Era la espada de Gwen.

Expulsó de su boca una enorme llamarada que terminó incinerando parte del suelo del piso de arriba. Y luego, cayó de rodillas con la espalda hacia Gwen, y el frente hacia Otome y Darren.

Gwen se le aproximó y retiró su espada, que había salido totalmente limpia.

Los demás se acercaron al cuerpo de la herida dama. Y los tres, se pusieron en el suelo para verla.

La chica respiraba nuevamente de forma agitada. Colocó sus manos sobre la marca que le había dejado la espada en su cuerpo. Y como todos los demás, su cuerpo empezó a agrietarse lentamente, empezando por su recién herido pecho.

—¡No puede ser, se rompió! —exclamó Otome, algo asustada.

—¿De qué hablan? ¿Cómo que «se rompió»? — preguntó Gwen.

—Le atravesaste el núcleo —respondió Darren, colocando sus manos igual sobre el pecho de la chica—. Ahora, su forma física se está resquebrajando. Y hasta que su núcleo se parta por completo, su cuerpo se seguirá agrietando hasta desaparecer.

A Gwen le costó pocos segundos recordar lo que le pasaba a los que se les rompía el núcleo o sufrían una herida grave. Empezó a ponerse nerviosa y muy asustada.

—¡No puedes ayudarla! Con tus poderes sanadores, ¿no podrías salvarla?

—Perdón, pero un núcleo roto... Lo siento.

Gwen se cubrió la boca con las manos.

Los tres permanecieron junto a la dama de fuego, hasta que finalmente su cuerpo se agrietó por completo. Luego, llegó el haz de luz; y finalmente, quedaron los restos de una bola de cristal roja que lentamente perdía su color, hasta que no quedó nada más que una bola negra.

  * * * 

Pasaron unos minutos después del ataque. Personas del piso de arriba bajaron gritando; estaban confundidos, aterrorizados y muy sorprendidos.

Darren les explicó lo que pasó, pero distorsionando ligeramente la versión. Dijo que una dama de fuego había subido, y que empezó a lanzar bolas de fuego por todo el corredor. También que Otome, él y Gwen habían salido a detener a la descontrolada mujer. Y que por desgracia, ella lanzó fuego contra ellos. Que soportaron lo más que pudieron, hasta que lograron que la dama de fuego escapara.

Cuando todos se habían marchado, Darren tomó los restos del núcleo de la chica y los colocó en la mesa de centro. Y los cuatro, se pusieron alrededor de la mesa con los restos.

Otome y Darren se sentaron en el sillón de tres. Mykaela se sentó en una silla que estaba detrás de la barra de desayuno. Y Gwen, estaba sola en el sofá de dos.

Permaneció un silencio incómodo durante un buen de tiempo, mientras todos intercambiaban miradas y muecas con los labios. Parecía que no iba a terminar, hasta que alguien lo rompió.

—Perdón —dijo Darren.

Todos volvieron hacia él; excepto Otome, que solamente dirigió ligeramente su atención hacia Darren.

—Perdóname —añadió nuevamente Darren—. Si crees que mi intención era robarme a tu compañera, no lo es ¡y jamás lo será!

Otome quiso seguir evitándolo, pero tuvo que dirigir su atención hacia la persona que se estaba disculpando de algo de lo que ni siquiera había tenido intención de hacer.

—Escucha —habló finalente Otome—. No me molesta que ella quisiera irse contigo, me molesta que ni siquiera se iba a molestar en decirnos que quería seguir con su camino sola.

—¿No te hubiera molestado que quisiera irme? —preguntó Gwen.

—¡Por supuesto que me habría molestado! —aclaró Otome—. Y si te hubieras ido, ni hubieras sobrevivido sola.

—Entonces... —balbuceó Gwen—. Qué significó lo de... Pero tu dijiste...

—El punto es... Que no esperaba que Gwen nos quisiera dejar por... —Otome quiso terminar, pero no parecía encontrar la palabra correcta.

A pesar de todo lo que había pasado, esa pequeña e inusual conversación había tranquilizado las cosas entre Otome y Darren.

Pasados unos segundos después de haber terminado el tema, Darren se levantó y fue al refrigerador por algo.

—Con la dama de fuego destruida —dijo desde el otro lado del departamento—, no tardarán en poner más seguridad por las calles. Cuando traten de comunicarse con ella y no responda, o pensarán que fue atrapada o destruida.

—¿Y qué podemos hacer? —preguntó Gwen.

—¿Me hablas a mí, o a tu amiguito? —preguntó Otome en forma retórica.

Con el panorama volviendo a ponerse tenso, Mykaela se levantó y fue a recostarse en la cama que estaba en la sala.

—Tú y ella —añadió Darren, respondiendo a la pregunta de Otome—, tienen que irse lo antes posible de la ciudad.

—¿Por qué?

—Si pasa otro accidente de ese nivel, activarán la barrera. Impidiendo la entrada y salida de la ciudad. Y si no lo han activado, es porque no quieren alarmar a la ciudad más de lo que ya se está poniendo.

—Bueno, y... ¿cómo hacemos eso?

—Primero que nada, deben llevar un disfraz, o algo que las encubra.

Luego de eso, se fue por el corredor hacia la otra habitación. Y después de unos segundos, volvió con un montón de ropa que dejó sobre la cama.

—Pueden tomar lo necesario de aquí. Es ropa vieja de los vecinos que ya no querían. Y en vez de dejarla en la basura, la recojo y la corto para hacer combinaciones de ropa.

A Gwen le pareció algo interesante. Pero, se fijó más en el hecho de buscar algo discreto entre toda esa ropa. Buscaron y buscaron entre todas las sudaderas, gorras, sombreros, y todo lo que Darren había recogido, hasta que las dos eligieron algo.

Otome se puso un enorme vestido negro que le quedaba muy holgado y un enorme abrigo marrón sobre este, junto con un sombrero que por el borde tenía pelaje de un animal. Y Gwen, una enorme falda de botones de color gris; y también otro enorme saco que envolvió en su cuerpo, y para terminar, unas gafas espejo de color dorado siendo ligeramente  cubiertas con un pequeño sombrero gris.

Después se haberse cambiado, Gwen les agradeció por la ayuda. Y Otome, no dijo nada.

Las dos salieron del edificio acompañadas de Darren, hasta que al final del atajo que se encontraba en la calle, Darren no dio otro paso más.

Otome y Gwen debían seguir por su cuenta. Pero antes de irse, Darren detuvo a Gwen y la miró.

—Ten cuidado —le dijo a Gwen—. No mueras.

Gwen asintió con la cabeza. Luego, Darren la soltó y ella junto con Otome se fueron lentamente del lugar en donde estaba el edificio.

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