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Gwen llega al centro del laberinto

Empezaron a caminar por las calles, cuidando que nadie las siguiera.

Las personas circulaban a una gran velocidad. Todas llevaban una pantalla de cristal en sus manos. Al parecer había algo que circulaba por la plataforma que estaban usando, pues todas las personas caminaban estaban viendo o escuchando a alguien a través de sus pantallas.

En las esquinas había personas alrededor de alguna persona que tuviera una de esas pantallas para ver lo que fuera que estaba capturando la atención de todos.

Otome y Gwen deseaban saber qué era lo que estaba apoderándose de las calles de Reich, hasta que por fin estaban en la misma sintonía que todos los demás.

Sobre la serie de edificios que abundaban por las calles, había una enorme pantalla flotando por unos pequeños dispositivos que la hacían levitar.

Lo que esa pantalla mostraba no era para nada agradable, sino aterrador para ambas. Eran fotos de ellas, junto con una foto de Derron; y mientras la pantalla aún mostraba las imágenes de ellos tres, emergió un video en donde estaban ellos en la persecución del día anterior, y luego el video fue sustituido por uno que parecía haberse grabado hace unas horas pues estaban Darren y Gwen en la persecución con las damas de fuego.

Gwen se quedó atónita. Quiso salir corriendo, pero estaba tan impactada que sus músculos se habían quedado paralizados, por lo que Otome la tomó del brazo y se la llevó a rastras por las calles.

La pantalla fue solo el principio, ya que en cada esquina empezaron a emerger de las pantallas las fotografías de todos ellos. Y mientras Otome intentaba llevarse a Gwen de lo que ahora se había convertido en un campo minado, las personas que transitaban por las calles empezaron a volver hacia ellas.

Estaban perdidas, no sabían a dónde ir ni con quién ir. Pensaron en regresar con Darren y Mykaela, pero los expondrían nuevamente a un grave peligro. Y Otome, continuó llevándose a Gwen tirando de su brazo aún paralizado.

  * * * 

Después de casi diez cuadras de cargar con el peso de Gwen junto con el suyo, Otome cayó de rodillas al suelo respirando de forma agitada y escurriendo por su frente unas concentradas gotas de sudor.

Gwen se sostenía de un poste que estaba junto a la enorme pared de un edificio. Seguía sorprendida por el hecho de haberse visto en miles de pantallas simultáneamente.

Mientras Otome luchaba por recuperarse, Gwen empezó a volver hacia todas partes esperando encontrar un lugar en donde no hubiera ninguna pantalla con su rostro en ella.

Encontró un poco más adelante de donde ellas estaban una enorme plaza en donde no se veía ni una sola pantalla. Y pensando que sería un lugar seguro empezó a dar pasos cortos hacia la gigantesca plaza, y con Otome fatigada por completo; Gwen estaba completamente sola en su pequeña aventura.

Después de una larga secuencia de breves y temblorosos pasos, Gwen se estaba acercando a la plaza.

Luego de la red de calles y edificios, Gwen se encontró con un amplio y basto espacio de piso plateado con múltiples fuentes dispersas por el lugar, una fluida corriente de habitantes cruzando por la plaza circular y una intensa luz solar filtrándose por el campo de fuerza que protegía la ciudad.

Gwen, estando en el borde de la plaza dio el primer paso para adentrarse al lugar, pero se le atravesó de repente un largo trende color blanco con ventanas polarizadas de color negro.

El tren terminó de interponerse para Gwen y continuó su camino pasando por parte de la plaza, luego empezó a elevarse hacia el cielo y siguió avanzando sobre los edificios perdiéndose entre todos ellos.

Gwen prosiguió con su recorrido contemplando y observando el lugar, maravillada de todas las cosas que encontraba en esa plaza. Pero su alegría no tardo en convertirse en angustia cuando vio a un tumulto de guardias y damas de fuego aparecerse por una de las demás calles que daban con la plaza.

Quiso salir corriendo de vuelta a la calle de la que había salido, pero otro tren se aproximaba con gran rapidez; así como una serie de pantallas voladoras con su repetitiva y ahora insoportable imagen.

Sus pociones se estaban reduciendo; igual que el espacio que había entre ella y tofos los peligros que la estaban acorralando. Su única opción era un enorme edificio que se encontraba en el centro de la plaza —y parecía que también en el centro de la ciudad—.

Los guardias y las pantallas se aproximaban, y Gwen no tubo de otras mas que correr hacia el edificio esperando no levantar sospechas. Corrió y corrió hasta que por fin logró cruzar esa puerta giratoria de cuatro hojas.

Cuando logró recobrar el aliento y la concentración, miró hacia el vestíbulo y era sorprendente. Estaba repleto de dorado: los marcos de las pinturas, el piso, los candelabros, cada a tenía dorado. Las hombres que se encontraban adentro portaban trajes de color negro con camisetas blancas, y las mujeres usaban vestidos negros con cuellos y bordes blancos. En las escaleras y elevadores se encontraba siquiera un guardia vigilando cada acceso hacia el siguiente piso.

Gwen intentó esconderse para no llamar la atención, pues ahora estaba más expuesta de lo que había imaginado. Y se escondió debajo de  mesa de centro en las sala de espera del vestíbulo, viendo los zapatos, botas y tacones que pasaban junto a ella.

Mientras intentaba esconderse, vio al grupo de guardias, caballeros y damas que había encontrado afuera entrar al edificio. Todos avanzaban de forma ordenada, caminando al mismo paso y ritmo que el de sus compañeros. Todos se detuvieron en frente de un hombre con traje similar al de los caballeros, pero en vez de tener detalles de color azul ese tenía de color dorado.

Gwen no veía ni escuchaba bien lo que estaba pasando, pero vio que todos los que habían entrado se dirigieron hacia un amplio corredor que estaba del lado izquierdo del edificio. Esa entrada era la única que no estaba custodiada; así como era la única salida de Gwen de ese lugar, pues la puerta giratoria ya estaba siendo custodiada por un guardia que había aparecido de la nada.

Gwen esperó unos segundos, hasta que no hubiera nadie que enfocara su mirada directo a ese corredor. Y sin pensarlo, Gwen salió de la mesa y se dirigió hacia el corredor.

Al entrar, el ambiente se volvió un poco más frío. Los colores dorados fueron sustituidos bruscamente por unas luces azules claras que iluminaban el corredor.

Gwen comenzó a avanzar lentamente por el corredor, hasta que llegó al final del corredor dando con una pared de concreto.

No había ninguna forma para que ese grupo de personas hubieran salido por ahí. Pero no tardó mucho Gwen para recordar lo que había pasado en el edificio de Mirjok, y en un intento por encontrar la pantalla para digitar el código que activaría las puertas del ascensor empezó a pasar sus manos por toda la puerta; hasta que logró desplegar la pantalla de un bloque de concreto.

Había miles de combinaciones para poder abrir el ascensor; pero había solamente una que Gwen recordaba, la del edificio de Mirjok: Primera tecla de la primera fila de izquierda a derecha; la segunda, es la última de la segunda fila; y la última tecla, es la del medio.

Esperando a que se marcara la línea divisora de las hojas del elevador, Gwen miró la funda de su espada. Y hasta ese momento, ella no había reparado en lo que las personas pudieron haber pensado de ella y de la enorme arma que colgaba de su cintura.

Finalmente las puertas del elevador se corrieron, mostrando el amplio espacio que tenía ese elevador.

Gwen entró, y al igual que con el elevador de Mirjok pulsó el botón que daba al piso más alto. A pesar de no saber con qué se podía encontrar, decidió correr el riesgo.

Colocó su dedo índice sobre el botón que estaba hasta arriba. Por un momento dudo el presionarlo, pero dejo su adrenalina fluir y lo pulsó.
Cuando Gwen sintió la fuerza que uno experimenta cuando se sube a un elevador, se puso junto a la puerta en caso de que alguien la sorprendiera, y se quedó ahí esperando a que se detuviera en el piso escogido.

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