Enemigo salvando a un enemigo
Adentro, se encontraban varios caballeros del palacio junto con algunos otros que llevaban consigo jabalinas, lanzas y hachas pequeñas.
Gwen no podía creer que ella misma se había llevado al punto de reunión de aquellos que buscaban ponerle la cabeza en una estaca.
Inmediatamente se escondió detrás de una columna de mármol que sostenía la cúpula, decidida a escuchar todo lo que hablaran los caballeros y los pobladores en caso de que estuvieran conspirando un plan para atacarla.
-¿Qué vamos a hacer? -dijo uno de los pobladores que se encontraban ahí.
-¡Esperar al General, obviamente! -El caballero le dio un golpe en la cabeza al sujeto.
-¡Eso ya lo sé! -exclamó el hombre-. Quiero saber exactamente qué es lo que vamos a hacer, sino no quiero seguir en esto.
-¡Tú no vas a ninguna parte! -dijo otro caballero con la punta de su lanza apuntando hacia el pecho del otro tipo.
Sin vacilar, el sujeto se hizo para atrás y dejo de hablar.
El tercer y último caballero que había en ese pequeño lugar silenció a sus compañeros. Se asomó a ver el otro extremo del corredor hecho con los restos del templo par ver si alguien se acercaba. Pero, parecía más bien que esperaban al «General». De nuevo volvió a silenciar a sus compañeros y exclamó en voz baja «¡Ahí viene!».
A lo lejos, se empezó a acercar una silueta masculina desde el otro lado del corredor. Mientras se acercaba, todos los hombres que estaban reunidos se pegaron a las esquinas del cuadrado en medio del corredor.
Cuando el General llegó, a Gwen se le heló sangre y puso una expresión de sorpresa y miedo. Era el General Doxx el que había llegado, y junto con sus muñequeras se mostraba imponente y peligroso al igual que en Oasis. Había cometido un gran error al haberlo retado pues, ahora sabía con claridad que era alguien sumamente rudo y peligroso; además de que, sería el primero en su lista de enemigos temporales en su viaje a casa.
Cuando el General llegó a la habitación, todos volvieron al centro del lugar. Había algunos agujeros en la cúpula que dejaban que se filtrara un poco la luz, pero era algo insignificante comparado con lo que se discutía ahí adentro. Todos ya sabían que Gwen y sus amigos se encontraban en el bazar, y ellos llevarían a cabo una emboscada en el momento perfecto para llevarse a Gwen y dejar a sus amigos acabados en un acorralamiento sin escape.
Gwen no podía creer que había escuchado el plan de su rival y, que si tenía suerte, también iba a salir sin delatar su presencia en esa reunión secreta.
Estaba alejándose lentamente de la reunión, cuando sin querer pisó una tabla de madera tirada en el suelo. Pensó que seguramente los caballeros escucharon el sonido pero lo ignoraron con algún animal que había pasado. Pero por precaución, volvió a esconderse antes de que se dieran cuenta de que estaba ahí.
Un silencio escalofriante se apoderó del lugar. Las manos de Gwen no paraban de temblar por el suspenso que había en el escenario. Por precaución, puso su mano izquierda sobre la empuñadura de su espada que colgaba de su pantalón, preparándose para lo peor. Aún así, se asomó ligeramente a los hombres pensando vagamente en el sonido de la tabla.
-Bueno -exclamó el General Doxx, rompiendo el silencio que había-. Eso sería todo por tratar en esta reunión ¡Pueden retirarse!
Todos lo veían con una mirada de desconcertados, por lo que solamente se voltearon para empezar a caminar. Pero antes de que avanzaran, el General los detuvo para decirles una última cosa.
-Por cierto, cuando vean a la fisgona que está del otro lado de la pared, díganle que antes de escuchar conversaciones ajenas, siquiera escoja un lugar en donde no se delate a sí misma.
A Gwen se le puso pálido el rostro. Y en un intento desesperado por escapar, se echó a correr a la salida con su espada en mano preparada para atacar. Por desgracia, su preparación fue en vano ya que, en un parpadeo los caballeros más próximos a ella la desarmaron con las puntas de sus jabalinas. Ni siquiera hicieron un gran esfuerzo para desarmarla.
De inmediato la tomaron de sus brazos y la llevaron a rastras hasta el punto de reunión donde aún se encontraban los demás caballeros y pueblerinos junto con el General Doxx.
-No fue la decisión más astuta quedarte aquí, ¿o sí? -Soltó una pequeña risa.
Gwen intentó liberarse para golpearlo en la cara, pero inmediatamente fue contenida por los dos caballeros que la sujetaban cada vez con más fuerza. El General se acercó y pudo su dedo índice de la mano izquierda sobre la frente de Gwen poniendo algo de fuerza sobre ella. Gwen no pudo oponerse a la fuerza, dejando que ese hombre se burlara de esa manera.
El general les dijo a los caballeros que la llevaran a la parte más remota del desierto y que la dejaran abandonada por ahí ya que, seguramente iba a ser atacada por otra criatura del desierto. Sorprendentemente se había enterado del encuentro de ella con esa criatura en forma de pulpo por las dunas. Y aunque Gwen quería una respuesta sobre cómo se enteró de eso, no podía despejar su mente del verdadero problema en el que se encontraba.
Mientras los guardias intentaban llevársela, Gwen intentó retorcerse para que aflojaran su agarre y se pudiera liberar pero, todo era en vano. Pero todo se vio a favor de Gwen cuando pasaron junto a su espada.
Como último recurso, Gwen le dio un pisotón al que la sujetaba del lado derecho. El caballero le quitó una mano del brazo para sujetar su pie, pero eso le fue suficiente a Gwen para que estirara su mano para poder tomar su espada.
El otro guardia la sostuvo con gran fuerza pero, terminó resbalando con la tabla que había pisado Gwen antes de que la hubieran atrapado.
El caballero y Gwen terminaron tendidos en el suelo polvoriento. Con eso, Gwen tomó su espada e intentó clavarla en la mano del último caballero que la sujetaba. En vez de clavársela, logró que el caballero la soltara.
Gwen se levantó lo más rápido que pudo para intentar de nuevo escapar, pero como la primera vez los demás guardias intentaron atraparla. Gwen lanzaba mandobles y estocadas al aire para mantener a los caballeros alejados.
Se echó a correr fuera del templo.
Después de haber salido con éxito empezó a moverse a través del bazar para encontrar a Otome y a Derron, pero al ser tan grande parecía cada vez más improbable el que los encontrara. Detrás de ella iban los pueblerinos y los caballeros armados con jabalinas y las lanzas mecánicas y avanzadas de los caballeros. Así que, Gwen empezó a apresurar el paso con la esperanza de salir ilesa de ese aprieto.
Las jabalinas empezaron a volar por los aires, iguales a una parvada de cuervos que esperaban clavarse en su presa. Gwen no estaba segura si era más riesgoso quedarse quieta y esperar a que pasaran o, seguir corriendo. El tiempo se le acababa así como la altura a las jabalinas.
En el último segundo decidió correr lo más rápido que podía mientras suplicaba en su mente «Por favor, por favor, por favor» y continuó así hasta que notó que las lanzas no le habían llegado, ni siquiera habían estado cerca de haberle dado.
Ella seguía huyendo y los caballeros persiguiéndola, parecía una persecución policíaca.
Gwen siguió corriendo hasta que se detuvo frente a una enorme pared. Era muy grande para saltar, y muy larga para rodearla a tiempo. Intentó escalar la pared pero a unos cuantos centímetros de subir tres metros se cayó. Se dio la vuelta y ya había varios caballeros y pueblerinos que estaban armados para atacarla. Por consiguiente, todos los pueblerinos que no sabían nada se acercaron formando un círculo de murmullos y sospechas sobre todo lo que pasaba.
Los caballeros levantaron sus lanzas apuntando hacia Gwen. Ella estaba completamente acorralada. Pero de las alturas de la pared descendió un hombre vestido de jirones de ropas viejas que cubrían un traje de cazador similar al del General Doxx. El traje tenía el color de arena anaranjada y blanca, y el hombre que portaba el traje tenía el rostro cubierto con una mascarilla metálica como la de Doxx y unos goggles de motocross negros con letras anaranjadas en la correa que tenía escrita «IMPERIO DE AKROS» Eso reveló que el nombre de aquel que mandaba en ese planeta tenía el nombre de «Akros», y que ahora ese iba a ser el que pondría en riesgo su oportunidad de volver a su hogar.
EL hombre la volteó a ver, pero no sabía cómo la miraba. Pero Gwen sentía en el fondo que ese tipo no iba a lastimarla. Luego de eso, el sujeto desplegó una hoja de espada de su muñequera izquierda, y una pequeña barra brotó de la cubierta de la otra y de esa empezaron a brotar otras barras hacia los lados del centro de su otra muñequera, y de estas empezaron a formar una especie de proyección a los lados. Las barras se fueron desvaneciendo hasta que al completarse la proyección dio como resultado un escudo con un azul brillante con figuras de hexágonos y pentágonos delineados con un color azúl más oscuro. Además, de la muñequera derecha, así como la otra, sacó su hoja de espada. Luego, empezó a prepararse para atacar a los caballeros y a los pueblerinos que estaban dispuestos a lastimar a Gwen.
Los caballeros sujetaron sus lanzas en alguna posición que hizo que empezaran a brillar en un color azul acero las puntas, y empezaron a sacar chispas y a emitir sonidos. Se acercaron a gran velocidad preparados para atacar, así como el cazador lo estaba para atacar de igual forma.
El primer caballero que lo atacó fue el primero en ser derribado. Lanzó un ataque directo pero, el cazador lo bloqueó con su muñequera izquierda y atravesó el tórax del caballero con la hoja de su muñequera derecha. El caballero cayó de rodillas y empezó a fragmentarse su cuerpo como el campesino en Komazi.
Lo que siguió después de eso fueron varios guerreros que caían derrotados ante la fuerza y destreza de ese cazador. Parecía que una corriente de aire empujaba a unas hojas de papel al aire.
Todo estaba bien hasta que le tocó enfrentarse al último de los que estaban ahí; y ese era el General Doxx. Él sacó las hojas de espadas de sus muñequeras, y tenía una mirada sumamente inquietante.
El General Doxx se lanzó contra el hombre enmascarado atacando una y otra vez con sus filosas hojas. Pero el sujeto desconocido bloqueaba, redirigía y contraatacaba con gran facilidad. Anticipaba cada movimiento que el General Doxx hacía contra él; de igual manera pasaba lo mismo cuando él atacaba al General Doxx.
El combate era impactante pero a la vez algo tedioso pues, a pesar de que los movimientos que realizaban y el suspenso que generaba su batalla eran sumamente impresionante, el verlos terminar en empate una y otra vez era algo que le quitaba lo entretenido.
Pero esa chispa que necesitaba el combate para devolverle lo emocionante finalmente apareció, literalmente. El General Doxx levantó sus brazos con las manos extendidas apuntando hacia el sujeto enmascarado.
Empezó a cerrar los puños y luego volvió a extender las manos. De sus manos empezaron a brotar chispas similares a las de las lanzas. Y de repente, una corriente eléctrica brotó de sus manos dirigiéndose a la protección de su oponente que lo hizo volar por los aires y caer al suelo. Gwen esperaba que el guerrero contraatacara pero, simplemente había quedado tan aturdido por la descarga que recibió que quedó inconsciente.
El General Doxx empezó a acercarse a Gwen con unos ojos que irradiaban ira con un color azul brillante. De sus manos seguían brotando chispas, y parecía bastante obvio lo que iba a pasar. De inmediato Gwen se levantó y empezó a correr directo hacia el caballero que la estaba protegiendo.
Cuando llegó, intentó activar el escudo de su muñequera derecha para protegerse. El General Doxx se aproximaba a gran velocidad con los puños cerrados conteniendo la energía que estaba por desatar.
El general se detuvo y disparó una descarga potente directo hacia los dos. Luego, lo único que se podía apreciar era una luz blanca proveniente de donde estaban Gwen y el otro cazador.
La intensidad de la luz fue disminuyendo dejando a la vista lo que había quedado en el lugar donde había dado el rayo. Estaban Gwen y el cazador protegidos por el escudo, el cual estaba vibrando de una manera incontrolable. Además, en el escudo se podían apreciar ligeras muestras de la energía que aún se encontraban viajando por el escudo.
Todos se quedaron asombrados al haber visto tan inesperado final de aquella batalla tan salvaje, incluido el mismo General Doxx. Quien casualmente salió en retirada después de haber visto que habían sobrevivido a su ataque.
De entre toda la multitud que rodeaba a Gwen salieron Derron y Otome, que se detuvieron al ver que estaba con un cazador.
Gwen se quedó mirándolos por un segundo, pero redirigió la mirada hacia el cazador que había dejado lo suficiente en el campo de batalla para haberle demostrado que era alguien bueno -eso creía ella-. El cazador se levantó y tomó nuevamente su muñequera guardando sus hojas y escudo de vuelta a su lugar.
Luego, el cazador se quitó los goggles en frente de Gwen quien, no podía creer que había revelado parte de su rostro para ella. Tenía unos brillantes color ámbar y una tez morena que la dejó sin habla. El cazador la ayudó a levantarse y en un abrir y cerrar de ojos se había marchado del bazar.
Otome y Derron corrieron directo a Gwen para asegurarse de que estuviera bien. Y mientras ellos confundían un shock por asombro con una especie de truco para petrificar cuerpos, ella no dejaba de pensar en esa mirada cautivadora y en e brillo de los ojos que tenía ese sujeto.
Luego de eso, Otome y Derron tomaron a Gwen y se la llevaron fuera de lo que se había vuelto en un centro de teorías y suposiciones. Se montaron nuevamente al Gormen junto con todas las cosas que habían comprado.
Luego de eso, se estaban alejando rápidamente de otro destino del que seguramente no volverían a ver de nuevo.
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