Encuentro con un Viejo Amigo
El elevador se detuvo. Arriba de la puerta empezó a titilar un foco de color azul, y luego las hojas de la puerta se corrieron.
Gwen asomó discretamente el rostro por el borde del elevador, y no podía creer el error que había cometido.
Todos los caballeros, guardias y damas de fuego que entraron al edificio se encontraban en un solo piso. Y junto con todos ellos, estaba el arsenal de armas más grande y peligroso que ella hubiera visto. Había espadas, jabalinas, lanzas, escudos, cañones, armas —que parecían ser de fuego; o de láser tal vez— pequeñas tipo revólver, escopetas. Una infinidad en equipo de armamento.
Con todo eso, Gwen se consideró como un cordero al matadero; y lo peor de todo fue que, sabiendo que iba hacia su perdición continuó con su camino.
Después de su error, ella quiso quedarse escondida ahí, pero de repente las puertas del elevador empezaron a cerrarse. Iba a bajar.
¿Las personas que llamaban el elevador serían menos peligrosas? ¿Acaso la reconocerían? Ella no quería quedarse para averiguarlo. Así que exhaló, se acomodó y salió rodando del elevador. Al segundo de haber salido, el elevador emitió un «Ding» y fue rumbo abajo.
Estando ahora en medio de peligros potenciales, Gwen empezó a buscar un lugar seguro para esconderse, encontró lo que parecía ser un vestidor con filas de taquillas montadas sobre el suelo.
Salió corriendo hacia el vestidor, y encontró miles de cubículos con puertas abiertas, uniformes negros con detalles dorados, azules, rojos, verdes, naranjas y blancos. Primero pensó en los diferentes núcleos que existían y que esa podía ser la clasificación para cada traje; por tipo de núcleo. Luego, recordó que las damas de fuego no usaban ningún atuendo similar a los que se veían en los vestidores; además de que los guardias y caballeros que la habían estado persiguiendo tenían los detalles azules y ninguno se ha tomado la molestia de usar los «supuestos poderes» que corresponderían a los detalles de sus trajes y sus armas.
Iba a continuar cuestionando el tipo de color asignado para cada traje, hasta que empezaron a escucharse pisadas; cada vez más fuertes con cada pisada que se escuchaba. Y desesperada por esconderse, cogió un uniforme junto con una máscara y se adentró a un cubículo cerrando la puerta detrás de ella.
Se metió al fondo del cubículo y agachó la mirada, esperando a que ninguno de los que entraba fuera la persona a la que le habían designado tal espacio.
Después de que todos hubieran entrado, Gwen empezó a colocarse el uniforme para mezclarse entre todos ellos. Al principio el traje le quedaba entallado, pero mientras se lo iba acomodando, el traje se ajustó a su cuerpo. Cogió unas botas que se hallaban ahí adentro del cubículo y se las puso; y aunque le quedaron grandes, se aguantó la incomodidad por mezclarse en el lugar.
Ella estaba a punto de ponerse la máscara, pero antes de ponérsela notó que podía separarse la parte inferior, quedando como una mascarilla. Y como una decisión arriesgada, solamente conservó la mascarilla metálica en su disfraz. Abrochó su cinturón con la espada sobre su traje, y ya disfrazada salió del cubículo esperando engañar a todos.
* * *
Salió de los vestidores y nadie se fijaba en ella. Era una más del montón de trajes cerrados de color negro. Solamente unos volvieron hacia ella al ver que no portaba toda la máscara, pues era la única que estaba de esa manera.
Gwen se la pasó paseando por todo el lugar esperando encontrar una salida, y en vez de eso se topó con un hombre. Llevaba el mismo traje negro con detalles dorados y no portaba máscara; su piel era de color oscuro, sus ojos eran de color café claro y tenía una gran cicatriz que iniciaba por el medio de su nariz y bajaba hasta el punto de casi tocar la comisura derecha de sus labios.
«—¡Guardia del Edificio 1-34-22! —gritó el hombre, poniéndole la piel china a Gwen».
No supo que decir. Supo que le hablaba a ella, y eso solamente porque bajó la mirada y vio un trabajo en letras metálicas con los mismos números que había mencionado el sujeto.
—Sí, ¿señor? —respondió Gwen con voz temblorosa.
—¡Qué está haciendo aquí! —bramó el hombre marcándose una vena en la parte inferior de su cuello —. Se supone que usted no debería estar aquí, sino haciendo guardia en el piso 22 —Empezó a exhalar algo de vapor por su nariz.
Gwen no sabía qué responder, hasta que alguien le puso una mano sobre el honro izquierdo y respondió por ella.
—Disculpelo Sr. Broxerf —dijo la voz muy calmada—. Ya sabe como es este chico —prosiguió pasando su puño cerrado sobre la cabeza de Gwen—. Pero descuide, yo me encargaré de llevarlo de vuelta a su posición y que también no se vuelca a confundir.
El Sr. Broxerf se mostró molesto por la intromisión del otro tipo; así como de su osadía por salvar a su compañero, pero se redujo a bufar como señal de advertencia y enojo, dirigió una mirada amenazadora hacia Gwen y se marchó.
Ella quiso agradecerle al sujeto que la había salvado de un gran apuro, pero su alegría se volvió incomodidad cuando vio que la persona que la había salvado era Mirjok. Al parecer el aún no había notado que su compañero era ella, tal vez porque su compañero igual tenía el cabello largo y un aspecto femenino.
Mirjok se río un poco por cómo se había marchado el Sr. Broxerf muy molesto, pero su risa se ético cuando vio la mirada asustada y asombrada que tenía Gwen.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Mirjok a su compañero.
Gwen se bajó la mascarilla, mostrando que era ella.
Mirjok se quedó asombrado; así que la examinó de pies a cabeza, y cuando finalmente notó la espada singular que portaba y los colgantes que llevaba verificó que sí, era Gwen.
Tomó a Gwen por el brazo y se la llevó a un rincón del lugar.
—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —preguntó Mirjok—. ¿Siquiera cómo...? ¿Cómo entraste?
Gwen le contó sobre la persecución con las damas de fuego, la ayuda que le pidió a su amigo, la separación de Otome mientras intentaban continuar su camino, su infiltración al edificio y el robo de un traje de los miembros del edificio.
—En serio debes estar loca para haber entrado a la guarida de la persona que desea tu cabeza en bandeja de oro.
Gwen no sabía que era la guarida de Akros —al menos no hasta ese momento—, pero sí sabía que si había entrado en el palacio de su enemigo correría el mayor riesgo ha tenido en el planeta; incluso más que el ataque de la pitoclásea.
—¿Y qué hago ahora? —preguntó Gwen, llena de angustia.
Mirjok volvió su cabeza por todo el lugar, buscando si alguien los observaba de forma sospechosa.
—Sal de aquí —le dijo intentando calmarla mientras sacaba de su bolsillo un llavero—. Derron volvió al edificio cuando nos deshicimos de las damas de fuego. Este botón llamará una tabla voladora, y cuando llegue solamente da la orden «Ir a casa». Te va a escanear para saber si soy yo quien lo dice, pero voy a registrar tu fotografía y voz a la base de datos —Desplegó de su muñequera otra proyección en forma de pantalla, y empezó a teclear.
De la muñequera salió disparado un flash que apuntó hacia Gwen, y luego la muñequera le pidió a Gwen que dijera la clave. Después de retomar todo lo que había dicho Mirjok, los datos fueron subidos y registrados.
—Listo, ya están subidos —respondió Mirjok—. Ahora, vuelve por donde viniste y ve de vuelta a...
Antes de que Mirjok terminara, todos los guerreros que se encontraban en el lugar empezaron a combatir entre ellos. Un hombre se les acercó a ellos dos, y le reclamó a Mirjok porque no había elegido compañero de entrenamiento; también por el hecho de que 1-34-22 estuviera en una zona a la cual no tenía ningún permiso de acceso previamente solicitado.
El hombre tomó a Mirjok y se lo llevó hacia el grupo de personas que estaban entrenando; Gwen en cambio, salió corriendo directo a un pasillo que había encontrado recientemente escabullendo del hombre misterioso.
Cuando llegó al pasillo, vio que alguien había retado a Mirjok en el entrenamiento. Todos se detuvieron cuando el sujeto retó a Mirjok, y de una forma extraordinaria todos se pusieron alrededor de los combatientes.
No distinguió la cara al principio, pero poco después de que hubieran retado a Mirjok se dio cuenta que la persona que lo retó era el General Doxx. Llevaba un traje distinto, uno con detalles dorados y un yelmo negro con una cresta que emitía una luz dorada.
Sacó sus espadas de su par de muñequeras, y Mirjok decidió hacer lo mismo. Luego, Doxx lanzó el primer ataque con una estocada, pero Mirjok respondió con un mandoble derrumbando a Doxx. Él, inmediatamente se levantó y expulsó de sus manos un rayo azul que dio justo en el pecho de Mirjok.
El lugar se llenó de humo, y luego de disiparse reveló a Mirjok, que se había protegido con uno de sus escudos. Y para terminar el combate se lanzó al suelo deslizándose con las rodillas, lanzó un cable enredándose en las piernas del Género Doxx, y a los pocos metros de haber pasado junto a él, tiró del cable junto con el hombre recién derrotado.
Los demás empezaron a murmurar y a contener algunas risas. Iba a haber una discusión, eso sin duda. Ella quiso quedarse, pero antes de que Gwen pudiera ver cómo iba a terminar la verdadera pelea, vio la entrada de un ascensor del otro lado de la arena.
Podía ser su única salida antes de que los demás volvieran a ponerse a entrenarse. Y en su intento desesperado por salvarse, salió se su escondite y empezó a escurrirse por el lugar; al menos en lo que los demás dejaban de fijarse en el terminado combate.
Todos se enfocaban en Mirjok ó Doxx. Cuando Gwen llegó al elevador, alguien se interpuso en la pelea. Dijo que buscaban a Mirjok. Y antes de que todo mundo desviara su atención de ellos dos, Gwen presionó el único botón que había en el panel para seleccionar. No sabía a dónde una, pero seguramente no podía ser peor.
Después que haberlo presionado, las puertas se cerraron y el elevador empezó a subir. Al llegar arriba, Gwen salió disparada para salir. Estaba en un corredor bastante estrecho.
Empezó a caminar alejándose del elevador, hasta que se topó en el lado derecho del corredor una puerta ancha de doble hoja. Gwen no quiso entrar, pensando que podía haber personas ahí adentro. Por desgracia, unos metros más adelante habían salido de otra habitación unas mujeres con vestidos y sacos negros con pines dorados con el mismo emblema.
Las mujeres empezaron a caminar hacia donde estaba Gwen, pero aún no la habían notado pues estaban charlando. Y antes de que pudieran verla, Gwen se atrevió a entrar por la puerta de doble hoja y la cerró con fuerza.
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