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El Juego

Ya era de día en el pequeño pueblo de Heavytown, y Gwen apenas estaba abriendo los ojos. Cuando los abrió, no podía creer la intensidad que tenía el sol esa mañana, pues era muy poco usual que el sol estuviera tan vivo a esas horas de la mañana, y supuso que era una señal de que ese iba a ser un día perfecto, pero en su caso no lo fue tanto.

Después de haberse duchado y cambiado, ella se acercó a una cajonera que estaba junto a su cama, abrió el primer cajón y sacó un collar con una foto de su madre adentro de una pequeña cápsula de aluminio. Ese era la última posesión que le había dado su madre antes de haber fallecido en ese hospital, por lo cuál juró nunca perderlo para tener en cuenta que ella a pesar de no estar junto a ella, su espíritu viajaría con ella a todas partes hasta que muriera, bastante dramático así como hermoso.

Lo sacó y se lo puso guardando la cápsula bajo su blusa, también sacó su celular y lo puso en el bolsillo de su pantalón, pues también como al collar de su madre le daba mucha importancia aunque fuera algo sumamente absurdo. Después de eso salió de su cuarto y bajo por las escaleras para desayunar con su padre y su “madre” para luego salir y ver si había alguien con quien mantener tranquilo a su papá y no se preocupara más.

Se escondió por un momento entre los barandales de las escaleras para escuchar a su padre y saber si aún iba a seguir hablando a sus espaldas como algunas veces que ya lo había encontrado hablando de ella sin saberlo. Afortunadamente para ella no había escuchado nada, hasta que su “madre” se acercó a él para hablar.

—¿Hablaste con ella ayer? —le preguntó a Mack.

—¡Sí! Pero... creo que no es correcto que se apresurara, es una niña y... no es bueno forzarla a que lo supere.

—¡No la forzamos! ¡La ayudamos! Si sigue así, nunca va a tener amigos y ni siquiera un novio, y ya está en la edad de empezar a tener uno. No es por mí, es por ella ¡No puede pasar por esto toda su vida! ¡¿O acaso... podría?!

A diferencia de como actuaba el día de ayer, la actitud de Miranda, la nueva “madre” de Gwen era bastante diferente. Según su doctor le había diagnosticado bipolaridad, pero a Mack no le importaban sus cambios de humor repentinos, pero a su hija
era algo que en ciertos puntos la fastidiaba. Gwen nunca estaba segura se lo que decía Miranda era verdad o no, pues el tono de su voz es bastante engañoso y no sabía diferenciar entre lo realista y lo que decía por efecto de su bipolaridad.

Ella no quiso pensar en que era algo real, pero no podía engañarse así misma tal como lo hacía cuando pensaba que su madre no se había ido.

Dio un largo suspiro. Dejó de esconderse tras las escaleras y saludó a su papá y a su “madre”, pero sin intentar mirarla a ella a los ojos como trataba de hacerlo todos los días negándose a aceptarla como su mamá. Los tres se sentaron a desayunar como lo hacían cada mañana, a excepción de los miércoles y sábado que eran cuando Miranda se iba a trabajar de cajera a un pequeño supermercado que había cerca de su casa.

Mack estaba tomando café muy cargado y bastante caliente, Miranda tomando cucharada por cucharada las hojuelas remojadas en leche su tazón enorme de cereal, y Gwen contemplaba la miel de maple y la mantequilla escurriéndose por las orillas de su plato de hotcakes viendo como el pasar por la áspera pero sabrosa orilla la hacían reflejar los rayos de sol que cruzaban hacia la mesa.

A penas  se estaba metiendo el primer bocado, y no sabía mal, pero con la idea de que lo que había escuchado era verdad la hizo sentir ese bocado como el trago más amargo y espantoso de su vida. Siguió comiendo aunque para su mente, todo le sabía bastante mal que sentía ganas de vomitar, pero para su paladar simplemente eran hotcakes comunes.

Cuando terminó con sus hotcakes, se levantó de la mesa y fue a dejar su plato en el fregadero para luego lavarlo. Detrás de ella iba Miranda que tomó como excusa para su esposo decir que iba a levantarse de la mesa antes para ayudar a Gwen en la cocina, aunque simplemente quería decirle a Gwen sobre el hecho de socializar con los demás. Cuando la encontró en el fregadero ya estaba terminando, y cuando la vio entrar se erizó e inmediatamente dejó su plato recién lavado en la gabeta que estaba sobre el fregadero e intentó salir actuando como si ella no estuviera. Miranda le habló y le dijo «¡Gwen espera!»

—¡Rayos! —se dijo en su cabeza preguntándose para qué la quisiera.

Se dio la vuelta fingiendo una cara de no pasa nada y se puso en frente de ella. Miranda la abrazó.

Gwen nunca había recibido un abrazo de ella de esa manera, algo tan espontáneo y que increíblemente lo sintió... de verdad. Pensó que trataba de chantajearla haciéndola creer que en verdad la quería, y ella se siguió cuestionando si era algo real o simplemente actuado para ella. No sabía en qué creer o qué no.

—¡Gwen! —dijo Miranda sonando como una verdadera madre para su hija—. Se que tal vez aún no me aceptas como tu nueva mamá, pero quisiera decirte que no me importa si lo piensas así o no, solamente quiero decirte que sin importar lo que pienses yo te voy a tratar como mi propia hija y demostrarte que en serio, en serio quisiera... ¡ser tu madre!

Gwen estaba absolutamente confundida. Primero la había escuchado decir indirectamente que no le gustaba mucho su actitud y quería que cambiara, y de repente, actuaba como la buena mujer que intenta mejorar ¿Era una faramalla o una declaración sincera?; ella no estaba  segura.

Gwen le respondió «¡De acuerdo!» dándole un corto o breve abrazo para confirmar su acuerdo, pues eso le parecía a Gwen. Después de eso salió por la puerta del frente y poco después de que salió, su padre también lo hizo para acompañarla pensando que iba a jugar e intentar convivir más con sus compañeros de salón y vecinos.

Gwen no estaba acostumbrada a hablar con ellos, y no era solamente por lo de su madre, sino también porque si tenía a alguien con quien hablar, y ese era Drake, el compañero que se sentaba junto a ella desde el inició del año. Drake era el único con el que hablaba, pues compartían algunos gustos como dibujar, sus mismos cantantes favoritos, y que son bastante reservados y callados en clase excepto entre ellos; y quien casualmente estaba jugando con los demás niños en el campo de béisbol, fue algo bastante inquietante para ella encontrarlo así pues si empezaba a volverse más sociable y ella no, nunca encajaría con él de nuevo.

—¡Bueno hija, ahí está! —dijo su padre.

—¡No lo sé! ¡¿En serio tengo que hacer esto?¡ —le temblaban las manos y empezó a sudar.

—¡Será tu decisión! Pero sé que si lo intentas, tú podrás lograrlo —su padre la tomó de las manos y las acercó a la parte del pecho donde estaba el corazón de su pequeña—. ¡Tú puedes hacerlo! —se retiró dejando las manos de Gwen sobre su pecho.

Gwen se quedó ahí unos minutos, y su casa no estaba muy lejos por lo que podía volver como una cobarde o intentar socializar con sus compañeros. Por un momento había pensado en volver, pero sabía que si no lo intentaba nunca lo volvería a hacer, así que se acercó lentamente al campo mientras el niño que se sienta adelante de ella en el salón iba corriendo hacia la tercera base dejándole el paso perfecto a un chico con una camisa del viejo equipo de 9° Grado con el No. 26 en la espalda y poder correr directamente hacia la segunda base. Habían logrado terminar una carrera y el del No. 26 llegó hasta la tercera base.

Drake estaba en la banca esperando su turno, pues iba a ser el siguiente. Gwen se le acercó y se sentó junto a él.

—¡Hola! —dijo Gwen con la voz algo reducida.

—¡Ho-ho-hola! —tartamudeó Drake, empezaba a tartamudear cuando se sentía nervioso, algo que Gwen supo desde que lo conoció.

—¡¿Nervioso?! —preguntó retóricamente.

—¡No... No... Claro que no! —respondió sabiendo que no iba a poder embaucarla con algo de todo el tiempo que se conocían. Gwen no dijo nada respecto a que no comprendió que era una pregunta retórica.

—¡Ajá, sí! —dijo burlándose más de la condición en la que se encontraba su amigo—, y bien ¿Cómo va el juego?

—¡No lo sé! No he prestado atención desde que me dijeron que iba a batear.

—¿Y hace cuánto te lo dijeron?

—¡Desde que empezó el juego!

Drake era valiente, cuando podía. Casi siempre le aterraba hacer algo nuevo pues iba a ser la primera vez que jugara de verdad, y a pesar de que hubiera asistido a cada juego, estudiado el funcionamiento del juego y practicado con un videojuego de realidad virtual y con su hermano mayor Lucas; él no se sentía preparado. Eso preocupó un poco a Gwen, pero sabía que solamente actuaba así por los nervios.

—¡Drake, ven al frente ya! ¡Es tu turno de perder! —dijo una niña del equipo contrario.

—¡Deseame suerte! —pidió a su amiga mientas iba caminando hacia la base.

Llegó y los ojos de todos los demás estaban puestos en él. Eran como millones de buitres asechando fríamente a su presa, y para su desgracia Drake era la presa. Levantó el bate, dio un profundo respiro y lo exhaló, pareció que había recuperado la calma y la concentración.

Del lado del lanzador o lanzadora en este caso estaba la chica que le había gritado que a Drake que entrara al campo, quien tiene por nombre Marilyn Grey, una chica fastidiosa, irritante y una incesante patada en el posterior de Gwen que nunca dejaba de lanzarle hojas de papel estrujadas, de decirle que era extraña y una recluida, reprimida, antisocial, y que nunca paraba de destruir todo lo que ella hiciera y considerara valioso como los dibujos de paisajes que dibujaba y pintaba con las acuarelas, marcadores o cualquier material que pudiera utilizar para liberar sus incansables corrientes de creatividad.

Drake estaba ligeramente atemorizado por la mirada de águila cazadora que tenía su problemática compañera. Ella no ocultaba esos ojos rojo escarlata que la hacían sentir que llenaba a quien la mirara de incomodidad y temor junto con su carácter agresivo y mandón.

Marilyn levantó el brazo con la pelota en la mano derecha y lanzó la pelota tan fuerte como pudo. La pelota se aproximaba rápidamente a la primera base, y estaba pronto de llegar a Drake. El se acomodó y ajustó el bate desde su lado izquierdo, vio que la pelota estaba a punto de llegar, e inmediatamente bateó.

La pelota iba por los aires y llegó hasta la malla que delimitaba el campo. Los del equipo contrario inmediatamente fueron en búsqueda de la pelota, mientras que Drake se echó a correr por las bases. En cambio, Marilyn estaba esperando ahí sin moverse.

Los del equipo contrario ya habían encontrado la pelota y la pasaban a todos los miembros que estuvieran lo más cerca de Drake o de la primera base. Drake ya había pasado la primera, segunda y tercera base, y estando a unos cuantos metros iba corriendo teniendo en mente que iba a lograr hacer una carrera; y de la nada apareció Marilyn y le puso el pie tropezándose y rodando por el campo cayendo sobre sus brazos, espalda y de frente. Marilyn mostró una pequeña sonrisa de placer con unos ojos de bruja desquiciada y los del otro equipo celebraban un triunfo inmerecido e inaceptable.

Me acerqué al campo de juego y me puse junto a Drake para ayudarle, y luego con una expresión de furia y desacuerdo empecé a discutir con Marilyn.

—¡¿Qué te pasa niñita?! No me digas que vienés a pelear en nombre de este...

—¡No! —levanté la voz como nunca lo había hecho en mi vida—. Eso fue injusto y no pienso dejar que tú quedes impune ante las consecuencias.

—¡En este juego todo vale! —respondió con tal descaro que me daban ganas de darle un gran golpe en la nariz.

—¡Exigo que se repita!

—¡Bien! Pero si la quieres, tendrás que ir por ella —tomó la pelota del jugador que la tenía, y la lanzó fuera del campo de juego hacia el bosque. Estaba pasando la malla del campo, y de ahí, caminando recto a unos metros esta una cerca de alambre como la del campo de béisbol completamente rota, con una abertura tan grande que un león podría cruzar por ahí.

Era algo muy peligroso, pues todos los pobladores habían aceptado la prohibición a la entrada y salida a toda persona que cruce de aquella cerca hacia el resto del bosque que no fuera parte de la ciudad. A Gwen se le había puesto la piel de gallina, pero se le había pasado al instante con pensar que si la recuperaba, Marilyn ni nadie la molestarían de nuevo. Así que, tomando una profunda inhalación y después y largo exhalo salió del campo sin decir nada en absoluto.

Todos creyeron que lo hizo porque no quería que la vieran llorar y se echaron a carcajadas, hasta que la vieron por afuera del campo cruzando por los arbustos y árboles que se veían por el otro lado.

—Ojalá no le pase nada —dijo Drake con una voz muy tenue.

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