El Inicio de Todo
Eran los principios de las vacaciones de verano. El sol brillando, las gaseosas y las cervezas en sus hieleras en cada esquina, pero sobre todo; los niños correr por las calles jugando fútbol o béisbol con los demás, y los divertidos y a veces indiferentes adolescentes que terminaban la preparatoria y que empezarían el verano organizando fiestas alocadas, llenando el lago de botellas llenas de bebidas adulteradas y cigarrillos baratos y caros por todas partes; además de que, los bravucones no tardarían en aprovecharse de todos los de secundaria.
Después de haber pasado varios meses de sólo de haber hecho tareas, proyectos escolares y varios exámenes sumamente complicados, varios estudiantes se sentirían liberados de aquella tortura infernal que era la escuela, aunque tal vez estaban exagerando demasiado. Todos querían estar afuera jugando, nadar o perder el tiempo mientras aún podían; todos excepto yo, Gwen Manchester.
“Destacada”, “Estudiosa” e “Ingeniosa” son las palabras que usaba el Sr. Manchester (mi padre) para describirme a mí, su niña de 14 años que acababa de terminar el grado Freshman en la escuela “Heavytown Hight School”. La única que había en el pueblo. Era la chica con los resultados más altos del grupo. Aunque también disfrutaba pasar mi tiempo con otros tipos de pasatiempos, ya fuera participando en el equipo de béisbol de la escuela, tomando clases de karate y esgrima. Era una chica ocupada en aquel entonces.
Normalmente pasaba las vacaciones encerrada en mi habitación. Leyendo libros que me enviaba mi tía Gertrudis desde Memphis, siendo la gerente del departamento de “libros” en un centro de comercial en el que trabaja, o jugar videojuegos en la sala, o simplemente mirar los episodios de mis series favoritas.
Antes no pasaba mis vacaciones así; yo antes solía jugar con los chicos de mi edad en el campo de béisbol o el de fútbol, también iba a nadar al lago cuando los egresados de la preparatoria y la universidad no lo habían vuelto una zona de guerra, o al menos me iba a la casa de mi mejor amigo para poder pasar el rato. Y a mi padre, ya tenía tiempo que se la pasaba preocupado por el cambio drástico ven mi comportamiento. No me gustaba salir, me había salido de los deportes que practicaba, inclusive habían bajado mis notas durante un tiempo.
Todo había cambiado desde que mi madre, Katherine, nos había dejado. No fue una transición fácil para mí, y aún no lo sigue siendo. Sucedió cuando yo tenía nueve años. Ella padecía cáncer del corazón y lo había mantenido oculto a mi padre y a mí durante un año por una razón: no quería que ninguno de los dos se asustara por la posibilidad de perderla. Pero claro, cuando el doctor que había atendido a mi madre luego de un infarto, por supuesto que nos habíamos asustado. Y habían pasado varios meses costeando varios tratamientos, aún cuando las posibilidades de que sobreviviera fueran más escasas, mi padre no había dejado de trabajar y de vender artículos de la casa para pagar el tratamiento. Por desgracia, todo ese esfuerzo mental y psicológico no había valido la pena, pues mi madre había fallecido cuatro meses luego de que nos hubiéramos enterado. Y faltando unas semanas para que fuera mi cumpleaños, sentí como si mi mundo se hubiera reiniciado.
Y cuando pensaba que ya no podía haber algo peor, mi padre había traído a una nueva mujer a la casa. Se llama Lindsay, y no dejaba de repudiarla cuando mi padre me había dicho que era su nueva novia. El que mi padre hubiera empezado a salir con otra mujer no fue lo que más me había dolido, sino que no había pasado ni un año desde que mi madre había fallecido; solamente tres meses exactos, y el ya había empezado a buscar a alguien más con quién acostarse. No en el ámbito sexual, por supuesto.
Pasó casi un año para que mi padre y ella se hubieran casado, pero no por la iglesia; está vez sólo se casarían por lo civil. No sabía lo que pensaba mi madre al respecto, pero yo no me sentía nada contenta. Y con eso en mento, no tardé en mostrarlo en la época en la que había dejado los deportes y en el tiempo en el que habían bajado mis notas. Aún no recuerdo si lo hacía por rebeldía, o si lo hacía más bien para que esa mujer no pudiera tener alguna oportunidad de revolcarse con mi padre sobre la cama en la que dormía con mi madre.
Y luego de haber pasado un poco más de dos años, mi padre había empezado a considerar que ya era tiempo de que volviera a salir con mis amigos, si es que aún tenía. Y la forma en la que me enteré no fue la mejor, pues había llegado a esa conclusión luego de haber tenido una conversación seria con Lindsay.
Luego de una semana de vacaciones y de haber estado solamente en casa, escuché a mi padre hablar en el comedor con mi madrastra. Era de noche y ya habíamos cenado, pero quería ir por un vaso de leche pues me había dado un reflujo. En ese momento, los escuché hablar desde las escaleras; y siendo pocas las veces que ellos hablaban a mis espaldas, sospeché que algo no estaba bien.
—Oye, se que no te gusta que hable de esto —dijo Lindsay, comportándose algo tímida con mi padre—. Pero quisiera hablar contigo sobre algo.
—Claro, por supuesto —respondió mi padre—. ¿Qué pasa?
—Es Gwen —dio un gran suspiro antes de haber dicho mi nombre. Eso nunca era algo bueno. Cómo iendo a mi padre, iba a empezar a preocuparse de que su relación fuera abajo.
—Sé que te inquietas cuando quiero hablar sobre ella —añadió Lindsay, como si ella fuese la víctima y yo la responsable—, pero es que me preocupa cada vez más que ella guarde tanta distancia conmigo.
—Entiendo que te sientas así, pero debes intentar comprender que aún ella no logra superar lo de... —A mi padre le cuesta trabajo hablar de mi madre, pero él logra guardar sus emociones al respecto de lo que yo puedo hacer. Su garganta empezaba a cerrarse, y no faltaba mucho para que empezara a escurrir.
—No intentes decirlo, no podría verte nostálgico y melancólico —Sonaba como si le doliera, pero en realidad le molestaba a ella que mencionara a mi madre. Y no lo digo porque yo lo supusiera, sino porque ella mostraba odio a mi madre cuando mi papá no estaba y cuando estaba con ella a solas. Y luego de que mi padre se aclarara la garganta y se hubiera limpiado la nariz, continuó su conversación.
—Perdón. Sabes que en estos últimos años la situación con ella no ha sido fácil.
—Yo entiendo eso—respondió ella—. Aunque siento que es momento de que empiece a tomar terapia. Es por su bien. Tiene que empezar a hablar de ese tema con alguien que la pueda apoyar, o que siquiera logre incitarla a que vuelva a interactuar con sus compañeros.
No podía creer lo que escuchaba. Esa desquiciada quería que me llevarán a un psiquiatra. Ella ya no podía caer más bajo. Para mi fortuna, papá no era tan ingenuo como para que la influencia de esa mujer le dictara que debía mandarme con un psiquiatra.
—No creo que sea necesario, ella puede ser un poco apática e introvertida, pero creo que puedo solucionarlo. Sólo déjame hablar con ella.
Por un momento, creí que Lindsay iba a comportarse como una niña malcriada y volvería a insistir en que debía ir con un psicólogo, pero ella también sabía que no debía hacer una escena que mostrará algún grado de inmadurez, dejando que mi padre fuera a hablar conmigo.
Mi papá se levantó de la mesa y se dirigió a mi habitación, y yo inmediatamente me dirigí igual hacia ella. Con los pocos segundos que tenía de ventaja, empecé a acomodar las camisetas y jeans que estaban fuera de mi buró y de mi armario; además de que, intenté acomodar todas las zapatillas que estuvieran esparcidas por el suelo en la caja organizadora que estaba debajo de mi cama, e intenté ordenar algunas de las cosas que estaban sobre mi cajonera. Y cuando escuché las pisadas profundas de los pies de mi padre por el corredor, me apresuré en apagar la luz de mi habitación y me lancé a mi cama para cubrirme entre las sábanas.
Mi padre entró, encendiendo la luz como acción principal. Empezó a dirigir su mirada a cualquier lado que tenía permitido ver en su campo visual, intentando descubrir si ya estaba organizado mi cuarto o si apenas lo había hecho. Y sin mostrar ni la más mínima reacción que denotara alguna respuesta, se acercó a mi cama, se sentó en un borde del colchón, y puso su gran y ligeramente callosa mano sobre mi brazo derecho.
—Gwen, ¿aún sigues despierta? —sacudió ligeramente mi brazo. Abrí ligeramente los ojos, esperando que pensara que sí estaba dormida. Luego de verme, se acomodó un poco más hacia la cabecera.
—¿Sucede algo, pa? —expulsé un profundo bostezo.
—Perdona que te despertara, no era mi intención.
—No hay problema —dije, tallando mis ojos con el costado de mis puños cerrados—. Pero, ¿Qué pasa, papá? ¿Ocurrió algún problema?
—Pues, de hecho, si hay algún problema. Tu mamá... —Guardó silencio al momento que dijo la palabra. Algo que le quise dejar en claro cuando me dijo que se iba a casar con Lindsay, es que no deseaba que la proclamara como mi madre, pues solamente tengo una. Inmediatamente, quiso corregir su error.
—Lindsay —sustituyó el sujeto por su sustantivo—. Ella cree que has tenido varios cambios en tu comportamiento últimamente.
—¿Cómo? —no pude ser más hipócrita en ese momento.
—Lo siento, cariño, pero debes notar que has cambiado mucho desde que... Sí mi padre no era capaz de decir las siguientes palabras con respecto a su fallecimiento, mi mente entraba en un colapso cuando yo siquiera pensaba en aquel momento.
—Pero... Eso no es verdad, ¿oh sí? —No podía hacerle creer que me consideraba completamente normal, pues no lo estaba. Así que lo dejé abierto a que pensara que consideraba la posiblidad de que si había cambiado.
—Es que has dejado de ver a tus amigos, ya casi no sales de casa cuándo regresas de la escuela, y siempre te refieres a ella como Sra. Prescott —reclamó mi padre, y con toda razón de hacerlo. Luego, movió discretamente su mano para poderla posar sobre mi cabeza, mientras empezaba a juguetear con mi cabello entre sus dedos—. Y ella, solamente quiere que vuelvas a ser la niña de antes.
Él no se refería a la niña que se comportaba con ella al principio, sino a la niña que era antes de la muerte de mi madre. Era fácil decir que cambiaría, pero aún no lograba superar dicho episodio.
—Por favor, siquiera... intenta jugar con tus amigos de la escuela. He visto que aún varios se ponen a jugar fútbol o béisbol en los campos de los Hudson. ¿Podrías intentar siquiera una vez? —Quise responderle «¡Sí, claro!», pero ya todos mis compañeros habían dejado de juntarse conmigo; nada más un compañero seguía hablando conmigo, y eso porque igual se encontraba en condiciones deplorables en cuanto a su círculo social.
—No quería comentarte esto, pero... —alejó su mano de mi cabeza, poniéndola sobre mi mano—. Si no empiezas a cambiar tu comportamiento, me veré obligado a llevarte con un psicólogo, para que pueda ayudarte en tu proceso de superación.
Supe desde el momento en el que no había contestado su pregunta de manera inmediata, que mi padre iba a mencionar lo del psicólogo, pero nunca había esperado que lo dijera con una gran franqueza en su timbre de voz; o que al menos él se hiciera responsable de la idea. Iba a responder ante su promesa, porque eso no había sido una amenaza, pero mi mente se seguía resistiendo en prometerle algo que no pasaría tan pronto como él lo deseaba.
Antes de que el dijera algo más, asentí con la cabeza y le respondí que lo haría. Mi padre se acercó hacia mi cuerpo, me rodeó con sus ligeramente tonificados brazos, y me dió un fuerte abrazo. Casi nunca me daba abrazos como ese, uno lleno de emoción. Y después de unos cuantos segundos, me volvió a acomodar en la cama y se despidió apagando la luz de mi habitación y cerrando la puerta.
Luego de que pareció que no estaba cerca, saqué mi teléfono de la cajonera que estaba junto a mi cama. Lo encendí para ver la hora, pues cuando me había levantado por mi vaso de leche no me había fijado en la hora que era. Y, siendo las 11 de la noche, no podía creer el problema en el que me había embarcado.
Finalmente, me volví a acomodar esperando que pudiera conciliar el sueño luego de tan impactante noticia. Pero de repente, me quedé contemplando la radiante luna que podía visualizar a través de mi ventana, y me quedé contemplando fascinada su peculiar resplandor hasta que me quedé dormida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro