Carrera de Carruajes Voladores
El sol estaba levantándose al día siguiente. Los animales nocturnos que Gwen pudo ver antes de que amaneciera se refugiaron en sus nidos antes de que el sol los bañara en su luz y calor.
Se empezaron a levantar poco a poco: Primero fue Gwen, luego fue Mirjok, después Otome, y al final fue Derron. El Gormen aún estaba recostado en la arena, pero nadie pensó en despertarlo.
Otome y Derron sacaron de las bolsas con todo lo que habían comprado en el gran bazar muchas cosas que, a la vista, parecían comida. Sacaron una cosa con la forma de una berenjena de color rosado, un racimo de frutas rojas con manchas blancas en el fondo de cada una, unas varillas rugosas de color caramelo, y muchas otras cosas.
Le dieron a Gwen a probar una fruta que tenía la forma de berenjena. Cuando la probó, tenía un sabor ácido y dulce. Luego le dieron las varillas, unos trozos de algo que parecía una palanqueta, entre otras cosas, y todo sabía dulce, a veces amargo, y unas pequeñas ramas comestibles que tenían un sabor algo picante y dulce.
Gwen no creía que lo que parecía en su mundo una cosa, ahí tenía otro aspecto y un sabor mucho mejor en algunos casos. Tomó unas de sobra y las puso en su bolsillo, esperando que pudiera guardarlas hasta regresar a su casa.
Luego de que desayunaron, se empezaron a alistar para continuar con el viaje. El Gormen estaba comiendo de unas plantas verdes que Otome había hecho brotar de la arena.
Otome, Derron y Gwen se montaron en el Gormen. Mirjok pudo caber si se juntaban para darle espacio, pero el se negó a esa opción. Chocó las puntas de sus botas y luego las distanció, y de alguna forma asombrosa, debajo de las horas de Mirjok se había formado una tabla similar a las de snowboarding con los mismos colores que el traje.
Era una tabla de casi metro y medio. Tenía cohetes en la parte trasera y una serie de luces azules, blancas y verdes acomodadas de una forma particular a la de los autos de la tierra. De la tabla salió una pequeña pantalla que se dividió en dos, una se colocó del lado izquierdo a la altura de la cabeza de Mirjok, y la otra a la derecha.
¿Por qué iba a necesitar espejos si podía mirar hacia atrás? Era algo probablemente innecesario para esa tabla, o tal vez no se usaba aún para lo que fue integrada en esa tabla.
Otome le susurró al Gormen para decirle que ya debían partir. El Gormen hizo un sonido con la boca y siguió comiendo. Al parecer se había puesto molesto porque no le querían dejar comer tranquilo.
Otome le susurró nuevamente en el oído. El Gormen respondió con una nube de vapor proveniente de su nariz de alcachofa. Luego, el Gormen se levantó brevemente en sus patas traseras y empezó a trotar hacia el suroeste. Mirjok los empezó a alcanzar con su tabla que, emitía ondas que permitían a su tabla levitar sobre el suelo; y con los cohetes, le era sumamente sencillo estar a la misma distancia que ellos.
El sol se estaba levantando y se encontraba cada vez más alto. Apenas amanecía y se podía sentir cómo ya hacía calor en el desierto. La flora desértica empezó a reabrirse con el más mínimo contacto con la luz solar. Pequeños animales como unas pequeñas arañas de color azul con franjas negras, y unas lagartijas con diminutas patas de gallo en la parte inferior de su tronco. Había pasado ya más de medio día -14 horas casi- en Kezia. Le quedaba aún menos de 3 días, el tiempo que le habían dicho a Gwen que tenía para salir de ese planeta.
* * *
Pasaron aproximadamente dos horas desde que habían salido. Gwen primero pensaba que exageraban Otome y Osilia cuando dijeron que era muy largo el camino, y no se equivocaron. Habían pasado ya 16 horas desde que se había ido de Komazi, y no sabía si las otras serían suficientes.
De repente, a lo lejos se volvió a aparecer la imagen de la ciudad que había visto Gwen al principio. Al estar más de cerca, la ciudad parecía más avanzada de la que había imaginado.
Una ciudad repleta de edificios de 10 a 30 pisos, enormes pantallas holográficas con millares de luces que se podían ver cómo viajaban sobre las calles como si tuvieran su propia autopista sobre el suelo. Se podían ver lo que parecían ser automóviles que volaban por los aires, también lo que parecían algunos trenes flotantes de vagones cuadrados, y muchas otras cosas que, para el ojo humano, era la ciudad del futuro que quisieran tener en el presente.
-¿Que es ese lugar? -preguntó Gwen con una expresión de asombro.
-La Capital de todo Kezia. Reich -respondió Mirjok.
En su camino, la arena rojiza se había cambiado por un camino similar al de las carreteras de color gris con bardas que parecían de concreto con una altura de casi metro y medio. A los costados se encontraban dos hileras de luces azules colocadas en el camino que apuntaban a la entrada del lugar.
El Gormen se acercaba cada vez más a la ciudad. El camino empezó a ir en una ligera subida, pero no era un puente, sino como una rampa.
Antes de los primeros edificios de la ciudad, había una pantalla flotante de color azul que decía «¡Bienvenidos a Reich! El lugar de donde nació el orden». Un extraño lema, y a Gwen eso le empezó a inquietar.
-¡Preparados! Ya vamos a cruzar -advirtió Mirjok. Él ya había estado ahí, así que era redundante que supiera qué debíamos hacer.
Estaban a punto de pasar una línea roja que estaba junto a la pantalla con el nombre del lugar. Cuando cruzaron, Gwen sintió como si hubiera atravesado una especie de burbuja de agua. Gwen estuvo a punto de preguntar, hasta que Mirjok empezó a hablar.
-Esa fue «La Barrera» -Volteó hacia atrás viendo el camino en donde no había nada-. Un campo de fuerza invisible que protege a la ciudad, y al palacio de Akros, de cualquier amenaza que intente atacar a los pobladores o al mismo emperador.
Gwen quería saber más de la barrera, pero luego entraron a un gran túnel que cubrió todo en una inmensa oscuridad. Al salir, se veían enormes carreteras que conectaban casi toda la ciudad; iba de arriba a abajo y todas estaban conectadas a unos puntos muy elevados en donde se encontraba en cada una de las torres, una semiesfera de color azul eléctrico en el que todos los autos pasaban, y sin un solo rasguño, cambiaban de dirección a la siguiente ruta que quisieran.
A Otome y a Derron les fue inevitable el estar igual de asombrados, ya que parecía que no habían salido ninguno de sus aldeas durante toda su vida.
Siguieron en la misma pista, y empezaron a parecer más vehículos por atrás. Atraparon al Gormen en una multitud de vehículos, algunos iban sobre ruedas y otros flotaban a unos centímetros del suelo.
Los autos empezaron a estar muy cerca de ellos, casi a punto de chocar contra las carrocerías del los vehículos. Pero Mirjok tecleó algo en su pantalla, y de la tabla salieron más pantallas que se colocaron en frente, atrás, y a los lados de él. Luego los vehículos empezaron a tomar una distancia considerada con Mirjok, así como lo empezaron a hacer con el Gormen.
-¿Cómo hiciste eso? -preguntó Gwen.
-Una regla que todo que vive aquí debe saber -respondio Mirjok-, es que si provocas a un guardia o a cualquier miembro del palacio que corresponda a la labor de protección, el castigo puede ser muy severo. Para evitar esos problemas, los miembros del palacio tienen sellos, señalamientos y autorizaciones firmadas por el mismo emperador; con eso, mantenemos a los que se quieren pasar de la línea adentro de sus límites.
Pasaron de un camino recto a una glorieta enorme, donde había una enorme torre con pantallas en las paredes en donde se proyectaban anuncios, secciones que parecían ser de un noticiero, fragmentos de los que parecían ser reality shows y series que se transmitían en ese planeta. Varios eran en español, y otros se transmitían en otros idiomas.
Era como el Time Square de Kezia. Los autos no eran la única cosa que se movía por la glorieta, también el la cima de la torre había un semáforo que aplicaba para los vehículos voladores. También había miles de extraterrestres caminando por las calles que conectaban a la glorieta, y en las esquinas, estaban estacionados una decena de carruajes similares a los del siglo XVIII, pero en vez de ser impulsados por caballos eran impulsados por Gormens, criaturas que tenían parte superior de águila y parte inferior de caballo como los Hipogrifos de Harry Potter, así como otras criaturas híbridas o con aspecto indescriptible.
Cuando los primeros vehículos se adentraron alrededor de la glorieta, el Gormen en el que iban montados también lo hizo y se detuvo del lado de la calle donde estaban los carruajes, pero fuera de un espacio designado que solamente era para los carruajes.
Mirjok guardó la tabla en sus zapatos, así como las pantallas que lo rodeaban. Guardó la mascarilla que tenía desocupada, y los goggles se encogieron hasta volverse del tamaño de un llavero que se colgó en el cuello.
Tecleó algo en su muñequera, que de repente se retrajo y se convirtió en una enorme pulsera gruesa metálica. Y lo mismo pasó con la otra muñequera. Y su ropa se empezó a retraer, dejando a la vista unos vaqueros oscuros con una camisa de cuello circular, pero aún tenía unas enormes botas negras.
Se escondió detrás de otro Gormen que estaba estacionado delante de ellos. Otome y Derron estaban hablando, pero Gwen solo sentía intriga por cual fuera el motivo por el que Mirjok se estaba escondiendo.
Se acercó a Mirjok, intentado hablar con él. Pero de inmediato, él le cubrió la boca con su dedo índice. Luego se asomó por el lomo de Gormen, y le hizo un gesto a Gwen con la cabeza para que hiciera lo mismo.
Lo que observaron eran dos especies de patrullas: una parecía como otra patrulla de policía de la tierra, pero la otra tenía una placa que cubría toda la parte inferior del vehículo que lo mantenía levitando a unos centímetros del suelo. Afuera se encontraban sus dueños. Eran diferentes a los guerreros del palacio.
Portaban camisetas de cierre con cuello polo de manga corta, unos pantalones militares teñidos de un azul oscuro con franjas negras en las rodillas, y unas botas similares a las de Mirjok, solo que más cortas. Uno de ellos -seguramente el que manejaba la patrulla voladora- llevaba una gorra similar a las de los pilotos de avión. Sobre la visera, llevaba cosido un emblema sumamente extraño.
-Es la policía de Reich -dijo Mirjok-. Y no puedo dejar que los vean, o que siquiera me vean a mi.
A Gwen no le costó nada entender, excepto el hecho del por qué se escondería si es un miembro de la guardia del palacio.
-¿Y podría saber por qué...? -empezó a preguntar Gwen.
-¿Por qué me estoy escondiendo? -Adivinó lo que iba a preguntar-. Pues por el hecho de que ahora estoy involucrado con ustedes. Y si me descubren, cuando te atrapen me van a poner como cómplice de la más buscada.
-¿Y por qué nos escondimos en vez de haber salido?
-En primera, ellos iban a mirar en donde estábamos, y si salíamos rápido iban a notar algo sospechoso. Y en segunda, esto fue lo primero que se me ocurrió -Se encogió de brazos algo apenado.
Seguían observando a los policías, quienes no parecieron que iban a marcharse en un buen rato. Pero igual que los policías, ellos no iban a poder estar ahí por siempre. Y par su desgracia, su posición discreta se puso en peligro en el momento más inoportuno.
Los carruajes empezaron a salir, con alienígenas con atuendos similares a los de la tierra, otros usaban vestuarios con más de dos mangas y pantalones con más espacio que para solo dos piernas. Y el tiempo se acababa para Gwen y sus amigos.
Mirjok fijó la mirada en el último carruaje por partir. Pero antes de salir, Mirjok lo detuvo con una notable imprudencia.
Gwen lo siguió discretamente. Pensó que iba a ofrecer un pagó mayor par que ellos se subieran pero, en cambio, Mirjok volvió a portar el aspecto de un cazador del palacio y los pasajeros así como el conductor se bajaron del carruaje sin vacilar y se alejaron lo más naturales que pudieron, aunque pareció que el conductor se iba a hacer en los pantalones.
Mirjok de inmediato subió a unos pequeños escalones que había hasta el principio del carruaje y se colocó en un lugar.
-¡Sube! -le ordenó Mirjok a Gwen después de haberse subido y haber tomado el lugar del conductor-. ¡No te quedes ahí parada. Sube, ahora!
Gwen, algo sorprendida por lo que había sucedido, se subió al carruaje, colocándose en el lugar de en medio. El carruaje estaba cubierto con techo y cuatro paredes. En las puertas no había vidrios que cubrieran las ventanas, y en la pared del frente había una ventanilla que daba con el lugar del conductor.
-¿Ahora qué? -preguntó Gwen por la ventanilla.
Mirjok tomo las riendas que eran sujetas por otro Gormen, que era de color negro, que combinaba con el color del carruaje. Arreó al Gormen y este empezó a avanzar, y justo cuando iba a dar en una parte donde se podía dar vuelta en «U», él dio la vuelta en el mismo carril provocando un desorden y un paro imprevisto en la circulación de ese carril.
El Gormen se detuvo enfrente del lugar en donde estaba el Gormen de ellos.
Gwen abrió la puerta que daba a la banqueta. Luego les hizo un ademán a Otome y a Derron para que se subieran al carruaje. Pero ellos no respondieron, pues se preguntaban por qué lo hacían.
-¡Hay policías! -susurró Gwen. Luego señaló discretamente a los policías que estaban del otro lado de la glorieta, pero que aún podían observarlos.
Derron no lo dudó un segundo y saltó al carruaje. Y por algún motivo extraño, Otome no lo hizo.
-¿Y qué haremos con él? -preguntó Otome preocupada por la criatura.
-¿Es en serio? -preguntó Mirjok ya irritado.
Los policías se alejaron del lugar en donde estaban y se dirigieron al punto den bloqueo, pues al parecer no lo habían visto hasta ese momento.
-¡Agachense! -exclamó Mirjok. Al instante, Mirjok agachó la cabeza cubriéndose el rostro con sus goggles, Gwen y Derron se agacharon al suelo, y Otome se puso de rodillas sujetándose del primer escalón del carruaje.
-No estamos en tiempo de discutir ¡Sube aquí, ahora!
Gwen quiso decir lo mismo, pero Otome tenía en su expresión miedo, preocupación y mucha angustia, pero no por lo que la atraparan, sino por el Gormen que los acompañaba.
-¡Tengo una idea! -dijo Gwen. Se bajó del carruaje y se dirigió al Gormen que estaba sujeto con el carruaje.
Al instante Otome entendió lo que quería hacer Gwen, y no dudó en ir de inmediato a ayudarla. Vieron una largas varilla de metal que mordía el Gormen con mucha fuerza, y a la varilla, en los extremos estaban amarradas gruesas correas de cuero que daban al lugar den conductor.
Le quitaron la varilla de la mandíbula. Otome se le acercó y le habló al oído, y en un segundo en Gormen salió galopando y golpeando a todos los vehículos que iban cruzando la glorieta. Otome le susurró a su Gormen que fuer al carruaje; y después le pusieron la varilla entre los dientes se subieron. Gwen se subió al carruaje, pero Otome se subió nuevamente al lomo del Gormen.
El accidente en la glorieta ya había captado la atención de los policías, que inmediatamente empezaron a acercarse a la glorieta y a Gwen con sus amigos.
Otome volvió a susurrar en el oído del Gormen, y al igual que el anterior, salió galopando a gran velocidad.
No estoy segura, pero pareció que los policías alcanzaron a ver a Gwen en el carruaje, porque cuando el carruaje dio la vuelta a la derecha, en vez de haberse detenido en la glorieta para saber bien qué era lo que pasaba, siguieron el carruaje en donde iban Gwen y los demás.
El Gormen atravesaba con rapidez el tránsito que había en el carril. Y por detrás, iban las patrullas intentando alcanzarlos.
El carruaje empezó a sacudirse, como si hubiera un temblor solamente en donde estaban. Gwen se asomó por la ventana del lado derecho, y enfrente de su rostro pasó una gruesa luz azul en forma horizontal. La luz pegó en la rueda trasera de una motocicleta que iba entre el tránsito, y esta salió impulsada por atrás dando vueltas en el aire hasta haber caído sobre el capote de un auto que iba igual entre toda la multitud.
-¡Oh por...! -Gwen se regresó totalmente atónita.
Derron se asomó por la otra ventanilla y a él le sucedió lo mismo, solo que el láser dio en una pantalla gigante la cual se agrietó por completo, y luego se desplomó aterrizando sobre una hilera de autos estacionados.
Las patrullas estaban a unos metros de distancia tras de ellos, pero eso les bastaba para disparar contra ellos. Los policías que conducían las patrullas, tenían un brazo afuera con un arma en las manos.
Derron dio aviso de lo que pasaba, pero Mirjok no sabía que hacer; y Otome, simplemente no escuchó nada.
Mirjok desplegó nuevamente sus muñequeras, y como hizo con Nozi, se puso a disparar contra ellos. Pero las patrullas evadían con facilidad los ataques que fueran lanzados hacia ellos.
De la patrulla que iba levitando en el aire, se abrió el capó de adelante y de entre todos los circuitos, se levantó un pequeño cañón que, parecía un pequeño ventilador que había salido de la nada. Y ese cañón lanzó con gran potencia un láser tan fuerte que hizo un enorme hoyo en la parte de atrás del carruaje.
Gwen, Derron y los demás se quedaron más expuestos de lo que estaban, pero se prepararon para contraatacar. Derron preparó su arco y tomó una flecha de su aljaba, la dispuso a lanzar la flecha y las disparó contra el parabrisas de la patrulla suspendida.
Mirjok se asomó por la ventanilla, y desde ahí disparó más rayos láser directo a las patrullas. En frente había una camioneta con decenas de macetas con diversas hierbas y hortalizas, y cuando Otome pasó junto a ellas, no dudó en usar su habilidad e hizo crecer todas las hierbas hasta que se enredaron en las ruedas de la patrulla que iba en tierra. Pero, por desgracia, no frenaron a la patrulla que levitaba.
De repente, una sombra enorme cubrió el carruaje en el que iban Gwen y los demás. Todos estaban consternados, pues no había ninguna nube para que hubiera hecho una sombra que solamente abarcara el espacio en donde estaban.
Mirjok y Otome levantaron la mirada, y lo que estaba sobre ellos no era una nube, sino otra patrulla que volaba sobre su carruaje.
De la placa lisa que estaba en la parte inferior de la patrulla empezaron a verse proyecciones de ondas verdes que iban del centro de la placa hacia sus extremos. Luego una luz fue proyectada desde la placa, bañando el carruaje en una intensa luz verde.
El carruaje empezó a alejarse del suelo. Se levantó unos centímetros del suelo, y luego fue distanciándose de la tierra igual que la patrulla.
El carruaje estaba sobre el suelo, surcando los cielos y volando sobre los ríos de autos que había en las carreteras. La luz que había cubierto el carruaje aún seguía iluminando, pero la proyección de las ondas en la placa se quedaron pausadas.
La patrulla dio la vuelta y la que iba por tierra hizo lo mismo.
De los costados aparecieron otras dos patrullas voladoras. De esas patrullas salieron unas pantallas similares a las de la tabla de Mirjok, pero tenían un emblema diferente: Un enorme círculo dorado, y adentro estaba una corona hecha con ramas de olivo -si es que había algo similar-. Y en el centro, había una estrella de ocho picos con pequeños punto blancos a su alrededor, y en la estrella había un pequeño código conformado de líneas diagonales conectadas a cuadrados y círculos de color azul.
De repente, Gwen sintió que el piso se había desvanecido. Estaba flotando. La luz y las ondas que habían levantado el carruaje también los había levantado a todos; excepto a Otome, que estaba sujeta al Gormen.
-¡¿Qué está pasando?! -gritó Derron sumamente confundido.
Gwen intentó tranquilizarlo, y afortunadamente lo consiguió. Pero para saber qué pasaba, ambos se asomaron por una ventanilla y miraron hacia arriba.
-¡Tenemos que bajar! -exclamó Mirjok.
-No, ¿en serio? -respondió Derron. Hubiera sido gracioso, a pesar del hecho de que sus vidas corrían un riesgo muy grande.
-¡Hay que romper la placa! Así las ondas y la luz serán apagadas y bajaremos.
-Pero si estamos sobre el suelo cuando se apaguen, nos vamos a desplomar hacia las personas -explicó Gwen.
A pesar de ser un buen argumento, no podían dejarse presos ante los oficiales. Dañar la placa era la única forma para librarse, aunque los riesgos fueran muy altos.
-¡Tengo una idea! Debemos tomar el control de la patrulla -comentó Deron-. Podemos usar mis flechas para atravesar la placa -Sacó de su aljaba un pequeño paquete de flechas de metal que había comprado en en bazar-. Y con una cuerda amarrada a la flecha, uno podría subir y sacar al oficial de la patrulla.
-¡Eso no funcionará! -respondió Mirjok-. Los policías están armados con un anulador de formas. Si te ataca en tu núcleo, hará que la luz de tu núcleo te absorba y te devuelva a una pequeña piedra esférica brillante.
A Gwen se le empezaron a formular varias preguntas, tales como ¿Qué es un núcleo? ¿Que su luz lo absorba? Pero al instante empezó a recordar algo muy familiar. Recordó la aldea de Komazi, así como el momento en el que uno de los caballeros le había dado a un campesino con su lanza, y este se desvaneció dejando una piedra esférica colorida y brillante; aunque también el momento en el que el caballero destruyó esa piedra, dejando simples fragmentos puntiagudos oscuros. Luego, recordó a Otome usando sus habilidades para hacer crecer las hierbas, y al Sr. Iron cuando combatió contra él por la espada.
Gwen comprendió por fin lo que eran los núcleos, o se había hecho una idea de lo que eran. Eran sus corazones, así como la fuente de esas capacidades sumamente impresionantes.
Mirjok se quedó pensando en el plan de Derron, que pareció pensar que no era tan malo después de todo.
-¡Ya sé qué hay que hacer! -exclamó Mirjok-. Desplegó de su muñequera izquierda su espada, y la pasó por la pared de la ventanilla que lo separaba a él y a los demás. Cortó la pared en forma de puerta y la arrancó.
Entró al carruaje y cortó un cuadro ligeramente grande en una pared de los costados. El pedazo madera salió volando por los aires perdiéndose entre enormes edificios y un transitó.
Mirjok se asomó por el agujero que había hecho. Y luego, se volvió hacia Derron y le dijo que se acercara.
Los dos se asomaban por la enorme ventanilla, mirando hacia la patrulla y la luz que los levantaba.
-¡Prepara una flecha, rápido! -ordenó Mirjok a Derron.
Derron preparó una flecha. Mirjok se quitó los goggles que se convirtieron nuevamente en un collar, y luego tecleó en su muñequera izquierda. La muñequera se abrió y salió un paquete de plástico de color azul amarrado a una varilla con un pequeño panel.
Mirjok aseguró el paquete un poco arriba de la punta metálica. Tecleó en las seis pequeñas teclas que había en el panel, y un foco que estaba en la varilla se encendió iluminando con una pequeña luz roja.
-Presta atención, Derron -dijo Mirjok-. Debes disparar en la segunda marca de onda de afuera hacia adentro del panel. Debes dar un poco antes del borde de la nave patrulla.
Mirjok amarró una cuerda de metal similar a las que sujetan los postes de luz. Indicó con su dedo la onda en la que Derron debía disparar, y se alejó.
Derron se acomodó el arco fijando la flecha hacia el punto fijado por Mirjok. Volvió hacia Gwen, y ella mostró unos temblorosos pulgares arriba. Mirjok volvió de vuelta a la nave y disparó.
La nave patrulla se estremeció por un segundo. Y un poco después, salió un humo azul por las ventanas de la nave.
Mirjok desplegó de su muñequera izquierda un pequeño micrófono y dijo «¡Da vuelta, ahora!». Y como cualquier oficial, siguió las órdenes.
-¿Como hiciste...?
-¡Lo que amarré a la flecha! -explico Mirjok-. Es una bomba de esporas Bordix. Sugestionan a la persona que las inhale a seguir cualquier orden, pero solo dura unos minutos.
Las demás patrullas se percataron de lo que había pasado y se volvieron en dirección de la patrulla que tenía preso el carruaje.
-Desciende el carruaje, lentamente -especificó Mirjok al policía.
Las ondas volvieron a proyectarse, solo que de adentro hacia afuera. Y mientras las ondas continuaban, el carruaje empezó a bajar. Pero mientras el carruaje descendía, las otras patrullad voladoras empezaron a disparar rayos láser contra la patrulla, la cual perdió el equilibrio y le dio un buena sacudida tanto al carruaje como a la patrulla.
Mirjok y Derron casi se iban de frente hacia la autopista, pero volvieron antes de que su peso los jalara hacia el suelo.
El carruaje estaba ya muy cerca del suelo. Y de una forma sorpresiva, decenas de rayos azules empezaron a azotar el carruaje como una tormenta al retoño de una flor.
-¡Sube el carruaje, ahora! -exigió Mirjok. Y el carruaje volvió a subir más rápido de lo que había bajado.
Los láser alcanzaban con rapidez el carruaje y la patrulla, aunque algunos se iban de largo y golpeaban las esquinas de algunos edificios, las bardas en los múltiples puntas que había en la ciudad, o cualquier anunció flotante que se atravesara en su camino.
Mirjok le ordenó al oficial que pusiera a serpentear la nave patrulla. Y la nave se perdió entre los edificios.
Cuando se dieron cuenta de que habían perdido a las demás patrullas dieron un largo suspiro de alivio, aunque no duró por mucho.
A lo lejos, las demás patrullas iban levantando y dejando caer cualquier carruaje que encontraran en las calles. Algunas permanecían seguras, pero algunas por la caída terminaban desarmándose o destruidas por completo. Unas tenían personas, que con la caída terminaban lesionadas, pues no se veía que alguno terminara muerto.
-¡No podemos dejar que eso pase! -exclamó Gwen-. ¡Están destruyendo los carruajes!
Mirjok quiso vacilar, pero tenía razón por más cruda que fuera. Si querían escapar, no podía ser a costa de las vidas de todos los demás habitantes de Reich. Así que Mirjok se acercó el micrófono y le ordenó al policía «vuelve a la ruta principal, ahora». La patrulla dio la vuelta y regresó a donde apenas había salido.
Las demás patrullas regresaron a perseguir la nave en la que Gwen y los demás iban. Nuevamente, los láser bombardearon de una manera abrumadora la patrulla, y la nave volvió a serpentear sobre la calle.
La nave estaba tambaleando, no iba a aguantar un minuto más. Todos estaban confundidos, excepto Mirjok quien sabía que se tenía que hacer si querían salir ilesos -en lo que cabe - de esa difícil situación.
-¡Baja el carruaje, y luego «Código DAED» -ordenó Mirjok por última vez.
Las ondas se proyectaron con dificultad, pero bajaron en carruaje que de inmediato fue impulsado por el Gormen al instante que pisó el suelo.
Gwen estaba angustiada, pero su angustia se magnificó cuando una nube de humo cubrió el cielo. La nave patrulla que los mantuvo volando durante un buen rato explotó detrás de ellos.
Gwen no comprendía el cómo o el porqué había sucedido la explosión. Luego rebobinó en su cabeza y pensó en lo último que le había dicho Mirjok al oficial «Código DAED». Después de unos segundos, la respuesta se volvió clara entre la niebla de incertidumbre en la que se encontraba.
Y mientras Gwen se mantenía atónita, los demás defendían el carruaje con todo lo que tenían. Derron disparaba sus flechas a cualquier lado, Otome lanzaba semillas de las que hacía que brotaran enormes tallos espinosos que se enredaban en las patrullas y las frenaba momentáneamente.
-¡Ya estamos cerca! -gritó Mirjok a los demás.
-¿De qué? -preguntó Derron.
-¡La torre de los 4 puntos! -respondió Mirjok-. Es un punto en el que todos los autos pueden cruzar sin preocuparse por chocar en la intersección. La enorme esfera que se encuentra cubriendo el cruce entre los cuatro caminos -Señaló la semiesfera azul -, es un hueco espacial en el que no importa cuantos vehículos crucen, cada uno entra a un espacio diferente y puede cambiar de dirección a donde quiera, y lo único que se debe hacer es pensar a dónde quieres ir.
A Gwen no le costó darse una idea de lo que quería hacer Mirjok.
-Cuando crucemos el domo de la torre, pensaremos en volver al mismo carril. Luego, vamos a desenganchar al Gormen del carruaje. Dirigiremos el carruaje a la orilla, y mientras las patrullas son atacadas por el Gormen, nosotros escaparemos.
No era un mal plan y todos lo pensaban igual, excepto por Otome.
Gwen al instante, se hizo la idea de por qué a Otome le disgustaba el plan; y era el Gormen.
-Otome -dijo Gwen-, habla con el Gormen y díle que vuelva a Komazi cuando se desenganche el carruaje.
-¡No! -dijo Otome muy exaltada-. Nunca ha estado solo, y no se si pueda volver a casa. Además, están los cazadores, las criaturas del desierto, y... Y...
El carruaje y las patrullas se acercaban a la torre. Era momento de decidir si iban a llevar a cabo el plan.
-¡Ya estamos cerca! -advirtió Mirjok-. ¿Están listos?
Gwen y Derron asintieron, y Otome estaba petrificada. Pero poco antes de empezar la subida para llegar al domo, Otome asintió con una lágrima contenida en su ojo derecho.
Estaban subiendo la pista directo hacia el domo, y las patrullas por tierra y por aire les pisaban los talones. La lluvia de rayos aún continuaba, pero eso no duraría mucho.
El carruaje cruzó el domo.
Un espacio blanco e infinito era lo único que había adentro de ese domo, como si estuvieran en la nada.
El carruaje avanzando. Cuando de repente, se abrió un extraño hueco en medio del fondo blanco en el que avanzaba el carruaje, y a través de ese agujero se veía el carril en el que iban, pero iban a ir en sentido contrario.
-¡Prepárate Otome! -le advirtió Mirjok-. Cuando te diga «ahora», debes desenganchar al Gormen del carruaje, y dirigiré el carruaje al borde.
Otome se aferró al Gormen antes de tener que tener decirle adiós. Y mientras, el carruaje estaba a punto de cruzar el portal hacia la autopista.
Otome besó la nariz de alcachofa, y le dijo «¡Cuídate Milo!». Y sorprendentemente, ese era el nombre de Gormen.
El carruaje salió del domo, y los policías empezaron a desviar sus patrullas evitando chocar. Otome le quitó las riendas a la varilla que llevaba Milo, y luego saltó al lugar del conductor dejando las riendas ser arrastradas por el suelo. Milo tomó velocidad y embistió con una fuerza descomunal la primer patrulla que se le atravesó, que salió volando por los aires hasta salir del camino y caer sobre la azotea de algún edificio.
Mirjok tomó una pequeña barra en forma de «L» de cabeza similar a las de algunos barcos. Direccionó la barra en posición horizontal hacia la izquierda, y como un pequeño GoKart de juguete para niños se dirigió a la izquierda.
El carruaje salió del camino. La madera del carruaje fueron dejando un pequeño rastro volador durante su descenso.
Mirjok preparó una de sus muñequeras y disparó un gancho que se ancló a uno de los extremos del camino que estaba sobre ellos, y quitó el amarre que sujetaba el gancho a su muñequera amarrándolo a una de las paredes del carruaje. El carruaje quedó columpiando en el aire, enfrente de un enorme edificio.
Mirjok y Otome entraron al carruaje. Cada uno evitaba caerse sujetándose de alguna parte desprendida del interior del carruaje o se apoyaban con la pared de la ventanilla que daba al lugar del conductor.
La parte del carruaje que sujetaba el gancho empezó a desprenderse. Debían salir a tiempo si no querían quedar sepultados en una pila de madera.
Mirjok tomó desprevenida a Otome de la cintura. Saltó con fuerza contra una de las paredes del carruaje atravesándola como si fuera de papel. Cuando cruzaron, Mirjok desplegó su tabla voladora y llevó a Otome a la azotea del edificio que estaba enfrente del carruaje colgante.
Fue más el desprecio que agradecimiento lo que mostró Otome cuando llegaron a la azotea.
Mirjok iba a ir por otro, cuando el carruaje empezó a romperse lentamente de cualquier parte: el techo, el lugar del conductor, las paredes; todo se estaba desmoronando igual que un mazapán.
Derron no tenía ninguna cuerda para asegurarla a una flecha, y el cable del gancho que mantenía colgado el carruaje estaba tan tenso que estaban rompiéndose hebra a hebra cada hilo que tejía el cable. Y en un intento desesperado, Gwen empezó a columpiarse en el carruaje yendo hacia adelante y hacia atrás con el tiempo detrás de ellos.
El carruaje iba hacia adelante y hacia atrás a un ritmo muy lento. Pero no fue hasta que Derron se unió a columpiarse para que en carruaje se acercara más a la azotea.
El cable estaba a punto de romperse, y el carruaje de desmoronarse. Y en el último segundo de estabilidad de ambas cosas, Derron y Gwen lograron columpiarse hacia adelante.
Y tomados de la mano, ambos se lanzaron desde el carruaje esperando a que tocaran el techo de ese edificio para sentirse ligeramente reconfortados. Y luego de que se lanzaron, el suelo del carruaje se desprendió y terminó en un fondo oscuro de asfalto; y el cable, se desprendió finalmente dejando el resto del carruaje embarrado en el suelo.
Volaron por los aires, y fue por su ultimo impulso que lograron llegar a la azotea.
Derron y Gwen se quedaron mirando el borde de la azotea, que fue a donde casi iban a terminar. No podían imaginar otra cosa excepto a ellos mismos dentro del carruaje, y a ellos bajo las tablas de madera y varillas de metal.
Gwen estaba perpleja de todo lo que le había pasado en una sola mañana. Pero en ese momento, no sólo se había dado cuenta de la seriedad del asunto, sino que era ahora una amenaza para Akros, y la "luz" para los demás.
Mirjok se acercó para alejarlos, y lo primero que vio en sus rostros fue una expresión de miedo y angustia petrificada. Él junto con ayuda de Otome los levantaron y bajaron de la azotea a través de una escalera de incendios al costado del edificio.
Luego de bajar, terminaron en un oscuro y gran callejón. Y a lo lejos, lograron divisar una brillante luz blanca; y no dudaron en seguirla.
* * *
Afuera del callejón, se veía gente caminando tranquila por las calles. Había alumbrado flotante junto s los edificios, autos y motocicletas circulando; así como naves que volaban a unos centímetros del suelo.
-¡Hay que alejarnos de las calles! -dijo Mirjok-. Hay que ir a mi casa, no está muy lejos de aquí.
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