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Así comenzó.

Este es un fanfic [One-Shot] de Metal family centrado en los pensamientos y recuerdos de la madre de Glam/Sebastian.

No tengo conocimientos sobre él nombre de la madre así que le inventé uno pero que no hace mucha diferencia.

El dibujo fue hecho por: @komixsisterm en Instagram.

La idea me llegó gracias a un posteo en Facebook de "Maria Noel Jacob Mutti"

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A veces una no recuerda cuando fue la última vez que sonrió.

La última vez que viste una sonrisa de tu esposo.

Cuando fue que comenzaron las burlas, humillaciones familiares, la falta de interés.

—Te sugiero que te apresures.— Saliste por aquella puerta dejándome vestirme tranquila.

— Sí querido.— Terminé de acomodarme el collar de perlas que me habías regalado alguna vez.

Quisiera volver a esa época en dónde podía hablarte, tener una conversación.

Ya ni siquiera recuerdo tus dulces palabras de aliento.

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Mis padres eran una de las pocas familias en donde no importaba ser un Shvagenbagen, podía tener amigos, salir a dar caminatas con mi madre y hermanos, tener una vida normal y perfecta.

Pero todo eso cambió de un día para otro.

— Es para tí.— Un joven muy apuesto se había fijado en mí, su sonrisa tierna al acercarme aquella flor me provocaba un leve sonrojo.

Nunca un chico se había fijado en mí de esa manera.

— Muchas gracias, Gustav.— Desvíe la mirada un poco avergonzada.

— Una flor para otra flor, eres sumamente bella.— Sus ojos azules hacían resaltar sus cabellos.- ¿Puedo saber el nombre de esta bella señorita?

— Ah ... mi nombre es Yena.

— Fascinante.— Besó los dedos de mis manos.- ¿Cuál es tu talento querida?

— ¿Talento? ... ¿A qué te refieres?.— Gracias a mis padres, muy poco sabía sobre la familia, lo único que tenía entendido era que éramos extensos.

Rió ante mis preguntas.

— ¿Sabes quién soy?.— Colocó una mano sobre su pecho.

—Yo ... pues, ¿Gustav?.— Tenía que ser sincera y eso le provocó una mueca similar a una sonrisa.

— Yo soy Gustav Shvagenbagen, prodigio en el violín y heredero de la fortuna familiar.— Dijo algo arrogante.— Ahora dime, ¿En qué eres buena?

— Yo ... puedo ...— Trataba de encontrar una respuesta.— ¡Ah! Tengo él récord más alto en los bolos.— Dije algo orgullosa.

— ¿Bolos?.— Arqueó una ceja.

Asentí con la cabeza.

— Ya veo.— Aclaró su voz.— Creo que nos llevaremos bien.

— Tal vez puedas enseñarme a tocar el violín.— Probar cosas nuevas me emocionaba mucho.

— Seguramente.— Volvió a besarme la mano.— Fué un gusto señorita.— Sonrió de lado.

Me dio la espalda, tal vez había dicho algo malo, ya que nuestro encuentro no fué tan largo.

— Adiós Gustav.— Pero de igual manera me despedí sacudiendo mi brazo en el aire.

Unos meses después, mi padre me dio una noticia que no estaba preparada a escuchar, después de todo, sólo tenía diecisiete años.

— ¿En serio tengo que irme? — Mi madre abrazaba mi espalda para tratar de consolarme.

Ella al igual que yo, no quería que me fuera, tendría que vivir en un lugar extraño lejos de mi familia y no tenía claro el porqué.

— ¿No puedes conversar con ellos para que se quede?.— Preguntó mi madre mientras besaba mi cabeza.

— Lo siento cariño ... pero no tengo elección en esto.— Tomó mis manos, mientras las masajeaba con su pulgar al verme a los ojos.— Ellos quieren que te cases con su hijo.

Comencé a quejarme.

— ¡¿Pero porqué yo?!.— En esa edad me era difícil contener mis lágrimas.

— No lo sé.— El abrazo de mi padre me oprimía, era algo difícil respirar, pero ante el acto de cariño sólo me limité a llorar y que mis llantos se escucharan por toda la casa.— Te juro ... que desearía poder hacer algo.— Era extraño escuchar el sollozo de mi padre, era claro que lo que iba a suceder era inevitable.— Pero no puedo ... lamento fallarte como padre.

— No ... papá.— Sin darme cuenta empapando su mejor traje con mis lágrimas, mi madre ocultaba su rostro al saber que no volvería a verme.

Y podía sentir la presencia de mis hermanos, estaba segura de que espiaban por el orificio de la puerta.

Preparé mis maletas al día siguiente, me despedí de mis hermanos con un abrazo grupal fraternal.

Era la primera vez que nos mostrabamos muestras de afecto, porque como todo hermano, normalmente nos dedicamos a molestarnos, pero siempre de una manera divertida.

Nunca creí que sería una de las cosas que más extrañaría.

Cuando la limusina me llevó a la enorme mansión de la familia de mi futuro ... esposo, me sentí tan pequeña ante tan imponente salón, las paredes estaban hechas de mármol, el techo era parecido a la capilla sixtina, es cierto lo que decían, cuando eres rico puedes darte ciertos lujos.

De inmediato noté al chico que había conocido anteriormente, por un lado me sentí alegre ya que no había dejado de pensar en él, me sentía la chica más afortunada del mundo.

Mi habitación era enorme, parecía una pequeña hormiguita en su colonia.

Al principio me sentía nerviosa, porque no sabía que era lo que tenía que hacer exactamente en su hogar, creía que alguien me lo diría pero no fué así, lo único que hacía era escuchar a Gustav tocar el violín con su padre presente y diría que ... habían buenos y malos días.

— Me decepcionas Gustav.— Su padre siempre le daba la espalda y repetía esa frase constantemente cuando se equivocaba en una nota o le parecía algo flojo.

Mientras tanto Gustav se limitaba a apretar con fuerza el arco del violín, me imaginaba en mi mente una escena en dónde él llevaba a hacer una rabieta y su padre lo castigaba severamente, pero por fortuna eso nunca llegó a suceder.

Por otro lado, siempre nos llevamos bien en su hogar, hasta me enseñaba a escondidas a como tocar el violín, era mala obviamente, pero lo que importaba era terminar riendo juntos.

Adoraba ver su sonrisa y escuchar su dulce risa y no escucharlo apretar los dientes junto con una respiración lenta y profunda.

Me estaba acostumbrando a aquella vida en donde él y yo nos sentábamos por horas a ver el atardecer, junto a algunas velas, un pequeño baile sin música, sólo el sonido de nuestras voces y hasta ... unos cuantos besos tímidos de por medio.

Frecuentar el teatro y la ópera era lo más parecido a un ritual, en dónde la mayoría de las veces Gustav era la estrella, y le encantaba obtener la atención de los demás, es por eso que el día más estresante de nuestra juventud fué aquella tarde lluviosa de primavera.

— Lo siento pero hubo algunos cambios. — Dijo uno de los guardias que revisaba la lista de músicos a fuera de los camerinos.

— ¡Estás en un error, revisa de nuevo, soy Gustav Shvagenbagen!.- Exigió mientras golpeaba con fuerza el suelo.

— Gustav ...— Traté de colocar mi mano en su hombro, pero él lo evitó, fué la primera vez que me sentí inútil en algo.

— No hay errores.— Acercó su rostro al de Gustav.— Ahora largo.

Unas risas peculiares me hicieron voltear hacia la entrada principal, un grupo de jóvenes que traían el estuche de violines se nos acercaron.

— Miren pero que belleza.— Uno de ellos tomó mi mano.— ¿Cómo te llamas lindura?

— Apártate Maksim.— Se colocó en medio provocando las risas ahogadas de los demás.— Es mi prometida.

— Wow, ¿Prometida ... de un perdedor como tú? — Gustav frunció el ceño.— No te enojes, acompáñanos al camerino.— Se acercó al guardia.— Oh es verdad, ¡no estás en la lista!

Me sentí mal por Gustav al escuchar las carcajadas de aquellos chicos, pero sólo jugaba con mis manos esperando que alguien le diera una oportunidad para subir al escenario.

— Linda, si enserio quieres salir con un verdadero músico.- Captó mi atención, aunque fruncía el ceño lentamente al verlo.— Llámame.

Simuló que su mano era un teléfono, gustosamente el guardia los dejó entrar a los camerinos mientras que gritaban estupideces en el aires y se reían de Gustav.

Me giré al ver como Gustav caminaba hacia la salida, aunque el vestido fuera incómodo, agarré lo más que pude para ir atrás de él y llamarlo reiteradamente, pero todo lo que conseguía era que las demás personas a mi alrededor me vieran entre muecas de risas.

Tenía miedo de pescar un resfriado abajo de la lluvia, pero todo lo que me importaba era consolar a Gustav, así que me quité los zapatos incómodos de tacón y caminé en el suelo rustico a las afueras del teatro.

La medias que traía puesto se estaban mojando pero valía la pena, quería ser la única que pudiera calmar su llanto y enojo.

—¡Gustav! — Todo el maquillaje se me había corrido por las gotas de lluvia.— Por favor, ven conmigo ... vamos a casarnos y dejar este momento atrás.

— ¿Casarnos?.— Me estaba dando la espalda, noté como escurren gotas del estuche de su violín.— Necesito practicar, no tengo tiempo para cursilerías 

— ¿Porqué dices eso?. — Sentí una pequeña presión en mi pecho, creí que al estar enfadado, diría cualquier cosa para desahogarse.— ¡Gustav respóndeme!

— ¡Soy el heredero de la fortuna!.- Apretó mis cachetes un poco fuerte, con mis manos heladas trataba de separar sus dedos para librarme del agarre.— Nadie puede ser mejor que yo en la música.— Sus ojos temblorosos me daban miedo.— Si lo que necesito es practicar, entonces eso haré, pero tú no puedes distraerme con tus idioteces.— Me lanzó al suelo, dándome la espalda nuevamente.

Ese día fué cuando comenzó su cambio ... cuando el viejo Gustav que me gustaba tanto, había desaparecido entre las gotas de lluvia que azotaban la ciudad.

Los días siguientes, Gustav estuvo aislado de mí, ya ni siquiera podía escucharlo tocar el violín, nuestras pequeñas reuniones eran escasas, pero cuando estábamos juntos sentía que estaba distante.

El día de nuestra boda llegó, la familia parecía contenta por nuestra unión, yo también quería estarlo, pero al ver la mirada fría y el tacto de sus manos, mis ojos reflejaban una mirada triste, y esa imagen se grabó en una fotografía familiar.

Cuando nos mudamos, pasaba la mayoría del tiempo sola con Rowd, mi esposo se dedicaba a practicar en su oficina, pero casi siempre íbamos a sus presentaciones, eran las únicas veces que lo veía sonreír al escuchar el aplauso de la gente que pagaba para ir a verlo, sólo tenía al viejo Gustav por unos cuantos aplausos y nada más.

Tuve unos nueve meses llenos de tensión, pero Rowd era el único que me ayudaba a sobrellevarlo, ya que mi esposo seguía metido en su pequeño mundo musical.

Llegó nuestra pequeña Lydia, creía que sería un cambio positivo para ambos en nuestra vida, pero al parecer, cuando tuvo la suficiente edad para aprender, le satisfizo mucho lo que pudo notar.

— Es igual que tú, no tiene talento.— Aún viendo como se esforzaba, fué lo primero que dijo.— Después de todo, es una mujer.

Teniendo a Sebastian de la mano, sus palabras me hicieron apretar mis extremidades sin darme cuenta, obteniendo unos pequeños lloriqueos de nuestro hijo.

Cuando tuvo la edad necesaria, miré con una pequeña sonrisa como mi pequeño disfrutaba mucho tocar aquellas notas, según él, me las dedicaba a mí.

— Espero que estés satisfecha.— Susurró cerca de mi oreja.— ¿Planeabas humillarme con nuestro hijo?.— Me sujetó fuerte del brazo.— Pues te tengo noticias, disfrutaré cada minuto que lo entrene.

Nunca pensé que aquel hombre tierno, podría lastimar tanto a un niño, pero cuando trataba de entrometerme, Gustav respondía a la fuerza, nunca quise humillarlo como él dice, pero no podía convencerlo de lo contrario.

Soy una horrible persona por no haber ayudado a Gustav cuando más lo necesitaba, debí haberlo interrumpido en una de sus sesiones para obligarlo a reaccionar.

Pero ahora cargaré con la culpa de que nuestro hijo nos haya abandonado, y la culpa que mi esposo me reprocha cada noche antes de dormir.

Quisiera volver el tiempo atrás para resolver todo, pero lo único que hago es disculparme, y esta no es una excepción.

Lo siento, Gustav.

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Usar un guión distinto fue una nueva experiencia para mí pero a decir verdad, fue algo incómodo, pero dejare la historia tal y como esta para recordarme cuando me atreví a hacer un pequeño cambio en mi escritura ;)

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