17. Watersports
—Anda, déjame ver.
Llevaban dos años de casados. A diferencia de muchos de sus amigos, el matrimonio superó el primer año sin hijos. Su apoyaba en sus mutuos gustos, en las conversaciones, en las salidas donde aún se sonrojaban cuando tomaban sus manos entre las otras. Y, por supuesto, también en el sexo que, aún tras ese tiempo, seguía tan intenso y magnífico como nunca.
Sin embargo, ahora que Roslin la veía con su rostro tan pecoso envuelto en sonrojos, Andreina no podía evitar preguntarse si eran tan compatibles como en primer lugar.
—¿De verdad quieres que... Te mee en la cara?
Solo decirlo era terrible, su cuerpo tenso en cuanto las palabras salieron de ella. Roslin asintió, sus ojos grises fijos en los suyos.
—Ya te he visto en el baño y colocas una cara tan adorable... quiero ver cómo sale.
—Ni muerta.
—Pero...
—Es como si yo te pidiera que me mees.
Andreina abrió los ojos en sorpresa en cuanto escuchó el tintineo del cinturón ajeno. Agarró la muñeca del hombre antes de que terminara de bajar el pantalón.
—¡Bien, lo haré, lo haré! Pero en la ducha... No quiero que luego huela a pis la habitación.
Su esposo sonrió, dándole un abrazo de oso muy fuerte antes de plantar un beso en su frente.
—Eres la mejor pastelito.
—Ya, ya... Ya se me ocurrirá cómo cobrártelo.
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