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[Malditos fanfics]

Advertencia: Es un One-shot crack. ¿Smut maybe...?

Feliz April fools (atrasado)

Era de noche. Probablemente eran las dos de la mañana. Pero Sara seguía despierta en su habitación, viendo de manera muerta la luz de su celular mientras escribía como si estuviese poseída.

Sonrió sin mucho ánimo cuando, luego de un rato, pudo detenerse.

— Lo logré... Luego de casi un año, terminé de publicar el fanfic. – La chica colocó un brazo en sus cansados ojos. — No quiero volver a saber de este shipp por mucho, mucho tiempo... ¿De quién escribo ahora?

La rubia sabía que debía descansar. Tenía clases mañana, pero todavía tenía energías de escribir lo que sea.

"Al diablo, elegiré a alguien y lo voy a emparejar con Gumball"

Usando su celular, buscó entre sus contactos la lista de sus compañeros de clase, bajó con el dedo las opciones en la pantalla y detuvo el desfile de letras en un toque al azar.

— Espera, ¿Desde cuándo tengo el número de Ocho? – Sara entrecerró sus ojos, pensando que su cerebro le estaba jugando una broma.

Pero sus retinas quemadas se lo confirmaron. Ocho sería la siguiente víctima (junto con Gumball) de sus delirios literarios.

— Gumball... Ocho... Casi no interactúan, ¿Qué se supone...? – La rubia comenzó a hablar sola, cabeceando por el sueño. — Bah, veré qué sale. No puede ser tan malo.

La chica se levantó perezosamente de su cama, con las sábanas cubriéndola, y buscó su libreta de borradores. Si seguía viendo su celular, se quedaría ciega.

Tanteó su escritorio con los ojos medio abiertos, como si fuese un zombie buscando cerebros. Hasta sus sonidos de estarse muriendo y su aspecto por el insomnio la hacían ver como tal.

Tomó una libreta con cubierta negra de cuero y un logo dorado.

Cierto. Seguía teniendo esa libreta especial.

Olvidó botarla a la basura.

Sara rió a lo bajo.

— No. Sería una tontería... – La rubia tomó la libreta y la abrió en las primeras páginas que tenían algunos espacios en blanco. — Pero...

Encendió la luz de la lámpara, tomó un lapicero cualquiera y comenzó a escribir.

"Por conveniencias de la historia, la libreta mágica puede producir más hojas en blanco para que no se termine nunca"

— Muy ambiguo. – Sara estaba dispuesta a borrar. Pero el libro se sacudió y cayó de sus manos.

Todavía asustada, y ahora algo despierta, volvió a abrir la libreta con la leve esperanza de que hubiera funcionado. Se sintió rápidamente estafada al ver las últimas hojas todavía llenas de letras.

— Bueno, se intentó. – Sara arrojó la libreta a algún lado de la habitación y fue por otra con casi todas sus hojas intactas.

Tronando sus huesos, se puso a trabajar.

Su único arrepentimiento, y una razón de su insomnio, fue que estuvo viendo telenovelas de dudosa calidad antes de ponerse a escribir.


Era un bonito día donde la plebe se reunía en el pinche colegio que no daba para pura verga.

Ahí, nuestros protagonistas: Gumball (alias el morro de pura conveniencia, el cachondo, el Neko Kawaii, la gata de dos patas) y Ocho (el emo que todo el mundo le hacía el feo por lo edgy que era) se encontraban en el mismo pasillo.

— ¡Iughh, un emo! – Se oyó a alguien decir entre las miles de voces del lugar.

Ocho, el pandillero buscapleitos con tendencias darks, caminó ignorando las voces que lo rodeaban y evitando cualquier contacto visual.

Pero Gumball lo notó. Suspiró detrás de las libretas (que obviamente tenía desde el principio y no por conveniencias del guión) al verlo pasar.

Estaba enamorado de ese chavo con facha de cholo.

No sabía que era lo que le atraía. Si era su intensidad. Su cara de papucho tallado por los mismos ángeles. Su cuerpazo que no paraba de presumir después de pelearse a madrazos con medio colegio. O, en el fondo, era la atracción por los rumores donde decían que te dejaba inválido luego de una cojida.

Por andar perdido en las nubes, caminó en dirección a él, tras sus espaldas. Lo inevitable pasó cuando chocó con el pelinegro y sus libretas salieron volando por todo el piso.

Ehh, cabron, fíjate por dónde... – El resto del insulto quedó atorado en la garganta del emo culiado al ver la cara de babygirl que se traía el chicles.

— ¡L-Lo siento! – Chilló el peliazul, agachándose con rapidez para recoger sus libretas frente a Ocho.

Ocho nomás no ayudó porque se quedó viendo el culazo que no paraba de menearse de manera sensual e inconsciente bajo sus ojos.

Buenas nalgas, digo, ¡Buenas tardes! – Ocho se corrigió dándole la mano a Gumball para ayudarle a levantarse. — ¿Pasas mucho por aquí?

— ¿Por el pasillo? – El peliazul no logró entender la pregunta. O solo estaba desconectado de la realidad porque Ocho no le soltaba la mano.

— ¡No! Quise decir... – Ocho se puso nervioso, rompiendo por un segundo su fachada de tipo bravo. — Puta madre, ya la cagué.

No, no, está bien... – Gumball miró para otro lado, sintiendo los colores subirse a su cara. Tener a Ocho cerca era algo inexplicable para su inestable corazón.

Ocho recuperó la compostura, tosiendo disimuladamente.

— Entonces qué... ¿Quieres salir conmigo, morro?

— ¿A dónde?

Ocho respiró profundo tratando de tener paciencia.

— Te llevo a dónde quieras, rey. – Ocho, como el típico fuckboy, acorraló a Gumball con sus brazos usando de pared los casilleros. — ¿Te gustaría ir primero a mi cuarto? Mis padres están en una fiesta y la casa no está.

— ¿Qué?

— Solo di que si, we.

— Ah, pues sí.


___Inserte timeskip__

Y así, los dos adolescentes terminaron culiando en el parque porque Ocho no se aguantó la calentura (además de las incesantes preguntas de Gumball sobre si ya estaban cerca de su casa).

Gumball, obviamente, trataba de no gemir por la vergüenza de que alguien los viera. Pero Ocho le parecía divertido tratar de hacer gritar de placer al peliazul para mostrarles a todos quien mandaba.

No obstante, se quedaron tiesos, detrás de los arbustos donde estaban haciendo la profanación, cuando escucharon una voz infantil.

— ¡Madre!, ¡Ese arbusto suena raro! – Era el castroso cara de huevo, Billy.

— Haz algo, haz algo... – Gumball murmuraba con rapidez a su pareja cachonda.

La reacción de Ocho fue empezar a ladrar lo más fuerte posible sacando de pedo al chico gato.

— ¡Ay, mijo, no te acerques!, ¡Es un furro! – La madre apareció escandalizada cuando escuchó los ladridos y tomó del brazo al Billy.

— Madre, ¿Qué es un furro?

— Personas si derechos, Billy. Personas sin derecho... – La voz de la madre y su chamaco meado comenzaron a alejarse, haciendo que Gumball y Ocho suspiraran aliviados.

— ¿En serio?, ¿Fue lo único que se te ocurrió?

— No lo menciones... – Ocho con voz demandante tomó el cuerpo desnudo de su amante y lo puso en cuatro. — Ahora tu serás el animal.

Gumball se volteó y miró apático a su amante.

— Si sabes que soy mitad... – Gumball detuvo su oración cuando Ocho le robó un beso apasionado.

El beso fue suficiente para apendejarlo y dejar de cuestionar cosas.

Lo único que pasaba por la mente de Gumball era que Ocho era muy rudo al momento del frutifantastico, pero en vez de molestarle, le excitaba.

— N-No te vayas a correr dentro... No estoy listo para ser padre luchon... – Gumball jadeaba con la cara en el suelo.

— Si sabes que somos vatos, ¿Verdad? – Ocho ignoró las quejas y empujó más fuerte su verdura sonriendo con sorna. — Te dejaré más relleno que un pastel de crema.

— A-Ah... – El peliazul jadeó por las insinuaciones. — O-Ocho...

Los dos chicos terminaron culeando hasta que Gumball recibió una llamada de sus padres, preocupados porque no regresó a casa con sus hermanos. Ya eran más de las siete de la noche.

El problema extra surgió cuando el pobre chicles no podía ni levantarse por el dolor en sus piernas y estómago por tremenda culeada.

Por fortuna, Ocho decidió ser amable y ayudo a su chikibeibi a llegar a su casa.

En el fondo, Ocho estaba emocionado por ver a los padres de Gumball, pero apenas lo dejó en su casa, le azotaron en la cara.

Poco sabía la familia Watterson que volverían a ver a Ocho.

___Inserte Timeskip x2___

— Madre, padre, tengo que contarles algo... – Gumball jugaba con sus dedos teniendo a su familia reunida en la mesa.

— Hijo, creo que podemos darnos una idea, tu solo dilo. – Dijo Nicole, presionando con suavidad el hombro de Gumball.

— Bien... Verán... Yo... – Gumball se llevó sus manos a la cara para cubrir sus lágrimas. — Puede que haya quedado embarazado de mi novio.

Richard y Darwin fueron los primeros en exclamar sorprendidos, mientras que Anaís y Nicole solo negaban con la cabeza.

Gumball miró a su madre apática.

— ¿No estás sorprendida?

— Hijo, digamos que desde hace unos meses he podido... Notar tus pistas. – Nicole miró el vientre de siete meses de gestación, siendo la señal más obvia. — Solo estaba esperando al momento en que tuvieras el valor de decirlo para no meterte tanta presión.

— Pero... ¿No piensas matarme?

— Hijo, pasé por lo que tú estás pasando. Hasta yo sé lo hipócrita que sería si solo te echara de la casa a tu suerte. – Nicole abrazó a su hijo. — No cometeré el error que hicieron mis padres.

— Gracias mamá...

— Eso si. Te casarás con el muchacho que te hizo esto. – Nicole se separó del abrazo. — ¿Quién es?

— Es... Ocho... ¿Estás bien, mamá?

Nicole apretaba los dientes de la rabia al saber que su yerno sería un pandillero con olor a obo.

— Bien... Todo bien... Solo tendré una diminuta plática con tu novio cuando lo vea.

— Uh...

— Tranquilo, veré que tu novio regrese en una sola pieza. – Richard murmuró luego de recuperarse del shock.

— Gracias.

Gumball acarició su abultado vientre. Entre sus pensamientos se hallaban varias cosas como, ¿Cuál sería el nombre de su chamaco?, ¿Ocho le gustaría?, ¿Siquiera dejarán a Ocho casarse con el?, ¿Recordó hacer su tarea de biología?

A todas esas preguntas, Gumball solo podía decir "tal vez".

___Inserte Timeskip ...

— Eh, ya no se que más poner. – Sara se rindió y cayó dormida en su escritorio.

El día siguiente llegó. La rubia despertó a las siete de la mañana. Miró el calendario resignada, viendo que era martes y que se le hacía tarde para la escuela.

Medio despierta, vistió lo primero que vió en el piso, tomó sus cosas de la escuela y la libreta donde estaban todos los pecados que escribió en la noche y salió corriendo hacia el parque donde podía tomar un atajo para no llegar más tarde de lo que estaba.

Poco sabía que se encontraría con un escenario surrealista.

Gumball Watterson estaba teniendo una boda en el parque, con un vientre que delataba que traía premio, y un vestido blanco. Y Ocho hacia el papel de marido con un traje negro.

La música sonaba fuerte, aunque no se veía de dónde provenía.

Familiares, amigos y profesores estaban reunidos en la boda. Y Penny y Tobias hacían el papel de padrinos.

— No puede ser...

La rubia solo se resignó y buscó un lugar donde sentarse. Ya luego arreglaría el desmadre que provocó.

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