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- ¿Crees que debería hacerme trenzas?
Dana y Aida estaban sentadas bajo la sombra de un frondoso árbol, las dos con los pantalones manchados por el fango que se había formado la noche anterior por la ligera lluvia veraniega que hubo. La mayor estiraba los rizos que formaban su bien cuidado afro, que no era muy grande pero que aun así ella lucía con orgullo, mientras miraba el reflejo que proyectaba el charco de agua clara al lado de ella.
- No lo sé, sería raro. -la rubia jugaba con una manzana entre sus manos, sin prestar verdadera atención a la conversación - Has tenido el afro desde que te conozco.
- Me conoces desde hace diez meses.
- Y desde hace diez meses que te veo con el afro.
La morocho rio sarcásticamente antes de tumbarse de lleno sobre el césped, mientras tanto, Aida seguía jugueteando con la fruta entre sus manos, lanzándola de una a otra como si fuera una pelotita.
- ¡Oigan!
Las dos chicas voltearon la vista hacia el frente, por donde venía su compañera Mirian, que iba corriendo hacía ellas mientras agitaba su mano en el aire para hacerles señas.
- A que no adivinas que pasó con la chica que te pasas acosando por los pasillos. -le dijo a Aida en cuanto llegó junto a ellas, sentándose en el pasto y recuperando el aliento.
- No la acoso, solo me gusta mirarla. -se defendió la rubia, pero fue ignorada.
- ¿La de nombre raro? -preguntó la morocha, reincorporándose. Miran asintió con una tenue sonrisita - ¿Qué pasó con ella?
- Pues, que justo ahora, está en la oficina de la directora de la clínica y muy probablemente está siendo regañada.
La notica tuvo dos reacciones diferentes por parte de las chicas; Dana, que se mostraba burlona y Aida, que más bien se notaba preocupada.
- ¿Regañada, por qué? -preguntó la ojinegra.
- ¿Recuerdan el control médico de ayer? -las dos mayores asintieron -Pues sé de buena fuente que lo falló. No ganó nada de peso, al contrario, parece que lo perdió. La directora la mandó a llamar a primera hora esta mañana y llevan más de una hora en su oficina. Lo más probable es que le pongan una cuidadora a tiempo completo.
- Uy, parece que la mariposita social va a dejar de volar. -Dana bromeó antes de volver a tumbarse en el césped, cerrando los ojos y llevando sus dos manos bajo su cabeza, su afro llenándose de pequeñas hojitas sueltas.
Las palabras de Dana tenían más sentido del que parecía. Algunas ahí tenían en claro que la delgadez que deseaban obtener no era nada saludable, otras lo ignoraban por completo y pensaban que no tenía nada de peligroso el peso que buscaban, sin embargo, todas coincidían en algo, y era en que todas harían lo posible para seguir bajando de peso. Al menos durante los primeros meses de tratamiento.
En la clínica ya había habido unos cuantos casos de chicas que lograban burlar la vigilancia y conseguían seguir adelgazando, pocos, pero ahí estaban. Sin embargo, el castigo no tardaba en llegar. La solución que la directora imponía era más sencilla de lo que aparentaba, solo la prohibición de participar en cualquiera de los talleres, aumento en las raciones de comida, más sesiones psicológicas a la semana, y claro, una cuidadora.
Todas ahí apreciaban bastante su privacidad precisamente porque era algo que escaseaba, así que el hecho de que alguna de ellas tuviera una enfermera pegada como chicle a su espalda no era muy favorable si lo que querías era socializar. El resto huirían de ti.
Normalmente esa técnica funcionaba no solo para que subieran de peso, sino también para que consideraban que era mejor opción dejar de hacer trampas. Porque a nadie le gusta sentir que lo vigilan todo el tiempo.
- Hablando de la reina de Roma. -Mirian apuntó hacia una de las entradas al jardín, por donde se vislumbraba a Meera siendo seguida por una robusta enfermera con mala cara.
Las miradas indiscretas y los cuchicheos sobre ella rápidamente le dieron la vuelta al patio, la castaña solo suspiró antes de irse a sentar a una abandonada esquina, bajo la sombra de un frondoso árbol.
Aida observaba a la chica con cierta tristeza, notando el rostro cansado que se cargaba y lo incómoda que se sentía con aquella enfermera a solo unos metros de ella.
- ¡Hey, despabila! -Dana tronó sus dedos frente al rostro de la rubia para sacarla de sus pensamientos. - Oye, si vas a hacer algo por ella hazlo y ya, pero no te le quedes viendo como idiota, asustas.
Mirian se rio a carcajada abierta por las palabras de la mayor, mientras que Aida solo se encogió en su sitio sintiéndose avergonzada. Aun así, era cierto, en verdad quería hacer algo por Meera. Así que decidió obedece a su instinto antes de que la racionalidad volviera a ella. Igual no era como que hablara con muchas de sus compañeras. Ser una rechazada de nuevo no era problema para ella.
Se levantó del césped y caminó con firmeza hacia Meera, sintiendo las atentas miradas de las demás perforarle la nuca. La castaña la miró sin expresión alguna cuando la rubia se plantó frente a ella, pero sin duda se sorprendió cuando la contraria se sentó a su lado y le ofreció una manzana sin siquiera mirarla.
- Mientras más rápido empieces a comer más rápido se irá la enfermera. -le explicó - Anda, es solo fruta, no subirás de peso por una manzana.
Además, no creo que quieras convertirte en una rechazada aquí dentro, solo porque tienes una enfermera pegada a ti. A nadie le gusta tener tanta vigilancia cerca.
- ¿Y tú? -le cuestionó.
- Bueno, supongo que tu compañía vale el precio. -respondió sin más, insistiendo con la manzana.
Meera observó la fruta unos instantes, pero finalmente la tomó. Jugueteó un poco con ella, la olisqueó y hasta rascó un poco la cascara, pero finalmente dio una pequeña mordida.
Las dos se quedaron ahí sentadas en el pasto sin decir nada más, y Aida decidió quedarse a su lado hasta que terminara la fruta, a pesar de que le tomó más de una hora.
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