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— ¿Alguna de ustedes tiene idea de cuál era la urgencia de Mirian por reunirnos?

— Hana, cariño, la mitad del tiempo ni siquiera tengo idea de qué demonios es lo que pasa por la mente de esa niña. –Dana dio un largo sorbo a su bebida, restándole importancia al asunto. –Llegará pronto, faltan como diez minutos para las dos.

— ¿Y crees que nos explique por qué estaba tan alterada cuando nos pidió juntarnos acá en el comedor?

A Dana le hubiera gustado darle una respuesta afirmativa a la ahora pelirroja, pero la verdad es que ni ella estaba segura. Mirian no era alguien que actuara por impulso, pero sin duda era alguien un tanto impredecible, así que lo único que pudo hacer fue encogerse de hombros.

Hana hizo un pequeño puchero, jugueteando con la bolsita de su té por el aburrimiento y la impaciencia.

— ¿Crees que nos cuente algo grave, Aida? –le preguntó a la rubia sentada a su lado.

Sin embargo, la mayor no respondió en lo absoluto. Ni siquiera volteó a ver a Hana, que la observaba con una ceja alzada.

Aida mantenía la vista fija en su celular y las manos sobre el teclado del mismo, escribiendo a toda prisa mientras una sonrisa y unos ojos melosos se apoderaban de su expresión. La chica soltaba ocasionales risitas cada que el sonido característico de un mensaje de texto hacia vibrar el aparato, desconcertando completamente tanto a Dana como a Hana.

— Aida. –la llamó la mayor del grupo, frunciendo el ceño al ser ignorada. – ¡Aida!

El grito de la morocha exaltó a la rubia, al punto de que dejó caer por accidente el celular sobre la mesa, por poco aterrizando dentro de su taza de café.

— Dana, no tienes que gritar, estoy justo en frente de ti. –reclamó la rubia mientras se cercioraba de que su celular estuviera intacto.

— Ella no hubiera gritado si tú nos hicieras caso. –defendió la menor de las tres, mirando inquisitivamente a su amiga. – ¿Qué tanto miras en el celular que ni nos volteas a ver?

Las mejillas de la rubia se enrojecieron al instante al percatarse de las tontas sonrisas y miraditas que le había estado dando a la pantalla de su celular.

— No, no estaba viendo nada, solo... mi horario de mañana. –respondió notablemente nerviosa mientras se guardaba el celular en el bolsillo trasero del pantalón.

Las demás vieron a la chica de manera interrogante e incrédula, pero el sonido de la campanita de la entrada del comedor las detuvo de su posible interrogatorio hacia la rubia.

Mirian entró al comedor con una sonrisa cortes y saludó a los abuelos de Dana antes de desplazarse directo hacia la mesa donde estaban las demás chicas. En cuanto estuvo lo suficientemente lejos de los adultos mayores apresuró el paso hasta llegar al lugar junta a Dana, en el cual se sentó, acomodando su falda a cuadros y dejando su cartera/bolso sobre la mesa.

— Hola Mirian, ¿de que querías habla-?

— No interrumpas. –ordenó la azabache, recibiendo una mirada molesta de la morena, la cual ignoró completamente mientras sacaba su laptop de su bolso.

— ¿Puedes decirnos qué ocurre? –preguntó Hana. – Parecías un poco preocupada cuando nos mensajeaste.

—Escuchen, ustedes saben que me gusta estar informada de lo que ocurre a mi alrededor, ¿cierto? Y eso incluye saber sobre las personas con las que suelo convivir.

— Es cierto, las analizas y rebuscas en su mente. Te les metes a la cabeza. –comentó Dana, haciendo ademanes y dando golpecitos en su propio cráneo. –Es un mal hábito tuyo.

— Bueno, pues ese mal hábito me ha salvado de más de un par de personas a lo largo de mi vida. –recriminó la azabache. –Tan mal hábito no es entonces.

Dana suspiró, sabiendo que no tendría sentido ponerse a discutir con la menor sobre sus constantes violaciones a la privacidad de las personas. Terminaría perdiendo.

— Ya deja de hacer el cuento largo. Dinos, ¿a quién investigaste ahora?

— No fue tanto una investigación, solo había cosas que me daban mala espina. Decidí aclarar unas cuantas dudas.

— ¿Dudas sobre quién?

Mirian suspiró ante la inocente pregunta de Hana. Se mordió la lengua y miró a los ojos oscuros de Aida por brevísimos segundos. Era uno de esos extraños momentos en los que quería tener tacto y no soltarlo todo de golpe como era su costumbre.

— Sobre Meera.

Las miradas de Hana y Dana comenzaron a alternarse entre la rubia y la azabache, buscando reacciones en sus rostros pero no fueron capaces de descubrir mucho, las dos se mantenían estáticas, pero por diferentes motivos.

— No sabemos nada sobre ella, más allá de datos superficiales o pequeños detalles sueltos por ahí. Eso no me cuadra.

— Tal vez solo es discreta con su vida, Mirian, no tiene que estar necesariamente ocultando cosas. –excusó tranquilamente la rubia.

— Eso es lo que quería creer, pero luego busqué su apellido y... -Mirian notó la preocupación creciente en las expresiones de sus amigas y rápidamente se dispuso a negar con la cabeza y explicar mejor la situación. –Lo que quiero decir es que su apellido no es muy común. Y encontré ciertas cosas curiosas.

— Callén. –habló Dana, pensativa mientras llevaba una de sus manos a su boca y jugueteaba con uno de sus dientes. –Siento que lo he escuchado antes, sé que lo hice. Pero no sé de dónde.

— Probablemente, de Coran Callén. –Mirian giró su laptop sobre la mesa y les mostró una fotografía de un hombre mayor, de ojos azules sin brillo y cabello castaño y espeso, salpicado por unas cuantas canas blancas y perfectamente peinado hacía atrás.

Las chicas miraron al sonriente hombre envuelto en un traje negro de la fotografía, que saludaba con la palma probablemente a los fotógrafos que se observaban a su alrededor.

— ¿Él no es un político o algo así? –preguntó Hana, atenta a la imagen.

— Un senador, representa a un partido conservador un tanto extremista. –explicó la azabache con neutralidad. De pronto, su vista se clavó en Aida, como si lo que iba a decir fura exclusivamente para ella. –Es el padre de Meera.

La mesa se quedó en un repentino silencio, Aida estaba temerosa de que la hubieran escuchado pasar saliva por su seca garganta, pero las otras dos estaban más centradas en encontrar una buena respuesta a esa extraña develación.

— Vaya, una niña rica, supongo. –Dana dijo lo primero que le vino a la mente, una mala broma seguida de una risa forzada.

— Sí, y una niña rica de una familia rica. Y posiblemente también una familia violenta.

— ¿Violenta? –repitió Hana, su voz notándose preocupada de repente.

Mirian asintió y comenzó a teclear sobre su computadora, desplegando varias imágenes en la pantalla de la laptop. Las chicas se acercaron para ver mejor, se trataban de varias fotos y capturas de pantalla de artículos y notas de periódicos virtuales.

— El señor Callén tiene varias denuncias de violencia intrafamiliar, ninguna expedida por algún miembro de su familia, pero todas las notas que hablan de ello son borradas con rapidez de los portales de noticas. –Mirian hablaba con la calma propia de ella, su suave voz contrastando con lo turbio de la noticia. –Además, los reporteros o periodistas que han redactado las notas no vuelven a tener reportajes importantes en su carrera. Solo trabajos esporádicos y de bajo perfil.

— Estas noticias –Dana entrecerró los ojos para leer mejor la fecha de una de las notas en la pantalla. –Son bastante viejas.

— Ajá, las más antiguas son de hace unos quince años. En ese entonces su carrera aún estaba despegando.

— Quince años. –susurró Aida para sí misma, aunque sus amigas fueron capaces de escucharla. –Meera tendría unos cuatro años en ese entonces.

— Así es, pero igual, dudo que eso le haya servido de mucho. –Mirian siguió explicando la delicada situación, bajo las temerosas y angustiadas miradas de las mayores. –Todas las denuncias han sido hechas por periodistas, desde las antiguas hasta las más recientes, pero el señor Callén rápidamente las desacredita diciendo que son jugadas sucias de sus oponentes políticos. Conforme su poder político fue en aumento las acusaciones en su contra fueron bajando, actualmente su historial está "limpio". –enfatizó las comillas usando sus dedos y luego los regresó a la computadora, cambiando las imágenes. – Pero, se han filtrado algunas fotos de sus hijas y su esposa.

Las imágenes en cuestión eran ligeramente borrosas, la mayoría claramente habían sido tomadas desde algún punto lejano o tenían ya varios años, pero en ellas era fácil distinguir lo que acontecía. Una imagen del mismo hombre sonriente de hace unos momentos, solo que ahora no estaba sonriendo, parecía estar enfadado, envuelto en cólera para ser más precisos, con las boca bien abierta, posiblemente lanzando algún grito o insulto, y la mano vuelta puño alzada en el aire. Junto a él, una mujer de contextura fina y pequeña, que le llegaba a mediados del abdomen debido a su postura encorvada. La mujer de castaños cabellos se cubría el rostro con ambas manos, no se podía ver su expresión pero si lo hiciera, ellas estaban seguras de que tendría un gesto lagrimoso y de auténtico terror.

La segunda mostraba a dos chicas castañas, Meera era una de ellos. Ambas portaban uniformes escolares, por lo que se deducía que era una imagen vieja. Se les fotografío justo en el momento en que bajaban por las escaleras de un edificio para subir a un coche negro que las esperaba. Por el zoom era posible distinguir varios hematomas y marcas entre violetas y rojizas en los brazos de Meera, y un manchón negruzco en la mejilla de la otra chica, su hermana, que no podía ocultar el golpe en su totalidad a pesar de llevar gafas de sol.

— Darel Callén, el hijo mayor de la familia, también tuvo un escándalo de violencia de pareja hace más de cinco años. –Mirian rompió el atónito silencio que rodeaba la mesa y cambió de nuevo las imágenes de la pantalla, mostrando ahora a un hombre joven, de tez clara y frívolos ojos grises, físicamente muy parecido a Meera. –Fue denunciado por una de sus exnovias pero imagino que su abogado usó algún truco sucio. Alegaron que solo había pruebas circunstanciales contra él y no procesaron la denuncia.

— Que hijos de puta. –murmuró Dana, apretando los dientes.

Mirian no pudo hacer más que darle la razón, todas habían quedado con una extraña sensación de amargura de la boca, una suerte de bilis recorriéndoles la garganta y quemando desde dentro. Pero de las cinco, sin duda la más afectada era aquella rubia, que mordía sus finos labios como si quisiera arrancárselos mientras arrugaba la tela de sus pantalones entre sus puños por debajo de la mesa.

Hana le tocó el hombro, sintiéndola rígida y algo temblorosa. El coraje que sentía era obvio.

— Te vas a lastimar si te sigues mordiendo. –mencionó la pelirroja, con su queda voz.

Aida en ese momento relajó los músculos y soltó su labio inferior, dejando salir también un pesado y debilitado suspiro.

Mirian miraba a su amiga sin expresión en su rostro, notando como Aida parecía estar aguantando un gran pesar en el pecho. Pudo leer la tensión en el ambiente, la lástima que emitían las miradas de las otras dos, que observaban de soslayo a la afligida bailarina.

— Aida. –habló la azabache, logrando que la nombrada despegara la vista del suelo y la viera a ella. –Sabemos que tu relación con Meera no es meramente amistosa.

Aida abrió más los ojos, pero no dijo nada, tan solo se quedó atenta a la menor y esperó a que dijera lo que fuera que tuviera en mente, disimulando muy a penas los nervios que la atacaron con aquella simple oración.

— Somos tus amigas. Te queremos y te conocemos, y no nos molestaríamos contigo por querer a alguien. –Aida entendió a lo que se refería Hana, quien logró calmarla un poco al sujetas su mano entre la suya.

— Pero también nos preocupamos por ti. –agregó la azabache.

— ¿Preocuparse?

Mirian asintió, cerrando la laptop en el proceso.

— Aida, el padre de Meera es un hombre violento. Eso obviamente es algo que te preocupa y que te hará enojar, y mucho. Y es entendible. –la menor explicaba puntualmente, cuidando sus palabras y viendo como el entrecejo de Aida se iba frunciendo de a poco. —Pero también tienes que tener en cuenta que es un hombre con poder, y que si vas a seguir junto a ella, te tienes que andar con cuidado.

La expresión de Aida pasó de una molestia creciente a estar más bien afligida, sus labios se iban curvando hacía abajo y su agarre en la mano de Hana se comenzó a debilitar

— Odio admitirlo, pero Mirian tiene razón. –habló Dana por fin. –Nos preocupamos por ti, y también por la chiquilla, y ese sujeto no suena para nada como el tipo de padre comprensivo. –dijo con cierta burla antes de volver a usar ese tono serio tan atípico en ella. –Solo ten cuidado si ves que las cosas se ponen peligrosas. Para las dos.

Aida no dijo nada, tan solo aceptó silenciosamente el abrazo de Hana, deseando poder quitarse ese sentimiento de impotencia que crecía dentro de ella.

— Sean cuidadosas.


Hola, cuanto tiempo. Gracias a quienes se toman el tiempo de leer esta historia, sé que ha sido un laaaaaargo tiempo pero es que últimamente no he estado en las mejores condiciones para escribir. De nuevo, gracias por leer, me animan mucho :D 

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