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40

— ¿Por qué siempre que tenemos que decidir quién hace cada cosa tenemos que jugar piedra, papel o tijera?

— Porque el piedra, papel o tijera es la forma más pura de la democracia. –Mirian rebuscó unos cuantos billetes dentro de su bolso y se los extendió a una rezongona Dana — Ahora deja de quejarte y ve a comprar comida.

Dana le arrebató el dinero a Mirian y se dispuso a colocarse una chaqueta gruesa, un gorro y una bufanda mientras seguía gruñendo en voz baja.

— Vamos, Dana, ni siquiera hace tanto frío. –Aida, por su parte, tan solo se colocó un suéter ligero y tomó la delantera del camino.

— ¿¡No hace tanto frío!? –mientras ambas abandonaban el cuarto de Mirian, sus pequeñas riñas se seguían escuchando por las escaleras de la casa –Estamos como a diez grados.

Mirian se acomodó en el sofá de su habitación para seguir con su tarea en el momento en que las voces de sus amigas dejaron de ser audibles. Continuo con su labor con la habitación en silencio, pleno silencio, tal vez demasiado.

— Has estado muy callada desde que llegaste. –Mirian no necesitó voltear, pudo escuchar perfectamente como Hana se levantaba presurosamente de su cama, nerviosa — ¿Qué ocurre?

— N-nada. –respondió la mayor — Solo estoy pensando.

— Hana, puede que no lleve mucho tiempo de conocerte –Mirian dejó abandonada su libreta sobre la mesa ratona y se levantó, yendo hacia la peliverde –Pero sé que eres más del tipo de persona que piensa en voz alta.

La aludida agachó la cabeza, permaneciendo sentando en el borde la cama de Mirian, la recién mencionada ocupó el lugar a su lado. La mirada verdosa de la chica escudriñó de arriba abajo a su amiga, intenta averiguar qué era lo que le comía la cabeza.

— Sabes que no importa que no me digas, eventualmente lo descubriré.

— Sí, lo sé. –rio la mayor, pero su sonrisa se desvaneció muy rápido. Cerró sus ojos color azul y soltó un suspiró pesado. –Es solo que, pasó algo el otro día... -las palabras de la peliverde salían impregnadas de duda — Y no he podido sacármelo de la mente.

— ¿Algo cómo qué? –insistió la azabache.

El silencio regresó a la recámara, pero no fue duradero esta vez, fue interrumpido por un nuevo suspiro de Hana.

— El otro día, en la academia, Aida estaba tarde para las clases. Había ido a la máquina durante el receso, pero ya había tardado demasiado y fui a buscarla. –Hana pareció pensárselo una vez más, pero fue capaz de proseguir. — y la vi con una chica...

— Bueno, eso no es raro, Aida es muy sociable. Claro, si alguien inicia una conversación.

— Sí, lo sé, pero, no estaban hablando precisamente. –nuevamente, una pausa — Ellas... se estaban besando.

Mirian se quedó en silencio al escuchar eso, principalmente, porque no sabía que responder. Ella odiaba ese tipo de situaciones.

— Bueno, a veces la gente hace eso, ¿te molestó? –preguntó, queriéndose mantener serena.

— No, bueno...

— ¿Te gusta Aida?

— ¡No, claro que no! –se apresuró a aclarar, sin ganas de causar malentendidos. — Aida es mi mejor amiga, nos conocemos desde que íbamos a la primaria y es casi como una hermana. –explicó con total sinceridad, una leve sonrisa se le escapó al recordar varias vivencias infantiles al lado de la rubia, pero pronto sus labios volvieron a curvarse hacia abajo –Es solo que ella nunca me dijo nada de... eso.

— ¿Y te molesta "eso"? — preguntó, haciendo el gesto de comillas con sus dedos.

— No es "eso" lo que me molesta, sería muy estúpida si ese fuera el problema. Es que, pensé que al menos me lo contaría...que confiaría en mí.

La peliverde se notaba decaída y un tanto triste, sus ojos permanecían fijos en sus zapatos y no tenía intención alguna de despegarlos de ahí. Se sentía ridícula bajo la verdosa mirada de Mirian.

— Hana, que Aida no te haya contado sobre su atracción por las chicas no significa que no confié en ti, no seas exagerada. –la azabache habló sin tapujos, más que un regaño parecía estar intentando dar consuelo, y recalco, intentando, porque ella era malísima en eso. — Talvez no te lo contó porque ni siquiera es relevante para ella. Puede que solo lo haya hecho porque sí.

— No, no fue solo porque sí. Ellas parecían tan cercanas y Aida estuvo exageradamente feliz durante todo el día. –la chica negó varias veces con la cabeza, retractándose. – Quiero decir, en verdad adoro verla feliz, ese no es problema. Es que, siento que tal vez yo sigo viéndola como casi una hermana y para ella yo ya no represento lo mismo. Talvez todo el tiempo que estuvimos lejos, o talvez después de todo se cansó de mí, o talvez fue que tardé tanto en ir a verla cuando estuvo en esa maldita clínica.

— Hana, detente. –Mirian puso una mano sobre la espalda de la mayor, calmándola, la chica había comenzado a sulfurarse y a hablar demasiado a prisa. –Cálmate, por favor. Tú conoces a Aida mejor que nadie, ella te adora, eres su mejor amiga y alguien muy importante para ella.

La azabache no supo muy bien cómo reaccionar cuando vio los ojos azules de la contraria empaparse en lágrimas, mismas que no pudieron ser retenidas.

— Perdón, en verdad no quería que me vieras así. –se apresuró a secar sus lágrimas con el dorso de la mano — Es solo que, Aida casi siempre me cuenta todo. La última vez que me oculto algo fue... bueno, tú ya sabes esa historia.

— Sí, mejor de lo que me gustaría. –Mirian dio ligeras palmadas en la espalda de la contraria y trato de sonar más dulce, adaptarse a las necesidades del momento. –Ella talvez solo está asustada. No por lo que tú puedas opinar, sino por lo que pasa con ella, talvez solo no encuentra las palabras. Su mente puede ser un caos en este momento, puede que el silencio solo sea para poner las cosas en orden.

— ¿C-crees en verdad eso? –los ojos azules de la chica se bañaron de una capa de esperanza, misma que le sacó una sonrisa a la menor.

— Claro que sí, ella es fuerte, más de lo que parece.

— Eso es cierto. –sonrió — Ella siempre fue mi soporte cuando yo la pasaba mal. De niña yo era muy llorona, ella siempre me hacía sonreír.

— Eso suena mucho a ella.

— Me alegro por Aida, en verdad se le notaba feliz con aquella chica, y ella era muy linda también.

— ¿Oh, entonces nuestra Aida tiene buenos gustos? –bromeó, logrando sacarle una risa a la mayor.

— Eso parece. No vi muy bien a la chica, pero su cabello era hermoso y tenía unos ojos grises muy bonitos. —Hana se interrumpió al escuchar unos pasos provenientes de la escala — Oh, parece que las chicas no tardaron esta vez.

La mayor se puso de pie rumbo a la mesa ratona, lista para recibir a sus amigas y a la comida.

Mirian, por su parte, se quedó sentada en la orilla de su cama. Estaba feliz por la rubia, pero seguía siendo mucho que procesar. Aun así, la noticia la puso de buen humor; su amiga posiblemente había encontrado una linda novia de hermoso cabello castaño y ojos... espera, ¿ojos grises?

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