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En el tiempo que Aida llevaba observando a Meera desde lejos (aproximadamente una semana) se había dado cuenta de varias cosas.

La primera era que a la castaña le gustaba mucho la naturaleza, se había apuntado al taller de jardinería en su segundo día de estancia, y se le veía constantemente por el jardín, paseando y viendo las plantas.

La segunda le sorprendió un poco a la rubia. A pesar de su tímida presentación, la chica resultó ser toda una mariposa social. Era el tipo de persona que nunca estaba sola, siempre la veía acompañada por alguien o con un grupo de chicas alrededor de ella, conversando alegremente. A Aida le gustaba verla en esos momentos porque eran en los que más sonreía, y a la rubia le gustaba su sonrisa de gomita.

La tercera fue igual de sorpresiva que la anterior. Puede que la mariposa social sea una buena forma de describir a Meera, pero había unas incongruencias muy notorias, como que era mucho más escurridiza que una mariposa.

Aida no sabía nada de la recién llegada además de lo que ella misma les había dicho, y no tenía que ver con el hecho de que ni siquiera habían cruzado palabra, sino porque nadie sabía más sobre ella. En la clínica era normal que los chismes corrieran y la información de las nuevas fuera de conocimiento público desde el primer día, pero con Meera había sido diferente.

Todas afirmaban que no habían sacado nada de la castaña, a pesar de hablar por horas, que era una chica agradable pero que no hablaba de sí misma para nada y que siempre encontraba la forma de darle la vuelta a las preguntas para evitar el tema.

Eso desconcertaba aún más a la rubia, que se encontraba cada vez más curiosa sobre a Meera, pero también, más anonadada por la forma tan bonita que tenía de sonreír.

— ¿Qué tanto le miras a la nueva? –Mirian se paró delante de ella, ladeando su cabeza de manera en que su cabello quedara extendido como una cortina que cubriera la visión de la rubia.

Aida la empujó ligeramente con la mano y la azabache la rodeo para quedar sentada detrás de ella en esa banca de piedra.

— Oye, deja de ver así a la nueva, pareces una acosadora. –dijo Dana a sus espaldas, tomando asiento al lado de Mirian.

— Es solo que se me hace raro no saber nada de ella aún.

— No te preocupes, todas somos muy chismosas aquí, pronto vamos a saber hasta la marca de bragas que usa. –Mirian le restó importancia y decidió concentrarse más en las hojitas de árboles que caían a sus pies, jugando con ellas.

Aida hizo un puchero involuntario al ver a Meera desde la lejanía, sintiendo curiosidad, pero sin atreverse a acercarse, divagando en su mente sobre aquellos lindos ojos grises, mismos ojos que casi le provocan un infarto al hacer contacto visual con los suyos, los cuales de inmediato apartó y cubrió con su cabello, ignorando la mirada curiosa que ahora era puesta sobre ella.

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