26
— Explícame de nuevo por qué tengo que ir contigo a hacer algo que no me importa ni me afecta en lo más mínimo.
— Porque hay menos tensión si hay una persona neutra interviniendo. –Mirian explicó su punto como si fuera lo más obvio del mundo, consiguiendo que Dana, a quien jalaba del brazo en contra de su voluntad por los pasillos, frunciera el ceño y formara una mueca con sus gruesos labios.
— ¿Al menos podrías tener la decencia de explicarme bien qué mierda vamos a hacer?
— Pfff, ¿de cuándo acá soy una persona decente?
Y la verdad, Dana no tenía ningún argumento en contra de eso.
Las dos chicas llegaron a la cafetería, que estaba repleta por ser la hora de la comida. Mirian escrutó el lugar con la mirada, sin soltar la muñeca de la irritada morocha a sus espaldas, hasta que por fin dio con aquella larga cabellera castaña entre la multitud.
Meera se hallaba en una mesa repleta de otras chicas, con su bandeja a medio comer frente a ella y la mirada baja. La azabache notaba como la contraria elevaba la vista en ocasiones y soltaba una que otra risa cuando le hablaban, pero nunca era ella la que iniciaba una conversación. No tenía interés alguno en que la gente la conociera más, solo se centraba en ser una buena compañía y una buena escucha, esa estrategia siempre le había funcionado para no ser aislada del resto.
Mirian jaló a Dana hasta una mesa vacía y la empujó contra el asiento, la morocha se quejó por el golpe, pero a la otra no le importó —Quédate aquí. –dijo casi como una orden.
Dana refunfuñó en voz baja mientras seguía a la menor con la mirada, observándola ir por dos bandejas de comida y regresar hacia ella para dejarlas sobre la mesa antes de retirarse de nuevo, esta vez hacia la mesa de Meera. No sabía que había dicho que hizo que todas las demás en esa mesa la miraran tan raro, pero notó como una le hizo una seña con la mano y Meera se levantó al instante con todo y bandeja, dejando que las demás siguieran su charla.
La castaña llegó a su mesa y se sentó sin expresión alguna, todo lo opuesto a Mirian, que jugaba con su tenedor mientras la sonrisa traviesa en su rostro parecía imborrable. Y Dana, bueno, Dana seguía sin saber qué demonios hacia ahí.
— Te quiero hacer dos preguntas. –dijo la menor de todas, alzando dos de sus dedos para mostrar el número. La castaña solo se encogió de hombros mientras comía con lentitud y desgane. — ¿Por qué de repente te alejaste tanto de nosotras? Antes parecía que te caíamos bien.
Se encogió de hombros nuevamente, con notorio desinterés —Oye, la gente suele tener varios grupos de amigos, a veces hablas con unos y a veces con otros. No es como si ustedes fueran mi única opción. —el desdén que expresaba era notorio, pero no verdadero, y eso lo notó la azabache, que acrecentó la sonrisa en sus delgados labios mientras jugueteaba con uno de sus lizos mechones.
— Bueno, supongo que entiendo, es una respuesta válida y comprensible. –apoyó ambos codos sobre la mesa y entrelazó sus manos entre sí, apoyando su barbilla en ellas sin quitarle la verdosa mirada de encima a la mayor. — Ahora la siguiente pregunta. –sonrió de lado — ¿Por qué besaste a Aida?
Los ojos de Meera se abrieron a lo grande, una sensación de frío recorrió su cuerpo desde los dedos de sus pies hasta la espina dorsal, un molesto cosquilleo creciendo en su estómago mientras sentía su cuerpo congelarse y el tenedor resbalando de sus dedos, chocando contra la mesa.
Dana, por su parte, se mostraba incrédula por lo recientemente dicho, intercalando su confundida mirada entre la petrificada Meera y la sonriente Mirian.
— ¿A caso te alejaste de nosotras por qué te recordamos a Aida, y te pone triste pensar que ya no está? —la azabache se mantenía atenta a los movimientos de la contraria, notando como su mano temblaba casi de manera imperceptible, vuelta un pequeño puño.
— Pensé que dijiste solo dos preguntas. –forzó una sonrisa lo mejor que pudo, sintiendo como sus labios temblaban por el intento.
— Sí, pero aún no me respondiste la segunda. –el silencio se apoderó de la mesa de un momento a otro, las menores intercambiando miradas, Meera muy apenas sosteniendo la suya mientras Dana se hundida en su lugar sin saber ni a donde mirar — No diré nada, si eso es lo que te preocupa. –los hombros de la castaña parecieron relajarse de repente — Solo quiero que quede algo en claro —recargó la mitad superior de su cuerpo contra la mesa, quedando cerca de Meera, lo suficiente como para que esta la escuchara la susurrar — Aunque no lo parezca, Aida es apenas una niña, que su altura no te engañe. Y tú misma lo dijiste una vez, tú tienes mucha más experiencia que ella, así que te aconsejo que le dejes en claro a Aida qué es lo que quieres y no la ilusiones. Porque puede que no lo parezca, pero esa rubia es mi amiga y le tengo mucho aprecio, y no soy buena persona con los que lastiman a mis amigas. —la azabache le dedicó una sonrisa demasiado arregle como para ir de acuerdo a la situación y regresó a sentarse — Eso sería todo.
— Me alegra saberlo. –y sin más, Meera se retiró de regreso a la otra mesa repleta de chicas.
— ¿Qué demonios fue eso? –se atrevió a preguntar Dana una vez que la castaña se fue.
— Esa fui yo cuidando a mis amigas. –la azabache ensanchó su sonrisa, al punto en que sus ojos se cerraron.
— Das miedo cuando te pones así.
— Lo sé. –se abrazó al brazo de Dana como un koala, la morocha solo hizo un pequeño gesto de disgusto — Pero aun así me quieres mucho.
— No diré que sí. –hizo una pausa y llevó un trozo de gelatina a su boca — Pero tampoco diré que no.
— Eso basta para mí.
No sé dibujar, pero encontré una página llamada Picrew e hice los diseños de las chicas. Ésta es Meera:
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