22
— ¡Súbele a esa madre!
Las caderas de Mirian se movían de manera sensual al ritmo de la canción que se reproducía a todo volumen en la pequeña radio. Dana y Aida vitoreaban la canción mientras la menor bailaba, dejándose llevar y disfrutando de la vivaz melodía.
— ¡Tú me dejaste caer! –gritó la azabache sin dejar de bailar.
— ¡Pero ella me levantó! —Aida no tardó en abandonar su sitio en el sofá, juntándose con Mirian para bailando a la par de ella.
Dana las observaba aún desde el sofá, meneando los hombros y cantando con auténtico gozo. Ambas amigas disfrutaban del momento, acercándose de más en ocasiones y soltando carcajadas sonoras.
La rubia estaba ensimismada en el baile, tanto así, que tardó toda una canción en darse cuenta de la presencia de Meera, que aplaudía sentada al lado de Dana.
Aida captó la pequeña sonrisa que se le escapó a la contraria y no pudo evitar devolvérsela, dando una vuelta y meneando sus caderas hasta el piso sin romper el contacto visual.
No era novedad que a Aida le encantaba bailar, y más aún mientras la gente la veía, adoraba bailar con público presente y no se avergonzaba de decirlo, le gustaba que la vieran bailar y eso lo descubrió desde muy niña. Pero en ese momento acaba de descubrir algo nuevo, le gustaba que Meera la viera bailar, la manera en que esos ojos grises parecían ser incapaces de alejarse de ella y la seguían mientras danzaba.
La tensión en el ambiente comenzó a surgir en el momento en que Dana se paró del sofá y jaló a Meera por el brazo, lanzando a la castaña directamente contra Aida, que la recibió con una sonrisa y con un movimiento de caderas que iba sincronizado con el bit de fondo.
La música cambió, siguiéndole una del mismo género, pero de años más recientes. Dana y Mirian canturrearon entre gritos al momento en que la canción comenzó, ondulando sus cinturas en el proceso.
— ¡Pero muévete! –Dana le gritó a la mayor de todas, al ver que esta, más que bailar, solo parecía estar moviendo la cabeza, completamente atenta al baile de Aida.
La castaña se rio por lo bajo al mismo tiempo que llevaba un mechón de cabello detrás de la oreja, conectó sus ojos con los de la danzante rubia delante de ella y sonrió con cierta travesura.
Antes de que se diera cuenta, Meera ya estaba pasando sus manos por todo su cuerpo, acentuando su cintura y tarareando la canción, sus caderas moviéndose de un lado a otro, bajando hasta el piso y subiendo de regreso.
Dana y Mirian la animaban a seguir con gritos y cánticos, al tanto la mente de Aida parecía haber dejado de funcionar, sintiéndose incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirar la manera en que Meera se movía frente a ella, como si ese baile fuera solo para ella.
La rubia sacudió su cabeza para despejar su mente y retomar la acción, volviendo a moverse con la misma intensidad que antes frente a la mayor, como retándola.
Ambas se acercaron, tal vez demasiado, la música pasando a segundo plano en el momento en que sus manos se tocaron. Los pequeños dedos de Meera se deslizaban por los finos hombros de la chica frente a ella, en tanto las palmas de Aida fueron a descansar sobre las caderas de la mayor. Ambas caderas apenas y se rozaban, serpenteando con sigilo y sensualidad.
La menor suspiró cuando vio la lengua de Meera humedecer sus labios, sonrojándose al instante y surgiendo en ella el instinto de acercarse, de acercarse aún más.
Y lo hubiera hecho, de no haber sido por la molesta enfermera que entró bramando reclamos.
— ¡¿Qué es esa música del diablo sonando tan alto?!
Y lo siguiente que supo Aida es que ahora ella y las otras tres chicas se encontraban corriendo a toda prisa por los pasillos, huyendo de los reclamos de aquella vieja enfermera entre carcajadas.
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