20
— ¿Por qué demonios tarda tanto esa idiota? –la voz de Dana irrumpió el silencio que por tanto tiempo se había prolongado en la habitación, la morocha se hallaba recargada sobre el muro del cuarto, con los brazos cruzados y la mirada furiosa mientras observaba por la ventana las oscuras nubes y los relámpagos que iluminaban el negruzco cielo, anunciando la inevitable tormenta — Salió hace casi dos horas y ya casi en hora de dormir, se meterá en problemas si no está aquí todavía.
Aida escuchaba las quejas de la mayor, pero sinceramente, no las tomaba en cuenta, ella estaba tal vez más angustiada que la morocha por el simple hecho de que la menor de todas había ido a indagar por petición de la rubia.
— Deja ya de dar vueltas en círculos, harás un agujero en el piso. –la regañó Dana, soltando un bufido molesto.
De pronto, los ojos de ambas chicas se fijaron en la puerta al escuchar unos apurados pasos detrás de la misma, no pasó nada antes de que la azabache entrara por el portal y cerrara de un portazo apresurado, recargando su pequeño cuerpo contra la puesta de madera y suspirando en señal de alivio.
— ¡Tardaste demasiado! —la mayor reclamó al mismo tiempo que se acercaba a Mirian para comprobar que estuviera bien, siendo imitada al instante por Aida.
— Bueno, si fuera tan fácil cualquiera lo haría, ten eso en cuenta. –se defendió mientras se abanicaba con una mano, sudada por haber corrido por los pasillos para llegar de prisa a su habitación.
— ¿Qué averiguaste? –Aida se apresuró a preguntarla a la azabache, los nervios y la curiosidad se le notaban a plena vista.
— Primero lo primero, Aidita. –con una sonrisa de lado en el rostro, extendió su mano extendida frente a la rubia — Mi cuota.
La rubia resopló y con resignación notable llevó su mano al bolsillo de su pantalón, de donde sacó una bonita diadema azul celeste con diseño de nudo y un pequeño moño en el centro.
Los ojos de la menor brillaron en cuanto tomó el accesorio entre sus manos, y no tardó nado en correr hacia la ventana para usar el reflejo y probarse la diadema.
— Me queda linda, ¿no creen? –el carraspeó de Aida hizo que Mirian recordara que ahora ella debía cumplir con su parte del trato — Oh, cierto, lo que querías saber. –dijo mientras se acomodaba el cabello, aún ensimismada en su reflejo — Tu amiguita tuvo un resultado positivo hoy, subió unos doce kilos y su índice de masa corporal pasó de ser extremadamente bajo a bajo solamente. Y ya salió de la lista de pacientes con anemia.
El rostro de Aida se iluminó automáticamente al escuchar lo que su amiga le contaba, completamente orgullosa del progreso de Meera y feliz al saber que su salud iba por buen rumbo. Sabía que lo más probable era que a Meera aún no le dieran reportes completos de su estado, principalmente por el hecho de que eran pocos los avances que tuvo en esos meses estando internada, y aunque se los dieran, dudaba que la castaña fuera a compartir sus resultados con ella. Aun así, la felicidad en la rubia era genuina y estaba segura de que nada le quitaría ese júbilo.
— Pero, hay un detallito. –al menos eso pensó hasta que la azabache volvió a hablar.
— Era demasiado bello para ser cierto. –comentó Dana, rodando los ojos y sentándose en el borde de su cama —Habla ya, ¿Qué más averiguaste?
— Averigüé dos cosas. –se acomodó un mechón de cabello tras la oreja mientras que con su diestra formaba el número dos con sus dedos. —La primera no me sorprendió, la psicóloga la trata por ansiedad y depresión y, por lo que sé, hay unos problemitas con sus padres.
— Eso no es novedad, nuca viene a verla. –agregó la morocha.
— ¿Y la segunda cosa? –cuestionó la impaciente rubia.
— Eso te costará una cuota extra.
La rubia suspiró con cansancio al ver a su compañera sonreír infantilmente — Tengo unas alhajas bajo el colchón, son imitación, pero son lindas. Son las que tienen forma de corazón.
— Trato. –e inmediatamente corrió hacia la cama de Aida para meter sus manos bajo el colchón y tomar lo recién ofrecido. — Ya te tiene fecha de ida, saldrás en dos meses.
Las dos mayores quedaron atónitas ante la información, Dana y Mirian le sonreían con auténtica felicidad a su amiga, que en ese momento se encontraba tan sorprendida que ni siquiera sabía que decir.
Por fin veía la libertad tan cerca, la vuelta a su vida normal estaba girando la esquina. Y era feliz por la noticia, por supuesto que lo era, pero inevitablemente, no sabía si por los recuerdos o por la lluvia que había comenzado a precipitarse en el exterior, pero la nostalgia la invadió.
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