18
— Un poquito más a la derecha, ¡no, no, la otra derecha! Ándale, ahí mismo. Dale un poquito para adelante. No tanto. Tres pasitos a la izquierda, ¡Ahí, ahí justo!
Aida y Dana soltaron una gran y pesada colchoneta verde pálido en el suelo justo cuando escucharon la orden de Mirian, que se mantenía sentada en el piso con unas sábanas en sus manos. Las dos chicas se recostaron sobre la colchoneta después de acomodarla, cansadas por haber estado más de cinco minutos cargándola en lo que Mirian decía el lugar perfecto para ponerla.
— A la próxima yo traigo las sábanas. –espetó la mayor de todas, mirando fijamente a Mirian.
La azabache se puso de pie arrastrando las sábanas a su paso — No es mi culpa que ustedes hayan perdido en piedra, papel o tijera. –les enseñó la lengua a las mayores para, acto seguido, lanzarse sobre ellas al sonoro grito de "bolita".
Las tres chicas comenzaron una pequeña pelea con almohadas y ligeros empujones, maldiciendo y riendo al mismo tiempo, rodando por el piso en ocasiones y luego regresando al ataque. No les importaban las miradas extrañadas de las chicas de otras habitaciones, que las veían mientras acomodaban sus propias colchonetas.
— ¿Qué están haciendo? –se detuvieron abruptamente al escuchar la voz de Meera y notar que las miraba fijamente mientras ellas se jalaban del pelo.
— Solo jugábamos. –respondió Dana al mismo tiempo que daba un golpe a mano abierta en la frente de Mirian.
— Eso ya lo noté. Me refiero a las almohadas y la colchoneta.
— ¿¡Ay, tú nunca te enteras de nada!? –Mirian parecía más sorprendida que molesta, pero, aun así, Meera bajó la cabeza ante el reclamo de la azabache — Cuando todas pasamos las pruebas médicas con muy buenos resultados la directora y el personal nos dejan hacer una especie de pijamada. Nos ponen una película y la señora Carmen nos hace bolis, nos acomodamos todas aquí en la sala común y vemos la película todas juntas.
La castaña asintió ante la explicación de Mirian, comprendiendo todo al instante.
— ¿Quieres verla con nosotras? –se apresuró a preguntar la rubia al notar como el interés de Meera se iba desvaneciendo.
— Las más chicas van a ver la de Intensamente en la biblioteca, nosotras veremos la de Annabelle, ¿la has visto? –agregó Dana al notar la voz de Aida temblar un poco.
— Sí, la vi con unas compañeras de la universidad, también en una pijamada en casa de una.
Aida asintió a las palabras de la castaña, analizándolas lentamente hasta que algo en su cabeza hizo clip.
— Espera, ¿universidad? –preguntó exaltada — ¿¡Cuántos años tienes!?
Meera se divirtió al ver el rostro confundido de la menor y las caras de sus compañeras, que más que nada parecían reflejar pena ajena. — Cumpliré diecinueve este diciembre. –respondió aguantando la risa - ¿Por qué tan sorprendida?
— Bueno, es que pensé que tendrías unos catorce o quince, ya sabes, eres bajita y pareces una niña. –Aida se rio un poco, antes de notar la manera en que Meera la miraba, con el ceño fruncido y los ojos oscurecidos, severos.
Dana y Mirian intercambiaban miradas incómodas entre ellas, sabiendo que su amiga acababa de decir una tontería que posiblemente hizo enojar mucho a la castaña, eso lo deduciría cualquiera con facilidad. Si fueran ellas, posiblemente hubieran golpeado a la rubia, pero Meera, por su parte, tan solo suspiró como quien intenta controlar su carácter, permaneciendo con los brazos cruzados sobre su pecho.
La castaña se agachó a la altura de Aida, que seguía sentada sobre la colchoneta. No cambió ni varió su expresión en lo más mínimo, seguía firme aun cuando estaba cara a cara con Aida, que se mordió el labio nerviosamente como acto reflejo, sintiendo su corazón acelerarse.
— ¿Sabes? El hecho de que no sea precisamente alta o que mi rostro se vea más joven no quiere decir que sea una niña. –habló suavemente, casi en un susurro —Por lo que sé, no solo soy mayor que tú. –colocó su dedo índice sobre la frente de Aida –Sino que también soy más astuta, madura y experimentada. –y como si se tratase de una pluma, Meera empujó con su dedo a la rubia, que se desplomó al instante sobre la colchoneta. — Sobre todo eso último.
La castaña se puso de pie casi enseguida y se despidió con la mano de Dana y Mirian, que imitaron el gesto. Cuando la chica ya estuvo lo suficientemente alejado voltearon a ver a su amiga, que yacía aún sobre la colchoneta con la mirada perdida en el techo.
— Vaya, eso pareció molestarle mucho. –comentó la azabache.
— Sí, lo noté. –la rubia estiró su mano hasta que logró jalar una almohada hacia ella, misma que le extendió a Dana — Ten, asfíxiame con esto y acaba con mi vergüenza de una vez.
Pero lo único que la morocha hizo fue darle un golpe en la frente y acostarse a su lado.
— Aquí la dramática es Mirian y ya tengo suficiente con una, así que no empieces tú también o en verdad te asfixiaré.
Y tras reírse un poco las tres, Aida solo pudo pensar en alguna manera de pedirle perdón a Meera.
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