11
Aida no se atrevería a llamarse a sí misma una persona valiente, pero tampoco consideraba que fuera una cobarde. Le gustaba pensar que estaba en un cómodo punto medio ligeramente más inclinado hacia la valentía.
A pesar de que de pequeña les temía a cosas como los perros grandes, los insectos y las ratas, recordaba que en más de una ocasión era ella la que tomaba iniciativa cuando sus demás compañeros se notaban asustados.
Cuando creció sus miedos fueron cambiados. Dejó de temerle a los perros y los insectos, a pesar de aún sentir pavor a las ratas. Sus miedos como adolescente eran un poco básicos a su parecer: el perder a su madre, el ser asaltada por la calle, reprobar todas sus materias, y claro, ser llamada a la oficina del director.
Ahora que se encontraba internada en la clínica algunos de esos miedos la siguieron, como el de perder a su madre y el de ser llamada a la oficina del director. Era precisamente este último el que la tenía respirando pesado y mordiendo inconscientemente su labio.
Sus pasos se dirigían firmes hasta la oficina de la directora mientras que su cabeza rebuscaba entre sus recuerdos alguna falta que pudo haber cometido como para que la llamaran, pero simplemente no encontró nada relevante. La secretaria de la directora le sonrió en cuanto la vio llegar por el pasillo y le señaló la puerta del despacho, indicándole que podía pasar.
La rubia obedeció y luego de unos rápidos y nerviosos toques sobre la puerta de madera finalmente entró a la oficina, donde fue recibida por la directora de la clínica.
La directora era una mujer alta y esbelta que estaba a principios de sus treinta, aunque ni lo aparentaba. Su pálida piel y rasgos delicados la hacían ver casi infantil, claro, si no fuera por sus severos ojos marrones, los cuales eran capaces de acallar a una multitud con tan solo una mirada. Sarcástica, dedicada y calculadora, eran las palabras que todas usarían para describir a esa mujer de apariencia severa y elegante, aunque la fachada era rápidamente derrumbada por un detalle en particular. Su llamativo cabello color lila que se mecía bajo sus hombros.
— ¿Me buscaba, señorita? —preguntó la rubia apenas entrar, viendo a la mayor revolver unos papeles regados por su escritorio, mismo que dejó de lado en cuanto la escuchó.
— Sí, Aida, necesito hablar algo contigo así que por favor siéntate. –le señaló una de las dos sillas frente al escritorio, la nombrada obedeció con una expresión notablemente nerviosa, misma que la directora notó. — Y no te preocupes tanto, no voy a regañarte, no hiciste nada malo que yo sepa.
La expresión de Aida pasó de nerviosismo a confusión en un santiamén, pero al menos se relajó en su asiento.
— Te mandé llamar por un asunto que me tiene en jaque y en el que creo que tú me podrías ayudar. –miró fijamente a la rubia antes de pronunciar fuerte y claro — Meera Callen. –Aida se notaba mucho más confundida que antes, así que la mujer prosiguió con una explicación. — He escuchado por boca de muchas que te llevas especialmente bien con la nueva.
— Solo hablamos de vez en cuando. –la menor se encogió de hombros, evitando hacer contacto visual.
— ¿De vez en cuando? –la cuestionó con una sonrisa irónica antes de comenzar a enumerar con sus dedos — Están juntas en el jardín, en el comedor, por los pasillos, en la sala común y algunos dicen que hasta en el baño. –los nervios casi se le crispan a la rubia al escuchar eso último, por suerte la directora no lo notó — Se nota que se caen bien, y que ella está un tanto apegada a ti.
— ¿A qué viene todo esto? —preguntó la confundida chica, tragando nerviosa al hacer contacto visual con la directora.
— A que la enfermara que custodia a Meera afirma que las únicas veces que la ha visto comer más que una manzana ha sido cundo está contigo, y nada más. —la mayor hablaba con una voz profunda pero calmada, que hizo reflexionar a Aida a pesar de no querer verdaderamente hacerlo — Esa chica me preocupa, lleva casi un mes aquí y no ha subido ni un gramo. Es necia, y parece no tener motivos para querer salir, habla con todas, pero no entabla relación con ellas y se rehúsa a tener conversaciones verdaderamente productivas con las psicólogas. Pero contigo se ve hasta feliz.
La rubia se sobresaltó al escuchar eso último viniendo de boca de la propia directora. Ella no consideraba que Meera fuera feliz estando con ella, la castaña siempre se mostraba sarcástica a su lado, sin dar señal alguna de querer mantener una conversación profunda.
— No te estoy pidiendo que la cures. –la voz de la mayor irrumpió en los pensamientos de Aida. — Solo que la alientes. SI lo haces, te deberé un favor.
— ¿Qué clase de favor? –eso último sin duda había despertado la curiosidad de la menor.
— No lo sé. –la directora se encogió de hombros — ¿Qué es lo que quieres?
La joven lo pensó por breves segundo, porque, sinceramente, ya tenía una idea clara de lo que quería.
— Quiero más tiempo de visita con mi madre los domingos.
La directora asintió con una expresión neutra ante la genuina sonrisa de Aida.
— Creo que sí puedo hacer eso. –comento mientras sonreía — Esto también te servirá a ti, te vendrá bien relacionarte con gente nueva.
— ¿Disculpe? –inquirió la rubia, enarcando una ceja.
— Aida, llevas casi un año aquí y las únicas con las que hablas regularmente son Mirian y Dana. –explicó la directora con cierta obviedad — Y casi seguro es porque son tus compañeras de cuarto.
— ¡Eso no es verdad! Habló con muchas más personas.
— El personal de la clínica no cuenta.
Un silencio incómodo se apoderó del despacho, apenando a la menor y casi obligándola a bajar la cabeza para ocultar su vergüenza.
— ¿Lo ves? Esto es un ganar-ganar para todos. –la mayor sonrió mientras extendía sus brazos para darle más énfasis a sus palabras. — Ahora vuelve a tus talleres e intenta hacer una nueva amiga. –rio con cierta ironía mientras la menor se levantaba de la silla.
La rubia se marchó pensativa de la oficina, procesando la conversación que había tenido con la directora, pero repitiendo en su mente un dato específico y bucle y cuestionándose a sí misma si era verdad o mera confusión.
¿Meera en verdad se veía feliz cuando estaba con ella?
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