10
Las tres compañeras de cuarto caminaban por la concurrida cafetería a la hora del desayuno, todas con rebosantes porciones de comida en sus bandejas y en busca de una banca libre, la cual encontraron rápidamente.
— Es raro que diga esto, pero estoy de acuerdo con Mirian. –la castaña cortó un pedazo grande de su desayuno para llevárselo a la boca — La vez todos los putos días desde lejos, le llevas fruta y te sientas junto a ella en el patio, pero nunca le dices nada, ni siquiera hablan.
— Claro que hablamos, conversamos todo el tiempo. —se defendió la rubia.
— Aida, una conversación con preguntas de sí y no y monosílabos no es una conversación real. Has algo por ti misma y al menos habla bien con ella si es que no vas a dejar de mirarla todos los días como boba. –la azabache fue tajante y concreta, probando bocado mientras veía con seriedad a su amiga.
La rubia soltó un quejido al mismo tiempo que dejaba caer su cabeza sobre la mesa, cubriéndose la cara con sus manos en señal de frustración.
— ¿Y cómo se supone que haga eso? –preguntó luego de apoyar su cabeza en una de sus manos. — Nunca he sido buena hablando con personas.
— Hablas bien con Mirian y conmigo.
— Porque no me queda de otra.
Mirian golpeó a Aida por debajo de la mesa, haciendo que la rubia se quejara por el dolor.
— Solo habla con ella, es sencillo hablar. –ordenó la azabache.
— ¿Y de qué voy a hablarle?
— Algo se te ocurrirá, no es tan difícil. –la mayor de todas le hizo gestos con la cabeza, indicándole que Meera acababa de entrar al comedor, claro, acompañada de su cuidadora.
Tragó pesado y suspiró mientras veía a la chica formarse en la fila del almuerzo y unos minutos después ir a una mesa vacía del otro lado de la cafetería.
Se armó de valor y caminó hacia la mesa de Meera, quien clavó sus bellos y brillantes ojos grises en la rubia cuando esta estuvo a centímetros de ella.
Aida se sentó a su lado y se quedó en silencio como tantas veces había hecho antes, observando como la castaña picoteaba el desayuno y sintiendo la mirada de la enfermera sentada a una mesa de distancia sobre ella. No tenía ni idea de qué decir, ni de como iniciar la conversación, simplemente su cerebro no cooperaba y se mantenía en blanco, sin brindarle ideas.
Mientras tanto, en la otra mesa, Mirian y Dana observaban atentamente a su amiga.
— Apuesto dos bálsamos labiales a que no le dice nada de nada, ¿aceptas?
— Un rímel y unas ligas para el pelo a que se para y se va corriendo de ahí.
— ¿Tan poca confianza le tienes? –la azabache sonrió de lado, mirando a la morocha con diversión — Se más amable con ella.
Las dos se miraron y rieron entre ellas antes de regresar su vista al frente, cuando lo hicieron, su expresión cambió por completo a una mucho más sorprendida.
Observaron a Aida caminar hacia ellas, con Meera a su lado mientras cargaba con su bandeja de comida, las dos intercambiando breves palabras mientras la enfermera las seguía a unos metros de distancia.
— Hola. –saludó la castaña con neutralidad, tomando asiento frente a las dos chicas.
Dana y Mirian rápidamente se fijaron en Aida, que se acomodó al lado de la recién llegada, la miraron interrogantes, haciendo gestos con la boca y mirando de lado a la castaña, completamente desconcertadas por la nueva presencia en la mesa. La rubia tan solo se encogió de hombros mientras recogía algo de comida con su tenedor.
— Ustedes dijeron que hablar era sencillo. Bueno, entonces hablemos todas.
— Yo no tengo problema. –dijo la desinteresada castaña.
Ninguna de las dos se sintió capaz de iniciar una conversación, así que solo patearon a Aida por debajo de la mesa al mismo tiempo.
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