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Había algo en el ambiente que le decía sin parar que ese día iba a ser especial.
No tenía claro si era el buen clima, la fecha o los planes que tenía para esa noche; era un cosquilleo, de esos que te dan cuando sientes que tendrás un golpe de suerte.
Aunque, tal vez, se podrían tratar de nervios. Nervios por regresar a ese lugar.
Aida caminó por el blanco pasillo de piso lustroso y paredes rebosantes de cuadros, reconociendo algunos y admirando otros que sabía eran nuevos, de las nuevas pacientes.
El extenso pasillo terminó en aquella puerta de madera barnizada con pomo dorado y placa de metal que lucía el nombre de "Dra. Parker" en letras grandes, junto a una caligrafía un poquito más pequeña en la parte de abajo, "Departamento de Psicología"
La rubia chica respiró y se afianzó la correa del bolso al hombro antes de golpear la madera de la puerta con los nudillos. Una voz femenina le respondió con un suave "adelante" para indicarle que podía pasar, cosa que le tomó unos cuantos respiros más antes de lograrlo.
— Buenos días. –saludó la joven chica.
— Buenos días, querida. –una mujer entrada en sus cincuenta, bajita y ligeramente regordeta la saludó con una brillante sonrisa – Adelante, siéntate por favor.
La chica hizo caso y se sentó en uno de los cómodos asientos frente al escritorio de la doctora, la mujer rápidamente imitó su acción, tomando lugar en la silla acolchada del lado contrario del escritorio.
La doctora sacó de un cajón una libreta y una pluma, mientras acomodaba sus lentes cuadrados sobre el puente de su ligeramente abultada nariz.
Aida se removió en su silla y suspiró para calmar los nervios, producto de la anticipación.
— Muy bien, si no hay problema creo que podemos comenzar con la entrevista. –dijo la sonriente mujer, a lo que Aida asintió en respuesta. — ¿Cuál es tu nombre completo y tu edad, querida?
— Aida Martínez, tengo 24 años.
— ¿Por qué ingresaste a la clínica? –preguntó la mujer luego de anotar las repuestas de la rubia en su libreta.
— Sufría anorexia nerviosa purgativa. –soltó de golpe, evitando sobrepensar las palabras.
— ¿Puedes decirme a qué edad comenzaste a sufrir anorexia?
— Creo que fue alrededor de los 14 o 15 años, aún seguía en la secundaria.
La entrevista se desarrolló de esa manera, la doctora intentaba mantener las preguntas lo menos incómodas que fueran posibles mientras Aida ponía todo de sí misma para mostrarse tranquila, no quería parar la entrevista, tan solo que hacía mucho que no pensaba en ello, y rebuscar entre los recuerdos de esa época era sin duda desconcertante para la rubia chica.
La charla prosiguió por lo que pareció ser una hora o poco más, yendo y viniendo entre preguntas y respuestas, las dos mujeres interesadas en lo que la otra fuera decir.
— Y, para terminar. –dijo la doctora luego de hacer una rápida anotación — ¿Qué es lo que más te gustaba de la clínica?
Aida se detuvo un momento a pensar e indagar entre sus recuerdos, repasando los momentos vividos dentro de las paredes de esa clínica, las actividades y las personas que vio al pasar por ahí. Un recuerdo en específico llegó a ella en ese momento, uno dulce y hermoso que la hizo sonreír de oreja a oreja inconscientemente.
— Meera. –respondió aún sonriente.
— ¿Disculpa, querida? –cuestionó la doctora.
— Meerra. –repitió la rubia con los ojosrepentinamente más brillantes — Una linda chica de bonitos ojos grises yadorable sonrisa de gomita.
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