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Capítulo nueve

No soportaba más, cada paso que daba, un nuevo susurro llegaba a mis oídos. Así me estaba haciendo conocida en la universidad; cómo la nueva chica de Justin Bieber.

Y pensar que solo observé su pene. ¡Ni siquiera lo toqué o algo por el estilo! Tampoco lo haría, para eso están las rubias de la universidad.

Además, acá la gente es tan estúpida. Que para ellos susurrar es literalmente gritar a los cuatro vientes. Sí, escuchaba cada comentario dirigido hacia mi.

Muchas veces quise arrancar cada silicona de las chicas que hablaban, pero intenté calmarme. Lo más extraño o más bien, inútil, es que comenzaron con el rumor solamente porque Justin se acercó a mi.

Sí supieran que vi un pedazo de comida en sus dientes. Bueno, algunas deben de saber.

He notado cómo algunas chicas ya tratan a Justin cómo un chico normal que estudia aquí, pero también están las chicas que tienen demasiado pecho y poco cerebro y aún están detrás de él cómo perras en celos.

Subí las escaleras, sintiéndome agotada, la verdad es que había sido un día agotador.

Pero vivir en paz no estaba en el camino de mi vida. Sentía cómo alguien hablaba a mis espaldas, mientras soltaba pequeñas carcajadas.

Bufé, rodando mis ojos.

—Aquí vamos —susurré, sacando mi labio inferior y deseando solo ir hasta mi habitación para dormir.

—Escuché que es la nueva de Bieber, quizás cómo ella lo sedujo —hablaron, solté un suspiro e intenté calmarme—. Tal vez Justin solo la usó, ya sabes, está perdiendo fama con todo lo que está en aquél blog.

—¿Cuál blog?

—Guía para superar a Justin Bieber, dice muchas verdades de él —rieron, en aquél momento sentí cómo mi pecho se inflaba de orgullo.

Sin embargo, seguí caminando hasta llegar a mi habitación. De inmediato sonreí, imáginando el momento en donde correré hasta mi cama y me lanzaré en ella.

Con rapidez, abrí la puerta y lancé mi bolso, cuándo iba a comenzar a correr, la puerta se abrió, haciéndome sobresaltar.

—¡Por la mierda! —chillé, llevando una mano hacia mi pecho.

—Mierda te haré, zorra —dijeron a mis espaldas, nuevamente salté al escuchar cómo cerró la puerta de un fuerte portazo.

Lloriqueé, sintiendo cómo la idea de descansar se iba de mis manos. Caminé hasta el sofá y me senté allí, cerrando mis ojos.

—Arizona, no intentes escapar de mi —golpeó mi brazo, abrí mis ojos y quejándome.

—¿Qué?  —escupí, observando cómo sé posicionaba al frente de mi y cruzaba sus brazos bajo mi pecho.

—¿Por qué ya no me cuentas nada? —habló dolida—. ¿Ya no confías en mi?

—¿De qué hablas, Mel? —fruncí mi ceño, aunque sabía porque ella estaba aquí, hablándome de ese modo.

—¿Follaste con Justin y no me dijiste nada? Sabes que siempre estaré de tu lado —se sentó a mi lado y me observó fijamente.

—No, Melanie. No me he acostado con Bieber —rodeé mis ojos—. Pensé que me conocías.

—Pero, todo el mundo habla de ello —intentó defenderse, pero solamente la cagó más.

—¿Entonces le crees a los demás antes de hablar conmigo?

—Lo siento, mi vida hermosa —exclamó, rodeando mi cuello con sus brazos—. Perdóname, dulzura. ¿Nuestro noviazgo sigue en pié?

—Sí, estúpida —reí, separándome de su abrazo.

—¿Nada de lo que dices ocurrió? —preguntó, mordiéndose su labio inferior.

Nah —exclamé—. Solo le vi el pene.

—¿Qué hiciste qué? —gritó, parándose y abriendo sus ojos al máximo.

—Fue un maldito accidente —me quejé, cubriendo mi rostro con ambas manos.

—¿Cómo verle el pene a alguien va a ser un accidente? Explícame, por favor —volvió a su lugar y tomó mi mano.

—Cuándo me dijiste que fuera a verlo, toqué la puerta y estuve más de diez minutos esperando a que alguien abriera, pero no ocurrió —rasqué mi nuca y bufé—. No lo sé, creí que lo había matado con la pizza, entonces solo entré y me lo encontré desnudo.

—Que mala suerte, chica —rió Melanie a carcajadas—. ¿Verdad que es grande?

—Cállate.

En aquél instante, unos golpes en la puerta se escucharon, me levanté y caminé hasta ella.

Al abrirla, de inmediato quise llevar a cabo mi suicidio.

—Debo de admitirlo, no puedo vivir sin ti —sonrió, encogiéndose de hombros.

Rodeé mis ojos y pensé las miles de maneras para sacarlo de mi habitación. Creo que no sería bonito tener a Justin y Melanie en una habitación, alguien saldría dañado.

—¿Qué haces aquí? —cuestioné, apoyando mi cuerpo en el marco de la puerta.

—Extrañaba tus ojos puestos en mi.

—Que idiota eres.

—¿Quién es, bebé? —Mel gritó a mis espaldas, cerré mis ojos y solté un profundo suspiro, aquí vamos.

Melanie se acercó, sonriendo al máximo, pero su sonrisa se fue al ver a Justin en la puerta.

La verdad es que es bastante extraño, le gustaría que yo tuviera alguna aventura con él, pero ella lo menos que desea es interactuar con él.

—Polla pequeña —murmuró, cruzando sus brazos bajo su pecho, pude notar cómo Justin observó sus tetas por unos segundos, para luego sonreír.

—Pechos pequeños que no dan placer —contestó, enarcando una ceja.

—Que creativos —rodeé los ojos.

—¿Aún sigues pegándote de las personas cómo sí fueras una meduza?

—¿Tú sigues ofreciendo tu pene en las esquinas?

Esto está mejor que las peleas callejeras o también de las peleas en los club de chicas celópatas.

—Tu pene me dejó de importar cuándo la mano de Alexa se infectó con aquella lombriz —ladeó su cabeza y sonrió. Que sonrisa más diabólica.

—Éste pene sí que te dio placer, pero todo lo que comienza, termina. Y la verdad, es que tú me aburriste, pequeña —sacó su labio inferior.

En menos de tres segundos, Melanie estaba encima de Justin golpeándolo y gritándole los millones de insultos que existían.

Rápidamente reaccioné e intenté apartarla, sin embargo, nada salió cómo deseaba.

Melanie lanzó una patada en las bolas de Justin y yo intenté tomar su brazo, pero ella le soltó y accidentálmente me golpeó la mejilla.

Justin quedó sin hijos, Melanie cansada y enfadada, y yo con una mejilla roja.

Que bonito es el mundo.

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