Septiembre, 2019.
—Nick no es el tipo de chico que hace algo así —Lena suspiró, estaba acomodada en el sofá del salón con la cabeza sobre mis piernas—, me preocupa que le haya ocurrido algo. ¿Cómo lo ves tú?
Me mordí la lengua para no soltar una de mis agrias contestaciones. En aquella ocasión necesitaba tener un poco de tacto. No era común ver a Elena desanimada o preocupada, por lo general ella era la chica que se sobreponía a los problemas con una amplia sonrisa.
—Tu novio estaba ayer comentando capítulos de su serie favorita en Twitter, así que me cuesta bastante creer que algo grave le haya sucedido —expliqué con suavidad—. No voy a decir "te lo dije", porque esa es una frase manida y egoísta usada para ensalzarse a uno mismo a costa del sufrimiento de otra persona, pero me parece evidente que s Que Esconde Un Pasado Oscuro no te ha llamado es porque no ha querido.
Hubo unos momentos de silencio, en los cuales Lena mantuvo la mirada en el techo sin expresar ninguna reacción.
—He pensado lo mismo más de una vez —reconoció finalmente—, pero una voz en mi interior me susurra que hay una explicación para todo. Tengo la certeza de que las cosas saldrán bien.
No supe si sus palabras me horrorizaron o impresionaron, puede que un poco de ambas. Estaba impresionada de su extraordinaria capacidad para ver un resquicio de esperanza hasta en la más difíciles circunstancias. Lo que no me agradaba del todo era su excesiva positividad, que la hacía ver un feliz incluso en una tragedia universal como Romeo y Julieta.
—Espero que tengas razón —Eso fue lo que me limité a decir—; sabes que el TQEUPO no es santo de mi devoción, pero lo último que quiero es verte sufrir.
Sabía de primera mano lo duro que era romper una relación de tantos años y no le hubiese deseado lo mismo ni a mi peor enemigo. Respecto al novio de Lena, Nick o Tipo Que Esconde Un Pasado Oscuro, había algo en él que me impedía creer en sus sentimientos. Todo comenzó cuando mi amiga conoció a sus padres; ellos, que eran dos pijos elitistas de tener cuidado, se opusieron a su relación por el simple hecho de que mi mejor amiga era natural de Colombia y tenía la piel negra.
Me resultaba inaudito que en pleno siglo veintiuno, con las batallas que se realizaban a diario contra la discriminación, quedaran personas con ese tipo de ideas caducas e inservibles. ¡Por el orgullo de St. Clair! Cómo si el lugar de procedencia o el color de la piel pudieran determinar la calidad humana de nadie.
Lo más triste de que aquello fue que, mientras sus padres le decían a Lena toda clase de barbaridades, el TQEUPO se mantuvo en silencio. Agachó la cabeza como si no tuviese nada que ver en esa situación. Su falta de pasión y valentía me indignaron; yo jamás hubiera permitido que alguien a quien, en teoría amaba, fuese atacada de esa manera. Daba igual si estaba frente a mis padres, Megan Maxwell, o la mismísima J.K Rowling.
—Ya te he dicho que no necesito que nadie me defienda —dijo mi amiga, consciente de por donde iban los tiros—. Soy perfectamente capaz de librar mis propias batallas.
—Créeme, lo sé mejor que nadie. No muchos han tenido el privilegio de ver tu escalofriante lado oscuro, ese que sólo sale a la luz bajo condiciones muy específicas. Pero, cuando uno está enamorado, siente la constante necesidad de proteger a la otra persona, incluso si no es necesario. En mi opinión, él ha sido un cobarde y acomodado, y a mi la gente así me provoca ganas de vomitar.
Mi mejor amiga no respondió nada y un tenso silencio se instaló entre las dos.
—Me voy al cuarto —dijo ella al cabo de un rato—, de seguro quieres estar sola para trabajar en tu artículo.
—No, de hecho, preferiría que te quedases —Ella me miró, sorprendida—. Creo que ha llegado el momento de que leas mi sensacional artículo, a fin de cuentas, lo enviaré en menos de una hora.
—¡No puedo creerlo! —Se puso de pie, dando palmadas en aire como una niña pequeña— ¡Éste es un momento trascendental para la historia! ¡Está al nivel de epicidad que la actuación de Lady Gaga en los VMAS del 2009!
Dejé escapar una carcajada, divertida por su reacción. No era menos cierto que en los últimos dos meses ella me había implorado de todas las formas y maneras posibles que le dejara leer mi artículo y siempre me había negado. Tenía una manía con que la gente no leyese mis obras hasta que estuviesen finalizadas, entre otras razones, porque el proceso creativo era un desastre. Y aquel artículo había sido especialmente difícil de redactar.
A fin de cuentas, no todos los días se tenía la oportunidad de competir por un lugar en la revista "Love and Fear", uno de los lugares en los que soñaba trabajar. Dicha publicación estaba organizando un concurso en el que recibirían propuestas de artículos de estudiantes de Periodismo de todo el país; tras un proceso de selección que constaría de varias rondas y pruebas, sería elegido como mínimo un ganador, quien tendría un puesto como redactor de la revista garantizado al graduarse.
Esa era la oportunidad perfecta para mí, la revista "Love and Fear" reflejaba justamente las razones que me habían llevado a ser periodista. Sus artículos eran valientes y C; trataban temas con los cualquiera podía sentirse identificado, desde algo tan banal como el lanzamiento de una película hasta asuntos polémicos como la igualdad de género, racismo o emigración. En resumidas cuentas, la oportunidad tenía que ser mía sí o sí.
—Dime que te pareció cuando termines. —dije, mucho más nerviosa de lo que estaba dispuesta a reconocer.
Ella se acomodó colocando mi laptop sobre sus piernas y, sin mayor dilación, comenzó a leer. Tamborillé con los dedos en mi regazo, impaciente por escuchar el veredicto de mi mejor amiga. Estaba bastante segura de que mi artículo era bueno, pero la opinión de una tercera persona era la prueba definitiva. ¿Lograría captar el mensaje que intenté imprimir en el artículo? ¿Sentiría la misma marea de emociones que experimenté al escribirlo? Tras unos minutos que se sintieron como siglos, Elena me miró. Su rostro expresaba perplejidad, y no supe discernir si era del tipo "es lo mejor que he leído en mi vida" o "¡esto es una bazofia como la copa de un pino!".
—¡Es maravilloso! —exclamó Lena, despejando mis dudas— Tengo los pelos como escárpias, nunca había leído algo semejante.
—¿En serio? —No pude evitar sonreír, orgullosa— ¿Qué te pareció la elección del tema? ¿El lenguaje es repetitivo en algún punto? ¿Te parece forzado? ¿Has notado alguna incoherencia?
—¡Eh! Respira, Aurah. —Elena colocó una mano en mi hombro en actitud tranquilizadora— El artículo es perfecto, y la elección del tema me parece un gran acierto. Algo dentro de mí se rompió al leer la última parte; no esperaba algo tan explícito.
Había escrito mi artículo inspirada en una conversación entre papá y uno de sus amigos que escuché a los nueve años. En ella, el amigo le comentaba a papá sus dudas sobre si continuar con su esposa o abandonarla por una amante. Recuerdo a la perfección la incomodidad que sentí en aquel momento. La frialdad con que él se refirió al amor me dejó anonadada; ese no era el tipo de sentimientos que había leído, que veía entre mis padres a diario.
Años después esa conversación resurgió en mi mente de forma inexplicable. Al analizarla con mi madurez actual le encontré un significado diferente, y la transformé en un artículo cuestionando el concepto de amor, criticando el egocentrismo que muchas veces imperaba.
—¿Crees que está listo para ser enviado? —pregunté, consciente de que apenas quedaban unas horas de plazo.
—Por supuesto que sí —aseguró mi amiga—. Tu artículo es una maravilla, y si la revista esa no sabe reconocerlo ellos se lo pierden y tú te lo ahorras.
Aquella respuesta me hizo sonreír, Lena tenía toda la razón. Lo más importante era que había disfrutado al máximo escribiéndolo, había sido completamente sincera y, lo más importante, estaba orgullosa del resultado final. El resto de cosas eran secundarias. Envié el archivo al correo electrónico que la revista brindaba, sintiendo una punzante emoción en el pecho. Después me dejé caer en el sofá, apretujada junto a Elena. El silencio era interrumpido por la la voz de ésta última canturreando "Hung Up" de Madonna.
—¿Te apetece una noche de películas? —pregunté al cabo de un rato— Estoy de humor para un maratón de películas Disney pastelosas, de esas que me hacen ser una loca enamorada por una hora y tanto.
—Nah, lo que necesito es salir a bailar. Mover el esqueleto hasta que el cuerpo me arda y los colores se difuminen en una nube gris. De seguro entonces no tengo tiempo para pensar en Nick, en si pasa de mí o si lo atropelló un camión al salir de casa de su amante.
—Hombre, lo veo complicado. Bailar implica salir de casa y no sé tú, pero yo no estoy de humor para una sesión de turismo en lo desconocido. —De repente, el recuerdo de la chica que había conocido en la escuela acudió a mi mente— Aunque, ahora que lo mencionas, una chica en la escuela me invitó a ir de marcha con ella. Tengo su número, así que si quieres...
—¿Estás bromeando? —chilló Lena— ¡Llámala en este instante! Eso es justo lo que necesito, una noche sin pensar ni darle vueltas a las cosas.
Tomé mi teléfono móvil y busqué el número de aquella chica entre los contactos. Llamé y dieron varios timbres antes de que escuchara su aguda voz al otro lado de la línea. Le expliqué de forma apresurada quien era, por suerte ella me reconoció con facilidad.
—Pregúntale si conoce algún sitio en el que podamos escoger nuestra propia música —cuchilleó mi amiga de fondo— Sabes que me encanta darlo todo con la música latina, pero mi noche no está completa hasta que me arrodillo ante los clásicos de Britney Spears, Madonna, Christina o Lady Gaga.
—Cállate —espeté.
—¿Quién es? —pregunto Faith.
—Una loca que dice ser mi mejor amiga —repliqué— Entonces... ¿Estarás disponible esta noche?
—Es la primera vez que una chica me hace esa pregunta —comentó ella en tono risueño—, pero supongo que sí. Envíame tu dirección en un mensaje y estaré ahí a las ocho en punto. ¡Preparáos para una noche inolvidable!
—Eso espero —Finalicé la llamada y miré a Lena—. Deberíamos comenzar a arregarnos, Faith pasará por nosotras en dos horas.
Elena aclamó mi idea y minutos más tarde éramos las protagonistas de nuestra pasarela de modas particular. Al ritmo de "Me and My Girls" de Selena Gómez, una canción de esas que te hacían sentir reina del universo, experimenté con decenas de modelos diferentes, a cada cual más atrevido que el anterior. Al llegar al fondo de mi armario pasé al de Lena; debía matizar que mi amiga tenía un gusto peculiar a la hora de vestir, en pocas palabras, porque su ropa parecía el vestuario de un vídeo musical de cualquier estrella pop mamarracha.
¡Menudo cuadro andábamos hechas! Tras decenas de cambios de vestuario nos decidimos por nuestros respectivos outfits y, mientras ella tomaba una ducha, aproveché para recoger el caos que primaba en el salón. Sabía que al día siguiente las dos estaríamos peleadas a muerte con la fregona y el recogedor.
Cuando Lena salió le encargué que peinase mi pelo en finas trenzas que caerían sobre mi espalda. Lo cierto es que ambas estábamos imponentes, que digo imponentes, resumábamos fuerza, elegancia y belleza. Éramos dos diosas del Olimpo desterrados porque nuestra perfección le provocaba inseguridades a la pobre Afrodita. Lena se había decidido por un look de femme fatale: un par de botines negros hasta la rodilla, vestido rojo ceñido y su pelo rizado caía en preciosas ondas sobre sus hombros. Era una auténtica bomba sexual. Por mi parte había tomado una opción más suave. Llevaba un vestido en tonos de amarillo con un cinturón metálico en el centro. Mi exhuberante melena pelirroja recogida en decenas de finas trenzas y un suave maquillaje en tonos carne. No tenía la voluptuosidad de mi mejor amiga, mi constitución era delgada, pero sabía que con el acompañamiento adecuado podía ser una reina de belleza. ¡Que demonios! ¡Lo era con creces!
Faith llegó minutos antes de lo previsto, de modo que me pillo sin zapatos. Le indiqué que entrara al tiempo que batallaba con un par de tacones de Lena, quien, debía especificar, usaba una talla menos que yo. Cuando logré mi cometido fui hasta el salón, donde la chica charlaba alegremente con mi mejor amiga.
—¿Lista para una noche inolvidable? —preguntó la primera, alzando las cejas de forma sugerente— Os voy a llevar a la mejor discoteca de todo Madrid y, en respuesta a lo que preguntaste, sí, hay una sección en la que uno puede seleccionar su propia música.
Lena sonrió como una niña de cinco años a la que le dicen que puede ver una película de adultos, provocándome una ola de ternura. Estaba aliviada de ver que al menos por un rato había olvidado al TQEUPO.
—Estamos más que listas —hablé—. ¿Salimos ya?
—Ah, olvidé comentarles eso cuando hablamos. El pesado de mi hermano se viene con nosotras; les juro que hice hasta lo imposible para evitarlo, pero el tío es peor que una lapa.
—Otro hermano sobreprotector que añadir a la lista. —Puse los ojos en blanco.
—Esa palabra se le queda corta, pero en su caso tiene motivos para serlo.
Presentí que había una historia trás esas palabras, pero tuve la discreción de no comentar nada. Mientras esperábamos a que el hermano de Faith hiciera su gloriosa aparición, Lena habló sobre el último disco que había escuchado. Faith también lo había hecho, y las dos se involucraron en un animado debate sobre si esta canción era mejor que aquella, o si el album tenía un sonido propio. Preciso como un reloj suizo, el timbre de casa sonó a las ocho en punto. Fui a abrir, deseosa de comenzar mi noche, de bailar hasta que el mundo se detuviera. No obstante, mis intenciones chocaron con un par de ojos azules que me observaban, sorprendidos, desde el rellano.
Aquello tenía que ser una broma de mal gusto, una pesadilla, un plan maligno ideado por algún envidioso. Me aclaré la garganta, incómoda por el escrutinio del misterioso hermano de Faith, que había resultado nada más y nada menos que el TBYAQIRLH.
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