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Ω FIN Ω

Los latidos del corazón de Taehyung se aceleraron, golpeando al punto de lastimar su tórax. El regaño que recibió, junto con esa confesión, lo dejaron aturdido y con su omega lanzándose a mostrar la panza.

El omega si lo quería a él. No a un prepotente alfa.

Las mejillas de Taehyung se tiñeron de un tenue rosa, dudando unos segundos antes de reunir el coraje para reafirmar la propuesta.

—¿Quieres que entre en él?

—Sí —lloriqueó, por fin abriendo sus ojos y conectándolos con los suyos—. Quiero que todo mi cuarto huela a ti.

De pronto y sin esperarlo, sus feromonas se liberaron, haciéndole más caso a Jungkook que a su orden de mantenerse al margen.

—¿No querrás morderme como la última vez? —No iba a negar que le asustaba. No, nada más por lo caótico que podría convertirse la situación, sino por lo que sucedería después.

No quería ni pensarlo. Le bastó con que el chico lo evitara por un mes entero luego del suceso como para repetirlo.

—Sí, lo quiero —aseguró Jungkook, levantando su cuerpo y apoyándose en sus codos—, pero es porque me gusta tu cuello.

—¿En serio? —preguntó con genuino desconcierto.

El movimiento le levantó la camisa al menor, dejando ver lo que se escondía bajo ella. Tragó grueso; portaba su regalo, ese que le dejó como muestra de su atracción hacia él, en una petición tacita para cortejarlo, y que, al Jungkook alzar una pierna en su dirección, expuso la fuerza que la tela hacía por sujetar sus montañas traseras.

—Lo quiero para mí.

Su mirada volvió a la del omega, obligándose a no pensar en eso mientras el contrario le hablaba.

Su piel ardió, creando llamas abrazadoras que recorrieron sus venas, no supo si por vergüenza o lujuria, o ambas. Jungkook lo miraba con un deseo evidente, escaneándolo y relamiéndose los labios, como si lo saboreara con el pensamiento. Su boca se entreabrió, aumentando la sensación de ser llamado a su lado sin importar que de ellos no salieran más que sutiles suspiros. Y ni qué hablar de esa fragancia primaveral que no dejaba de invadir sus fosas nasales; lo dopaba, impidiéndole pensar con sensatez y poniéndolo a disposición de cumplir cualquier capricho del contrario.

Y lo haría. Su lobo y él lo necesitaban.

Haciendo acto del impulso primitivo atípico en él, subió a la cama y gateó despacio hasta quedar a un lado del cuerpo extendido del omega, quien lo miraba con sus pupilas dilatadas, intercalando la atención de los ojos a los labios.

—Si te dejo morderme, ¿me dejarás hacer lo mismo?

Jungkook no emitió ni una palabra, más le bastó una simple acción para hacerlo caer a lo más profundo de sus deseos: inclinó su cuello, mostrándole sumisión.

El ambiente se mezcló con sus fragancias y Taehyung enloqueció. No pudo soportarlo más: lo besó.

Le fue imposible resistirse a probar sus labios. Estaba harto de estar cerca y no tenerlos; eran suaves, sin ninguna aspereza, húmedos. Lo saciaban con el simple hecho de estar en medio de los suyos.

Le encantaba. Su aliento era dulce, mentolado, pero no al punto de ser empalagoso. Era exquisito.

Jungkook lo tomó del cuello y la posición se hizo tan incómoda que terminó por acomodarse encima del menor. La piel desnuda de sus muslos se encontró con la suya, compartiendo calor mientras la falda se levantaba, dejando a la vista su bóxer. El contrario no tardó en notarlo y tomar el borde entre dos de sus dedos para estirarlo de forma que al soltarlos golpeara su piel.

Jadeó ante el leve ardor.

—Hyung —llamó junto a sus labios—, hyungie, adivina qué traigo puesto yo.

—¿Adivino?

—Sí, dime, adivina.

La risita que dejó escapar delató la picardía. Audaz, quería sorprenderlo, asegurándole que portaba lo eligió para él en Tokio. Pero ya lo sabía, las había visto y, aunque intentó ignorar el recuerdo, este se hacía presente en primera plana, tentándolo a trazar caricias en las abultadas zonas.

—Ya la vi —confirmó, escurriendo su mano por debajo de la camisa que le pertenecía—, es la de encaje con lacitos negros que te compré —jugueteo con los hilos que se enredaban en sus caderas, deseando tirar de ellos y dejar que esta se deslizara por sus muslos hasta exponerlo.

Pero no lo haría sin antes tener la imagen completa.

—No deberías comprarle pantis a cualquier omega —dijo Jungkook de repente, tomando su barbilla para alzar su rostro y obligarlo a mirarlo de nuevo—. Solo a mí.

No fue consciente en qué momento bajó la mirada, aunque tampoco le molestó.

—Solo a ti —concordó—, pero, así como no puedo hacerlo con nadie más, tú también debes prometerme que no dejarás que nadie te las quite.

—Solo tú. Solo tú —asintió emocionado—. Quítalas, omeguita.

Y Taehyung obedecería, después.

Alejándose unos centímetros, admiró la apariencia desesperada del menor: cabello enmarañado, labios hinchados y bordeados de un rosa intenso, piel envuelta en rubor. Era digno de detallar por horas; sin embargo, quería más que observarlo.

Apoderándose de su cintura, lo hizo girar en su eje, obligándolo a encarar la ropa robada y propia, mientras él tenía la vista perfecta de la zona que tanta hambre insaciable le causaba.

Un fuerte jadeo retumbó en las paredes, y eso duplicó el ánimo de sus intenciones.

Jamás había hecho algo semejante; no tenía consciencia más allá de cómo se siente. La técnica no le pertenecía. Sus dedos temblaban un poco mientras los acercaba al triángulo de tela húmedo. Al hacerlo a un lado, escuchó el llamado de su nombre, y pensar o dudar dejó de ser opción.

Reacomodándose en medio de las piernas ajenas, estuvo frente a frente con su aperitivo, el cual se encontraba bañado de un dulce con olor a jazmín y tierra húmeda. Salivaba detallando cada extremo de piel parcialmente expuesto. Con lentitud, tomándose el tiempo de no perder detalle de ni un solo poro, llevó su lengua a recorrer la superficialidad de la división.

Sabía tal cual olía; su paladar quedó tan encantado como el chico que temblaba y se deshacía en jadeos bajo su lengua.

Con más seguridad, sus manos se aseguraron de tomar la piel y darle el espacio suficiente para degustar. Su saliva dejó caminos que se mezclaron con el dulce de Jungkook; sus dientes mordisquearon un poco y los dígitos apretaron. Si antes sintió alguna inquietud por su inexperiencia, ahora era lo último que le importaba. Menos, si Jungkook gritaba y se movía tan encantado, apoyado sobre sus rodillas.

—Se siente bien —logró decir el menor, girando su cabeza a verlo. Ambas miradas se cruzaron, sin ninguno parar sus actividades—. Muy bien.

Taehyung, aprovechando la atención, introdujo su lengua en el nacimiento de la esencia, sacando chillidos y lamentos. El tacto directo de sus papilas con la estrechez lo tenía hipnotizado y soltando su propia esencia entre sus piernas.

¿Cómo no había hecho esto antes?

De no ser porque percibía el cansancio en Jungkook, se hubiera dedicado más tiempo a complacer su paladar; sin embargo, Jungkook era quien seguía con estragos de un celo insatisfecho. Necesitaba más que su boca.

El pensamiento lo hizo tragar seco. Eso tampoco lo había hecho y, menos, era tan dotado como un alfa, por lo que tendría que compensar de alguna manera esas diminutas carencias.

Si no podía hacerle un nudo al contrario, le haría llegar a un punto de no necesitarlo.

Aunque no supiera cómo hacer eso.

Cambiando nuevamente de posiciones, logró quedar sentado entre toda la ropa y montar a Jungkook en su regazo.

—No sé hacer esto —confesó, uniendo sus labios, consiguiendo un bajo ronroneo del menor.

—No importa, puedo ayudar —dijo, deshaciéndose de su camisa y mostrando la segunda pieza de lencería que le compró.

El pequeño sujetador apretaba el pecho, bastante trémulo, para pertenecer a un omega varón. La prenda se cernía lo bastante bien en la pálida piel, bordeando cada pectoral, dándole un toque atrayente y sensual.

Quizá fue tanta su atención a la zona que Jungkook lo notó y deslizó una de las tiras por su hombro, consiguiendo que gran parte quedara descubierto. Un marrón botoncito, como a modo de invitación, se erguía ante sus ojos.

No perdió el tiempo y llevó sus labios ahí.

Las succiones no tardaron. Las caricias tampoco. Tener gran parte de piel desnuda a su disposición era una maravilla que debía recorrer. Sus dedos daban pinceladas por los hombros y brazos. Adoraba lo fácil que era pasar por ella; ni la seda era tan tersa para él. Ronroneó bajo.

Sus yemas siguieron el camino hasta el vientre, que se tensó apenas lo sintió. Se detuvo a acariciar con más ahínco.

Él era omega, sabía de primera mano lo sensibles que eran los de su casta en esa zona, y muchos alfas olvidaban ese detalle o eran muy bruscos. Taehyung no, él conocía la cantidad de presión que debía ejercer y cómo deslizar sus dedos para no incomodar al contrario. Y en eso sí se comportó como un experto, pues Jungkook tuvo que soltar sus labios para chillar y temblar encima suyo, recostando la frente en su hombro mientras se deshacía en el tacto.

—Tienes mucha ropa —se quejó este, restregando su frente en la camisa negra que traía puesta—. No quiero.

Tuvo que dejar el cálido lugar para hacer caso a la petición hecha reclamo. Y no, no tenía mucha ropa, la tenía toda. No notó cuánto le incomodaba estar vestido hasta que Jungkook se lo remarcó, como si con ello lo hubiera hecho consciente de lo estorbosa que era esta.

No tardo en liberar su pecho, dejándolo expuesto a los dedos del chico, que lo toqueteó con la curiosidad de un turista conociendo el país que tanto había anhelado visitar. Sonrió ante la acción.

Su falda no fue tan fácil de deshacer, pues sus cuerpos se negaban a separarse. Les tocó conciliar un acuerdo de besos irrompibles mientras terminaba de quitarla del camino y volvían a la posición inicial.

—¿Mejor? —se rio, besando su mejilla al tiempo que sus dedos tiraban de los lacitos del panti.

Y tal como predijo, se deslizaron por la extensión hasta exponerlo por completo, mostrando su más pura naturaleza y vulnerabilidad.

—No es gracioso —se quejó Jungkook, palmeando su hombro.

—Lo es si te portas así de caprichoso —dijo aún risueño, lo que no debió hacer.

Su inofensiva broma le costó un panti en la boca.

Jungkook le había callado introduciendo la diminuta prenda y se burló besando sus comisuras.

—Te ves más lindo así —se rio.

Y sin previo aviso, acarició su excitación. Tanteando cortó, aún con su sonrisa en grande, antes de sentarse encima de ella, abriendo cada borde de sus entrañas y apretándolo a él en estas. La sensación de, por fin, sus cuerpos fusionándose era majestuosa. Taehyung jamás había entrado en alguien, y agradeció que ese omeguita fuera quien se adueñase de esa primera vez.

Fuertes chillidos se escaparon de ambos. Jungkook lo tomó por los hombros y enterró sus uñas en la piel, cosa muy similar a lo que hizo él, con la diferencia de que era la fina cintura ajena la afectada.

La unión era pegajosa, húmeda, cálida; su intimidad resbalaba con asfixiante facilidad con cada movimiento que Jungkook ejercía. Al inicio fueron leves choques que, con el avanzar del tiempo, se hicieron más bruscos y ruidosos, llenando todo el cuarto de una sinfonía compuesta para alabar a la lujuria.

En algún punto, el cuerpo de Jungkook se cansó de generar los golpes y el suyo de secuenciarlos. Por lo que, enredando las piernas en su espalda, el menor continuó meneándose con oscilaciones desordenadas, tan intensas que Taehyung, sin saber cómo gestionar la nueva forma de placer, se quitó la tela de la boca, y lo tomó de los cabellos negros, pegando sus labios al tiempo que trataba de seguirle el paso.

Sus bocas se fundían en perfecta sincronización, enredando las lenguas al tiempo que ambos tocaban los puntos correctos del contrario, haciéndolos vibrar por el magnetismo del que eran dueños.

Cada toque, caricia y beso estaba alimentado por un narcótico efecto y la necesidad mutua de complacerse.

—Hyung, me gustas mucho —dijo Jungkook, jadeante, juntando ambas frentes—. Muérdeme, hazlo, o lo haré yo. Por favor, hazlo —las uñas de este fueron enterradas en uno de sus pechos, creándole varias media lunas en la carne que le causaron gruñidos de dolor y excitación.

La petición despertó lo más profundo del instinto de Taehyung, sacándole diminutos colmillos dispuestos a enterrarse en la dermis ajena.

—También me gustas mucho.

Sin esperar a que le dijeran dos veces, perforó la piel, acatando la orden, degustando el sabor metálico de los hilos sangre que se deslizaron por la extensión y tuvo que detener con su lengua, obstinado a no perder ni una sola gota. En contra de su animal, lo hizo lejos de la glándula de olor, pero eso no minimizó la sensación.

El hormigueo de su vientre fue incontrolable, al igual que sus lloriqueos y los de Jungkook, quien lo tomó de los cabellos y lo empujó a no alejarse de la zona. La liberación les llegó al mismo tiempo: Taehyung manchando todo el interior ajeno y Jungkook pintando ambos pechos en gruesas tiras blancas.

El clímax que los envolvió los conectaba; podían sentir al otro, sus emociones, sus pensamientos, el placer. Se hicieron uno en espasmos.

Los dos se rindieron al agotamiento físico, desplomándose en el nido de ropa interior. Jungkook dormitó por unos segundos encima del otro, deshaciendo la conexión de sus cuerpos y dándose un momento para calmar sus agitadas respiraciones.

Minutos después, luego de que su cuerpo hubiera dejado de reaccionar al orgasmo, empezó a ser llenado de besos castos; primero en el pecho, luego en el cuello, para después seguir alrededor de su rostro.

Rio encantado; los mimos eran su debilidad, lo hacían comportarse como un cachorrito y esta vez no fue la excepción. Se carcajeó bajo, haciéndose pequeño en su lugar y aceptando los besitos con un sutil ronroneo.

—Estás siendo muy cariñoso —balbuceó, meneando sus cuerpos. Su sonrisa era amplia, tan grande como podía permitírselo, y eso, al parecer, gustó a Jungkook, pues se centró en dejar los besitos en ambas mejillas.

—Es porque sé que a mi omega le gusta.

Su omega. Su omega. Era el omega de Jungkook.

Su pecho se sintió cálido ante la mención.

—Mi omeguita es muy complaciente, entonces.

Y esta vez fue el turno de Jungkook de ronronear, amando lo que esas palabras causaban en su sistema.

El sueño y el cansancio los embargaban, pero, incluso eso, no era impedimento para que estuvieran ronroneándose, deseando en ese instante no perder la calidez del otro. Ahora, con los sentimientos dichos y la muestra de ellos, era más que suficiente para sentirse en paz.

—Mi omega —repitió, abrazando el cuerpo encima suyo.

—Mi omega —siguió Jungkook, escondiéndose en el hueco de su cuello y dejando pequeñas almadías ahí, que en algún punto sirvieron como somnífero y le permitieron por fin descansar.

Luego revisarían las consecuencias; comprarían algún anticonceptivo y pondrían en palabras más claras el futuro de ellos. Aunque lo primero no le preocupaba, dudaban de una gestación; entre omegas, concebir no era tan sencillo. Así que por ahora, simplemente dormirían junto a su omega y la mitad de su propia ropa. Lo demás podía esperar.


Les dije que no era muy largo 😅, espero les haya gustado 💞 llevaba bastante tiempo sin escribir este tipo de historias, así que lamento si ando oxidada 😭

Los quiero mucho🤭❤️

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