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Ω 02 Ω

Tres días. Eso era lo que llevaba de su tortura.

Se encontraba solo en su cuarto, revolcándose en un dolor insoportable que tenía el vientre tensado, la intimidad húmeda y su pecho susceptible. Taehyung, tal cual como le mencionó, tomó el viaje más largo en la aerolínea, lo que fue un alivio y una tortura al iniciar su celo por completo un par de horas después de su partida.

Llegaría alrededor del siguiente día, cuando sus instintos primitivos fueran inexistentes, pero mientras tanto, él tendría que seguir aguantando dolores y lloriqueos por no poder estar con el omega.

—¡Deja de joderme! —restregó su rostro con las palmas.

Su lobo le respondió con un gruñido.

Ese maldito seguía inquieto, desesperándolo. En cualquier momento se lanzaría por una ventana con tal de parar la incomodidad. Trató de todo: dormir, complacerse, llevarse más prendas, ingerir una cantidad no recomendada de supresores, y nada había funcionado. A penas y con suerte tenía conciencia.

De no ser por ese homosexual animal, sus supresores serían más efectivos o podría buscar ayuda en algún alfa; ninguno se negaría a él. Pero no, el insensato se negaba a dejar de llamar al pelirrojo.

—¡Ya traje todo lo que había en la ropa sucia, déjame en paz! —rodó entre lo mencionado, intentando que con eso se impregnara la esencia que se perdía por culpa de la propia—. No es mi culpa que ya no huela.

Un nuevo gruñido se hizo presente junto a una punzada en su vientre. La sensación dolió con tal intensidad que sus ojos se humedecieron y la cabeza dolió.

—¡No hay más que traerte, ni modo que me cuele a su cuarto para robarle más, animal estúpido! —bufó desesperado.

Y como si hubiera lanzado el hechizo correcto, su lobo se sentó meneando la cola. Oh, mierda, ¿qué había dicho?

—Solo jugaba, no podemos hacer eso, Taehyung se enojará con nosotros —volvió a recibir un gruñido—. ¿Quieres ver al omega enojado porque fuiste un lobo malo?

Las orejas del mencionado se echaron para atrás.

—Eso pensé —sonrió, creyendo que había ganado—. Ahora quédate quieto y confórmate con lo que ya tenemos —acurrucándose en una camisa de vestir bordada con el nombre de la aerolínea donde trabajaba el mayor, Jungkook la abrazó y cerró los ojos.

Pero la tranquilidad duró poco, pues su omega volvió a descontrolarse y a hacer estragos dolorosos en su interior.

—¡Está bien, iré! —pataleó, levantándose de su cama.

Si así de desesperante era estando controlado con supresores, no quisiera imaginar cómo sería sin ellos.

Solo ese día y acabaría; unas cuantas horas y será de nuevo el dueño de sus sentidos.

A pasos rápidos, se metió al cuarto de al lado. Estaba en su totalidad organizado y con un olor a jazmín desprendiéndose del baño personal abierto. ¿O no? Parecía tener otro origen, pero la intensidad de este no le dejaba encontrarlo; todo el cuarto lo tenía, opacando por completo el del dueño.

Tanto él como su lobo chillaron; su cuarto debía oler a él, estar bañado en manzanas y cedro, no jazmines. Para eso se olía a sí mismo y ya. Ni siquiera le importaba ese detalle, estaba al borde de la locura por no poder sentir al omega.

—Estoy jodido —puchereó; su lobo no se detendría.

Sin embargo, en medio del empalagoso aroma, un sutil hilo de otoño se hacía presente. Rebuscó con su mirada hasta dar con lo que buscaba. Una camiseta doblada se encontraba en la esquina de la cama. Se frustró tanto con no hallar la esencia que quería, que no la había notado.

Se apresuró a quitarse su pijama de bata negra, lanzándola al suelo y tomando la prenda de Taehyung. Primero la llevó a su nariz, gimiendo gustoso al sentir la manzana y el cedro con intensidad. Era la mismísima gloria. Luego se la colocó, suspirando al por fin sentir calma.

—Es maravilloso —ronroneó. Su lobo aulló de acuerdo—. Bueno, ya podemos irnos.

Iba a iniciar el recorrido de vuelta a su cuarto, pero sus pies se estancaron al su instinto percibir un nuevo rastro. Decidió esforzarse en seguirlo, dando con un cajón. En él, la esencia parecía hacerse incluso más dulce, atrayente.

Esta vez no hubo pelea con su lobo; ambos deseaban saber qué era lo que alojaba esa afrodisíaca fragancia. Al abrirlo, él jadeó y el animal meneó la cola.

Se trataba de la ropa interior de Taehyung.

Estaba limpia, pero al ser la que cubría su sexo, una de las zonas donde las feromonas se liberaba con más fuerza, ni la lavadora era capaz de deshacer el aroma. No lo pensó, sus ojos ya eran de color esmeralda por el gran descubrimiento, y tomó entre sus manos todo el contenido. Cerró el cajón con un golpe de cadera y, ahora sí, corrió hasta su cuarto.

Al llegar, la lanzó toda en su cama y se recostó en ella. Era mucha; el omega, por lo que veía, amaba comprar bóxers, cacheteros y tops.

¿Cómo se vería con ellos? Ese empinado trasero seguro se realzaba. Además, jamás había visto el pecho del mayor, pero juraría que los tops deportivos le remarcarían los pectorales.

Chilló ante la idea, estirando su cuerpo en toda la extensión de la cama y restregando su mejilla entre ellas. En medio de sus jugueteos, su mirada captó la bolsita plata en su escritorio; había olvidado abrirla con todo ese ajetreo.

Se apresuró a ella y, al tomarla, volvió a la cama. La emoción lo invadió, siendo torpe al abrirla. Rasgó los costados del papel sin querer al introducir su mano, más no le importó al capturar lo que había en ella y sacarlo.

Su mano libre tapó su boca al ser consciente de lo que eran. Tae, él, le había... por la luna.

Dos piezas de ropa interior estaban en sus manos. Más bien, debería llamarla lencería. La parte de arriba era de un negro casi transparente, con bordes florales estratégicamente acomodados en el centro y en los tirantes. La prenda inferior no difería mucho; su núcleo también tenía florecitas, pero lo que más llamó su atención era que los dos triángulos se unían por un lacito que, de querer, con un tirón se desenredaría.

Su vientre hormigueó. El omeguita le había comprado bragas y sujetador. Eso solo lo hacían las parejas.

Brincó feliz. Quitándose la ropa interior que tenía y lanzándola a algún lugar del espacio, se puso la que Taehyung le compró.

¡Se veían increíbles!

También se colocó la pieza superior, pero apenas la admiró, volvió a ponerse la camiseta del mayor. Le gustaban; se veía sensual y acentuaba su cuerpo. Si no estuviera tan perdido en el final de su celo, pensaría en alguna forma de recompensarle el regalo al omega, quién sabe, modelárselas tal vez. Pero por ahora, solo le apetecía dormir calentito y envuelto en el cedro y la manzana. 

Lo que no vio venir Jungkook es que el vuelo de Taehyung no duró tanto como imaginó, y el omega llegó a casa un poco pasada la noche. Al ingresar, la fragancia primaveral con esa pizca poco perceptible de celo le avisaba, no solo la situación actual, sino también que estaba a nada de culminar. Inhaló cuanto pudo para llenar sus pulmones, y alzó la maleta que llevaba arrastrando por el camino, para así continuar el recorrido a su cuarto sin hacer mucho ruido.

No quería avisar al juguetón omeguita de su llegada o eso podría traerle un ataque que su lobo seguro no soportaría. Lo heriría.

Lo confesaba, él también era territorial; en sus celos, alejaba a todo omega en un perímetro de diez metros; sin embargo, ese no era el caso con Jeon, al contrario, su omega lo llamaba y quería tenerlo para sí. Por eso, que su lobo lo hubiera percibido como una amenaza, le agachaba las orejas al suyo y lo impulsaba a mantener una distancia prudente mientras pasaba.

Suspiró un poco exasperado con la situación. Le gustaría sincerarse con el chico y admitirle sus sentimientos, no obstante, y obviando que era correspondido, la actitud del lobo contrario lo detenía. No solo por la vez que lo atacó, también estaban esos momentos en noches como estas, que se acercaba a su puerta para embriagarse del aroma, y recibía un gruñido por parte del omega. 

Era el animal, lo gutural del sonido lo convencía de que no se trataba de Jungkook.

No le quedaba más que esperar a que este lo aceptara, pese a que no fuera pronto. Por hoy lo dejaría ser, estaba algo cansado para pensar de más, prefería darse un baño y cambiarse de ropa, luego miraba lo demás.

Al cruzar por la puerta de Jungkook, el jazmín y la tierra húmeda lo detuvieron un instante inquietando un poco su lobo, pero ambos concordaron continuar antes de que se notara su presencia. Pasando por el marco de su puerta, hubiera ignorado que estuviera abierta, cuando religiosamente la cerraba, de no ser porque a simple vista se observaba una bata negra tirada en el suelo y su cuarto ya no tenía ese olor artificial a jazmín que burdamente trataba de imitar el original del menor.

Las orejas del lobo se alzaron con atención y, en un sigilo compartido, se acercaron a tomarla. En ella se concentraba el olor, ese que amaba sentir cada que llegaba al apartamento y el que extrañaba en todos sus viajes. Y, sin ser sorpresa, su camisa no estaba.

No la había dejado para que la robaran, pero conociendo el historial del menor, lo veía venir. Aunque lo mantenía intrigado el hecho de que dejara el vestido ahí, exhibiendo su delito y llevándolo a imaginar la escena del menor desnudándose para usar su camiseta.

Jungkook amaba jugar con su tranquilidad.

En primera, se apoderaba de sus prendas, dejándolas impregnadas de sus feromonas con tanto empeño que, aun si las lavaba, no desaparecía el rastro. Y ahora, le hacía esto: un intercambio.

Jadeó bajo, acomodando en su cama el pijama, de modo que ni una sola arruga quedara. Esta noche dormiría grato. Y se encaminó a sus cajones, deshaciéndose de su corbata. Sacó su propia ropa para dormir y fue a tomar ropa interior más limpia... no encontrando nada.

¿Dónde estaban sus interiores?

Quería quitarse esa incómoda camisa de vestir y falda negra, ponerse lo más cómodo que tuviera y dejarse arrastrar por el mundo onírico que aclamaba por su presencia. Sin embargo, contrario a eso, encontraba su cajón saqueado por el mismo omega que lo seducía a perder los estribos.

Podría pensar en quedarse con el bóxer que traía y esperar a que "por un fallo en el espacio-tiempo" toda su ropa terminara lavada y con "suavizante" de jazmines. Pero justo ahora, la incomodidad de tener impregnadas feromonas de desconocidos a los que debía atender en cada vuelo no se eliminaría solo con un baño.

Ni siquiera el excesivo enjuague de inhibidores que le dio a su ropa bastaba.

O podía ser sencilla paranoia.

Aun así, no lo soportaría, aunque desease no incomodar al omeguita.

Algo inseguro, fue hasta la habitación de su compañero de casa, entrando lo más sigiloso que las puntas de sus pies le permitieron. Incluso su lobo se encontraba alerta, dispuesto a no dejarlo solo frente al gruñón animal contrario.

El lugar era un lío de ropa, alguna en el suelo, otra en el escritorio, pero la mayoría en un nido del tamaño de Jungkook, el cual estaba conformado principalmente por lo que le pertenecía, teniendo como núcleo su ropa interior.

El omega se abrazaba a la mitad de ellas y aplastaba la otra con su cuerpo. Quejándose para sus adentros, revisó a cada lado por si había descuidado algún bóxer, tal vez los más viejos, y podía llevárselos sin mayores consecuencias.

No obstante, la que se encontraba más abandonada también pertenecía al nido, prisionera de otras prendas. Pero no del cuerpo dormido.

Si tenía el mayor cuidado, no habría manera de despertarlo; sus inhibidores no hacían perceptible sus feromonas, al menos de que enterraran la nariz en su cuello.

Estirándose, tomó entre las yemas de sus dedos la tersa tela, jalando con pausas leves, en un intento de no mover nada más que lo necesario. Estaba a nada de lograrlo; faltaba apenas una esquina y la prenda sería libre.

Más un gruñido lo paralizó.

—¡No hagas eso! —chilló Jungkook, manoteando al aire. Por suerte, sus ojos seguían cerrados y no supo reconocer en dónde se encontraba ubicado—. Deja mi nido quieto.

Su piel palideció tal cual la sábana oculta entre la maraña de ropa. No esperaba que en verdad despertara; se veía perdido en sus sueños.

—Yo solo necesito una —se quejó, aunque sin tomar nada, prevenido a cualquier posible ataque. Llegaba a rozar lo cómico estar suplicando por su propia ropa íntima.

Un gruñido lo hizo dar un paso atrás.

—No, déjalo —volvió a patalear Jungkook—. Ya que no quieres entrar en él, al menos no lo toques.

Desde aquí ya subimos de nivel 😳

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