Duelo de Espadas.
¿Quién es el espadachín más fuerte en la historia de la humanidad?
¿Es el demonio del monte Kurama, quien cortó a todos los del clan Taika con su espada? ¿Minamoto Yoshitsune?
¡¡NO!!
¿Es el creador del Shinkage-Ryū, el espadachín divino de la era Sengoku y la persona que fue capaz de infundir miedo al poderoso Takeda Shingen? ¿Kamīzumi Nobutsuna?
¡¡NO!!
¿Es el samurái silencioso de la era Edo, de quien se dice que no tenía igual en todo Chiba? ¿Takayanagi Matashirou?
¡¡¡NO!!!
Yo... supongo que... ¡¡Este hombre fue el más fuerte!!
¿Se preguntan por qué éste famoso "perdedor" está en la cima?
¿Es debido a su técnica definitiva "Tsubame Gaeshi"?
¿O es debido a las intensas ganas que tiene de vengarse de Musashi?
¡¡NO!! ¡¡NO!! ¡¡¡NO!!!
¡¡¡Ninguna de las opciones es correcta!! ¡Incluso tras la derrota, sigue avanzando! ¡¡Incluso muerto, da otro paso más hacia adelante!! ¡¡Incluso ahora, su espada sigue buscando el verdadero dominio!!
¡EL MAYOR PERDEDOR DE LA HUMANIDAD!
¡¡SASAKI KOJIRŌ!!
En una zona tranquila y serena del reino celestial, rodeada de árboles y bajo la luz dorada del sol, Sasaki Kojiro, el legendario espadachín, se encontraba inmerso en su entrenamiento.
Su figura alta y musculosa, marcada por innumerables cicatrices que recorrían su piel arrugada, emanaba una presencia imponente y digna de respeto. Su largo cabello plateado caía sobre sus hombros, sus cejas afiladas enmarcaban sus profundos ojos marrones, y la expresión en su rostro era de pura concentración.
Vestía un haori de tonos rojos y naranjas, decorado con patrones de flores, y un hakama oscuro atado con una cinta roja que le daba un aspecto imponente y atemporal. En su espalda llevaba una katana odachi tan alta como él, un arma tan letal como majestuosa, enfundada con cuidado y reposando en paz.
Mientras entrenaba, una quietud sobrenatural lo envolvía, cada movimiento suyo preciso y calculado, como si danzara en armonía con el aire a su alrededor. Sin embargo, en medio de esta serenidad, un sonido peculiar rompió la calma, un eco suave y distante que despertó su curiosidad. Kojiro detuvo sus movimientos y alzó la cabeza, concentrándose en el origen del sonido.
Con una calma calculada, Kojiro comenzó a caminar, sus pies deslizándose con suavidad sobre la hierba, dirigiéndose hacia la fuente del ruido. Cada paso lo llevaba más cerca de un hermoso lago con una cascada que caía de un acantilado cercano, llenando el ambiente con un murmullo relajante y constante. Al acercarse, podía ver cómo las gotas de agua caían como cristales brillantes, reflejando la luz del sol en múltiples colores.
Kojiro entrecerró los ojos, su percepción entrenada captando cualquier detalle inusual. Sabía que el sonido que lo había llamado no provenía del agua; era algo distinto, una presencia que lo aguardaba al otro lado de la tranquilidad del lago. La mano de Kojiro se posó sobre la empuñadura de su odachi, y sus sentidos se agudizaron mientras escaneaba el entorno, listo para enfrentar lo que sea que hubiese interrumpido su entrenamiento en aquel lugar sagrado.
Kojiro se detiene al borde del lago, sus ojos abriéndose con sorpresa cuando su mirada se posa en la figura que había provocado el sonido. Allí, frente a él, de pie con una presencia tranquila pero inconfundible, se encontraba un joven corpulento de aspecto sencillo.
Su cabello negro desordenado le cubría parcialmente los ojos, que tenían el mismo tono oscuro y profundo, reflejando una calma casi intimidante. Vestía un kimono verde andrajoso y sin mangas, desgastado y cubierto de tierra, lo que solo le añadía un aire rústico y auténtico. En sus antebrazos y piernas llevaba vendas viejas y desgastadas, y sus pies desnudos pisaban la hierba con una familiaridad que denotaba su conexión natural con el mundo.
Este joven no era otro que el legendario Miyamoto Musashi, el hombre que compartía con él una historia de rivalidad y respeto, uno de los pocos con la habilidad de desafiar su destreza en combate.
Kojiro no pudo evitar quedarse mirando, completamente sorprendido. A pesar de que su cuerpo estaba cubierto de cicatrices, y su cabello ahora era gris como el acero, su espíritu aún era el de un guerrero feroz y enérgico. Sin embargo, ver a Musashi frente a él después de tantos años le hizo sentir como si el tiempo no hubiera pasado, como si ambos hubieran regresado a ese momento donde se enfrentaron en un duelo que marcó sus vidas para siempre.
Musashi levantó la vista lentamente, y sus ojos oscuros y serenos encontraron los de Kojiro, mostrando una pequeña sonrisa que parecía contener tanto respeto como desafío.
Musashi:—Kojiro... —musitó Musashi, su voz baja y profunda—. Es curioso que nos volvamos a encontrar aquí, después de tanto tiempo.
Kojiro asintió, una pequeña sonrisa formándose en su rostro mientras su mano descansaba con calma en la empuñadura de su odachi.
Kojiro:—Musashi... no esperaba volver a verte. Pensé que nuestro último encuentro sería el final de nuestra historia —dijo Kojiro, su voz suave pero cargada de nostalgia y emoción contenida.
Ambos se quedaron en silencio, el viento soplando suavemente entre ellos, como si el mundo esperara a ver qué sería de estos dos guerreros legendarios.
Musashi observó la sorpresa en el rostro de Kojiro y, con una leve sonrisa, comenzó a explicarle la razón de su apariencia juvenil:
Musashi:—En el reino celestial, decidí regresar a mi edad de oro —dijo Musashi, su voz cargada de una calma profunda—. Quería volver a sentir aquella energía que definía cada golpe y cada paso que daba en el campo de batalla. Aquí, volví a ser el guerrero que una vez fui, listo para enfrentar cualquier desafío.
Kojiro asintió, comprendiendo completamente la decisión de su rival.
Los guerreros verdaderos siempre buscan superarse, y regresar a ese punto de juventud y vigor era, sin duda, una oportunidad perfecta para alguien como Musashi.
Ante la mirada inquisitiva de Musashi, Kojiro sonrió con un aire de serenidad.
Kojiro:—Yo decidí mantener mi forma actual —respondió Kojiro—. Aquí, el tiempo es irrelevante, pero he entrenado durante siglos en este reino, perfeccionando cada técnica y superando mis propios límites. Hoy soy más fuerte de lo que fui en la Tierra, y cada cicatriz en mi piel representa una lección aprendida.
La emoción se hizo palpable entre ambos.
Una chispa de desafío y admiración brilló en los ojos de Musashi, que no podía evitar sentir la adrenalina al pensar en la oportunidad de cruzar espadas una vez más.
Sus labios se curvaron en una sonrisa oscura, llena de anticipación. Desenvainó lentamente su katana Kaneshige, una espada tan letal como hermosa, que reflejaba la luz del sol con un destello afilado.
Kojiro, por su parte, sonrió de forma tranquila y serena.
Con un tirón preciso, desenfundó su enorme odachi, la larga hoja vibrando en el aire, lista para la batalla.
Su mirada estaba llena de paz, como si esta confrontación fuera la culminación de años de práctica y dedicación.
Ambos espadachines se prepararon en silencio, sus cuerpos adoptando posturas perfectas. El aire se volvió denso y cargado de tensión, el agua de la cascada resonando suavemente detrás de ellos como un recordatorio de la calma antes de la tormenta.
Este duelo no era solo una simple batalla, sino un reencuentro de dos leyendas, dos almas guerreras que una vez se enfrentaron y que ahora volvían a hacerlo para recordar los días gloriosos.
Musashi se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos fijos en Kojiro, estudiando cada movimiento y respiración de su oponente, mientras la sonrisa se ampliaba en su rostro.
Musashi:—Entonces, Kojiro... hagámoslo como en los viejos tiempos.
Kojiro asintió, sus ojos llenos de determinación.
Kojiro:—Será un honor, Musashi.
https://youtu.be/A22msa9gD9c
Musashi fue el primero en moverse, lanzándose hacia adelante con una velocidad explosiva, su cuerpo un borrón de pura determinación.
Con un movimiento rápido y preciso, desató un corte horizontal dirigido al torso de Kojiro, que parecía imparable.
Sin embargo, Kojiro se deslizó hacia un lado con fluidez, esquivando el golpe con una calma que parecía desafiar el frenesí de Musashi.
Sin perder el ritmo, Musashi balanceó su espada en un corte vertical hacia Kojiro, buscando sorprenderlo con la rapidez de su siguiente ataque.
Pero Kojiro anticipó el movimiento una vez más y esquivó el filo de la katana de Musashi, dejando apenas unos centímetros de espacio entre ellos.
El agua del lago cercano salpicó por la fuerza de los golpes mientras ambos espadachines continuaban su enfrentamiento.
Musashi, con una sonrisa llena de adrenalina, pisó con fuerza el suelo, ganando impulso en un salto mortal que lo impulsó por el aire. Desde esa posición elevada, lanzó una serie de cortes horizontales y diagonales en rápida sucesión, cada movimiento dirigido con la precisión y habilidad que lo habían convertido en una leyenda.
Pero Kojiro seguía esquivando cada ataque, moviéndose entre los tajos con una gracia casi sobrenatural, como si supiera exactamente de dónde vendría cada golpe.
La verdad detrás de los reflejos de Kojiro era más compleja de lo que Musashi podía imaginar.
A lo largo de años de entrenamiento en el reino celestial, Kojiro había desarrollado una técnica mental única: su prodigiosa mente había construido una copia perfecta de Musashi, una representación mental del guerrero con todos sus movimientos y técnicas.
Había entrenado incansablemente contra esta versión de Musashi en su mente, recreando y anticipando cada estrategia y cambio de postura.
Para Kojiro, el Musashi frente a él era solo una extensión de sus entrenamientos mentales, un oponente al que ya había enfrentado cientos de veces en su imaginación.
Gracias a su mente afilada y su capacidad de observación, podía prever cada movimiento de Musashi, cada cambio de dirección, cada tajo y embate de la katana como si leyera una coreografía conocida.
Esta técnica es conocida como:
¡¡¡Senju Muso: Defensa de Mil imágenes!!!
Musashi, notando que ninguno de sus golpes había alcanzado a Kojiro, se detuvo por un breve instante, jadeando ligeramente. Sus ojos brillaban de emoción, y en su sonrisa se reflejaba tanto respeto como desafío.
Musashi:—No has perdido ni un ápice de tu habilidad, Kojiro, —dijo Musashi, su voz un murmullo apenas audible en medio de la tensión.
Kojiro sonrió serenamente, manteniendo la calma en su postura, su odachi preparada y firme en sus manos.
Kojiro:—Tampoco tú, Musashi, pero el tiempo me ha dado una ventaja que no desperdiciaré.
Kojiro avanzó con decisión, alzando su enorme odachi por encima de su cabeza.
Al balancear su espada, desató una serie de poderosas ráfagas de viento que cortaron el aire, levantando polvo y hojas a su paso.
Con un movimiento rápido y fluido, Kojiro dio un salto hacia adelante, su espada bajando en un arco mortal con el objetivo claro de partir en dos a Musashi.
Musashi reaccionó rápidamente, lanzándose hacia atrás en un salto preciso para esquivar el ataque.
La odachi de Kojiro descendió con una fuerza tal que el suelo bajo el impacto se agrietó, enviando ondas de energía en todas direcciones.
Pero Kojiro ya había anticipado el movimiento de Musashi; cuando su espada apenas tocó el suelo, apretó el mango con fuerza y cambió hábilmente el agarre de su arma, reorientando el filo hacia arriba en un corte ascendente tan rápido que el aire silbó al ser cortado.
¡¡¡Tsubame Gaeshi: Corte de la golondrina giratoria!!!
Musashi, sorprendido por el contraataque, apenas tuvo tiempo de reaccionar. En un instante, desenvainó una wakizashi, una espada corta, de su cintura.
Con un movimiento calculado y rápido, logró bloquear el corte ascendente de Kojiro, desviando el ataque antes de que la odachi pudiera alcanzarlo por completo.
Los dos espadachines intercambiaron una mirada intensa mientras las espadas se cruzaban, el sonido del acero chocando resonando en el espacio a su alrededor.
Musashi, sin perder el ritmo, aprovechó la apertura y lanzó un corte con la wakizashi, buscando golpear a Kojiro en una fracción de segundo. Pero Kojiro, con una calma absoluta, anticipó el ataque, elevando su odachi en un ángulo perfecto para bloquear el corte de Musashi.
El choque de sus armas era tan feroz que ondas de energía se liberaban con cada impacto, y el aire se cargaba con una tensión eléctrica. Cada movimiento era preciso, calculado y lleno de intención; ninguno de los dos bajaba la guardia ni cedía terreno, y ambos sabían que cada golpe y bloqueo los acercaba más al momento decisivo del duelo.
Kojiro salió corriendo hacia Musashi con una velocidad impresionante, decidido a llevar el ataque directamente a su oponente. Sin embargo, Musashi anticipó su movimiento.
Con una precisión relámpago, movió su wakizashi y su katana, y en un parpadeo, logró hacer un corte en el pecho de Kojiro. Kojiro se detuvo sorprendido, mirando la herida, incrédulo de que su técnica mental hubiera fallado;
¡¡¡Itten Ryu se kakeru: Contraataque del dragon de una espada!!!
Pero en ese instante comprendió que Musashi había incrementado su velocidad, convirtiéndose en un oponente aún más impredecible y letal.
Kojiro, decidido a no ceder, intentó utilizar su técnica de escaneo una vez más, recreando la figura de Musashi en su mente para anticipar sus movimientos.
Ejecutó un ataque rápido y preciso, pero Musashi reaccionó inmediatamente, usando ambas espadas para bloquear y desviar el corte hacia el suelo. El filo de la odachi de Kojiro impactó en la tierra con una fuerza tremenda, creando un leve cráter alrededor.
¡¡¡Niten Ichi-Ryu: Trampa para dragones de dos espadas!!!
Sin darle tiempo para recuperarse, Musashi aprovechó la apertura y lanzó un corte ascendente con una precisión devastadora, su wakizashi surcando el aire y marcando otra herida en el torso de Kojiro. El dolor fue intenso, y Kojiro retrocedió unos pasos, sintiendo cómo la sangre se escapaba de la nueva herida.
Ambos se quedaron mirándose en silencio por un momento. Kojiro respiraba con dificultad, el sudor y la sangre mezclándose en su piel marcada por las cicatrices. Musashi lo observaba con una mirada firme y calculadora, su respiración controlada mientras mantenía ambas espadas listas, su postura imperturbable.
Kojiro cerró los ojos, dejando que una calma total lo envolviera mientras su respiración se estabilizaba.
Entró en un estado de concentración absoluta, su mente despejada de todo, excepto de su técnica. Frente a él, Musashi mantenía sus ojos abiertos y brillantes, el intenso resplandor púrpura reflejando una sed de sangre inigualable.
Su postura era inusual: Musashi se agachó, inclinando su cuerpo hacia adelante en una posición baja y compacta, haciendo que su figura pareciera más pequeña y difícil de alcanzar, como un depredador acechando.
Kojiro se mantuvo impasible, su mente enfocada.
Sabía que la velocidad y precisión de su odachi, la legendaria técnica capaz de cortar una golondrina en pleno vuelo, sería su clave en este combate. La hoja de su espada era tan rápida y precisa que podría cortar a una golondrina en pleno vuelo, incluso cuando alcanzaba velocidades de más de doscientos kilómetros por hora.
Con ese dominio y su concentración total, Kojiro balanceó su espada en un arco devastador, ejecutando su técnica con un corte limpio y definitivo, como si esperara que ese fuera el final de todo.
¡¡¡Tsubame Gaeshi: Corte de la golondrina giratoria!!!
Pero Musashi estaba listo. En el último segundo, dio un salto impresionante, elevándose por encima de la hoja de Kojiro.
En pleno vuelo, giró su cuerpo para acumular la fuerza en su próxima estocada, mostrando una habilidad y control extraordinarios. El movimiento inicial había sido una trampa, una postura baja y abierta para provocar a Kojiro a atacar, un cebo perfectamente planeado.
Sin embargo, Kojiro no había caído por completo en la trampa.
En un giro inesperado y audaz, cambió el agarre de su espada mientras Musashi aún estaba en el aire, ajustando el ángulo de su odachi con una precisión perfecta para interceptar el próximo ataque.
Musashi descendía con fuerza, su espada lista para conectar en el punto exacto, pero Kojiro, con su cambio de agarre, había ganado el ángulo y el tiempo necesarios para responder.
¡¡¡Estilo Ganryu: Torakiri-Garra del tigre!!!
Ambos espadachines chocaron sus espadas en un último movimiento final.
El sonido fue un estruendo que retumbó por todo el valle, como el choque de un trueno en una tormenta. Las chispas volaron, y el aire se cortó bajo la presión de las dos fuerzas opuestas.
En ese instante, el mundo pareció detenerse; cada fibra de sus cuerpos, cada músculo y cada latido de sus corazones estaba en ese único instante, en ese cruce de espadas definitivo.
La hoja de Kojiro y la de Musashi vibraron con la tensión del impacto, cada uno poniendo todo su ser en esa colisión final.
Después del impacto final, ambos espadachines quedaron en silencio, sus figuras separadas en lados opuestos del campo, dándose la espalda.
Sus posturas eran iguales y opuestas, las armas bajas, con sus cuerpos ligeramente inclinados por el esfuerzo descomunal de su último cruce.
El aire alrededor aún vibraba por la energía del choque, y el eco de las espadas resonaba en sus mentes como un recuerdo inolvidable.
De repente, dos cortes profundos se abrieron en el pecho de Kojiro, la sangre brotando lentamente, revelando la intensidad del impacto que había recibido. Su cuerpo se tambaleó por un instante, y sus piernas finalmente cedieron. Kojiro cayó al suelo, inconsciente, su respiración débil pero constante.
Había perdido, pero su espíritu guerrero brillaba en cada cicatriz de su piel, y su honor quedaba intacto.
Musashi, por su parte, también mostraba las consecuencias de la batalla. Un solo corte profundo adornaba su pecho, trazado con precisión, una marca de la habilidad de Kojiro. Musashi casi cayó; su cuerpo tambaleante estuvo a punto de ceder, pero en el último momento puso un pie firme en el suelo, enderezándose con esfuerzo.
Levantó su espada en señal de victoria, su expresión mezcla de respeto y alivio. Había ganado el duelo, pero ambos sabían que la batalla había sido más que un simple enfrentamiento. Era un tributo a sus vidas y a su eterna rivalidad.
Sin perder más tiempo, Musashi se acercó al cuerpo caído de Kojiro.
Con una mezcla de respeto y camaradería, lo levantó con cuidado y lo cargó, llevándolo hacia la enfermería cercana.
Sabía que Kojiro era más que un rival; era alguien que compartía su mismo espíritu, y un guerrero de esa estatura merecía un descanso y una recuperación digna.
Mientras avanzaba hacia la enfermería, Musashi miraba el horizonte, una sonrisa cansada en su rostro, satisfecho por el honor de haber cruzado espadas con el único espadachín capaz de desafiarlo hasta el final.
Mientras Musashi y Kojiro se alejaban, sus figuras desvaneciéndose en la distancia, una sombra imponente los observaba desde un punto elevado.
El hombre que permanecía en silencio, contemplando el final del duelo, tenía una figura intimidante y poderosa. Vestía un haori decorado con patrones en la parte inferior sobre un kimono tradicional, y en su espalda llevaba una enorme espada japonesa, mientras que otra descansaba en su cadera izquierda, sujeta firmemente.
Su cabello oscuro estaba atado en una cola de caballo larga que caía sobre su espalda, y dos grandes flequillos enmarcaban su rostro, dándole un aspecto casi fantasmagórico.
Sin embargo, lo que más llamaba la atención era la máscara de Noh roja en su rostro, una máscara que representaba a un anciano, dándole un aire enigmático y sombrío. Observó el resultado del combate, su expresión oculta tras la máscara, pero en sus ojos brillaba una mezcla de admiración y ambición.
El hombre murmuró para sí mismo, en voz baja, sus palabras apenas un susurro, pero cargadas de determinación:
???:—Así que ese es el poder del verdadero Sasaki Kojiro...dijo, sus ojos fijos en la figura distante del espadachín derrotado. —Debo seguir entrenando y estudiando.
Sus palabras se desvanecieron en el viento mientras él continuaba observando, su ambición clara y peligrosa.
Fin que les parecio la pelea?
perdón por si fue algo corta
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