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Capítulo 11: la noche del amor

-¿cuando pensabas decirmelo?- le preguntó Suzanne a Jean apenas se sentó en el suelo, a un lado de Jean, mientras los dos veían aquel cielo mágico con estrellas brillantes de color blanco y rojo

-en realidad no pensaba decirtelo- le confesó Jean y este se río nerviosamente al igual que Suzanne -bueno, cuando me entere que eres una bruja considere la idea de decirtelo

Suzanne no sabía qué decir y ni siquiera como reaccionar ante esta situación, por un lado, la consternación sobre la muerte de su madre seguía presente y por el otro, enterarse que la persona por el cual sentía cierto interés amoroso era un vampiro fue también una gran sorpresa

la joven pelirroja empezó a recordar las cosas que decían sobre los vampiros como también las imágenes de vampiros horripilantes chupaban la sangre del cuello de sus víctimas, la de Drácula en su terrorífica fortaleza en Transilvania y la de cazadores que apuñalaban con una estaca de madera en el corazón del vampiro para matarlo llegaron a la mente de la joven

-no hay problema si quieres hacer una pregunta indiscreta- le dijo Jean mientras le dedicaba una leve sonrisa a Suzanne

-no mueren por estacas en el corazón verdad- le cuestiono rápidamente Suzanne a Jean, y este, se limitó a reírse levemente

-nos pueden matar usando armas sacras- le empezó a decir Jean -son armas que están bendecidas con agua bendita y si un vampiro lo agarra puede sufrir quemaduras, a menos, de que los uses con protección en las manos y si tienes la idea de que somos inmortales, lamento decirte que eso tampoco es cierto, somos como los humanos, nacemos, crecemos y morimos

aquello también sorprendió a Suzanne y después le pregunto a Jean sobre los mitos de que no soportaban el ajo y que tenían que beber sangre

-eso sí es cierto. No soportamos el ajo y la verdad aún no lo comprendo del todo- le empezó a decir Jean -y si piensas que matamos a humanos para sacarles la sangre allí tendré que decirte que es falso, es cierto que bebemos sangre, pero es sangre de animales o de donadores

ya cuando escuchó aquello, la joven se sintió un poco aliviada por saber aquellas cosas de los vampiros y antes de que le preguntara, Jean le dijo que si se podía convertir a un humano en vampiro pero no a un demonio, transformador o bruja en un vampiro

-¿y qué hay de tu familia?- le preguntó Suzanne -hasta donde llegue a escuchar ustedes son como que personas importante para los vampiros

-los Lombard eran anteriormente una rama de otra familia, ahora ya extinta, los Black, y cuando ese linaje se extinguió, mi familia y otra familia que era rama también de los Black se pelearon por el poder, esa familia fueron los Hastings, y esa pelea llegó a su fin cuando mi familia y los Hastings firmaron la paz y aceptaron que los Lombard gobernarían a los vampiros franceses mientras que los Hastings gobernarían a los vampiros ingleses- le relataba Jean a una impresionada Suzanne, al saber que esas cosas, ocurrieron en las sombras de Londres -a pesar de que eso ya fue hace muchos años las viejas rencillas siguen en pie por cuestiones que muy pronto sabrás 

el miedo que ambos sintieron por cada uno desapareció y se sumergieron en una plática bastante interesante sobre las razas que habitaban en Reino Unido

Jean le platico a la Suzanne asombrada sobre los brujos y brujas negros de Escocia, los practicantes de magia ancestral de los galeses como de la magia blanca de los irlandeses, le platicó también sobre los transformadores ingleses y su habilidad de convertirse en animales, sobre transformadores galeses con la capacidad de cambiar sus rasgos físicos y adoptar la invisibilidad, y por último, sobre los llamados transformadores originales, originarios de España con poderes de transformarse incluso en monstruos

por último, le habló de los demonios, y de cómo eran gobernados por una monarquía muy parecida a la de Reino Unido, con la diferencia de que se trataba de una monarquía absoluta y dicha familia era la familia Koresh

Suzanne quedó aún impresionada por la información que Jean le proporcionaba y empezaba a maravillarse por aquellas cosas y cuando Jean dejo de hablar, el silencio volvió a inundar entre ellos, aunque Suzanne, un poco temerosa, se acercó hacía con Jean y recargo tímidamente su cabeza sobre el hombro del joven vampiro

-¿en qué piensas?- le preguntó Jean luego de que este se diera cuenta de la acción que la joven pelirroja

-sobre mi. Sobre mi hermana- le confesó Suzanne -mientras mi hermana tendrá que irse de este mundo yo estaré en él y no quiero que eso ocurra

-podrás visitarla- le dijo Jean como si se tratara de un consuelo

-hay algo que no sabes de las dos. Ambas somos mellizas y a pesar de que estábamos en distintos óvulos siempre he sentido que nacimos al mismo tiempo y no en cinco minutos de diferencia

-todo estará bien Suzanne- intento Jean en tranquilizar a la joven -no se si sepas que nunca me olvide de tí

-ni yo de tí- le respondió con una leve sonrisa -me preguntaba si volvería a verte y creo que se hizo realidad

luego de haber dicho eso, ambos rieron levemente y cuando pararon, ambos se vieron a los ojos y lentamente empezaron a acercarse hasta que finalmente, ambos se enfundaron en un beso apasionado a la luz de las estrellas en el cielo y de las antorchas que iluminaban a las casas del aquelarre

ambos amantes, terminaron su beso cuando la voz femenina de Juliette se hizo escuchar y ambos se separaron al instante mientras la joven se reía por la forma que reaccionaron

-lamento haber interrumpido, pero tenemos ya que irnos- dijo Juliette dirigiendo sus palabras a Jean

-ella es mi hermana, Juliette- le dijo Jean a Suzanne mientras ambos se ponían de pie

-mucho gusto- le dijo Juliette estirando su brazo para que Suzanne la saludara y esta última correspondió al saludo estrechando su mano con la de Juliette, aunque, trató de reprimir el frió que sintió cuando hizo aquello

todos los allí presentes se fueron, siendo la última en irse Margaret Seymour, quien no se despidió de su nieta y simplemente miro seriamente y sin sentimiento alguno a la joven pelirroja

-¿que pasara con Kate?- le preguntó Suzanne a Abel

-ella estará al cuidado de una bruja rumana que vive en Londres. Lamentablemente no puede quedarse aquí- le dijo Abel a su sobrina, y esta, si bien sabía que aquello iba a pasar, no pudo evitar el sentirse triste

-no te preocupes por mi- la tranquilizo Kate mientras se acercaba a su hermana y la agarraba de los hombros -estaré bien y tu lo estarás en este lugar

ambas hermanas se dedicaron una sonrisa jovial para después darse un abrazo mientras ambas se prometían el visitarse

-tengo que llevarla a Londres Suzanne- le dijo Abel y ambas hermanas se separaron para despedirse y tanto Kate como Abel se retiraban

esa sería ahora la nueva casa de Suzanne y si bien no dejaba de sentirse como una extraña en medio de un mundo que apenas estaba conociendo, sus miedos se disiparon cuando el recuerdo del beso con Jean llego en su mente y no pudo evitar sonrojarse y alegrarse mientras recordaba aquel gélido, pero ardiente beso                 

             

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