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Capítulo 5

Mapas y Documentos


Arandris estaba llorando cuando miro por primera vez a su primer amor.

Habían sido atacados por los rebeldes mientras iban en una de las caravanas. Vio cómo su madre después de ser violada muchas veces moría degollada a manos de sus captores y después a su padre en batalla morir carbonizado por una llamarada. Por último, su hermano mayor enfermo de disentería, perecer frente a ella.

Así que tenía sus razones para llorar y encogerse de miedo cuando ese hombre apareció. Ella y dos niñas más, de todos los Khavatari de la caravana eran las únicas infantes, y Arandris había visto como las violaban, igual que con su madre. Atada con cadenas y grilletes, esperaba que fuera su turno y tembló de miedo con el hombre que se acercó a ella.

Fue cuando noto algo diferente.

También él estaba llorando y cuando la vio una débil sonrisa solitaria emergió en el rostro del apuesto hombre. Arandris sintió como su corazón se aceleraba, como sentía un hueco en el estómago y un cosquilleo en sus orejas mientras su rostro se marcaba de rubor.

Pequeña ¿Por qué lloras? —Pregunto gentilmente.

—También usted está llorando.

—Tengo un motivo.

—Yo también —Respondió la niña y guardo silencio cuando el Khavatari rompió las cadenas que la apresaban. Los grilletes le habían dejado marcas en las muñecas y los pies. Él la sostuvo y la abrazo con mucha ternura.


Arandris jamás olvidaría como lloro abrazada a su primer amor, ni como este también respondía a su propio llanto. Dos corazones heridos que encontraban consuelo el uno en el otro.

— ¿Cuál es tu nombre?

—Arandris

—Bien, Arandris... Ven conmigo... a partir de hoy. Hasta que puedas cuidar de ti misma, yo seré tu hermano mayor.

— ¿Cómo te llamas tú?

—... Eril...

Arandris despertó con un sobresalto.

Estaba en su cama con una manta sobre ella. Miro alrededor mientras hacía memoria. Eril le había explicado por centésima vez por que no podía acompañarla, pero Arandris no quería alejarse de su Eril. Y había insistido de nuevo en acompañarlo.

Después, de la discusión, Eril había alegado que ya era la hora de comer. Siempre que discutían algo, ambos acaban con cierta sensación de hambre. Enojada no había querido ayudar a Eril a conjurar comida con su propia magia.

Después.

—... Después... —Murmuro Arandris haciendo memoria — ¡La copa! —Exclamo poniéndose de pie, Eril le había ofrecido una copa de vino y desde ahí no recordaba nada, aunque tenía la vaga sensación de que la habían cargado en brazos. —Eso fue bajo, Eril –Murmuro entre dientes mientras bajaba al comedor, tomo la copa de bronce y la olio con cautela. El olor de vino enmascaraba un ligero apenas perceptible olor diferente. La dejo de golpe en la mesa refunfuñando. Arandris siempre había tenido sueño ligero, significaba que Eril la había sedado.

Tomo aire enojada. Una flama envolvió sus manos. Pero no quemo nada, pues su flama se apagó un momento después.

Arandris era baja de esbelta figura, de cabello negro, lacio que le caía por la espalda en una trenza, aunque dos flequillos caían a ambos lados de su rostro y uno sobre su frente acomodado tras la oreja derecha. Su piel era morena clara; de rostro ovalado, mandíbula angosta, con un mentón afilado. Sus pómulos eran altos y hacían lucir sus ojos verde jade y su fina nariz.

Miro alrededor mientras buscaba con la mirada en el comedor alguna señal de su "hermano mayor" pero después de un momento suspiro derrotada y regreso a su habitación.

—No le perdonare esto... —Murmuro y un momento después escucho unos suaves golpes en la puerta.

Guardo silencio y los golpes sonaron nuevamente. Arandris enarco las cejas no esperaba a nadie y por lo que sabía Eril tenía todo a punto, por lo que era imposible que volviera pronto y menos aún que hubiera olvidado algo, además de haber dejado algo por descuido no tocaría a la puerta simplemente entraría.

—Señor Eril ¿Esta en casa? –Dijo una voz tímida, Arandris conocía al dueño de esa voz.

—Voy, Solei

—Ah, señorita Arandris...


Solei era bajo y delgado aunque sus hombros eran anchos. De piel clara que resaltaba un poco una cabellera negra corta con pequeños mechones que caían sobre su frente la cual era amplia en un rostro ovalado de mentón afilado. Unas gafas de montadura redonda se posaban sobre el puente de su nariz y tras estos dos hermosos ojos azul ultramar.

El joven aprendiz de mago de la raza Elohim, sonrió tímidamente cuando la Khavatari abrió la puerta.

—Buenas tardes, señorita Arandris.

La Khavatari lo miro enarcando las cejas.

—Solei te he dicho que me llames solo Arandris.

—No sería respetuoso. —Respondió el chico con un rubor comenzando a marcarse en sus orejas. Que la joven frente a el paso por alto.

—No me importa ser o no ser respetuosa. —Respondió la Khavatari.

—Bu... bueno yo...

—Solei.

—Bien, Arandris... —Respondió el aprendiz de mago con el rubor ahora perfectamente visible. — ¿Esta el señor Eril?

—No —Respondió Arandris secamente. — ¿Qué se te ofrece?

—Bueno yo... —Murmuro el joven antes de responder — ¿Recuerda hace unos días que el pregunto a mi maestro por unos mapas antiguos?

—Si

—Yo... —El rubor del chico cambio de un rosa cárdeno a rojo intenso. –Le di el mapa equivocado por error. —Murmuro sacando de su toga un rollo de papiro. –El mapa correcto lo tengo yo, aquí mismo, venía a entregárselo a espaldas de mi maestro o...

No termino la frase pues Arandris ya había tomado el papiro de las manos del aprendiz de mago. Lo abrió y con solo una mirada enarco las cejas molesta.

—No entiendo lo que dice. —Dijo amargamente.

Solei trago saliva y miro por encima del hombro el mapa.

—Yo sí puedo leerlo. —Dijo tímidamente. —Ese lenguaje se llama Nattlāl, uno de los antiguos lenguajes neutros que se empleaban para la magia del viento, desde hace ya más de 200 años.

Arandris sonrió.


Drakart Hornmire curvo sus delgados labios en una sonrisa apenas visible en su barba larga y fina. Su sirviente Pepper entro haciendo una reverencia. No hablo pues Hornmire había sido quien le había cortado la lengua, por hablar con quien no debía de asuntos que no debió escuchar tras la puerta.

—Déjala entrar, Pepper.

El mudo asintió y abrió la puerta al salón privado. Una mujer cuyo rostro cubría un velo entro a la habitación con un aire torpe. Era una mujer baja, visiblemente encorvada, todas sus ropas cubrían todo su cuerpo, desde botas de tela, a guantes. Tras el velo apenas visiblemente se podía apreciar una máscara de cerámica finamente tallada representando un hermoso rostro femenino, excepto por una visible grieta que salía de la cuenca derecha del ojo de la máscara. Dándole así la impresión de que la máscara estaba llorando.

Hornmire se puso de pie, y saludo a su invitada con una reverencia caballerosa y elegante.

—Me alegra ver que goza de buena salud nuevamente, su Augusta.*

—La lepra... no tiene... una cura aun... —Respondió la mujer velada. Su voz era fría, ronca como proveniente desde las entrañas de la tierra.

Drakart Hornmire era un Khavatari notablemente alto y delgado, hasta el punto de que podía decirse estaba formado solo por tendones y huesos.
De piel pálida con cabello corto muy bien peinado color marfil incluyendo su larga y fina barba que resaltaba la nariz aguileña y los ojos carmesíes del dragón negro.

— ¿Es verdad lo que he oído? ¿La vimana fue re-encontrada?

—Sospecho que sí, su Augusta.

—Las sospechas no me sirven de nada, Hornmire.

—Calma, su Augusta. Éste puede jurarle que la vimana será nuestra. O todos los dioses, tendrán que rendirme cuentas.

La mujer velada no hablo. Desde su velo emergieron unos sonidos roncos que Hornmire no reconoció en un principio. Hasta que se dio cuenta de que la mujer a quien le llamaba por el título honorifico de "Augusta" estaba riéndose.

—O todos los dioses tendrán que rendirme cuentas. —Repitió. —Debes ser muy poderoso o muy estúpido para tal juramento, Hornmire.

Drakart Hornmire no respondió. Miro por la ventana de su despacho notando la presencia de cierta Khavatari acompañada de cierto aprendiz de mago.

—Hermano, por favor, siéntate. —Pidió el «Sirviente Radiante» al paladín. —Me estas poniendo nervioso.

—Lo siento. —Arel miro a Vladikar; irónicamente en el pasado había visto a su padre y a su tío caminar en círculos ante alguna mala noticia o preocupación y le había parecido raro que hicieran eso al considerarlo una pérdida de tiempo y energía, pero ahora. Él, Arel Thunderheart estaba haciendo es mismo. —Entre más lo pienso, más raro me parece la solicitud del Tratante.

—Bueno, en términos claros. Es verdad que una organización de rapto y venta de esclavos es peligrosa para las comunidades rurales.

Arel miro a su hermano menor.

—Qué raro que le des algo de razón a Osias.

—A mí también me lo parece pero... —Dejo de hablar, y ambos se pusieron de pie en silencio para mirar hacia la ventana.

Afuera la campana de la basílica, sonó con fuerza 7 veces. El atardecer daba paso a la noche.

—Como decía. El deber de la Orden de la Justicia, es luchar contra aquellos que traen el mal. Así lo ha sido por muchos años, hermano. Por esto mismo, pese en diversas ciudades, la orden pudo gobernar ante... —De nuevo interrumpió sus palabras cuando unos suaves golpes en la puerta.

Arel abrió. Una pareja de centinelas entraron en la habitación acompañando al heraldo de la cámara principal.

—Salve, Sirviente Radiante, paladín. —Saludo con una reverencia. —Por decisión del consejo, Arel Thunderheart; así como a diversos hombres a su mando, asumirán identidades falsas mientras investigan a una organización criminal de trata de esclavos. —Leyó en voz alta. Agrego unas frases más pero los 2 hermanos no las escucharon pues intercambiaron una mirada entre ellos antes de volver a prestar atención al heraldo, quien le entrego el documento a Arel. —De acuerdo con la decisión del consejo, partirá en 3 semanas, con otros 2 compañeros.

—Entendido. Si eso es todo, puede retirarse. —Respondió Arel mientras leía el documento. El heraldo solo asintió y salió en silencio acompañado de los centinelas. Vladikar se acercó.

— ¿Cuántos van a ir a esa misión?

—8 personas incluyéndome. —Respondió el paladín entregándole el pergamino. —Es un grupo pequeño y nos infiltraremos por separado para no llamar la atención. Mis 2 compañeros los conozco. —Agrego. —Niel Tallbow, es un Caballero muy hábil en el manejo de la espada y el arco, hemos estado en las prácticas del sur. El otro es Vined Sandath, fue ascendido hace poco a Espada sortílega, aunque es más un guerrero que hechicero.

— ¿Puedes confiar en estos hombres?

—Conozco a 5 de ellos. Niel y Vined son personas honestas. —Respondió Arel. —Jamit Axred es el amigo, de un amigo mío y según se, Jamit es un notable paladín, Gartine Lightfalcon y Esca Hiltstaff también les conozco, Esca es un hombre intachable; los últimos de la lista... Vidregin Rainflame y Herea Lynx. Son personas recomendadas por el Tratante.

—No me suenan sus nombres... —Agrego el Radiante, y su hermano respondió con una mueca. A él tampoco le sonaban esos nombres aunque no podía decir que conocía a todos y cada uno de los 3 mil integrantes de la orden y las facciones que correspondían a cada uno de los integrantes del consejo.

—Hermano, esto no me gusta.

—A mí tampoco, hermanito. A mí tampoco, pero son órdenes y soy un soldado a fin de cuentas, no me corresponde cuestionar órdenes.


Inesperadamente el Sirviente Radiante soltó una exclamación ahogada. Arel le miro y noto que los ojos de su hermano resplandecían y una capa de sudor comenzaba a cubrir su rostro; se mantenía inmóvil y su cuerpo pareció elevarse por lo menos un palmo del suelo, como sostenido por unas manos invisibles.
Aunque esto le tomó por sorpresa, no se movió ni hablo; porque sabía que su hermano estaba recibiendo un aviso del Dios de los Elohim y Khavatari: Zenitar.

Cuando el resplandor de los ojos de Vladikar se apagó, Arel se acercó y alcanzo a sujetar a su hermano que parecía haberse agotado ante el mandato de su dios.

Sin un esfuerzo, Arel cargo en brazos a su hermano y le sentó en un diván cercano a la ventana, por suerte estaba venteando y la brisa fría de la noche le ayudaría a recuperar el aliento.

—Gracias... —Dijo el Radiante aun respirando profundamente. Señalo un ánfora sobre una mesa, y Arel le sirvió vino endulzado con miel. —Nuestro dios... —Murmuro entre sorbos del vino. —Me ha mostrado diversas cosas que están sucediendo actualmente en el mundo.

— ¿Debo llamar a nuestro padre? —Pregunto; esperando informarle algo turbio pero el Radiante solo negó con la cabeza.

—No. Aunque intentara hacer algo, ya sería muy tarde. —Volvió a tomar un trago del vino endulzado antes de levantar la mirada a su hermano. —Zenitar me mostro una aldea con unas casas ardiendo. —Explico. —La sequía de las regiones rurales ha afectado a muchos y por sospechas fundadas por personas envidiosas algunas pocos han sido culpados de esconder agua.

Arel miro a su hermano, sin comprender esa visión, algo que Vladikar advirtió.

—Una víctima, atacada por esos incendios provocados, es un niño; hermano.

—Si... pero no comprendo...

—Hermano, el nombre de ese niño, según la visiónde Zenitar es Lysandros y tienes un deber sagrado por voluntad de nuestro dios.

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Augusta. Es una forma femenina del nombre del emperador romano Augusto . También es un título utilizado para las emperatrices de los imperios romano y bizantino con connotaciones vagamente religiosas. Se otorgó a algunas mujeres de las dinastías imperiales, como indicador de poder e influencia mundanos, y un estatus cercano a la divinidad.

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