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Capítulo 4

La Noche del Fuego


—Gracias Melchor. —Agradeció Gadros mientras su amigo le entregaba una cesta tejida con varios huevos de gallina en su interior. Saco de su chaleco dos monedas de bronce y las dejo en el mostrador.

—No me lo agradezcas, viejo amigo. Pero te recomiendo seas cuidadoso. —Melchor Lebrim el posadero de "El Gallo Rojo" miro a Gadros y después al hijo de este Lysandros. Y empujo las monedas hacia Gadros. —He oído algunos rumores malos. Mejor guarda tu dinero, puede que lo necesites más que yo.

—También yo, he oído los rumores, Melchor. Pero lo comprendo, el agotamiento y este sol abrazador ha puesto nerviosos a muchos. —Gadros volvió a empujar las monedas hacia el posadero. Este suspiro y las tomo ambas.

Melchor Lebrim era un hombre alto muy gordo de piel clara y cabello casi por completo blanco. Los ojos gris verdosos miraron a su viejo amigo tras unas gafas de montadura redonda. Normalmente regalaba una manzana a Lysandros y a los otros niños. Pues el afable posadero era conocido por su corazón alegre y generoso. Muchos decían que su empatía hacia los niños, era a causa de que no alcanzo a ser de ayuda años atrás cuando los niños de Daltigoth fueron raptados.


Lysandros no dijo nada, tenía dos horas que Tulio con la muerte de su ganado había decidido marcharse de Daltigoth y se había llevado a su hija Tania por la cual Lysandros tenía un sentimiento más allá de la amistad. También los padres de Zebam se habían marchado de la ciudad una semana atrás. La sequía le había arrebatado a dos buenos amigos al pequeño y estaba muy triste por eso.

Levanto la cabeza cuando el posadero le dio una palmada amistosa en la cabeza, revolviendo su cabello castaño.

—Vamos, niño no estés triste. Tania y Zebam volverán cuando la sequía termine. —Sonrió. —Además, la amistad no muere nunca, si son buenos amigos se verán de nuevo algún día.

—Gracias tío Melchor. —Respondió el niño saliendo de la posada con aire ligeramente animado.

— ¿Tío? —Rio el posadero visiblemente halagado.


Lysandros tenía un inmenso parecido con su padre. Cabello castaño, ojos azul zafiro. Las mismas cejas y mandíbula cuadrada. Cuando Gadros se rasuraba la barba, parecía rejuvenecer por lo menos de 7 a 10 años, hasta el punto de que parecía más el "hermano mayor" que el padre de Lysandros.

Ciertamente, Gadros y Melodi se habían casado siendo aún jóvenes. Demasiado jóvenes, según habían dicho algunas de las comadronas del pueblo. Melodi, tenía apenas cumplidos los 16 cuando dio a luz a su hijo.

—Papá... ¿Crees que lo que dijo mi tío Melchor sea verdad? ¿Volveré a ver a Tania a Zebam y a Centeno?

— ¿También extrañas al gato? —Respondió su padre con una sonrisa comprensiva y divertida.

—Sí. Era como la mascota de todos. Tania nos prometió que cuando Centeno tuviera crías nos daría a uno de sus hijos...

—Ay, hijo... a veces...

—¡¡GADROS!!

Padre e hijo levantaron la mirada, mientras volvían hacia su casa; tres hombres avanzaron hacia ellos. Lysandros reconoció al granjero Bolem, a Higar un mozo de cuadra de la posada y a un hombre llamado Víctor, al que apodaban «Espantapájaros» por su extrema delgadez y cabello rubio-cobrizo siempre despeinado.

—Hola Amadeo. —Saludo Gadros al granjero Bolem; mientras daba un disimulado paso delante de su hijo, para que quedara a sus espaldas. Los tres hombres advirtieron eso. Lysandros desde atrás vio a Tychos mirando al escena tratando de pasar desapercibido entre uno de los postes que indicaban los nombres de las avenidas. —Vaya calor ¿no te parece?

—No te hagas el tonto, Gadros. —Respondió el granjero Bolem. –Escuche que guardas una docena barriles de agua en tu hogar.

— ¿No te da vergüenza salir en la calle sin compartir tu agua con tus amigos? —Intervino Victor alzando la voz.

Lysandros estuvo a punto de responderle al «Espantapájaros» que su padre y él jamás habían sido amigos. Más allá de eso, el desaliñado hombre siempre había hablado en voz alta que se "Robaría" a Melodi diciendo que ella "Necesitaba a un hombre de verdad". Pero su padre respondió primero, y para sorpresa de muchos con una sonora carcajada.

—Si tuviera 10 barriles de agua no se hubiera secado mi plantío de trigo. Amadeo, ni las rosas de mi señora en su jardín.

Con su respuesta una expresión de comprensión cruzo por el rostro del granjero Bolem. Lysandros vio a Tychos mirar hacia ellos y juraría que había maldecido entre dientes pues movió los labios con una expresión de ira, esté noto la mirada del niño para después inútilmente tratar de ocultarse.


— ¿Qué hay de tu chiquillo? —Bramo Higar mirando con fiereza a Lysandros. Este se ocultó tras de su padre. La mirada del hombre era cruel.

— ¿Qué problemas tienes con mi muchacho? —La respuesta de Gadros era dura y firme. Antes de reaccionar Lysandros sostenía la cesta con los huevos de gallina en sus brazos.

—Para empezar, se conserva muy bien pese que a que casi todos los niños y otros se han enfermado de fiebre por insolación. —Respondió el mozo sin impresionarse por la expresión feroz de Gadros, pero el granjero Bolem intervino.

—Mi hijo, Richil también está sano, eso no significa que yo le esté suministrando agua.

—Simplemente, algunos niños son más resistentes que otros. —Añadió Gadros. —Bien, si no tienen nada mas de que hablar. Mi señora nos espera en casa. —Agrego posando su mano en el hombro de su hijo para seguir avanzando.

—Yo insisto en que tienes agua.

Gadros se detuvo en seco y giro un poco la mirada para ver al tipejo flacucho.

—Cree lo que quieras, «Espantapájaros».



La cena de esa noche era tensa. Lysandros comió los huevos revueltos y dos hogazas de pan, notando que su ración era notablemente más abundante que la de sus padres.

De no ser por el calor nocturno y a que la que se sentía muy sonmoliento, Lysandros no hubiera dudado en ofrecer la mitad de su cena a sus padres. El calor en la noche era demasiado sofocante para él y eso que cenaban en el interior con las ventanas abiertas pero sin una brisa que refrescara el ambiente; incluso los animales como grillos, luciérnagas o las ranas no emitían ruido alguno.

Hasta los animales se están yendo... —Pensó el niño tratando de mantenerse despierto, pero no lo logro.

—Querido. —Dijo Melodi mientras Lysandros ya casi vencido por el sueño se recostaba en la silla de madera. –Has pensado en que nos marchemos.

—Lo he pensado, Melodi... Melchor se ofreció a comprar nuestros terrenos.

— ¿Cuánto ofrece?

—200 lidias...

—Eso no es ni la tercera parte del valor de nuestras tierras. Son dos hectáreas, incluyendo nuestra casa.

—Melchor también tiene sus propios problemas económicos... Además, tampoco quisiera dejar Daltigoth. Tu como yo, crecimos aquí. Y... Aun espero que ambos regresen.

—Sí, Gadros, lo sé. Espero algún día mi hermano: Leo, vuelva aquí, a su hogar. Quisiera verlo de nuevo, Gadros.

—Acompañe a mi padre a los campos ese día. —Dijo Gadros con una expresion sombria. —Solo por eso es que no fui secuestrado. Solo estabas tú, ni mi hermana, Marsella estaba presente. —Dio un golpe en la mesa sin darse cuenta de ello.

—Shhh. Vas a despertar a Lysandros.

Lysandros entreabrió los ojos y un momento después callo dormido. Los brazos suaves y gentiles de Melodi lo acunaron y alzaron con ternura. Momentos después estaba arropado en su cama.


Lysandros tosió un par de veces. El olor a humo lo envolvía. Trato de darse la vuelta en la cama, cuando el sonido de un vidrio romperse lo despertó.

—¡¡LADRONES DE AGUA!!

—¡¡ENTREGUEN EL AGUA!!

—¡¡DESAGRADECIDOS!!

Hacía calor. Demasiado calor. Y muchos más gritos venían de afuera de la casa. Lysandros miro al techo arder.

—¡¡LYSANDROS!!

Antes de que pudiera ponerse de pie, la puerta de su pequeña habitación se abrió solo distinguio entre un velo de humo la silueta de su madre acercarse.

Melodi abrazo a su hijo y de un movimiento rápido lo saco de la habitación. El pequeño alcanzo a ver como el techo se desplomaba en llamas en la cama en donde había estado durmiendo momentos atrás.

La casa de madera se incendiaba.

El humo sobrepasaba los dos metros de alto y a madre e hijo les lloraron los ojos, mientras comenzaban a toser roncamente.

—M...madre...

—Calma Lysandros... calma... —Respondió Melodi que no rodo escaleras abajo por que su marido emergió del humo para sujetarlos a ambos.

—¡¡Gadros estas sangrando!!

El hombre sangraba de una herida arriba de su ceja izquierda pero este pareció no importarle.

—Deben haber planeado atacar a más personas. Vi 3 humaredas cuando intente disipar la multitud pero...

Lysandros no termino de oír lo que decía su padre, el humo lo tenía mareado y a penas y podía mantener los ojos abiertos. Tosió de nuevo y entre recuerdos y humo sus padres lo cargaron al piso de abajo pero solo recordaba que una de las columnas del techo ardía con mucha fuerza. Y esta repentinamente se desprendió junto con maderos del techo hacia ellos.

Alguien.

Tal vez él mismo Lysandros grito: Cuidado, y repentinamente,se quedó inconsciente al recibir en la base del cuello y la nuca un golpe enseco, y no vio nada más.


Una mano simplemente trazo un arco corto antes de abofetear suavemente a Lysandros sin ninguna brusquedad. El niño se quejó y recibió otra bofetada apenas igual de fuerte que la anterior. Abrió los ojos y vio borroso por unos instantes, solo viendo la oscuridad de la noche y una silueta oscura inclinándose hacía a él.

Los ojos del pequeño se abrieron de espanto al ver ese rostro, y con una segunda mirada un grito de terror, emergió desde sus entrañas mientras se libraba de aquella mano descarnada, sin uñas, casi huesos como las manos de un esqueleto.

Lysandros retrocedió de un salto, casi cayendo al piso al tropezar con una piedra en el suelo, vacilante como si acabaran de darle un golpe terrible. Sus ojos, dilatados de terror, se mantenían fijos en aquel rostro que lo miraba con indiferencia entre las sombras.

Era la faz misma de la muerte.

Sanguinolenta, cadavérica, mitad calavera mitad carne abrasada, arrugada, informe, bañada en sangre coagulada con un ojo blanco y ciego. No tenía pestañas y casi y podía notarse un descarnado y chamuscado parpado. El cabello largo y chamuscado en partes le caía sobre una oreja deformada igualmente quemada, apenas sin boca formada, de entre los labios salió un sonido hueco y extraño, como una voz ronca en el eco de una cueva sin fondo.

Sintió que estaba a punto de orinarse cuando entendió las palabras surgidas de aquel rostro profanado como surgido de los abismos del infierno.

—¿Lys... Lysandros... ... e-estas... he-herido?

—Pa... ¿Padre? —Respondió el chiquillo.

Antes de que Gadros pudiera responder tras de ellos una corpulenta figura apareció y freno en seco al verlos.

—¿Gadros? ¡¡POR LOS ROBLES DE BEREKUR!! ¡TU CARA! –Exclamo Melchor Lebrim con un sudor frio y pálido en su semblante. Colgando de su hombro un saco con algo se movió para caer y rodar por el piso.

—Me... Mel-chor...

— ¡Mamá! —Grito Lysandros alejándose de su padre mientras miraba alrededor, estaban en un claro que conocía el cual porque solía jugar ahí con sus amigos; esté se ubicaba en el bosque tras los campos de cultivo. — ¿Padre, donde esta mamá?

—Cierto ¿Dónde está Melodi, Gadros? ¿Está herida?

El hombre se quedó en silencio y levanto la mirada hacia la luna.

—Nos ha dejado. —Respondió en un murmullo triste. Una lágrima recorrió el único ojo sano del hombre.

Melchor tomo el saco que cargaba y lo dejo recargado en una gran roca casi por completo cubierta de musgo.

—No soy tan bueno en esto como mi hija, pero... —Murmuro mientras se acercaba a Gadros, éste no noto la cercanía del posadero hasta que Melchor estiro la mano y casi por unos centímetros las yemas de sus dedos tocaron su rostro quemado.

— ¿Mel-chor que...?

Pero el posadero no respondió, comenzó a murmurar entre dientes unas palabras extrañas y en la punta de sus dedos emergió una pequeña y oscilante luz blanca, la cual incremento su brillo un instante. El posadero sin dejar de murmurar bajo la mano y toco las manos quemadas de Gadros y al igual que su rostro, lentamente comenzaron a sanar.

Lysandros como su padre miraron sorprendidos al afable posadero.

Que este hombre tímido y gentil supiera usar magia les tomó por sorpresa. El posadero sonrió tímidamente y el brillo en la punta de sus dedos se apagó lentamente. Saco de su mantel un pequeño cuchillo que tendió a Gadros para que lo usara como un espejo. Lysandros también lo noto.

La mayor parte de las quemaduras en el rostro de su padre estaban casi por completo curadas, su parpado, ojo y labios estaban restablecidos nuevamente aunque aún le faltaban las cejas y pestaña izquierda. La oreja estaba colorada y ya no estaban tan deformada como antes. Las manos de Gadros volvían a ser manos firmes aunque las quemaduras en la piel permanecían casi en su totalidad.

— ¿También tienes quemaduras, Lysandros? —Pregunto Melchor.

—N... no, tío Melchor. —Respondió el pequeño mientras miraba al posadero con cierto respeto. –Pero. Papá ¿Adónde fue mamá? ¿Por qué nos dejó? ¿Se ha extraviado?

Gadros miro a su hijo. Era una mirada amorosa pero cambio a ser una mirada gélida. Miro alrededor y después a Melchor.

—Vámonos, Lysandros. Daltigoth dejo de sernuestro hogar.


Arel Thunderheart estaba de pie en la sala de espera. No portaba su armadura pues estaba en reparación. Aunque su espada seguía en la vaina que colgaba de su espalda. Estaba en silencio, sujetando los documentos que lleno con su informe para entregar al consejo, pero pensaba más en las palabras de su hermano, el Sirviente Radiante: Vladikar Thunderheart.

—Señor. —Dijo un centinela que hizo reaccionar a Arel. –Señor, ya puede pasar. ¿Se siente bien?

—Sí, perdón estaba pensando en algo sin importancia. —La última palabra le supo amarga en los labios. Paso al lado del soldado y entro a la cámara del consejo.

Era una habitación circular, seis tronos estaban ocupados por los seis primeros campeones que habían sido grandes y poderosos guerreros en su tiempo. No, solo cinco de ellos habían sido los héroes. El sexto trono había sido ocupado por un sucesor desde hacía ya pocos años.
Camino hacia el estrado donde debía permanecer de pie y entrego al centinela su espada que puso en la mesa delante del Canciller.

—Bienvenido, Paladín. —Dijo una voz firme.

La voz de Dike Thunderheart.

Arel noto la mirada amable en su padre. Dike en su juventud había sido un hombre fornido, ahora era un hombre de tercera edad. Aun así portaba con facilidad una magnifica armadura de placas que le daban el aspecto de un guerrero veterano y poderoso, que no pedía nada a nadie pues poseía el suficiente poder propio para abrirse camino en batalla hacia la victoria. Su cabello le caía a los hombros en matiz blanco y dorado a la par de una barba cerrada bien cuidada. Como sus dos hijos —Vladikar y Arel— tenía ojos dorados, firmes y poderosos. Recordando a un águila calva.

—Hace poco menos de un día. —Dijo una voz femenina —Has regresado de los cuarteles del este. Afirmas haber obtenido la victoria en aquel ataque.

Quien había hablado era la Hierofante: Tihra. Quien sujetaba suavemente su cayado. Y un momento después se despojó del manto carmesí que cubría sus hombros. Era una mujer alta de cuervo agraciado. Vestía un vestido blanco ligeramente escotado a la par de unos guantes blancos. Su vestimenta, quedaba opacada por su inmensa belleza. Su hermoso rostro ovalado, entre risos negros que le caían sobre la espalda. Labios carnosos y pómulos altos. 

Sus ojos castaños rojizos la hacían parecer una diosa del amanecer.


—Sí, mi señora. —Respondió Arel con una reverencia de cabeza ante la hierofante. —Todo está escrito en mi informe. —Respondió. —Debo también informar al Osario; que los ritos fúnebres de seis de mis hermanos, 1 paladín, 2 espadas sortílegas y 3 caballeros fueron llevados a cabo en los cuarteles del este. Junto con 116, y 43 aldeanos los cuales murieron en liza. —Guardo silencio. —Repentinamente aparecieron en el campo de batalla para ayudar a proteger sus tierras.

—Me encargare de hacer la ceremonia correspondiente —Respondió Vitan Dimachaerus el Osario. Era un hombre bajo de complexión robusta, nariz aguileña y ojos azules, su cabello rubio dorado lo traía peinado hacia atrás con risos bien elaborados. Como siempre lucía una túnica blanca y negra de telas costosas mientras su sortija de oro Exodiedo emitió un resplandor con la luz del sol por la ventana sus espaldas. —Por favor, Paladín transfiérame los nombres de esos valientes soldados muertos honorablemente en combate. Me asegurare de que sus familias sean informadas.

—Así lo hare, Osario. —Respondió con una inclinación respetuosa y después agrego. —Es una lástima que varios de los nuestros perecieran. Es, cómo perder a varios miembros de nuestra familia.

—Ciertamente. —Respondió Vitan con una sonrisa triste. —Son nuestros hermanos y hermanas al luchar, pues quedamos hermanados en batalla. Tienes razón Paladín, es como perder familia.

—Si me disculpan. —Interrumpió Osias, el Tratante levantando la mano antes de que el Canciller tuviera la oportunidad de decir algo. —Hace poco me han llegado unos informes que quería discutir con ustedes, compañeros. Ya que este, eficiente Paladín ha regresado con éxito. –Arel noto los énfasis en las palabras Eficiente y Éxito.

—Hable, Tratante. —Dijo el Canciller

—Hace poco, la Hierofante y su servidor. —Hizo una reverencia a Tihra. —Hemos salido de viaje invitados por los nobles del congreso de las Estepas del Thaklaf. Donde Elohims emigrantes de las guerrillas del norte han comenzado a establecer algunos poblados en compañía de Impallah. Le pequeña ciudad se llama Fulcos.

—La ciudad ha progresado bellamente. —Agrego Tihra

—Ciertamente, han solicitado ante nosotros el poder establecer un cuartel de entrenamiento en dichas tierras. Así mismo ejercer la justicia en esas tierras.

—Son territorios de los Impallah, Tratante.

—Lo sé, Canciller. —Tomo aire. —Pero. En esa ciudad de apariencia tan tranquila e inofensiva, me he enterado de algo que me inquieto muchísimo.

Arel miraba al Tratante con cierta sospecha, algo en sus entrañas le decía que estaba a punto de decir algo en verdad importante si es que eso lo había inquietado.

—Tratante, por favor continúe.


—Me entere por medio de un esclavo prófugo, de una organización que en el pasado, secuestro niños. Arrancándolos de los brazos de sus madres. Si mal no recuerdo, la noticia llego a nosotros por medio de una pequeña hace varios años atrás.

Tras sus palabras hubo un silencio gélido en la sala.

—Recuerdo ese día... —Exclamo Arel recordando a Marsella llorando pidiendo ayuda al consejo antes de que se desmayara, no había caído al suelo por que Arel, en ese momento un novicio de Paladín la alcanzo a sujetar y levantar en brazos. —Fue horrible...

—Ciertamente. —Agrego Ashtar el Embajador. —Tres de mis sobrinos, hijos de mi prima, fueron secuestrados también. Taliz, Monaj, Sarah... nunca volví a verlos.

— ¿Dice que tiene información de esos secuestradores, Tratante? —Intervino Dike. —Hable entonces, pese a que han pasado muchos años, ese es un asunto serio.

—Lo que obtuve de este pobre hombre, fue que usaron a los niños para labores forzadas. Él era uno de los pocos supervivientes. Murieron la mayoría intoxicados en ciertas minas que no supe localizar pese a que llevaba conmigo a algunos de mis mejores agentes de información, e incluso ahora siguen en búsqueda de pistas e información en esos territorios lejanos.

— ¿Esclavos? —Pregunto Tihra con un tono de ira en su voz — ¿Tomaron a niños inocentes como esclavos?

—Mis sobrinos...

—Y me temo lo peor, compañeros. —Agrego el Tratante. —Quienes organizaron dicho secuestro, eran integrantes de una organización que quiere derrocar a nuestra orden y de ser posible destruir el reinado de nuestro reino: Valead y de ser posible también al reino de nuestros semejantes: Everya que es un reino muy poderoso.

—Eso suena absurdo. —Dijo el Canciller.

— ¿Quién podría hacer algo así?

—Un loco. Osario —Respondió Osias. —Un loco al cual no le importó sacrificar niños con tal de que sus planes tuvieran avances... a través de algunos comunicados de mis contactos de confianza... sé que algunos de los agentes de dicha organización suelen rondar en las ciudades donde es legal la venta de esclavos.

—Tratante. —Dijo Arel con voz firme. — ¿Desea que yo me encargue de liderar a una campaña para darles el castigo a estos malhechores? —Arel miro a los líderes del consejo —Estoy de acuerdo en aceptar tal encomienda. Esos criminales serán aprisionados, aun si me toma cien años les encontrare.

—Bien dicho, Paladín.

—También concuerdo con el plan del Tratante, esos malhechores deben ser capturados.

—Los niños de esta generación...


—Disculpen, compañeros. –Interrumpió Osias con una mirada cautelosa. —Como ustedes, deseo que estos criminales terminen el resto de sus días tras las rejas. Pero también hay que ser realistas.

— ¿Realistas?

—Estos criminales, esperaran que les demos caza. Así que tendrán espías y avizores mientras que nosotros apenas y podremos preparar nuestros movimientos. Yo... bueno no es fácil para mí decir esto, pues lo que voy a sugerir no es noble ni justo para muchos.

— ¿Qué quiere sugerir, Tratante? —Pregunto Bertham el Canciller. —Por favor explíquenos.

Osias suspiro y cruzo los brazos sobre el pecho para después recargar ambos brazos en la mesa.

—No es fácil expresar esto... pero como ya mencione la nueva ciudad de Fulcos es, técnicamente hablando, es una nueva posibilidad para los integrantes de esta organización... tal ciudad está libre del reino de los Impalllah al ser una de sus pocas ciudades estado. Yo... propongo, construir un cuartel ahí, como está previsto y una vez tengamos los derechos judiciales, legalizar en dicha ciudad, la venta de esclavos; aun de niños.

El Canciller como la Hierofante se pusieron de pie de golpe. El canciller para sujetar a la mujer pues parecía estar dispuesta a enfrentarse a Osias por su propuesta.

— ¿¡Cómo puedes sugerir algo así, Osias!? —Exclamo Tihra

—Eso es una barbaridad. –Agrego el Embajador — ¿Esclavitud en niños? ¿Estás loco?

—Compañeros...

—... una locura...

—... no lo permitiré...

—... Compañeros...

—¡¡SILENCIO!! —Grito el Canciller, con la cara completamente roja de tanto intentar establecer el orden, todos estaban de pie menos Osias que seguía con la expresión de pensador en su semblante mientras bajaba las manos de la mesa. —Tratante, por favor explíquenos la razón de su propuesta.

—Como dije antes. No es algo noble en esto. Pero piénsenlo bien compañeros. Si se establece un código, reglas para tener un esclavo, la situación puede ser manejada desde las sombras.

»Establecer un sueldo de 2 Talentos a la semana para el esclavo como paga por sus servicios. —Alzo una mano cerrada, pero levanto el índice. —Dos veces a la semana que todos los esclavos sean revisados por un representante de la ley para comprobar si fue golpeado o abusado sexualmente. —Alzo el dedo del corazón. —El poder dar la oportunidad para que el "siervo" pueda denunciar a su amo de malos tratos o de incumplimiento de alimento, techo y vestimenta. —El Osario y el Embajador intercambiaron una mirada cuando Osias alzo el anular. —Una vez al mes, el "Municipio" de la esclavitud, pague a todos los siervos, doce Lidias por sus "labores obreras".

»Que el siervo quede en libertad después de tres años de servicio a una persona. –Termino de hablar, tomo aire y después siguió hablando. —Un trato humano en la esclavitud, nos permitiría tres cosas a la vez. La primera, que los desertores, capturados y emigrantes que sean vendidos como esclavos puedan obtener un sueldo justo y por tres años un lugar en el cual poder trabajar, aprender a cómo ganarse la vida y poder vivir de forma honrada.

»En segundo lugar, poder establecer en secreto una base de operaciones para reunir información sobre los traficantes de esclavos y sus rutas de "comercio" en tercero y lo último, el poder ponerle una trampa a esta siniestra organización, y de este modo: capturarlos. —Señalo a Arel. —Usted paladín, y nadie de los aquí presentes me dejaran mentir; has sido uno de nuestros líderes militares más sobresalientes aun a su joven edad, estoy seguro de que esto, puede ser una misión exitosa bajo tu liderazgo. Si es que se aprueba esto, obviamente. —Agrego como si fuera algo ya decidido aunque con algo de indiferencia.

Con sus palabras reino de nuevo el silencio.

Arel miro a Osias pero este dirigía la mirada al piso por lo que su expresión quedaba oculta.

—Paladín. —Dijo Bertham después de un momento. —Puedes retirarte, necesitamos discutir la propuesta del Tratante.

Arel estuvo a punto de decir algo pero viendo la expresión funesta de su padre y también la de su tío supo que no valdría el caso discutir.

Haciendo una reverencia respetuosa abandono la sala en silencio, pero con su mente hecha un remolino de ideas y pensamientos.

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En Edurnen existen 4 monedas que se describen a continuación.

Riyales. Son monedas de Oro, a veces llamadas "Aurelios" son rectangulares y son las de valor más alto.

Lidias. Son monedas de Plata, son circulares 5 Lidias forman 1 Riyal.

Talentos. Son monedas de Bronce, son ovaladas. 10 Talentos forman 1 Lidia.

Pesos. Son monedas de Hierro y Cobre cuadradas. 20 Pesos forman 1 Talento.

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