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Capítulo 3

La Madre de todos los Dioses


El Khavatari giro rápidamente hacia el pilar de fuego que había conjurado con magia. Una silueta negra se perfilaba dentro de las llamas, que de un hermoso tono dorado cambiaron a negras.

Darkscar La Mercenaria de Sombras emergió del fuego con la diestra levantada. En su palma una flama negra danzaba sin quemar sus dedos. Las flamas negras oscilaron y desaparecieron dejando intacta a la hermosa guerrera oscura.

— ¿Fuego negro?

—Sí.

—Creí que eras solo un sicario.

—No. Soy una guerrera hasta la medula. –Respondió Darkscar. –Y no es que me sirva mucho de mi magia, pero me ha servido para sobrevivir en diversas situaciones. Puede decirse que soy un... «Portador del Fuego».

Eril no agrego nada más. En su mente había cautela ante la flama que la mujer había invocado.

No lo entiendo, el fuego de un dragón como yo, es muy destructivo así como mágico; pero esas flamas negras absorbieron mi fuego... Tengo la sensación de haber oído algo sí. Un fuego que... ¡PORTADOR DE FUEGO! —Los ojos azul turquesa de Eril emitieron un resplandor azulado. Trago saliva con cierta dificultad. La mercenaria levanto la mano y nuevamente la flama negra creció y se extendió, tomando la forma de una gigantesca serpiente alada hecha de fuego negro. —E-esa flama es... es Coatlicue... —Articulo.

—No esperaba menos de un Erudito. —Felicito Darkscar mientras la serpiente de fuego desaparecía lentamente en un anillo de fuego que levitaba a la altura de las caderas de la mercenaria. –Sí, esta flama es Coatlicue; una de las 10 «Madres primordiales». A mi fuego, Coatlicue también la llaman: la «Madre de todos los Dioses


Eril'thal Miraj Abraham "Eril" había sido uno de los tres guardianes y protectores del Sultán; aun siendo mucho más joven que sus dos compañeros. Le habían llamado «Dragón Sangriento» por su increíble capacidad para luchar tanto en forma humana como la de un dragón, hasta ese día. El cual prefería no recordar, pues al hacerlo le hacía llorar de tristeza y desear la muerte.

Por eso se había renunciado a su título y su posición como uno de los guardianes, y se dedicó a la erudición. Era ahora un Suleyman. Y aunque hacia cien años que había dejado de ser un guerrero aún hoy, muchos lo miraban con temor. Aseguraba no temer a nada ni nadie. Pero esta vez, palideció un poco ante el poder que la mercenaria portaba consigo.

— ¿Cómo obtuviste algo así?

—Eso es asunto mío. —Respondió la mujer. —Supongo debo regresarte el favor, de atacar a una dama.

La siniestra tomo el broche en el cuello y de un movimiento suave la capa dejo los hombros de la mujer. Su chaleco de cuero rojo y negro no tenía hombreras y aparentemente tampoco espalda. No presentaba un conjunto normal para el combate, si no sus ropas más cómodas para desplazarse sin ningún problema. Una hoja de arbusto en flamas cayó delante de ambos.

Eril como ella, se miraron fijamente, la flama de la hoja oscilaba. Hasta que se apagó.

Ambos la tomaron como una señal de inicio. Ambos mental y físicamente prepararon su fuerza, inteligencia y determinación que eran capaces de invocar, para ganar aquel encuentro. Darkscar cerró los ojos unos instantes e inspiro hondo. Su cuerpo comenzó entonces su sincronizado movimiento para inhalar y exhalar, atrayendo hacia ella toda la energía que pudiera. Se inclinó tocando la arena del desierto con sus manos y las armas en su cadera; las dos espadas y el Nunchaku cayeron al suelo con un rápido movimiento de sus manos.


Eril también estaba preparado. 

En el momento en que las palabras arcanas cubrieron su torso musculoso, las heridas de quemaduras desaparecieron lentamente, como agua secándose al sol. Estuvo a punto de decir las palabras que le transformarían a su verdadera apariencia, la de un dragón, pero apenas iba a efectuar la salmodia guardo silencio. La guerrera parecía dispuesta a luchar cuerpo a cuerpo y eso era algo que respetaba.

—Bien, mujer. Pelearé contigo cuerpo a cuerpo, pues parece vas con todo.

Darkscar no mostro emoción de duda o miedo en su rostro, si no determinación. Su esbelta figura fue elevándose a con rapidez, juntando las manos hacia el pecho y cerrando los puños con fuerza. Todo el cuerpo estaba erguido, menos la cabeza que, en un movimiento rápido y medido se colocó derecha. Un pie al frente y su tronco giro hacia el lado contrario colocándose cara a cara con el Khavatari. Sus puños se relajaron y sus manos volvieron a viajar en diagonal hasta su costado.

En esos momentos, la mente de ella es una gran inmensidad blanca sin nada ni nadie más que él. El escenario de pelea se reconstruyo en su mente, pero no hay elemento vivo o extra que la distragera.

Darkscar era muchas cosas: asesina, cercenaría, manipuladora, seductora... Pero no era una estúpida. Era tan peligrosa como hermosa, pero conocía sus límites y sabía muy bien que nunca podría vencer a un dragón en su verdadera forma; aun con Coatlicue con ella, podría acabar muriendo.
Por suerte, su enemigo en esta ocasión era unhombre que se regía por un estricto código de honor. 

Todo lo importante era él y solo está concentrada en él. Podía sentir el agradable cosquilleo pasando por todo su cuerpo, llegando desde las extremidades y colocándose suavemente en su pecho, reunía todo, fortaleciendo su corazón con el latir de su sangre en sus venas, su magia. 

Coatlicue, no le había fallado hasta ahora.

Suspiro y sus labios finos se curvaron en una sonrisa que otros hombres hubieran declarado era cautivadora.

Entonces, con suavidad y feminidad, Darkscar separo ambos brazos que se estiran en el aire. Girando su tronco quedando este de perfil aunque su rostro sin dejar de mirar al frente. Sus pies también se desplazaban. Uno lo subió, doblando la rodilla, a la altura de su pecho lo que la obligo a inclinarse muy ligeramente al frente. Su otro pie lo uso de soporte con la rodilla también poco flexionada para lograr su equilibrio.
La mano derecha se eleva por detrás de su cabeza, quedando los dedos es una forma estilizada, mientras la mano izquierda solo se estira al frente unidos los dedos juntos en otra forma. Y así, en aquella posición que le brinda equilibrio y neutralidad.


¿Qué posición es esa? —Pensó Eril mientras la mujer haciendo caso omiso a sus armas se ponía en una posición desconocida para el veterano guerrero. Un momento después miro con determinación a Darkscar –Ya veo, esa postura te da balance para reaccionar. ¿No es así?

El Khavatari tomo aire, y permitió que su piel bronceada absorbiera la energía del astro rey. Sus ojos turquesas miraron detenidamente a la guerrera. Su rostro no tenía emoción alguna ni siquiera en esos ojos plateados, que aprecian dos espejos de acero. Tomo aire de nuevo y el fuego draconiano que podía lanzar de sus fauces emergió en sus manos.

Pudo sentir el calor de sus flamas doradas como estas bailaban en forma esférica envolviendo sus manos, piel y músculos. Relajo su cuerpo, pudo sentir su sangre correr con fuerza en sus venas y se movió. Dos giros entonces de 360° se dieron a una velocidad acorde a la ágil musculatura del Khavatari, soltándose del primero una ráfaga potente dirigida a los pies de la chica, pero aún no había terminado de atacar.

Del segundo giró se desprendió una ráfaga más que iba a una velocidad aún mayor. Dirigida especialmente al cuello de Darkscar; con la variedad de que la primera era recta y la segunda horizontal; ampliándose unos cinco palmos de largo, por lo cual abarcaba solo una parte del cuello y evitaba así mismo que la chica pudiese esquivarla con facilidad.

Aunque esperaba que Eril lanzara ambos orbes de fuego, el ataque del Khavatari ciertamente la tomó por sorpresa. Pero rápidamente elaboro su estrategia. Desde el inicio de aquella posición, Darkscar había comenzado a preparar su cuerpo para la recepción de los ataques provenientes del adversario.


La posición que adquiría le permitía lograrlo, estirando los músculos y fortaleciendo los tendones. En su rectitud y forma también encontraba elasticidad y una vía segura para canalizar de modo correcto de su energía.
Su respiración era rutinaria, haciéndose de una inhalación profunda, seguida de dos consecutivas en el mismo tiempo. Sus músculos se encontraban tensados pero el cuerpo relajado. La mente está ausente de todo lo demás, únicamente visualizaba el campo que construyo paralelo al enfrentamiento, en su interior.

El Dragón con forma humana, había atacado primero cosa que ella deseaba, pues después de atacar podía contraatacar sin dificultades; el primer ataque, consistía por dirigir una de estas flamas hacia la Mercenaria en forma de una ráfaga en dirección a los pies de la misma. Poco esfuerzo le hizo dar un segundo giro que lanzo una segunda ráfaga ahora dirigida al cuello.

Las dos ráfagas avanzaban casi al mismo tiempo aunque por una ligera distancia se separan.

El remanente de una sonrisa emergió en el semblante de la Mercenaria que respiro hondo. Su grácil forma se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos, de modo rápido y fuerte dejándola contraída y de cuclillas en el suelo. 

Sus manos tocaron el suelo mientras sentía como el poder de Coatlicue fluía desde su centro hasta las puntas de sus dedos, por la mano, el ante brazo y la cabeza. Un sentimiento se liberó en su cuerpo permitiéndole entonces actuar.


La Madre de todos los Dioses emergió en sus manos y antebrazos, para cubrirlos en flamas negras, recordando a unas espadas. La primera ráfaga de fuego fue cortada cuando la guerrera con las palmas de las manos juntas las coloco al frente de su cuerpo. Estiro el pie derecho para brindarle una posición segura. El fuego dorado del primer ataque de Eril pasó a su lado formando una V.

En una secuencia conjunta, sus palmas aun pegadas se elevaron sobre su cabeza mientras que pierna izquierda gira de perfil, su cuerpo se inclinó ligeramente al frente y comenzó a elevarse. La segunda ráfaga estaba a poco de ella...

Sus manos hasta entonces juntas se separaron cada una formando una media luna en su trayecto. El fuego volvió a evadirla como si de eso se tratase todo; aunque, unas pocas chispas permanecieron cerca de las manos de esta, estiradas en horizontal. Poco a poco estás comienzan a retraerse hacia su rostro con delicadeza... como si besara las llamas.

Respira... —Murmuro sin emoción mientras las flamas de Coatlicue desaparecieron de sus manos antes de regresar a adoptar su posición sin más.

Eril para sus adentros estaba impresionado. No había esquivado el primer ataque si no que haciendo gala de una gran agilidad y precisión de alfiler corto el primer ataque para después contrarrestar el segundo.

—Tenía razón. Las flamas de Coatlicue consumen el fuego de otros. —Murmuro.

— ¿Significa que ponías a prueba tu fuego contra el mío? —La sonrisa en la guerrera era burlona pero también había un atisbo de admiración.

—No. Señorita. No le temo a nada ni a nadie. —Tomo aire mientras cerraba sus manos en un aplauso –Simplemente, soy cauteloso; ante lo que desconozco.

Unidas las palmas de Eril las elevo hacia la mitad de su pecho. Las separo lentamente mientras las yemas de sus dedos seguían unidas. En el hueco de ambas manos emergió una llama pequeña apenas de una pulgada en color dorado que se tiño a rojo carmesí y giro sobre si misma formando una pequeña esfera de fuego, tan pequeña como una canica.

El corazón de Darkscar dio un vuelco. Los ojos azul turquesa de Eril emitieron un brillo carmesí y dos flamas de dicho color empezaron a salir de sus ojos. Las flamas no quemaban sus pestañas o cejas pero si le daban una apariencia plenamente demoniaca, incluso los caninos habían crecido un poco; pues eran más notorios incluso en los labios cerrados del Khavatari.


Darkscar miro con sospecha la esfera de fuego en las manos de Eril. 

Sintió la energía de Coatlicue en su cuerpo reaccionar: advirtiéndole una amenaza. Esta lo confirmo al ver el rostro del Khavatari. La misma expresión que tenía cuando era uno de los Guardianes. Era la mirada, de un asesino despiadado.

La brisa pareció dejar de soplar por unos instantes... el tiempo parecía detenerse y hasta el silencio del desierto que había imperado en este momento en aquél combate.

Eril yacía ahora firme en su posición... con una mirada terriblemente fría y sin muestras de querer dar ningún ataque o moverse de su posición. Pareciendo estatua a los ojos de la mercenaria y ante los ojos de Abiæ y su silencioso protector desde larga distancia.

Pero en sus manos, en específico en dos de sus dedos índice y el medio, el poder arcano ígneo se iba concentrándose de a poco; en una cantidad bastante considerable, sin ser exagerada ni demasiada; que hacía que él dragón cerrase sus ojos y sincronizase el flujo de energía que su cuerpo recorría con las respiraciones que el mismo hacía.

—¡¡¡Corona del Sol Carmesí...!!! —Dijo en un tono muy bajo, abriendo apenas sus labios, importándole poco si alguien pudiese escucharle. –El comienzo del fin... —Susurró de nuevo sintiendo como la energía estaba concentrada en la cantidad requerida. La sonrisa entonces luchó por salir del Dragón Sangriento, pero el mismo la reprimió, haciendo ver de nueva cuenta la seriedad en su cara... mirando a Darkscar fijamente o eso aparentando.


—Terminemos esto niña... estoy un poco harto de las luchas innecesarias. —Dijo para entonces elevar su mano derecha por sobre su cabeza.... con el dedo índice y medio en lo más alto... emitiendo una ola de energía contenida y dispuesta a salir en forma de fuego... o quizás en la otra utilidad que Dragón Sangriento le había encontrado.

La mano fue bajada con rapidez y el concentrado de la energía fue disparado conjuntado con un poco de fuego... mismo que convertía el ataque del Khavatari en una verdadera bomba que impactaría contra lo primero que tocase...

Eril sonreía y tenía razones para hacerlo. A la vista de cualquiera era un ataque normal... Solo quizás con algunas combinaciones blanquecinas y con un desprendimiento de calor más grande. Era el mismo ataque concentrado que quito la vida de muchos, tiempo atrás; cuando era un Guardián. El problema en si consistía en si aquella podría reaccionar a tiempo ante la velocidad del ataque lanzado. La probabilidad de que la matara era demasiado alta.

—Mereces... tu reputación... —Murmuro la Guerrera. No habría de pasar por alto, los asombrosos y a la vez mortales acontecimientos de un pasado lejano. El fuego en sus modalidades de purificación se alzó ante los ojos atentos de la muchacha que contemplo, con cierta envidia su cambio a suaves pero mortíferas llamas rojas.

Mantuvo su ritmo de respiración así como el centro de su ser balanceado con el propia magia, uniéndola a la de Coatlicue. No fue necesario acumular demasiado para lo que estaba a punto de realizar, pero si lo suficiente para desilusionar a su soberbio contrincante.

Su poder arcano la envolvió como una manta en cada parte de su cuerpo. Dos miradas ardientes se encuentran... pero ausentes se encuentran. Darkscar apenas reacciona un par de segundos antes de que el ataque sea lanzado. 

Enfrentándose nuevamente al destino. Lo cual era irónico, pues no creía en tal cosa. Su fuerza comenzó a esparcirse hacia los pies primordialmente, aunque guardando un poco de reserva para las manos. Retrajo su postura. De dos zancadas sus pies tomaron el impulso que necesitaba.

Tomo aire mientras saltaba bastante alto hacia enfrente; inclinada en su salto, sus rodillas se retrajeron. Realizando entonces un giro que imprime mayor velocidad y le permite un segundo cuando de sus extremidades comienza a emanar su fuego negro.
¿Qué sorpresa sería la de comprobar una evolución en aquel fuego rojo? Tan ardiente y fuerte y ahora envuelto en suaves tonalidades escarlatas, cada vez más notorias a medida que el segundo giro termina. 

Estiro las extremidades en el aire y de ellas sale una poderosa ráfaga de fuego en dirección a la parte media del Khavatari.


Mientras él enfrenta este ataque sorpresa, la Guerrera calculo bien su caída, aterrizando varios pasos delante de donde el ataque de Eril había impactado para entonces. No había hecho mal en tomarle seriedad a sus palabras en cuanto a ser cauteloso ante lo desconocido.

—Tienes razón. —Admitió. —Lo desconocido debe ser enfrentado después de todo. —Confirmo Darkscar con una sonrisa mientras caía con las puntas de los pies. Sus rodillas se doblaron con ayuda del impulso que llevaba, sus manos terminan por amortiguar la caída. —Aun no... — murmuro, pues aun tenia las reservas de la magia de Coatlicue acumulado en sus manos y un poco más en sus pies para así comenzar a salir en forma de chispas mientras ella, apoyando sus manos en el suelo, giro dándole la espalda a Eril, para enfrentar nuevamente su ataque con dos bolas de fuego y una ráfaga de menor tamaño.

Las consecuencias estaban por llegar.


— ¿Es una guerrera o una bailarina exótica? —Fue el fugaz pensamiento de Eril cuando la mujer comenzó a reaccionar a su ataque más poderoso. Miro con detalle como aquella pelinegra hacía gala de sus habilidades que el cuerpo de mujer y su de seguro duro entrenamiento habían podido otorgarle a su bella silueta. 

Unas cuantas gotas de sudor comenzaban a aparecer, aunque demasiado tenues aun, mismas que daban a mostrar el flujo de energía, esfuerzo y actividad que el Khavatari estaba realizando.

Empero, estaba preparado... o eso creía cuando miró a su homóloga lanzarse en giro y parecer querer atacarle. Eril no le dio importancia, seguía firme y con la mente tranquila intentando y esperando, con paciencia a que la joven bajara la guardia y mostrase un punto de debilidad que le indicase que ahora podría atacar.

Pero no fue así, el movimiento de Darkscar no fue en realidad algo que pudiese desconcentrar al Khavatari, pero el ataque que de ella provenía y que denotaba calidez y armonía... que lucía esplendoroso y diferente... que se mostraba como un fuego más puro. Dejó a Eril en un momentáneo estado de shock que le hizo perder la concentración al mirar su misma especialidad ser usada en su contra.

Me... descuide —Pensó rápidamente y en destellos el Dragón con forma humana, quien al reaccionar tras sentir el calor aproximarse a su persona, no pudo hacer otra cosa más que utilizar el poder arcano, cargado en su otra mano y dispararlo contra el ataque que la jovencita le había propinado. Todo en cuestión de segundos. Mientras el a su vez, antes de que impactaran los dos ataques, miraba a la joven aterrizar y defenderse de la otra explosión que estaba sucediendo en ese momento.

Después solo silencio, tras un estruendoso ruido donde se escucharon dos explosiones terribles, una nube de polvo pequeña fusionada con el humo causante de aquellos choques se levantaba y obstaculizaba la vista de Ariæ y el guerrero de negro; espectadores por medio de los caminos de la magia.


Dentro del humo, Eril'thal Miraj Abraham estaba tendido en el suelo, respirando agitadamente y con algunas quemaduras que ardían con dolorosa fuerza en su pecho, sus calzas estaban casi por completo desgarradas y consumidas por el fuego. El Khavatari había sido alcanzado por la explosión al no haber podido reaccionar a tiempo ante el ataque de Darkscar y ahora yacía parcialmente agotado y con heridas de la batalla.

Como pudo se puso de pie y trató de normalizar su respiración. La energía que le quedaba era poca y tenía que tratar de acabar con esto, aunque con la esperanza de que se hubiese acabado ya. Dado que la bella mercenaria había quedado atrapada entre el impacto de las dos explosiones; y aunque hubiese podido defenderse exitosamente de la primera. Su espalda estaba al descubierto y la segunda explosión que fue la más grande había ocurrido a sus espaldas.

Un rostro funesto trataba entonces de recuperar la seriedad. Eril no se rendía y mucho menos se confiaba. Sabía del potencial de la joven y que aquella no estaría muerta, probablemente herida de suma gravedad. Aunque en su mente esperaba que estuviese inconsciente o lo suficientemente en mal estado como para terminar la batalla.

—Sería difícil que hubiera sido de otra manera. —Recapacito mientras su mente envuelta en un remolino de colores y sensaciones, se negaba a rendirse ante la incertidumbre de los siguientes momentos que vendrían a seguir.

Lo que acababa de suceder arranco de los dos espectadores un profundo y agitado sonido de agitación y terror. Abiæ, atenta a la batalla pudo notar cuando sucedió y por qué el resto, era solo un telón de oscuro polvo, trozos de madera de las palmeras y arbustos volando y sonidos ensordecedores. La imagen resultaba difícil de asimilar por la incertidumbre. El corazón acelerado en el pecho de la Silente ansiaba desentrañar el misterio tras el acto.

Espero en silencio tras el último suspiro contenido.


La mercenaria estaba en el suelo. Difícilmente se puso de pie. Al igual que Eril la mayor parte de sus ropas estaban desgarradas por las dos explosiones también tenía quemaduras dolorosas en el cuerpo y la cara. Los restos de una flama negra se extinguieron en sus dedos y simplemente se quedó a medias de pie. Respirando entrecortadamente pero sus ojos plateados seguían dispuestos a luchar.

—El... límite de Coatlicue...

Una silueta masculina avanzo entre el polvo hacia a ella.

—Luchaste bien, Darkscar —Murmuro Eril. Respirando trabajosamente reunió la poca magia que le quedaba en su palma. Una flama brotó en la mano del Khavatari. —Cuando fui un Guardián; mate y me comí a muchos que decían ser poderosos guerreros, pero tú eres el mayor reto que enfrente. Y eso que me enfrente a algunos de mis hermanos renegados. Esta batalla ha acabado, por eso. Te daré una muerte misericordiosa y sin ningún dolor...

No termino la frase. Del guantelete de Darkscar un katars apareció con un silbido y la afilada cuchilla se clavó en el pecho del Khavatari. Atravesando su corazón. 

Eril tosió sangre y se tambaleo pero recupero el equilibrio un momento después para sujetar a la mercenaria. Sus brazos musculosos la acunaron contra su pecho y la levantaron medio metro en el aire.

—Suéltame...

—Te diré algo. Darkscar. Los dragones dorados y azules como yo... Tenemos 3 corazones... —La herida en su corazón escocia con mucho dolor y ahora que no tenía su magia, pues su flama se había apagado solo tenía una idea en mente: Romperle (triturarle) las costillas en un abrazo asesino.

— ¿Se van a besar? —Dijo una voz infante.

La Mercenaria y el Khavatari giraron la mirada al mismo tiempo. Ante ellos se encontraba una proyección color morado claro y transparente con la forma de una niña: Abiæ. —Si se van a besar háganlo mientras esta atardeciendo. Eso sería más romántico. —Agrego con una sonrisa traviesa y pícara.

Darkscar se separó completamente colorada de Eril quien había soltado a la mercenaria con una exclamación de sorpresa.

—¡¡Es... ESTHER!! —La llamo y avanzo hacia la proyección arcana un paso pero la niña lo miro con indiferencia.

No.

Con tristeza.

—No soy quien crees, Eril'thal Miraj Abraham... Pero la conozco... Sé quién es Esther... —Eril avanzo otro paso hacia la niña y vio que esta movía los labios. Un momento después tanto él como la mercenaria emitieron un resplandor violeta en sus cuerpos, y se sintió sano y restablecido nuevamente. Toco su pectoral y vio que la herida del katars que le había hecho Darkscar estaba curada. Giro hacia la mercenaria que lo miro con indiferencia aunque un brillo de complacencia brillaba en los ojos plateados de la joven. —El mensaje fue entregado, vámonos Darkscar.

—Como diga, Silente. Supongo, podremos jugar en algún momento, Dragoncito.

Antes de que el Dragón con forma humana pudiera hacer algo, un destello violeta envolvió a la mercenaria y esta como la proyección de la niña desapareció. El Khavatari permaneció de pie y en silencio varios minutos, hasta que murmuro.

—Esther... ¿Acaso has reencarnado?

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