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Capitulo 3: Una tarde de verano.

   No era muy seguido que reinara el silencio en aquella casa, lo cual no ayudaba con las preocupaciones de Sagitario, si bien el ambiente parecía calmado nada podía evitar el sentimiento de ansiedad que trepaba por su espalda y se inyectaba en su mente como veneno.

   Por su ventana se podía oír de forma muy leve la voz de Leonoro quien no paraba con su costumbre de molestar al resto de los habitantes del lugar siendo Aren su víctima más reciente ante la ausencia de Aileen. Sagitario se preguntó donde podrían estar Boreal e Itziar, supuso que Boreal estaría terriblemente ocupada cuidando de sus plantas aprovechando que Ice no se encontraba para darle clases sobre etiqueta. "Si tus plantas siguen creciendo pronto tendremos suficientes para cubrir todas nuestras habitaciones" recordaba que había mencionado Aileen alguna que otra vez durante el almuerzo y una sonrisa se plantó en sus labios por el recuerdo.

   A diferencia de lo que le había parecido a Sagitario en un principio la vida en aquel lugar rodeada de sus amigos le iba muy bien, siempre había alguna pelea en la que Leonoro usualmente estaba incluido ( o era quien la había iniciado) pero todos parecían encajar perfectamente.

   Decidida a no dejar que el silencio se quedará mucho tiempo en su cabeza la chica de piel morena comenzó a tararear una melodía que recordaba haber escuchado a Aaron cantar una tarde antes de que se fuera a su hogar. Lentamente dos figuras de hielo comenzaron a tomar forma sobre la esquina de su cama, bailando junto a la melodía mientras disfrutaban de la compañía de su pareja gélida.

   La melodía se vio interrumpida primero una y luego dos veces por los bostezos de Sagitario quien finalmente decidió recostarse en su cama para descansar y tratar de recuperar el sueño que no había podido conciliar la noche anterior gracias a la preocupación por sus amigas.

   Boreal se encontraba susurrándole palabras de apoyo a sus plantas cuando lo sintió, o más bien lo vio. El aire que salía de su boca transformándose en una pequeña nube de vapor y una leve lámina de escarcha creándose sobre las hojas de las plantas que acababa de regar. El frío en su cuerpo no tardo en hacerse notar haciendo que sintiera como si su sangre se hubiera congelado y roto en pequeñas agujas de hielo que se clavaban en su piel.

   El cambio repentino en la temperatura logró desestabilizar al hada quien se tambaleo un poco sobre sus pies antes de lograr pararse recta a pesar de que sus piernas siguieran sintiéndose débiles. A duras penas Boreal caminó hasta la puerta de su habitación y la abrió.

   Se oyó un sonido fuerte cuando el cuerpo de la chica golpeó contra el suelo, sus rizos del color del fuego habían cubierto sus ojos privándola de su sentido de vista lo cual empeoró la forma en la que el resto de su cuerpo se sentía.

   De repente sus huesos eran piedras y su piel se tensionaba, y por un momento sintió como si toda la luz se fuera a apagar y todo su esfuerzo por llegar hasta el pasillo no contaría para nada.

   Sus pulmones se habían cerrado. Cada bocanada de aire se sentía como si toda su garganta estuviera siendo desgarrada.

   Sintió un peso sobre sus hombros y un par de brazos rodeándola en un abrazo, la calidez del otro cuerpo la había devuelto a la realidad lo suficiente como para darse cuenta de que se encontraba un par de metros más lejos de la puerta de lo que pensaba, al parecer se había arrastrado a través del pasillo sin darse cuenta.

   Un mechón de pelo castaño claro caía sobre su cara haciéndole cosquillas.

   —Itziar, tu pelo está en mi boca— anunció Boreal con una risita.

   —Ups, lo lamento— se disculpó la otra chica mientras se sostenía el pelo en una coleta y terminaba de acomodar el abrigo que le había puesto a su amiga sobre los hombros.

   Con su vista finalmente despejada Boreal pudo observar a Itziar, tenía los labios morados y sus ojos estaban cristalinos por lagrimas que asumió se habrían producido con el frío. No se veía bien, pero asumía que ella tampoco.

   —Deberíamos ir a buscar a los demás— habló finalmente Itziar.

   Ambas chicas caminaron lentamente por los pasillos del lugar apoyándose sobre la otra para mantener su balance, todo su hogar estaba cubierto en escarcha y el sol del exterior no parecía ayudar en nada con la temperatura. Se detuvieron al llegar frente a la biblioteca de la cual salían sonidos de quejidos.

   Boreal abrió la puerta y entró a la habitación agradeciendo en su mente que el abrigo que tenía la hubiera ayudado a recuperar un poco de su temperatura corporal. En el suelo junto a una mesita se encontraba Leonoro, pero Boreal por poco lo ignoró cuando notó a Aren en el sofá.

   La piel de Aren estaba cubierta por escarcha al igual que todo el resto del lugar y sus ojos, "oh, sus ojos" pensó Boreal, abiertos de par en par y cristalizados y parecían tan vacíos.

    Boreal no notó a Itziar cubriendo a Leonoro con otro abrigo que tenía en sus brazos, tampoco notó a Leonoro despertando y haciendo un chiste como era usual de él en las situaciones de peligro. No, Boreal se acercó a su amigo y lo cubrió cuidadosamente con una manta que estaba en el sofá, poco le había importado en aquel momento el hecho de que la manta también se sentía helada.

   Sintió un líquido cálido rodando por su mejilla y supo que las lágrimas ya no eran a causa del frio. Con sus manos tomó a Aren por los hombros y lo sacudió, primero de forma suave como se le hace a un niño pequeño para despertarlo pero pronto los sacudones se volvieron lentamente más y más violentos hasta que Leonoro tuvo que tomarla por las muñecas para evitar que el pobre hada congelado perdiera su cabeza en un movimiento demasiado brusco.

   —Debemos sacarlo de la casa, este lugar no lo está ayudando— determinó Leonoro mientras levantaba a Aren sosteniéndolo por la espalda y debajo de las rodillas.

   Se encontraban en la mitad del camino hasta la salida cuando Boreal notó algo más.

   —Sagitario—

   Itziar volteó a ver a su amiga después de oírla decir el nombre pero para su sorpresa pocos rastros quedaban allí de su amiga.

   Los pulmones de Boreal ardían pero a diferencia de la última vez en ese momento se debía a la falta de aire que correr por los pasillos le había causado. La escarcha se volvía mucho peor a medida que se acercaba a la habitación de Sagitario, se convertía en hielo y causaba que resbalase en su camino.

   Sin embargo la puerta detrás de la cual se hallaba Sagitario era sin lugar a duda el peor objeto dentro de toda la maldita casa, el hielo era el doble de grueso y tan solo rozar la manija con la yema de sus dedos causaba que toda su mano se sintiera como si estuviera hirviendo.

   El frio había empeorado pero Boreal se negaba a abandonar el lugar hasta haber sacado a Sagitario. Un golpe con el hombro a la puerta no funcionó, ni tampoco lo hicieron dos o tres y Boreal se comenzaba a arrepentir de haber decidido no usar zapatos aquel día. La escarcha se había comenzado a expandir por la plantilla de sus pies y aún cuando el hielo se sentía como agujas Boreal había continuado golpeando la puerta.

   El sonido del hielo rompiéndose logró aumentar la adrenalina de Boreal y la pelirroja siguió golpeando hasta que la puerta se abrió en dos.

   Lo que sucedió luego Boreal no lograba recordarlo con claridad una vez que se encontró fuera de la casa, era como si hubiera disociado y su cuerpo había actuado por su cuenta, pero Sagitario se encontraba a su lado y Aren estaba recobrando la conciencia.

Y no se veía muy feliz.

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