
Capítulo 3
La sultana Melek había comenzado a prepararse para la cena después de haberse encontrado con el príncipe Selim. Ella aún no lograba sacar de sus pensamientos al príncipe; sin embargo, trataba de concentrarse lo más que pudiera en estar perfecta para la cena. La sultana había pasado horas eligiendo su vestido y las joyas que usaría. Quería causar una muy buena impresión en su hermana, quería verse deslumbrante. Ella había escogido un vestido rojo con detalles en dorado; de accesorios, había escogido unos aretes de rubíes, un collar a juego y una corona no muy grande ni muy pequeña que combinaba perfectamente con su ropa y accesorios. También se había colocado algunos anillos. Esta vez había optado por recoger su cabello en algunas trenzas.
La sultana se observaba de pies a cabeza con cuidado en el espejo, asegurándose de estar totalmente perfecta. No le gustaba del todo cómo se veía; sin embargo, se le estaba haciendo tarde y no podía seguir perdiendo el tiempo escogiendo un nuevo vestido y nuevas joyas. Las criadas le colocaron perfume y, ahora sí, estaba totalmente lista. La sultana se despidió de Nergisşah y le dijo que volvería más tarde. Luego salió de sus aposentos, siendo seguida por la señorita Azra y la señorita Ayşe, quienes la acompañarían hasta el palacio de la sultana Mihrimah y estarían con ella en todo momento.
La sultana salió del palacio y fue hasta donde esperaba su carruaje. Subió en él y el viaje comenzó. El palacio de la sultana Mihrimah no estaba demasiado lejos; en una o dos horas estaría ahí. La sultana Melek estaba demasiado nerviosa, no dejaba de jugar con sus dedos para distraerse un poco. Su corazón latía a gran velocidad por los nervios que tenía y también por un poco de miedo. Era la primera vez que viajaba sola, sin la sultana Mahidevran. También tenía miedo porque no le había avisado a la sultana Mahidevran que iría a cenar al palacio de la sultana Mihrimah. Había olvidado decírselo, pero estaba feliz de no haberlo hecho, pues sabía que su madre le impediría ir a cenar al palacio de la sultana Mihrimah.
El viaje parecía eterno hasta que, finalmente, la sultana llegó a su destino. Cuando el carruaje se detuvo en el palacio de la sultana Mihrimah, la sultana Melek dejó salir un largo suspiro y bajó del carruaje unos minutos después. Ahí estaban algunas criadas que hicieron una reverencia en cuanto se abrió la puerta del carruaje. La sultana Melek observó el enorme palacio frente a ella; se veía muy lindo. Era un sueño hecho realidad para la sultana estar ahí, en el palacio de su hermana, camino a una cena con su hermana. Algo que nunca esperó que sucediera, algo que solo ocurría en sus sueños.
La sultana comenzó a caminar hacia la entrada del palacio. Estaba siendo guiada por una criada cuyo nombre no sabía. La señorita guió a la sultana a través del palacio. Melek estaba muy deslumbrada por lo hermoso que era el lugar; sin duda, su hermana tenía muy buenos gustos. El palacio era bellísimo. Los nervios volvieron a invadir el cuerpo de Melek cuando se detuvieron frente a una puerta. Sabía muy bien que al otro lado estaba su hermana.
Ella estaba muy nerviosa, sus manos temblaban y su corazón latía muy rápido. Melek jugaba con sus dedos tratando de relajarse un poco. Suspiró profundamente y cerró los ojos por unos segundos mientras la criada abría la puerta.
Melek observó el interior de la habitación: ahí estaba la sultana Mihrimah y Rüstem Pasha. Por un momento, Melek había olvidado que Mihrimah estaba casada con Rüstem y que cenar con ella significaba cenar con él. Y bueno, Melek odiaba a Rüstem. Es una de las únicas personas que Melek odiaba con todo su corazón.
La sultana Melek ingresó a la habitación con pasos lentos pero seguros. Ella le sonrió a su hermana y su hermana le devolvió la sonrisa. Rüstem se reverenció y la sultana Melek solamente caminó un poco más para darse cuenta de que en esa habitación también había dos personas más.
Los ojos de Melek se abrieron como platos al ver a su hermano Bayaceto y, obviamente, también a su hermano Selim en esa habitación, viéndola.
Melek tragó grueso al ver la mirada de confusión y sorpresa de Selim. Él la estaba matando con la mirada. La sultana Melek apartó la mirada de ellos y la centró en su hermana, quien estaba sonriendo, y cuando Melek estuvo frente a ella, abrió los brazos para abrazarla. Melek le sonrió y correspondió a su cálido abrazo.
—Melek, querida, qué bueno que llegas. Estaba preocupada —dijo Mihrimah mientras se separaba del abrazo para ver a su hermana a los ojos.
—Disculpe la tardanza, tuve un pequeño retraso en el palacio —explicó Melek mientras volteaba a ver a Selim, quien ahora la miraba fijamente a los ojos con una mirada fría en la que reflejaba lo molesto que estaba.
—Sultana, espero que el viaje haya sido bueno —dijo Rüstem mientras se enderezaba.
—Lo fue, Pasha, gracias por preguntar.
—Selim, Bayaceto, ¿no piensan saludar a nuestra hermana? —preguntó Mihrimah mientras levantaba una ceja. El príncipe Bayaceto sonrió y se acercó a ellas.
—Melek —saludó Bayaceto para luego darle un abrazo, el cual duró unos segundos hasta que él se separó. Bayaceto la vio de pies a cabeza—. Vaya, la última vez que te vi eras una pequeña niña que corría por el jardín en busca de mariposas —dijo Bayaceto, riendo un poco.
—Bayaceto, es un placer volver a verlo, alteza —sonrió Melek mientras hablaba.
Mientras el príncipe Bayaceto saludaba a la sultana Melek, el príncipe Selim la fulminaba con la mirada. Hace unas horas había encerrado a su hermana en una habitación, dispuesto a hacer algo que no debía con ella, y no lo había hecho debido a que pensaba que era una mujer del harén de su hermano Mustafa. Y ahora resulta que esa mujer era su media hermana. El estómago se le revolvía solo de imaginar lo que pudo haberle hecho.
—Melek se ha convertido en una hermosa mujer —dijo finalmente el príncipe Selim, captando la atención de todos. Él se acercó con la mirada fija en los ojos de Melek. Le dedicó su típica sonrisa coqueta, la que le causaba tantos nervios a Melek—. Tu futuro esposo será muy afortunado -murmuró al estar frente a ella.
La sultana Melek tragó grueso y apartó un poco la mirada. Sonrió y asintió con la cabeza. El príncipe Selim le dio un suave abrazo y pasó su brazo por la cintura de Melek.
—Es un placer verte.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la sultana Melek cuando sintió el brazo de Selim en su cintura. Ella se lamió los labios y se separó luego de unos segundos del abrazo.
—El placer es todo mío, alteza.
Selim le volvió a sonreír, causando un leve sonrojo en Melek, quien también le sonrió y apartó la mirada. Melek fijó su mirada en su hermana Mihrimah, quien sonreía.
—La cena se va a enfriar, será mejor que cenemos pronto —dijo la sultana Mihrimah.
Todos asintieron con la cabeza y se dirigieron a la mesa. La sultana Mihrimah se sentó al lado de Rüstem, Bayaceto en la cabecera, y Melek se sentó junto a Selim. Luego de una oración, comenzaron a cenar. Durante la cena, Selim no paraba de dedicarle miradas a Melek y de hacer comentarios sobre ella, elogiando su belleza y otras cualidades. Mihrimah y Bayaceto preguntaban distintas cosas sobre la gobernación de Mustafa en Amasya y sobre Melek.
La sultana Melek se sentía demasiado nerviosa; nunca hubiera imaginado que se encontraría con el príncipe Selim y el príncipe Bayaceto. Pensaba que solo cenaría con Mihrimah y Rüstem. No podía creer que tuviera tanta mala suerte como para encontrarse con Selim en el palacio de Mihrimah. Sabía muy bien que el príncipe estaba molesto; se notaba en la forma en que hablaba y la miraba. Con una sola mirada, le causaba escalofríos a Melek.
La cena fue bastante animada, pues Bayaceto no dejaba de hacer bromas para divertir a Melek y a Mihrimah. Selim, en cambio, se mantenía sereno, diciendo que Bayaceto era un tonto con sus bromas y chistes. Rüstem, por otro lado, solo estaba interesado en saber cosas de Amasya. Melek no respondía a todas sus preguntas; algunas veces simplemente lo ignoraba o decía que no sabía.
Finalmente, la cena llegó a su fin. La sultana Melek se había divertido demasiado. Había cumplido uno de sus tantos sueños: cenar con sus hermanos. También había establecido una bonita relación con su hermana Mihrimah y su hermano Bayaceto. Selim, por otro lado, le había lanzado comentarios con doble sentido que no había entendido del todo bien, pero sabía que no eran cosas buenas, y tenía demasiado miedo de lo que pasaría después de esa cena... miedo de lo que Selim podría decirle o hacerle.
—Fue un verdadero placer haber cenado con ustedes, sobre todo contigo, Melek —dijo la sultana Mihrimah.
—Para mí también lo fue. Me gustaría repetirlo en otra ocasión —comentó Melek, mientras dirigía su mirada a Selim—. Fue todo un encanto cenar con ustedes.
—Bien, yo me tengo que ir. Estoy muy cansado —informó Bayaceto para luego despedirse de Mihrimah y Melek—. Nos vemos mañana.
El príncipe Bayaceto le dio un asentimiento de cabeza a Rüstem y a Selim antes de salir de la habitación. La sultana Melek se lamió los labios y bajó un poco la mirada. No quería irse. No quería dejar de estar al lado de su hermana. Era todo un sueño para ella estar ahí, pero sabía que debía irse.
—Yo también debo irme. Nergisşah debe estar esperándome —comentó la sultana Melek, levantando la mirada para ver a su hermana, quien le dio una mirada un poco triste al saber que se iría.
—Me hubiese gustado que te quedaras aquí, pero comprendo que debas irte. Te veré mañana, Melek —dijo la sultana Mihrimah, acercándose a ella para darle un abrazo que no duró demasiado.
—Yo acompañaré a Melek. Los caminos a esta hora suelen ser peligrosos. No quiero que le pase nada —dijo Selim, dedicándole una media sonrisa.
Melek lo miró a los ojos y negó con la cabeza.
—No es necesario.
—Lo es. Iré contigo por tu seguridad.
—Será mejor así, Melek. Estos caminos no son seguros por la noche. Selim cuidará bien de ti —dijo Mihrimah.
—De acuerdo... —aceptó en voz baja.
El príncipe Selim se despidió de la sultana Mihrimah y de Rüstem. La sultana Melek hizo lo mismo y luego ambos salieron de la habitación. Las manos de Melek temblaban de miedo, su corazón estaba acelerado. Tenía mucho miedo.
Luego de alejarse lo suficiente de la habitación en completo silencio, el príncipe Selim se giró hacia las criadas de la sultana Melek.
—Quédense aquí —ordenó con voz fría y fuerte.
Las criadas miraron a la sultana Melek, y ella asintió con la cabeza.
El príncipe Selim miró a Melek y, sin decir una sola palabra, la tomó del brazo con muchísima fuerza, haciéndola jadear de dolor. Ella hizo una mueca mientras él la obligaba a entrar en una habitación que había en el pasillo. Parecía ser una habitación que no estaba siendo usada por nadie, quizás una habitación de invitados. El príncipe Selim cerró con seguro la puerta, mientras la sultana Melek miraba la habitación en silencio y retrocedía unos pasos con miedo.
—Me debes una explicación, ¿no crees, Melek? —interrogó Selim con voz fría, mientras se acercaba a ella y la miraba directamente a los ojos.
Melek se lamió los labios y apartó la mirada de Selim, mientras seguía retrocediendo hasta que su cuerpo chocó contra la pared fría de la habitación. El príncipe Selim pegó todo su cuerpo contra el de Melek, puso ambas manos en la cintura de la sultana y luego llevó su mano derecha al mentón de ella, levantándolo para que lo viera a los ojos.
—Habla, ahora.
La sultana Melek lo miró directamente a los ojos, suspiró suavemente y se mordió ligeramente el labio inferior.
—Tú nunca preguntaste mi nombre, nunca me preguntaste quién era —murmuró en voz baja, viéndolo fijamente a los ojos—. No te debo ninguna explicación.
—Pude haber cometido un grave pecado contigo. Debiste haberme dicho que eras tú, Melek. ¿Tienes idea de las consecuencias que podría tener lo que quise hacer contigo? Todo por no decirme quién eras.
—Sé muy bien las consecuencias que podría tener, pero no sucedió. Además, ¿quién te manda a que te guste todo lo que tiene faldas?
Melek no apartó la mirada en ningún momento. No quería dejar que él viera el miedo que tenía. Selim rió suavemente y se acercó al oído de Melek. La cálida respiración de Selim contra su piel causó escalofríos en Melek.
—Eres hermosa, Melek. Es una verdadera pena que seas mi media hermana —murmuró antes de separarse de ella y girarse para salir de la habitación—. Vámonos.
La sultana Melek suspiró, cerrando los ojos. Puso una de sus manos en su pecho, abrió los ojos nuevamente y se lamió los labios. Sin más, siguió a Selim fuera de la habitación.
Ambos comenzaron a caminar hacia las afueras del palacio. Cuando llegaron al carruaje, Selim ayudó a Melek a subirse y luego él montó su caballo. El carruaje comenzó a avanzar de regreso al palacio de Topkapi, custodiado por los guardias que acompañaban a la sultana, al príncipe Selim y a sus propios guardias.
Durante todo el camino, Melek no dejaba de sonreír y reír sola. Aún podía sentir la respiración de Selim contra su piel, sus manos en su cintura. Sabía que estaba muy mal la forma en que pensaba en él, pero no podía evitarlo. Selim se estaba apoderando de sus pensamientos.
⏜꯭ׂ⏜ׂ 𓈒 ୨ 🌷 ୧ 𓈒 ⏜꯭ׂ⏜ׂ
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro