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XXXII. Hija de la ira.

⊱ ☽   Epílogo.   ☾ ⊰


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   Lilith despertó con cinco años en su pequeña cabaña en Apis, en el Día de Serendipia, trece años atrás. Su madre había gritado desesperada. La pequeña Lilith saltó de su cama y llorando se arrojó debajo de esta, ocultándose.

   Iban a morir, el Bloque Negro había venido a por ellos. Comenzó a sollozar aterrorizada, pero todo estaba en silencio.

   Oyó unos golpes y a su padre maldecir a su madre.

   Oh no.

   Pensó la pequeña Lilith, no era el Bloque Negro. Al estar dormida se había confundido. Salió de debajo de la cama, atemorizada. Su padre había vuelto a emborracharse y siempre golpeaba a su madre hasta el cansancio, Lilith debía ayudarla. Era su responsabilidad, tenía que ayudarle, aun sabiendo que se ganaría una buena paliza.
   La niña caminó por su casa atemorizada, sentía que le faltaba el aire y su corazón se desgarraba mientras abría la puerta de su alcoba, ubicada debajo de la escalera. Vio a su padre de espaldas, enorme, monstruoso, de pie al lado de su madre quien yacía en el suelo con cara de horror.

   —¡Bruja mal nacida, hija de puta, sangre sucia, salvaje! —gritaba su padre mientras destrozaba la cocina.

   Lilith respiraba con dificultad, tenía mucho calor, pero debía ayudar a su madre.

   —Behemoth, por favor —lloraba esta en el suelo, con sus piernas en una posición extraña—. No puedo moverme. ¡No siento las piernas!

   —¿Qué hago ahora contigo? —gritó este. Él mismo la había empujado por las escaleras, ahora tenía una esposa paralítica que no le serviría de nada.

   Lilith llegó al final de la escalera, su madre la miró con horror.

   —Cariño, todo está bien, vuelve a la cama —susurró Selene mientras lloraba.

   El padre de Lilith se agarró la cabeza, de pronto hacía mucho calor allí dentro, cada vez se volvía más sofocante.

   —Levántate, mami —rogó Lilith.

   Behemoth comenzó a subir las escaleras, dispuesto a irse a dormir. Nada le importaba. Y no parecía darse cuenta que la madera de su casa emanaba humo. Se oían miles de voces que cantaban en la lejanía, sirenas y brujas en agonía. Lilith no lo sabía, pero desde aquel entonces su cabeza jamás estaría en silencio.

   —No puedo, mi amor, vuelve a la cama por favor —dijo Selene. Pero Lilith no se movió. Su madre suspiró de dolor e intentó arrastrarse hacia ella, quien la miraba sin saber qué hacer.

   Un jarrón en el piso de arriba cayó al suelo, y su padre comenzó a gritar otra vez. Lilith se sobresaltó y de la madera brotaron llamas en ese mismo instante. Las voces se intensificaron.

   Su madre chilló y miró a su alrededor: estaban atrapadas, la cabaña entera estaba cubierta de llamas.

   —¡Lilith! ¡Necesito que te calmes! —gritó su madre asustada mientras las llamas consumían su hogar, la niña no se movió. De pie observó a su madre con los ojos muy abiertos mientras las lágrimas caían por su rostro.

   Su padre tosía insistentemente en el piso de arriba, hasta que pareció desplomarse y la tos paró. Su madre intentó arrastrarse a la salida, pero un estante se derrumbó sobre ella.

   —Lilith, por favor, sal de aquí —lloraba su madre, pero su niña no se movía. Quería ayudar a Selene, ¿pero como? Era solo una niña.

   La vista de Lilith comenzó a nublarse y esta a marearse. Cayó al suelo mientras Selene la observaba aterrorizada, llamando su nombre estiraba los brazos hacia ella.


   Lilith despertó en el Pinar Nevado, Freyja agitaba sus hombros desesperada.

   —¡Lilith, tenemos que irnos!

   Lilith la observó con los ojos muy abiertos y miró a su alrededor. El Pinar Nevado estaba completamente en llamas, los árboles caían y los animales huían. Freyja estaba cubierta de hollín. La ayudó a levantarse y la rodeó con el brazo mientras se abrían paso en el fuego hacia el Puerto de los Viajeros Perdidos.

   Mamá... pensó Lilith. Sao está muerta, ¿cómo voy a respirar sin ella? Ya me estoy ahogando.

   El Olympe de Gouges, tengo que salvarlo... Por ella.

   —Freyja... —susurró Lilith, su corazón se retorcía. Freyja la miró un segundo para seguir avanzando mientras las llamas danzaban furiosas a su alrededor—. Todo fue mi culpa.

   Yo soy el fuego que mató a mi madre, soy la tragedia y ella fue mi víctima. Nací con la desgracia en mi sangre... y jamás aprendí a correr más rápido.

   Tic-tac.


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⊱ ☽   Fin del segundo volúmen.   ☾ ⊰

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