XXVIII. Los pecados de nuestras tierras.
"Guarda silencio, cien años más.
Me han querido tener bajo tierra
pero el tiempo allá abajo
me ha vuelto azul mineral.
Tengo alas en la voz, dime:
¿Crees que nadie se enteró?, ¿nos tienes miedo?
Somos millones, con sangre de fuego en
el funeral de tu triste manipulación."
Azul Mineral - Lau Crespa.
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Unos cuantos cuernos anunciaron su llegada mientras el galeón avanzaba entre Verum y Vulpes y rodeaba la gran ciudad para entrar al Puerto de los Viajeros Perdidos. El ánimo no había mejorado. Se alegraban de estar de vuelta, pero todos sabían que cambiarían de opinión al volver a ser expuestos a tantas injusticias y reglas absurdas. Dolor e hipocresía.
Meena se había disculpado sinceramente con Lilith, se sentía como la mayor idiota. Sin embargo, no le sorprendió que sus disculpas fueran aceptadas antes de ser dichas. Incluso aunque no se las merecía. Tenía la sensación que Lilith perdonaba hasta las traiciones más dolorosas, creyendo que así se aseguraría el perdón cuando ella rompiera todas sus promesas.
Farkas guiaba la flota mientras con disimulo observaba a Kaira, a pocos metros de él de pie con una postura impecable no le sacaba el ojo de encima a Marítima Regio, la antigua flota de Vilkas ahora inservible.
Camila le había hablado incontables veces de los avances en la tecnología de Farkas y Yong, pero jamás había pensado que quizás sus intenciones no fueran puras del todo. Kaira lo había intentado, pero no podía enfadarse con él, al contrario: nunca se había sentido tan cerca de cumplir su sueño... solo que jamás se había imaginado que él formaría parte. Pero ahora que lo consideraba, no sonaba tan mal después de todo. Quizás... sus caminos se habían cruzado por algo.
Observó la nieve acumulada en las ramas de los pinos y no pudo pensar en otra cosa que no sea Angus. Sonrió tristemente, los meses pasaban pero ella aun lo extrañaba como el primer día.
Se detuvieron al fin y los ciudadanos emocionados en el Puerto de los Viajeros Perdidos comenzaron a gritar la bienvenida. Kaira se posicionó al lado de Farkas, entrelazando sus brazos, y con una falsa sonrisa perfectamente ensayada descendieron a tierra firme mientras la gente enloquecía más a cada minuto.
Avanzaron por un angosto pasillo que los guardias contenían entre la gente, la Princesa no había extrañado ni un poco la desesperación de la gente por tocarla.
Al final de la multitud pudo observar el oscuro humo que salía desde la locomotora y se elevaban al cielo. Suspiró, pensando en la increíble máquina que la conduciría al más conocido de los infiernos. Un zeppelín cruzó por las nubes, se distrajo imaginando escapar entre las nubes hasta olvidar el nombre de aquellas tierras.
Víctor, Freyja, Yong, Kaira, Farkas, Camila y el séquito de la Princesa subieron a la máquina y se integraron entre los árboles del Pinar Nevado. Todos comenzaron a hablar animadamente y hablar del viaje, disfrutando sus últimos momentos de paz, pero Kaira, mirando por la ventanilla solo podía pensar que no se había podido despedir con propiedad de Meena y que extrañaría su ilusión de libertad cada segundo.
Un puchero infantil invadió su rostro al entender a donde había vuelto, quienes les esperaban y de lo que aún no se libraba. Se había dejado atrapar por una perfecta ilusión y en aquel momento podía jurar que mancharía sus manos de cualquier manera para volverla realidad.
—¡Ey! —exclamó Camila mientras se sentaba a su lado, sonriente. Kaira pestañeó rápidamente, secando sus ojos al instante—. Ánimo, Zervus debe estar impaciente por vernos.
La Princesa sonrió al fin y asintió, terminó por unirse a la conversación del grupo.
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La gente se dispersaba en el puerto, devuelta a sus tareas, preparando todo para la siguiente noche. Se celebraría el Día de Serendipia más grande de la historia, sin saber que les esperaban visitas.
Octubre, Lilith, Wilhelm y Meena, se prepararon para marchar de vuelta al hogar de estos dos. Caminaron por la cubierta en silencio y comenzaron a descender, la tripulación trabajaba relajada a su alrededor y con enormes sonrisas se despedían de ellos.
Emiko silbó, llamando la atención de Lilith. Ana María a su lado, maldiciendo el frío de Vulpes abrazaba su cuerpo.
—Un placer haberte conocido, Lilith —le gritó con una sonrisa. Lilith, quien jugueteaba con su cabello suelto, se volteó a verlas y con emoción en su rostro les saludó con la mano. Sonriente se marchó y agradeció a la Luna por la travesía.
Caminaron por el puerto, con el océano a un lado y el pinar al otro. Dos zorros reían entre las malezas, persiguiendo a un conejo.
—De vuelta en casa... —dijo Wilhelm en un susurro audible.
—Estoy agotadísimo —respondió Octubre mientras estiraba los brazos en un largo bostezo.
Meena se acercó a Lilith y suavemente hizo sus cuerpos chocar, Lilith levantó la mirada y la observó interrogante. Meena ensanchó su sonrisa y con la cabeza señaló hacia su torcido hogar a la lejanía. Lilith frunció el ceño y miró hacia aquella dirección. En la puerta de pie, Sao los buscaba entre la multitud con emoción. Al verla, la joven tomó aire y con una sonrisa corrió a ella, esto provocó que al fin les distinguiera de la multitud.
Abriéndose paso entre la gente, Lilith corrió hacia los brazos abiertos de Sao que la recibían. Sus cuerpos chocaron con fuerza y ambas se fundieron en un cálido abrazo reparador.
El resto del grupo llegó poco después y uno a uno abrazaron a Sao, quien no le soltaba la mano a Lilith. Ingresaron en la cabaña hablando animadamente donde Cressida les recibió con una sonrisa cansada y ojeras hasta el suelo.
Con ataques de risa y abrazos interminables, se sentaron alrededor del fogón y tomaron un café tras otro. Mientras que en el castillo Kaira observaba los cálidos reencuentros de Camila y Zervus, Vilkas y Farkas... mientras sus padres, bueno: su madre se limitaba a inspeccionarla con desagrado y comentar sobre las marcas doradas en su piel, sin saber que para su hija representaba su renacer. Su padre no paraba de tomar sus manos, tocar su rostro y acomodar su cabello.
La Princesa quería correr a abrazar a Zervus, pero sabía que tendría que esperar a que estuvieran solas para protegerla de la furia de Lorenza.
Completamente desconectada de la situación, oyendo palabras sin entenderlas, Kaira observó el rostro de su padre, lucía enfermo. Zervus lucía aterrorizada y Vilkas agotado, mientras que las paredes del castillo tenían el doble de pinturas que cuando se habían marchado. Su madre siempre había encontrado inspiración en los dolores más viles.
Algo dentro de la mente de la Princesa pareció salir a la luz al ver los trazos de pintura, no recordaba qué. Su madre, un gran secreto. Se ahogaba, ¿cómo?. Los labios más hermosos y el beso más letal. Tenía que hablar con Víctor al respecto.
Mientras pensaba en Lorenza se encontró con la mirada de Grimn a la lejanía, Sigmund el verdugo estaba a su lado y con una enorme sonrisa de dientes sucios le hablaba sin parar.
La duda desapareció de la mente de la Princesa: definitivamente las cosas no estaban bien, el Palacio de los Zorros había caído en la putrefacción en su ausencia. Pero las madres de las desaparecidas llegarían en la noche durante el festejo y ya nada volvería a ser lo mismo. Los pimpollos de las más hermosas flores florecerían de los cuerpos moribundos de ser necesario. El cambio llegaría, estaba segura.
• ────── ☼ ────── •
En La Choza, continuaban hablando animadamente mientras Wilhelm preparaba la comida con ayuda de Cressida. No hablaron de La Liberación, los descubrimientos ni las muertes. Sabían lo que se les venía encima en menos de un día. Querían aprovechar sus últimos momentos de paz, ya hablarían de todo en el Corazón esa misma noche.
Con una sonrisa chistosa y la nariz arrugada, Lilith le relataba a Sao con gran emoción las aventuras (las buenas) a las que se habían enfrentado en su viaje. La capitana la oía con atención y una mirada cargada de amor.
Lilith describía los extraños hongos de Mare Turtur y el circo, cuando se avergonzó al darse cuenta de que hace horas que no paraba de hablar. Fue consciente de la significativa mirada de Sao y en un susurro le preguntó:
—¿Qué?
—Te extrañé cada segundo —respondió Sao mientras su sonrisa se ensanchaba—. Todas estarán encantadas de oír tus historias.
Los ojos de Lilith brillaron y sin darse cuenta abrió ligeramente la boca, ¿La tripulación la había extrañado? No sabía por qué, pero se sintió culpable y avergonzada, por lo cual intentó desviar el tema.
—También te extrañé Sao... Los primeros días fueron muy difíciles y tuve, ya sabes, algunos de mis ataques —confesó, huyendo de la mirada de Sao, quien elevó las cejas apenada y le tomó las manos. Lilith pareció animarse y dijo—: Pero ¿recuerdas a Freyja? Me ayudó muchísimo y me entiende, ¡y no se asustó con mis ataques!
La sonrisa de Sao tembló un segundo, intentó disimularlo, pero Lilith siempre estaba atenta a las reacciones de la gente ante lo que ella decía. Ya que no siempre se daba cuenta cuando decía algo inapropiado. Lilith frunció el ceño, soltó las manos de Zheng Yi Sao y cruzó sus brazos sobre su pecho.
—¿No te alegras por mí? Al fin encontré a alguien que me quiere, me entiende y... no estoy rota después de todo, ahora también puedo sentir... eso.
—Ah —soltó Sao sorprendida, se alegraba por su niña, pero no le gustaba Freyja. Siempre le pareció una lástima que no funcionara con Marina.
Lilith pareció arrepentirse de lo dicho, sus mejillas se tornaron fucsias y apretó los puños. Zheng Yi Sao la observó huyendo de sus mirada como si el color de sus ojos le relatara las cosas que había hecho. La capitana entendió el silencio: Freyja ya había explorado terreno virgen, dejando marcas y probablemente prometiendo volver. Le dolió entender que Lilith se negaba a contarle.
Como siempre, la vergüenza de Lilith se transformó en rabia.
—¿Qué te ha dicho Will? —soltó ofendida Lilith. Furiosa comenzó a soltar palabra tras palabra—: Porque él y Meena no conocen a Freyja y dicen cosas horribles sin conocerle y...
—Lilith, confió en ti —Le interrumpió Sao mientras volvía a tomar las manos de Lilith, ésta pareció calmarse y sonrió otra vez—. Solamente... no te dejes de lado por amor.
La joven la miró confundida y descartó la idea con una sonrisa. Zheng Yi Sao miró los detalles del rostro de su niña, y deseó creerle.
Esa misma noche la tripulación entera, Cressida y algunas integrantes de la Rebelión se animaron a asistir al Corazón. Camila fue puesta al día por Zervus, quien le rogó apartarse, pero la muerte de Meryl y muchas mujeres más solo hizo aumentar el deseo de libertad. Las amigas de Camila comenzaron a asustarse, pero ella les prometió que estarían bien.
Kaira y Victoriano esperaron a que todos se durmieran y registraron cada esquina del castillo en busca de información sobre Lorenza. No hubo suerte, tampoco para las llaves del sótano, sabían con certeza que ninguna de esas cosas se encontraba en las alcobas. Las doncellas ya se habían encargado de buscar. Solo faltaba la habitación de Lorenza, pero siempre la mantenía bajo llave.
Mientras caminaban por los pasillos vacíos, ambos estuvieron de acuerdo que aprovecharían el caos en El Día de Serendipia para forzar la entrada. Sin darse cuenta ambos se dirigieron al salón del desayuno y allí se sentaron a contemplar las estrellas. Acabaron hablando de Wilhelm.
—Adoro a ese hombre —susurró Kaira con una sonrisa. Ambos estaban en la oscuridad, disfrutando de la paz—. Y a ti también, pero ambos son unos cobardes.
—Más respeto, sobrina —respondió Víctor, fingiendo ofenderse. Ambos rieron en silencio—. No es tan fácil, él ya se ha enamorado antes y lo ha perdido. Por otro lado, yo nunca tuve la valentía de pasar más de una noche con el mismo hombre.
Kaira suspiró y subió las piernas al asiento mientras lo miraba, en un susurró le preguntó:
—¿Lo quieres?
—Creo que lo amo, Kaira —respondió también en un susurro, atemorizado.
Kaira sonrió ante la respuesta.
—Él también te ama, Meena me lo ha dicho. —Soltó una carcajada al ver como las mejillas del hombre se tornaban coloradas como un tomate maduro.— Deberían aprovechar la maravilla del amor correspondido. Los pecados del mundo no deberían ser un impedimento para estar juntos, si no que deberían ser una excusa para intentarlo.
Victoriano rió ante sus propias palabras de hace tantos años, usadas contra él. Ambos dejaron que el silencio se filtrara entre ellos. Víctor pensó en Will, también se dio cuenta que ya ni siquiera recordaba la última vez que él y su sobrina habían levantado una copa. Nunca tuvieron problemas para no beber, el problema era que no podían controlarse cuando lo hacían... sacar el alcohol de su vida había sido una buena decisión, pero de vuelta en casa no sería tan fácil. Ya comenzaba a extrañarlo, Kaira también, pero no tanto como a Meena.
Kaira pensó en ella como cada noche. Su relación estaba mejor que nunca, al fin y al cabo, se habían casado. El viaje les había servido para pasar un verdadero tiempo de calidad y crecer juntas. Si, las cosas se habían complicado a último momento, pero era lógico con toda la presión que tenían en los hombros. pensó, ¿Las cosas funcionarán después de que todo explotara en Vulpes? ¿Quería estar con Farkas? No, creía que no, pero lo quería en su vida. Solo quería irse con él y Meena de allí y no volver atrás, pero eso no significara que le gustaba Farkas.
Kaira agitó la cabeza, estaba perdiendo el tiempo pensando en aquello. Lo máximo que deseaba era una amistad con Farkas.
• ────── ☼ ────── •
Vilkas y Farkas caminaban tranquilamente por Marítima Regio, riendo a carcajadas, iluminados por suaves faroles y las estrellas de la noche. Los enormes barcos de Vilkas estaban colocados en triángulos, conectados entre sí con tablas de madera donde la gente circulaba como si de tierra firme se tratara. Vilkas y Farkas visitaban aquel lugar a menudo, donde la mayoría de su tripulación se hospedaba y se ganaba la vida. La vida en aquel barrio era un poco más activa, parecía que nunca dormían y siempre sus "calles" estaban repletas de amigables extranjeros.
—Son unas tierras impresionantes, ricas y repletas de belleza única —decía Farkas mientras caminaba con las manos en los bolsillos de su pantalón y observaba las estrellas que aparecían detrás de las enormes chimeneas de la flota—. Es una lástima...
Vilkas caminaba a su lado, asintiendo lentamente mientras orgulloso lo miraba. Continuaron caminando por aquella pequeña ciudad de hierro sobre el agua. Farkas se detuvo en el centro mismo de esta y se volteó a ver a su padre, con una seriedad que a ambos les apenó.
—Kaira sabe la verdad, no podía seguir mintiéndole —soltó, y esperó su respuesta. Vilkas suspiró y bajó la mirada hacia la pipa que estaba preparando—. ¿Cuándo le dirás a Zheng Yi Sao? Yong calcula que en trece meses podremos marcharnos.
Vilkas levantó la mirada de golpe, cansado. Con la mirada le dijo todo, no iba a irse. Farkas negó con la cabeza, irritado.
—No me iré sin ti, papá. —Silencio en respuesta.— ¡Demonios! Di algo.
Farkas suspiró y apoyó sus brazos en la barandilla del barco, cubriendo sus ojos, agotado.
—Sé la promesa que hicimos, Farkas —dijo al fin Vilkas con tono tranquilo, mientras imitaba su posición, pero observando a las personas pasar y las danzantes luces que iluminaban sus rostros—. Pero ha pasado mucho tiempo y las cosas cambian, más de la mitad no quiere volver a emprender un viaje tan largo. Nuestro hogar está en las olas, pero hijo, cuatro años...
—Hay una diferencia entre no querer emprender un viaje y entre querer quedarse. —Farkas levantó la cabeza y lo fulminó con la mirada.
—Otros... —continuó Vilkas, observando los trazos de verde en los gentiles ojos de su hijo—, quieren quedarse. Encontraron algo que vale la pena y no están dispuestos a dejarlo atrás.
—No me iré sin ti, papá —repitió Farkas, negando con la cabeza ante la disimulada confesión de su padre—. Créeme que después de la Luna llena, ninguno querrá quedarse.
Vilkas elevó las cejas y meditó sus palabras.
—¿Realmente crees que se nos irá de las manos? —dijo después de largos minutos en silencio.
—No tendrán otra opción, no conocen a Grimn como yo. No saben lo que él y los Centinelas son capaces de hacer... —Ambos se incorporaron al mismo tiempo como si se hubiesen puesto de acuerdo, entrelazaron los brazos y lentamente circularon por los bares.— La causa es noble, y la lucha necesaria. Pero se desatará una guerra... Grimn no quiere el poder, quiere algo más, me aterra no saberlo.
—De eso no me queda duda... En estas semanas entendí que hay ciertas personas que jamás cambiarían. Otras no merecen perdón ni piedad.
—Camila no quiere escucharme, pero Kaira... siempre quiso marcharse.
Ante la mención de la Princesa, Vilkas sonrió. En susurro dijo:
—Deberías renunciar de una vez por todas a tus intentos para que se enamore de ti...
—No digas tonterías, papá. —Le interrumpió Farkas.
Vilkas lo golpeó con cariño en la cabeza y ambos rieron.
—¿No es eso lo que has intentado hacer todos estos años? Que por arte de magia aquella eterna distancia desaparezca y al fin te vea, librándote así de la culpa que marcharte te dejará. Fuiste paciente hijo, pero no confundas sus sueños con los tuyos solo porque no eres capaz de renunciar a la pequeña posibilidad de que se enamore de ti en aquel viaje. —Ambos frenaron su camino, parándose frente a frente. Habían llegado a destino, donde los amigos de Vilkas (tíos del corazón para Farkas) los esperaban en una taberna, deseosos de oír sobre el viaje.— Eres un muchacho maravilloso, estoy muy orgulloso de ti. Pero ¿Cuáles son tus sueños?
Vilkas acomodó la chaqueta de Farkas en un gesto de cariño e ingresó en la taberna, dándole el tiempo a solas que probablemente necesitaba. El joven suspiró y oyó que alguien lo llamaba. Miró hacia su derecha y a la lejanía vio a Yong que se acercaba con una sonrisa. Una figura apresurada, cargando una mochila, se cruzó en su camino y ambos chocaron.
Farkas oyó las disculpas de Yong mientras se volteaba a ver a la figura, esta hizo lo mismo mientras se quitaba la capucha que cubría su cabeza. Los gentiles perdones de Yong pararon de golpe cuando se encontró con la mirada de Freyja quien con gesto sorprendido y culposo le miraba.
En silencio se miraron unos segundos, hasta que Freyja volvió a ponerse la capucha y se marchó sin decir nada. Yong le vio partir, fingiendo una sonrisa se acercó a Farkas y juntos ingresaron en la taberna donde fueron recibidos por alegres gritos.
La noche sirvió para relajar los nervios de Farkas, y pronto olvidó aquella sensación de corazón solitario y enormes cambios inevitables que lo había invadido después de las palabras de su padre y observar a sus dos mejores amigos actuar como si de dos desconocidos se tratara.
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En el Corazón: Octubre, Will, Meena y Lilith se inclinaban sobre los papeles que Cressida había robado del mercadillo nocturno.
—Esto es asqueroso... —murmuró Meena mientras arrugaba la nariz.
El resto de los presentes no necesitaba acercarse para saber de qué se trataba. Todos permanecían sentados en sus respectivos lugares, con rostros fúnebres. Jamás habían tenido tantas sillas libres, algunas nadie se atrevía a tocarlas, siendo los lugares asignados donde sus compañeros siempre se sentaban antes de ser asesinados brutalmente por los Centinelas en la última semana.
Sao estaba de pie frente a la mesa central donde se mezclaban listas, mapas y los pequeños bocetos que observaban con desagrado. En ellas se podía ver diferentes tipos de mujeres piratas (de todas las edades, colores y tamaños), siendo retratadas semidesnudas, con escotes exagerados y en actos repugnantes y denigrantes, todas "vestidas" de negro. En otros podía verse a mujeres deformes, horribles, con dientes de caballo y ojos saltones, cabellos eléctricos y rostros de horror. En el pie de estas había chistes sobre las mujeres que exigían educación básica para sus hijas.
—¿De dónde sacaron esta información? —preguntó Wilhelm preocupado, refiriéndose al hecho de que el Bloque Negro eran la mayoría mujeres.
—Meryl... —murmuró Cressida, con rostro serio y cansado. Parecía hasta aburrida, como si quisiera irse a la cama para hacerse un ovillo—. Le arrancaron la información, junto con la vida.
Meena frunció el ceño y sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras cubría con una mano su boca. Octubre se acercó a ella y le acarició la espalda con los ojos cerrados. Lilith permanecía de pie, con los brazos inertes a los costados de su cuerpo, observando los dibujos y las listas de fallecidas y desaparecidas.
—Grimn se encargó de circular la información mientras aumentó la vigilancia de los Centinelas —dijo Sao. Con voz fuerte y clara, mientras observaba los apenados rostros de todos los presentes—. Tenían una flota preparada, no sé donde la ocultaron todo este tiempo pero ahora sus barcos circulan por los alrededores de las comarcas. Tenemos suerte que teman alejarse demasiado, si no, el Olympe de Gouges estaría en peligro.
»Están entrando en los hogares en busca de rebeldes y disparan a matar en cuanto alguien les parece sospechoso. Las niñas dejaron de asistir a las clases y las que sí... bueno, tuvimos que cancelar las clases y las vigilantes-
—¿Esa soy yo? —preguntó de golpe Lilith, interrumpiéndola sin querer. No se disculpó. Todos callaron y observaron lo que ella señalaba.
En una pila de bocetos podía verse a una mujer demonio, con dos largos cuernos de cabra y cabellos rojos como el fuego. Su piel, cuerpo, y ojos eran iguales a Lilith. La retrataban robando niños, corrompiendo niñas, con demonios en la noche, ahogando marineros. Era una auténtica pesadilla, donde la llamaban la madre de todos los demonios, creando historias y leyendas sobre el mal que se acechaba en los rincones oscuros de Vulpes.
—Si —dijo Cressida, con tono cortante sin querer. Lilith tomó uno donde se la veía retratada con el Palacio de los Zorros en llamas a sus espaldas—. Los rumores del Ángel de la noche que salvaba a las mujeres de sus agresores llegó a oídos de Sauro y se encargó de darle la vuelta al relato.
Lilith levantó la mirada y se encontró con los ojos de Sao y Cressida. Con una sola manó hizo un bollo con su dibujo y con otra mano levantó una lista con casi cincuenta nombres.
—¿Hemos perdido a toda esta gente desde que nos fuimos de Vulpes? —preguntó Lilith.
Silencio, todos la miraban y por primera vez no parecía temer ante esto. La voz no le temblaba, sus manos no querían abrir y cerrarse y mucho menos tenía ganas de llorar.
—Si —comenzó a explicar Sao—. Han muerto e-
—No murieron, fueron asesinadas. Es muy diferente —corrigió Lilith con sequedad—. ¿Qué han hecho al respecto?
Lilith preguntó con una extraña tranquilidad, suspirando con pesadez, intentando armar un plan ofensivo. Su tranquilidad puso nervioso al resto.
—¿Qué íbamos a hacer? No tuvimos otra opción que retroceder y escondernos —soltó Cressida, preparándose para lo que venía a continuación.
—¿Retrocedieron? —rió Lilith—. Mientras asesinan y abusan de mujeres inocentes en la calle, ¿ustedes se escondieron? ¿Quién se supone que va a protegerlas si no lo hacemos nosotras? Mañana en la noche llegarán cientos de mujeres furiosas dispuestas a luchar por la causa que nosotras le vendimos, para encontrarse con una maldita farsa que se cae a pedazos a la primera.
—Lilith... —empezó Sao.
—No sabes de lo que hablas, Lilith —interrumpió Cressida, furiosa.
—¿No? —soltó una carcajada incrédula, mientras inclinaba la cabeza y su sonrisa se ensanchaba. Las abejas se acercaron a ella con rapidez, iluminándola con un brillo parecido al del fuego. El grupo la observó sorprendido, mientras el Corazón se llenaba de susurros—. Una vez más parece que soy la única dispuesta a llegar a donde sea necesario para cambiar las cosas, no pienso pedir perdón ni permiso por eso. Prefiero pudrirme en una fosa común a que esconderme como cobarde.
Sao frunció el ceño enfadada y se llevó la mano al corazón ante lo que oía. En la taberna entera estallaron fuertes discusiones, todas dirigidas hacia Lilith. Marina, sentada en una banqueta, se acurrucó en su asiento apenada mientras todos a su alrededor gritaban. Lilith miró cada uno de los ojos que la juzgaban, se cruzó con la mirada de Jolly. La anciana le observaba, ni una pizca de sorpresa en su rostro. Okoye sentada sobre su regazo cubría sus oídos con sus pequeñas manos.
Lilith soltó un suspiro, pudo jurar que olía humo. A su alrededor todos decían al mismo tiempo:
—¿Estás bien, Lilith? —preguntaba Will.
—Lilith no deberías decir esas cosas —murmuraba Meena.
—¡Tú y todas tus catástrofes...! —gritaba Cressida señalando a Lilith mientras Octubre intentaba calmarla.
La sonrisa en el rostro de Lilith no desapareció, solo pareció afilarse. Mientras observaba a cada uno de los que les gritaba, inclinaba la cabeza. Las luces de las abejas parpadeaban nerviosas mientras Sao la observaba con el ceño fruncido, entre todo el caos. Lilith cruzó miradas con ella, jamás la había visto así. Generalmente la capitana calmaba las discusiones al instante en el Corazón, pero esta vez, solo miraba a Lilith. Observó la desilusión en sus ojos, su labio tembloroso y el caos a su alrededor. Así es como tenía que suceder, pensó, desde el primer instante todos me insistieron que esto es lo que haría... ¿No están contentos?
—¡Nido de hipócritas! —gritó Lilith, callando todas y cada una de las voces, incluidas las de su cabeza—. ¿Dónde está este espíritu, esta furia y esta energía cuando los Centinelas crucificaban a sus hermanas en la plaza principal? No me culpen a mí porque soy la única capaz de darse cuenta lo que hay que hacer, ¡no intenten detenerme, porque estoy harta!
Sao dio un paso al frente, tomando con fuerza del brazo a Lilith. Esta se volteó a verla con chispas en los ojos.
—Hasta aquí —dijo Sao, con dolor y furia dibujada en su expresión—. Nos vamos.
Lilith se zafó del agarre, odio en sus ojos, se acercó a Sao y escupió las palabras que habían rondado en sus labios por años:
—Estoy harta de cada una de tus estúpidas excusas.
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