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XXV. Nosotros en la noche.

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   Dieron las dos de la madrugada, el grupo avanzaba por la densa selva con sinfonías naturales que le rodeaban, animales escondidos entre las copas de los árboles que les vigilaban. Yong se había encontrado con ellos en el puerto, esperándolos con el equipo necesario y una balsa lo suficientemente grande para que el grupo de diez entrara.
   Los llevó hasta donde el río se lo permitió, donde Yong y Camila armaron un pequeño campamento para cuidar la embarcación y esperar el regreso del resto del grupo. Octubre no los acompañó, se quedó con Fedora y juntas recorrieron casa por casa aprovechando la ausencia de los hombres, hablando con las madres y abuelas de las desaparecidas. La población de Mare Turtur era mucho más grande que la de Apis y Suscitavi, no les alcanzaría solo la noche de Venus para hablar con todas.

   Caminaron durante más de una hora por la oscura selva, con pequeñas tormentas que comenzaban y acababan de golpe. Los insectos revoloteaban en su rostro y ecos de animales salvajes les encogía el corazón. Pero más miedo les daba el silencio, por lo cual no se callaban un segundo, mientras Victoriano y Will los guiaban con un mapa y un farol.

   Kaira iba agarrada del brazo de Meena, mientras con la otra mano sostenía la falda de su vestido y fingía no estar aterrada. Lilith ayudaba a distraerla, ya que esta no paraba de hablar un segundo por la felicidad de tenerla con ellos.

   Los sonidos de La Cascada Eterna no tardaron en oírse. Se asomaron al vacío, junto a un rápido con una peligrosa corriente y observaron en silencio la maravilla de la naturaleza.
   Un hueco enorme en el suelo, con un pantano oscuro debajo, estaba rodeado de una sola cascada circular, infinita. Por la oscuridad de la noche y la profundidad del agua parecía que su destino no era más que un agujero negro que amenazaba con tragarse hasta el último de sus huesos. Pero todas las investigaciones de Fedora y la Rebelión apuntaban a que en algún lugar al pie de esas cascadas se encontraba el templo de Durga.

   Parecía imposible bajar con vida, pero si Kaira no se equivocaba: La naturaleza les daría paso y les enseñaría el camino.

   —Así que esta es la noche en la que moriremos —bromeó Meena observando la fuerza con la que el agua corría hacia el precipicio.

   Todos rieron, asustados.

   —Tiene que haber algún punto donde sea menos peligroso y podamos saltar —dijo Will estudiando el panorama, concentrado—. Debemos rodear el acantilado en busca de este, pero tomará su tiempo.

   —Tomará la noche entera, no tenemos tanto tiempo. Debemos regresar antes de que despierten o sospecharan —acotó preocupado Victoriano.

   —No si nos separamos —dijo Freyja rascando su nariz con tranquilidad—. Lilith y yo vamos juntos.

   Todos se voltearon en silencio a mirarle, se limitó a sonreír. Lilith le imitó.

   —No. No creo que sea buena idea —negó con la cabeza Will.

   —¿Qué nos separemos o que yo vaya con Lilith? —preguntó Freyja, sin borrar la sonrisa de su rostro.

   —Ya que preguntas, ninguna de las dos.

   Silencio. Farkas dejó salir aire por su boca, incómodo. Mientras Lilith observaba la interacción confusa. Freyja inclinó la cabeza, divertido y abrió la boca para responder. Lilith posó una mano en su pecho, el tacto se sintió intimo, como algo que debía hacerse en privado. Freyja enseñó su dentadura en una enorme sonrisa ante el gesto. Mirando a Will, Lilith dijo:

   —Mm-mm —negó—. No podemos ir todos juntos, tomará demasiado tiempo. Dos grupos pueden ir por cada extremo mientras otro se queda aquí, vigilando por si un camino se abre.

   —Lilith... —apoyó Meena a Will, pero fue interrumpida.

   —No —soltó Lilith con decisión, con un enfado que no podía disimular. Meena la miró confusa ante su actitud—. El primero grupo en encontrar la manera de bajar disparará una bengala y saltará. No podemos perder el tiempo.

   —Está bien, tienes razón —dijo Will, igual de sorprendido que Meena. Elevó los hombros y negó con la cabeza, evitando la mirada de Freyja. Miro a la joven con una sonrisa simpática y exclamó —: Yo voy contigo, Lilith.

   —No. —Lilith se enderezó y todos quedaron en silencio.— No quiero ir contigo, quiero ir con Freyja.

   Will levantó las cejas mientras miraba el suelo, Meena resopló apretando los puños, Freyja le miraba con triunfo en sus ojos, acomodando sus lentes con una sonrisa triunfal.

   Lilith se apartó, ocultando el temblor de sus manos y el dolor en su pecho. En cuanto el silencio había inundado el grupo se había sentido un monstruo por hablarles así, temía que ahora la odiaran, pero no podía permitir que manejaran su vida como si ella no fuera capaz de cuidarse sola... eso le había dicho Freyja.

   Se acercó a Farkas, quien limpiaba la zona para colocar una fogata y comenzó a ayudarlo, tratando de distraer su mente. Entre todos se sumaron a ayudar y armaron pequeñas carpas debajo de un frondoso árbol que los protegería en caso de tormenta.
   Esta no tardó en llegar. Cuando los preparativos llegaban a su fin, las copas de los árboles se agitaron y pesadas gotas anunciaron la inminente tormenta. El grupo observó la furiosa corriente y la oscuridad que envolvía las cascadas, no les quedaba otra opción que esperar a que el clima se calmara. Tal como Fedora había dicho, la excursión les llevaría la noche entera. De otra manera, si se apresuraban y elegían un camino incorrecto, corrían aún más riesgo de morir ahogados.

   Farkas observó las amenazadoras nubes qué cubrían el cielo y pidió a todos los Dioses y Santos que protegieran a Yong y a Camila.

   Estos habían tenido que bajar de la balsa, la aseguraron con fuertes sogas en una palmera y buscaron refugio. Ambos reían nerviosos ante lo expuestos que se sentían, pero la verdad es que se estaban divirtiendo. Formando parte de las aventuras del Bloque Negro.

   Pronto el suelo en el que se encontraban comenzó a inundarse. Yong observó un enorme cedro blanco de fuertes ramas y un tronco grueso. Camila siguió su mirada y levantando la voz para que la oyera a través de la tormenta dijo:

   —Se ve seguro, ¿verdad?

   Yong asintió mientras tomaba el bolso pesado y le extendía el farol de aceite a Camila. Juntos se ayudaron mutuamente hasta llegar al centro del árbol, Camila rió y señaló un agujero en el tronco.

   —¡Mira esto!

   Gritó con una sonrisa mientras ingresaba en el gran agujero que se había formado naturalmente dentro del trono. Se sentó en una esquina, abrazando sus piernas mientras Yong luchaba para caber en tan reducido espacio.

   —Espero no estar usurpando el hogar de ningún animal —dijo Yong mientras se sentaba junto a Camila. Ambos observaron el hueco de salida, donde las ramas se agitaban con furia.

   —¡Oh no! ¿Tú crees? —exclamó Camila, preocupada.

   —Estoy seguro de que si les explicamos entenderán la urgencia —se burló Yong.

   Camila lo empujó con cariño, riendo. Con suavidad posó su cabeza sobre el hombro del joven, quien se apoyó contra su coronilla.

   —De pequeña siempre me imaginé a las comarcas como algo mágico... —soltó Camila, parecía que iba a decir algo más, pero desistió.

   Yong esperó paciente, pero ante el silencio decidió intervenir.

   —¿Tus expectativas fueron cubiertas, hermana?

   —No... fueron superadas.

   Dejaron que un silencio familiar los envolviera, la tormenta no cesó.

   —¿Extrañas tus tierras? —preguntó en un susurro Camila, el cual retumbó en el interior del tronco.

   —No realmente, siempre estaré orgulloso de la gran nación de Zhong Guo. Pero mi lugar está en alta mar, mi pasión siempre fueron las máquinas, pero estas no son nada comparadas a la familia que uno forma cuando viaja por el mundo.

   Camila sonrió ante la respuesta, Yong suspiró melancólico y continúo hablando:

   —Extrañaba viajar, extrañaba la persona que mi hermano es entre las olas. Sin tronos, ni Centinelas en su alcoba... simplemente el humilde muchacho que se ensucia de grasa, con el que podría hablar por horas —dijo refiriéndose a Farkas.

   —¿Nunca te molestó la decisión que Vilkas y Farkas tomaron al abandonar la vida de nómadas? —El viento sopló con aún más fuerza, generando unos chiflidos. Camila se acurrucó, Yong la rodeó con un brazo.— Digo... no me malinterpretes, pero a veces parece que hubiesen renunciado a su vida entera por quedarse aquí.

   —Me costó entender la decisión, pero es verdad que cuatro años en alta mar no son fáciles. Sin embargo, jamás cuestionaría lo que hicieron, solo tengo que esperar. Durante los primeros años aquí intenté reparar nuestra flota, pero es definitivo que ya no volverán a sobrevivir semejante viaje. —Yong dejó pasar unos segundos antes de terminar de hablar—: Confió en que Farkas cumplirá la promesa que nos hizo a todos, que haría posible la vuelta a casa.

   Camila dejó que el peso de aquellas palabras la inundaran. Parecía que todas las amistades que había creado soñaban con huir. Se hizo el silencio, Yong sonreía con los ojos cerrados. Camila buscaba respuestas en la oscuridad de la selva frente a ella, deseando no amar tanto sus tierras y soñar con huir como todos hacían; sin duda era un sentimiento mucho más lógico, pensó, incluso con torturas y golpizas, ella sentía que jamás sería capaz de dejar Serendipia.

   —Creía que no tenían casa —susurró al fin.

   —Las olas son nuestro hogar.

   Se mantuvieron en silencio por unos largos minutos. Yong creía a Camila dormida, por lo que comenzó a relajar su cuerpo para imitarla, hasta que ella habló:

   —¿A qué promesa te refieres? Creía que Farkas heredaría la corona y se haría cargo del reino. —El tono de Camila era acusador, y demostraba su confusión.

   —Yo... —se excusó Yong—. Solo sé que ha pasado mucho tiempo y los planes de uno pueden cambiar, pero también sé que en estos años Farkas ha estado guiando el reino hacia donde lo necesita para cumplir su promesa.

   Aquella frase le sentó como una bofetada a Camila, cerró los ojos y aguantó las lágrimas. No tenía idea a qué se refería de verdad, pero en este momento no quería saberlo. Apresuradamente se decidió a cambiar de tema.

   —Me alegro de que pronto regresemos a Vulpes... A pesar de su peligro, es mi hogar y jamás podría vivir en otro lugar. Extraño a mi madre, la nieve y el mercadillo en las mañanas. Extraño las reuniones en el sótano de la escuela y las risas de mis hermanas en la cocina del castillo.

   Yong no respondió, solamente le tomó la mano. En esa posición se durmieron, dejando que el sueño los llevase a donde más desearan. Entre olas o nieve.

• ──────  ────── •

   A pocos metros de uno de los ríos que acababan en una de las cascadas que formaban La Cascada Infinitiva, el grupo se encontraba sentado alrededor de una gran fogata, debajo de las protectoras ramas de un árbol de la misma especie en la que Yong y Camila se refugiaban. La frondosidad era tal que el suelo donde permanecían estaba completamente seco, la lluvia no los afectaba excepto por alguna que otra gota perdida.

   Observaban el fuego en silencio, un poco incómodos con la situación. Kaira resopló, sin duda no se había imaginado la aventura así, por lo que tomó la iniciativa y rompió el silencio:

   —¿Cómo haremos para mostrarles el templo a todos si es peligroso hasta para ustedes llegar hasta ahí? —soltó Kaira, Meena estaba a su lado sosteniendo su mano.

   Todos se voltearon a mirarla, sus palabras eran ciertas... y ella sabía la respuesta. Solamente quería que el aire se volviera más ligero y disfrutar su noche de libertad. Todos sospechaban la solución al problema que había mencionado, pero Lilith era la única que creía fielmente en esta.

   —No depende de nosotros, si no de ellas —soltó, señalando hacia el cielo. Freyja y Will, cada uno al lado de ella, voltearon a verla—. La teoría dice que los templos están... bloqueados. Solo podrán encontrarlo quienes estén dispuestos a arriesgar su vida y tengan buenas intenciones en el corazón. Es una especie de maldición que las Diosas han construido para proteger sus ruinas. Se supone que una vez que ingresemos en este y hagamos sentir nuestra presencia a Durga... todo volverá como era tanto tiempo atrás. El camino no será peligroso y las mujeres podrán acceder.

   —¿Crees que algo así es posible? —susurró Farkas, genuinamente curioso ante dichas maravillas. Kaira y Freyja estaban a cada uno de sus lados.

   —Bueno... —intervino Meena, Victoriano estaba sentado a su izquierda, junto a Will—. El templo de Makra no era tan obviamente peligroso como este, pero ahora que lo pienso algo así sucedió. Cuando Will y yo bajamos con Octubre en busca de Lilith, estuvimos a punto de caer al vacío más de una vez. Las rocas se desprendían y no podíamos clavar las herramientas con seguridad, ninguna de estas cosas pasó cuando regresamos esa misma noche.

   Lilith asintió mientras señalaba a Meena, dándole fuerza a sus palabras con emoción. La conversación y la tormenta continuaron mientras la incomodidad desaparecía ligeramente. Antes de que pudieran darse cuenta, todos reían ante una anécdota que Victoriano contaba con gran entusiasmo.

   —Les juro que si hubiesen visto a Kaira y a Camila completamente cubiertas de chocolate, no podrían verlas a los ojos ahora sin reír.

   Boquiabierta, Kaira observaba la traición de su tío. No recordaba mucho de su infancia, pero Víctor siempre se encargaba de contarle las buenas partes para contrarrestar los malos recuerdos que permanecían. Meena observaba con ternura como la vergüenza invadía a Kaira, mientras divertida negaba con la cabeza. En sus manos liaba un largo cigarrillo de cannabis. En poco tiempo este comenzó a circular por la ronda. Wilhelm desistió con una sonrisa a la invitación, mientras la Princesa tosía incontrolablemente. Era la primera vez que probaba algo así y había aspirado con demasiada emoción y ahora la garganta le picaba.

   El tema de la tormenta aparentemente eterna surgía de vez en cuando pero pronto lo dejaron en el olvido, bajo el efecto de la hierba ninguna tormenta parecía condena perpetua. Después de todo, no podrían hacer otra cosa que esperar. Avivaron el fuego de la enorme fogata y continuaron la noche con grandes sonrisas.
   Sin saber cómo terminaron cantando a los gritos una antigua canción que cada adolescente de Serendipia había cantado alguna vez. Farkas la conocía gracias a Camila, y Freyja se limitaba a observar divertido.

   Alrededor de la fogata bailaban y reían, mientras flexionaban sus rodillas cantando con exageración.

   —¿Cómo alguien aprendió... —cantaba Kaira, mientras Meena la hacía girar y se sumaba al verso—: ...lo que nadie le enseñó?

   —No me entienden, no estoy aquí —gritó Lilith saltando con los ojos cerrados y extendiendo sus brazos al cielo.

   Al unísono todos rompieron sus voces y desafinaron mientras gritaban con euforia:

   —¡Y yo, solo quiero ser real! ¡Y sentir el mundo igual!

   Freyja rió incrédulo ante la emoción de todos con aquel verso, negó con la cabeza y observó la sonrisa de Lilith bailando junto al fuego.

   —...que los otros, seguir siempre así —agregó Victoriano con un poco de vergüenza cuando Will lo señaló para que cantara con él. Sentado en el suelo, el Lord observaba a Wilhelm bailar como un joven más, divertirse y olvidarse de todos los dolores que habían protagonizado su verdadera juventud.

   —¿Por qué yo tendría que cambiar? —cantó Lilith, luego todos se sumaron a la siguiente estrofa—: ¡Nadie más lo va a intentar!

   Cuando acabaron la canción, todos se arrojaron al suelo con las respiraciones agitadas y las mejillas encendidas. Will cubrió sus ojos con ambas palmas mientras negaba con la cabeza, ya estaba grande para esta clase de tonterías... pero cuando estaba con ellos sentía que podía volver a vivir aquella infancia que se la había arrebatado una y otra vez. Deseaba con todo su ser que a ellos no les pasara lo mismo.
   Con los ojos cerrados sonrió. Aún recordaba esos tiempos cuando no conocía la pérdida, o cuando no se podía permitir reír sin sentir culpa por ser feliz después de la muerte de quienes más amó. Ahora, con todo lo que había vivido y amado, sabiendo lo que sabía, cuando reía a carcajadas hasta que sus mejillas se acalambraban y su estómago dolía, se lo dedicaba a aquellas estrellas donde veía a aquellos que había perdido.

   Victoriano se sentó con torpeza a su lado, demasiado cerca, rozándose. Will sonrió y levantó la mirada para observarlo, Víctor hizo lo mismo y como si pudiera leer sus pensamientos le depositó un dulce beso en la mejilla.

   En la otra punta, Meena, Kaira y Farkas observaban el danzar de las llamas.

   —Si alguien nos veía a los lejos hace unos momentos, iba a huir creyendo que se trataba de una especie de ritual maligno —dijo Farkas distraído.

   —Solo nos falta un alma en pena para sacrificar —acotó Meena, mientras se giraba para mirarlo con una sonrisa.

   Sentada entre ambos, Kaira sonrío ante la conversación y en un susurro agregó:

   —Me ofrezco voluntaria.

   Los otros dos estallaron en una genuina carcajada, como si de amigos de toda la vida se tratara. Kaira no pudo evitar suspirar con alivio y los observó a los dos, queriendo conservar para siempre aquel recuerdo.

   Recostadas en suelo, Lilith y Freyja observaban las hojas que bailaban sobre sus cabezas. En completo silencio, mientras poco a poco sus manos se entrelazaban y la lluvia cesaba finalmente.

   Cuando la oscuridad dio paso a la conocida azul luz del alba, se separaron en grupos.

   Wilhelm y Victoriano comenzaron a rodear el acantilado por la izquierda mientras el primero observaba con pesar a Freyja y Lilith marcharse por la derecha. Kaira y Farkas se quedaron junto al fuego, ambos de pie observaban a Meena en el suelo completamente dormida.
   Decidieron dejarla dormir, de todas maneras, ellos no se alejarían mucho. Solo tenían que buscar una posible manera de bajar de ese lado.


   —¿Qué te preocupa? —dijo Victoriano, observando a Will perdido en sus pensamientos—. Es solo un romance, no creo que suceda nada malo.

   —No es un romance —dijo ligeramente ofendido—. No lo sé, siento que Freyja solo se está divirtiendo con Lilith, y yo sé cómo es ella. Se obsesionará y dedicará su vida a quererla, no quiero que se haga daño al no obtener nada a cambio.

   —No puedes evitar que se enamore...

   —¡No está enamorada! —insistió Will, alargando las vocales como un adolescente.

   —Will, por favor. No seas ingenuo —rió Victoriano mientras lo golpeaba suavemente con el hombro—. No sé si está enamorada, pero no puedes negarme que le gusta. Sabes cómo es el primer amor...

   —Si lo sé... —susurró Will por lo bajo. Apartó los recuerdos abrumadores que intentaron atacar—. De tantas personas ¿tenía que ser Freyja?

   En silencio continuaron, observando por lo bajo las cascadas. Lentamente, Victoriano tomó la mano de Will. Ninguno dijo nada, así continuaron caminando.

   —Nunca se sabe... —rompió el silencio Victoriano—. Quizás Freyja no la lleve por mal camino, si no que Lilith le guiará para ser mejor persona.


Al otro lado del enorme acantilado, Lilith reía a carcajadas mientras Freyja negaba con la cabeza divertida.

   —Me encanta el sonido de tu risa —le dijo de repente con naturalidad.

   Lilith aguantó el aliento y no pudo evitar sonreír, nerviosa. Sin apartar la vista del suelo dijo:

   —Gracias. Freyja, yo...

   Este frenó y se paró frente a ella, escuchando con atención.

   —¿Sí? —le dijo.

   —Me gusta pasar tiempo contigo, me haces sentir... —comenzó, mientras Freyja sonreía y se acercaba más a ella— ...bien conmigo misma. Aunque a veces eso me hace sentir un poco de miedo.

   —No hay nada malo en sentir miedo —respondió mientras suavemente le tomaba del rostro, obligándola a mirarle.

   —Solo quiero que sepas que a veces puedo ser difícil —soltó esta, frunciendo las cejas y observando aquellos ojos que la devoraban con la mirada.

   —No necesito una advertencia para estar contigo, Lilith. —Freyja se acercó más, sus frentes tocándose. Lilith cerró los ojos y frunció los labios, que bien sonaba su nombre en los labios de Freyja.

   —¿Quieres estar conmigo? —preguntó ligeramente aterrada, pero con una ilusión casi infantil.

   —Solo un idiota no querría estar contigo —susurró Freyja con decisión mientras depositaba un beso silencioso en sus labios. Lilith estaba tan nerviosa que temblaba, Freyja soltó una carcajada y preguntó—: ¿Alguna vez te han besado, Lilith?

   Lilith negó con la cabeza, avergonzada. Freyja sonrió lamiéndose los labios, negó con la cabeza y su mirada brilló maliciosamente. Volvió a darle un beso y en un susurro, con sus cuerpos apretados le insistió:

   —¿Voy a ser el primero en tocarte? —Lilith se sentía morir, pero aun así asintió con la cabeza suavemente, apenas podía respirar.

   Freyja tomó su rostro entre sus manos y acercó sus labios, Lilith abrió la boca mientras sentía el suave roce de Freyja y la humedad de sus labios. Lentamente, con una urgencia que creía y amenazaba con parar sus corazones, sus besos resonaban en la selva que había quedado en silencio. Las manos de Lilith se posaron con timidez sobre el pecho de Freyja, y las manos de este se enredaron en su cabello. Lilith se sintió bajo el efecto de una droga muy peligrosa mientras sus cuerpos se apretaban entre sí. Freyja mordió suavemente el labio inferior de Lilith y con un jadeo le susurró:

   —No te me vas a escapar esta vez...

   Lilith dejó escapar una sonrisa entre jadeos nerviosos, mientras Freyja besaba su cuello y la abrazaba con fuerza. Con suavidad y urgencia, la llevó hacia el suelo, un colchón de tréboles de cuatro hojas le esperaba.

   El corazón de Lilith latía con rapidez y no sabía qué hacer, pero Freyja le enseñaba caricias y besos, sus puntos prohibidos y exploraba los suyos. Sin parar de besarla tomó sus manos y las guió hacia su camisa. Con manos temblorosas, Lilith desabrochó uno a uno los botones, mientras sentía su piel sudada y suave. Acercó su mano para sentir el fuerte latir de su corazón en su pecho plano.

   Freyja se recostó de costado, apoyado sobre su brazo derecho mientras que con el izquierdo comenzó a recorrer los muslos de Lilith, hasta sentir el calor debajo de su falda. Con suavidad la acarició con la yema de sus dedos, dejando que se familiarizara con la sensación.

   Lilith no abría los ojos, la vergüenza no le dejaba. Pero lentamente llevó sus manos hacia la espalda de Freyja y le quitó la camisa. Se obligó a centrarse y lentamente comenzó a acariciar su vientre hasta llegar hacia el hueso de su pelvis. Bajó un poco más, y debajo de la ropa pudo sentir la excitación de Freyja que se endurecía. Lilith soltó un jadeo nervioso y Freyja rió, esto provocó que la primera abriera los ojos.

   Se miraron, con las estrellas iluminándoles, sobre los suaves tréboles. Sin dejar de mirarse, Freyja tomó la mano de Lilith hasta debajo de su pantalón. Lilith comenzó a acariciarle, Freyja soltó una respiración temblorosa al sentir las manos de Lilith rozando su piel caliente.

   Lilith apartó la mirada.

   —No —le dijo Freyja con dulzura, mientras tomaba su barbilla y le pedía que le mirara a los ojos.

   Lilith obedeció. Tenía miedo, tanto que a veces quería parar simplemente para poder respirar. Pero después le miraba, o le sentía y solo quería rogarle más.
   Como si leyera su pensamiento, Freyja apartó la ropa que separaba sus manos del cuerpo de Lilith. Suavemente recorrió la zona, y a Lilith se le escapó el primer gemido. Freyja sonrió y se lanzó sobre ella, besándola con una pasión que fue respondida por el más ardiente de los fuegos.

  Lilith sonrió, se estaba por quemar y le encantaba.

• ──────  ────── •

   Will y Víctor habían llegado hacia la punta contraria del campamento, rendidos se sentaron a descansar y observar el vacío enorme que los separaba de la fogata. Al menos de su lado de las cascadas sería imposible bajar sin morir en el intento. Las rocas eran filosas y los rápidos generaban olas en las costas.

   —Espero que Lilith y Freyja tengan más suerte del otro lado —dijo Will mientras se acomodaba en la hierba y observaba cómo lentamente las estrellas desaparecían y una azulada luz comenzaba a iluminar la selva.

   Victoriano no respondió, solo elevó las cejas por un segundo.

   —¿Qué? —preguntó Will. Víctor negó. Wilhelm insistió—: Vamos, dime.

   —Nada, solo que están solas y se notaba las ganas que tenían de estarlo.

   —Oh... —dijo Will mirando al frente y abriendo los ojos.

   Victoriano comenzó a reír y Will no tardó en seguirlo. Continuaron hablando y riendo por unos largos minutos. Wilhelm dejó salir un largo suspiro y con amor puro y sincero, le miró a los ojos. Disimuladamente se acercó cada vez más a él.

   Víctor supo que no podían esperar más. Se incorporó, tragando saliva con nerviosismo y se acercó a Will mientras este lo tomaba del rostro. Cerraron los ojos y sus labios comenzaron a rozarse, por apenas un preciado segundo... cuando una luz roja los iluminó del otro lado del acantilado.

   —Mierda —maldijo sin querer Will, sin soltar el rostro de Victoriano

   —Parece que va a tener que esperar todavía un poco más, señor Wilhelm —se burló Víctor, mientras reprimía una risa.

   —No creo ser capaz, Lord Victoriano.

   Ambos rieron y se apartaron, en silencio se pusieron de pie y observaron la bengala que caía dentro del acantilado. Había sido disparada desde el campamento donde Kaira, Farkas y Meena se habían quedado. Disparada hacia abajo para no alertar a nadie en el pueblo.

   Con un trote ligero regresaron por donde vinieron.


   Una hora antes.

   Kaira arropaba a Meena, esta dormía profundamente con la boca ligeramente abierta. El resto del grupo se había marchado hace ya unos largos minutos.
   Farkas apareció detrás de ella y posó una mano sobre su hombro sin pensarlo, para llamar la atención de la Princesa. Lejos de apartarse o protestar, ella posó su mano derecha sobre su hombro izquierdo donde permanecía la mano de su esposo. No se volteó a mirarlo, Farkas agradeció esto ya que no había podido ocultar la sorpresa en su rostro.

   —Kaira —comenzó a decir, se aclaró la voz mientras ella se volteaba a verle sin alejarse. Estaban bastante cerca uno del otro. La Princesa lo miraba con expresión tranquila.— Puedes quedarte con ella si quieres. Puedo ir solo a explorar y de todas maneras no me alejaré mucho...

   Dejó de hablar cuando Kaira negó con la cabeza.

   —No, no. Quiero ir —dijo con decisión mientras se alejaba hacia la cascada. Farkas tomó la mochila y la siguió–. El Bloque Negro ha hecho mucho por mí y quiero devolverles el favor, quiero estar tan activa en la lucha como Camila. No me gusta ser solo un adorno.

   Farkas bajó por uno de los arroyos que se mantenía más tranquilo y comenzó a caminar lentamente mientras observaba el pantano debajo. Todo estaba infestado de furiosas cascadas y rocas filosas que los esperaban debajo. Kaira lo seguía pocos pasos detrás, observando el panorama general. Llegaron hasta el final de la pasarela de roca, la cual era cortada por una enorme cascada que los salpicaba. Farkas suspiró mientras se daba la vuelta, el único camino era volver sobre sus pasos.

   —Aquí es imposible, quizás del otro lado podemos...

   —Ahí —dijo Kaira, señalando una parte donde una cascada bajaba suavemente por una piedra pulida inclinada, como si de un tobogán se tratara.

   Farkas observó confuso hacia donde ella señalaba, el cabello de ambos comenzaba a humedecerse por la enorme cascada a su lado. El joven negó sin entender lo que veía. Él acababa de revisar esa zona y la fuerte corriente volvía imposible bajar por ahí... pero ahora que Kaira lo señalaba parecía seguro.

   Ante el silencio del joven, Kaira comenzó a alejarse, pero Farkas la tomó del brazo y la detuvo, leyendo sus intenciones.

   —¿Qué haces?

   —Voy a saltar, Lilith dijo que no perdamos el tiempo —dijo Kaira a la defensiva, preparándose para la inminente discusión.

   —También dijo que disparemos la bengala. Ten, dispara y yo salto.

   —No —rió ella, incrédula ante lo que oía.

   —Kaira, es peligroso.

   —¿Y tú eres invencible?

   Silencio en respuesta. Farkas quería decirle que no le importaba si él moría en el intento, pero no podía permitir que ella sufriera daños. Optó por omitir aquel pensamiento y desviar su atención.

   —Me matarán si te dejo saltar —insistió, pensando en una buena excusa para convencerla.

   —...¿Me dejas... saltar? —repitió la Princesa con chispas en sus ojos, enfurecida lo empujó—. No puedes decirme qué hacer. Al contrario de cómo te hicieron creer, no eres mi dueño.

   —Kaira, si tan solo me escucharas...

   —¡No quiero oír nada de ti! Suficiente he tenido que aguantarte. —Kaira gritaba mientras lo empujaba insistente. Farkas conocía esa furia a la perfección, repentina y sin sentido.

   Entendió que Kaira le odiaba.

   —¡Estás siendo imposible! —gritó él mientras agitaba los brazos, irritado, cansado de años de discusiones y empujones—. ¿Qué he hecho para que me detestes tanto?

   —¡Deberías haberme dejado morir! —Kaira soltó aquello que desde la boda la atormentaba, como si con aquellas palabras pudiera retroceder el tiempo. Sorprendido y apenado, Farkas frunció las cejas. El grito de Kaira resonó en el acantilado—: ¡Te odio porque aceptaste intercambiarme como si fuera carne por una corona y un par de máquinas!

   —¡No tuve otra opción! —gritó con pena, por lo que oía y decía, por lo que sentía.

   El eco les llegó de todas partes. Sus ropas pesaban, ya húmedas. Kaira se alejó con el ceño fruncido, ambos se miraban agitados, bañados por la luz del alba mientras las aves cantaban ante el comienzo de un nuevo día.

   —No tuve opción... se lo prometí a mi padre y a cada uno de los tripulantes. —Tragó saliva mientras la pena invadía sus ojos. Kaira permanecía inmóvil, acusadora.— No contábamos con un viaje tan largo, y nuestra maquinaria quedó arruinada. Cuando llegamos a Serendipia tuve la esperanza de construir unas nuevas, pero resultó que aún estaban años atrasados en tecnología... —rió sin alegría, mirando el suelo, huyendo de la mirada de Kaira–. Necesitaba los recursos y nada iba a acelerar más el progreso que aceptar el trato que tu padre nos ofrecía.

   Se quedaron en silencio. Más calmada, Kaira susurró:

   —Todos estos años... ¿iban a marcharse como si nada y dejarnos atrás?

  —No, ósea sí, pero ahora... está el asunto del amor y...

  —¿Qué amor? —preguntó Kaira, dando instintivamente un paso hacia atrás.

  Finalmente, Farkas levantó la mirada y la observó. Suspiró y luego de unos segundos eternos, dijo:

   —Ya sabes... Mi padre y Sao. Ya no sé qué haremos...

   Kaira asintió lentamente, examinó su rostro con detenimiento.

   —¿Qué pasa con Camila? ¿ibas a abandonarla? —preguntó Kaira, luego con dolor lo acusó—: ¿Qué hay con toda la gente del reino que depositó la fe en tu reinado?

   ¿Qué hay de mi? quiso gritarle.

   —¡Tú y yo sabemos que no quedará nada para gobernar!... No iba a abandonar a Camila, iba a pedirle que viniera conmigo.

   —Jamás dejará Vulpes atrás —dijo ella con seguridad. Ya había intentado que cambiara de opinión más de una vez.

   —Aún tengo algunos meses para convencerla... —dijo Farkas, anunciando que tan cerca estaban de tener la maquinaria lista.

   Kaira entrecerró los ojos y negó confundida, no pudo evitar pensar en su sueño y el de Meena.

   —Deberías haberme dejado morir... —susurró Kaira, segundo después echó a correr.

   Con la adrenalina encendida se dirigió hacia el acantilado. Saltó hacia la cascada mientras oía a Farkas llamarla desesperado. Su cuerpo se deslizó y agitó hasta quedar suspendido en el aire por unos segundos. Se sintió volar y cerró los ojos, el viento agitó sus ropas y en ellas casi pudo oír el galopar de Angus, sincronizándose con su corazón.

   Con los ojos cerrados sintió como su cuerpo giraba y caía incontrolablemente, el golpe en el agua le supo a sus más secretos sueños... donde se hundía en el Lago de los Poetas Muertos y se reunía con Angus.

   La luz de la bengala disparada por Farkas iluminó el cielo y tiñó el agua de rojo, como el pelaje de Angus, como la sangre que brotó de él. Kaira pudo jurar que en el agua se oía el latido del corazón del corcel, mientras el suyo propio se extinguía.


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Hola! :)

Vengo a avisarles de una pequeña modificación (que será importante) en el capítulo 22 de Hogar de Pocos: "Presumes y careces ".

...


Créditos.

Canción:
Sigo aquí - Alex Ubago.

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