XX. La noche de Venus.
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La Luna cuarto creciente brillaba con fuerza sobre sus cabezas. En el bosque las mujeres bailaban alrededor del fuego, cantaban y tocaban instrumentos. Muchas ya sabían sobre las Diosas Olvidadas, y por primera vez se habían animado a colocar altares a Makra y Durga. Las flores en la cabeza de cada una de las presentes parecían eternas bajo la luz de la Luna y el fuego.
Entre la vegetación animales las observaban, cuidando de ellas. Desde pájaros en los árboles, hasta ciervos y pumas entre los arbustos. Las abejas se infiltraban entre las mujeres y poco a poco las llenaban de polen brillante.
Lilith hacía girar a Kaira sobre su eje, tomándola de la mano. Ambas danzaban riendo. Meena y Octubre las observaban, sentadas sobre un tronco, pasándose una botella de aguamiel. Reían y las alentaban.
Camila bailaba con un gran grupo de mujeres, desaforadas giraban y exclamaban gritos de alegría. Poco a poco fue animando al séquito de doncellas de Kaira a sumarse al baile. En una esquina alejada del campamento Ruby y las madres arropaban a las niñas, quienes a pesar del ruido dormían plácidamente.
Lilith y Kaira dejaron de bailar y se arrodillaron en el suelo, junto al altar de las Diosas.
—Siento mucho lo de tu madre, Lilith —dijo Kaira tomándola de la mano.
—Yo también, pero las cosas empiezan a encajar en su sitio... —susurró ésta, acostándose en el suelo. Apoyó su cabeza sobre el regazo de Kaira—. Ahora que sé su nombre, he podido concederle el descanso que se merece.
—¿Y sobre tu padre? —preguntó Kaira acariciándole el cabello que se había soltado esa misma mañana. Lilith solo la miró, negando con la cabeza. Aún no recordaba nada de él, ni de aquella noche. Solo había conocido su rostro luego de una visión en la que Wilhelm había sido protagonista. Kaira asintió y le acarició el brazo en señal de apoyo—. ¿Crees que algún día recordaras esa noche?
—No lo sé...
—¿Quieres recordar? —susurró Kaira. Lilith comenzó a reír.
—Eres la primera en preguntarme eso. —Suspirando se incorporó y se sentó a su lado.— No estoy segura, pero creo que lo mejor siempre es saber. Algo no tiene sentido de esa noche, sabemos que no fue el Bloque Negro... entonces, ¿Quién fue?
—Y ¿Por qué? —agregó Kaira. Lilith asintió, frunciendo las cejas—. ¿Qué crees que pasará cuando regresemos?
Ambas se quedaron en silencio y observaron el festejo de las mujeres. Tan hermoso, tan profundo y espiritual que sentías como la feminidad dentro tuyo, brillaba. Camila paseaba a Ingrid, Teresa y Fabiola entre las mujeres y las animaba a integrarse, Valeria las seguía a regañadientes. Mientras que Claudia y Esther se habían sentado a charlar con Ruby. Era extremadamente agradable ver el verdadero ser de aquella doncellas, quienes solían corretear en silencio por los pasillos del castillo. Gracias a Camila, con quien se habían criado, comenzaban a conocer la libertad.
—Tengo el presentimiento de que se desatará una guerra —dijo Lilith al fin, sin mencionar que ese era su deseo—. ¿Tienes miedo?
Kaira asintió con la cabeza y tomó la mano de Lilith sin mirarla. Luego se volteó y le dijo, con los ojos vidriosos:
—Pase lo que pase, tienes que prometerme que no te alejaras. —Observó como Lilith fruncía las cejas y negaba confusa. Kaira continuó—: Haz lo necesario para parar la locura en la que vivimos, Lilith. Yo te querré sin importar que suceda esa noche.
—Te quiero. —Lilith sonrió, con las mejillas empapadas en lágrimas. Sin saberlo, Kaira le había dicho lo que ella siempre había anhelado oír.
—Te quiero aún más —susurró Kaira, secándole las lágrimas con una sonrisa.
Se hizo el silencio, continuaron observando el festejo y Kaira pareció perderse en sus pensamientos, sopesando sus propias palabras. Suspiró, su voz temblorosa exclamó:
—Jolly teme que mis padres mueran, dice que no traerá nada bueno... —Lilith levantó la mirada y observó a Kaira en silencio, la sonrisa había desaparecido—. No puedes matarlos, Lilith.
Kaira rogó, no porque les quisiera, sino porque conocía la historia y sabía que eso no les ayudaría. Sus noches estaban repletas de pesadillas, temía que la historia de su infancia se repitiera en otras niñas, sin justicia ni paz.
—¿Por qué crees que no podré controlarme? —exclamó Lilith entre dientes, parecía que su corazón se había roto.
—¡No! No es eso... —Kaira se inclinó hacia adelante y colocó sus manos en el regazo de Lilith, esta huía de su mirada.— Solo sé que el caos puede crear confusión en nuestras mentes y... Haremos lo necesario, pero no repetiremos la historia. Júralo.
Lilith soltó un suspiro tembloroso, Kaira esperó pacientemente hasta que Lilith finalmente la miró.
—Haremos lo necesario, pero no repetiremos la historia. Es una promesa.
Kaira sonrió y la abrazó, sin saber que recitarían la promesa en cada comarca, en la misma noche. Como si un juramento dicho miles de veces fuera indestructible, como si decir te quiero mil veces curara las heridas que aún no se habían hecho, como si el Sol brillante del verano evitara las tormentas de invierno.
Como si ellas tuvieran el control de su historia.
La noche avanzó, las botellas se vaciaron. Meena fue en busca de Kaira y la condujo a la enorme fogata. La tomó de la cadera y la atrajo hacia su cuerpo, bailaron al ritmo de los tambores, con enormes sonrisas y sus frentes tocándose. Por primera vez bailaron sin ocultarse, y fue la mejor canción de su vida.
Lilith permaneció en el altar de las Diosas Olvidadas, dónde Octubre y Camila se le sumaron. Se habían pasado la noche entera divulgando la información sobre Aela y Rekjo. Ahora Octubre jugueteaba con aquel reloj de bolsillo del que jamás se despegaba, mientras Camila observaba las constelaciones en el cielo nocturno.
Las mujeres de Apis terminaron por agregar el nombre de Aela en el altar, donde dejaban una flor y le tocaban el hombro a Lilith. Una joven le tocó el hombro, se aclaró la garganta y con dulzura exclamó:
—Lo siento, sé que no nos conocemos pero mi abuela siempre hablaba de ti. Mi nombre es Gracie...
Lilith levantó la mirada extrañada. La joven tenía el pelo blanco, corto y rizado, sus ojos negros y su piel bronceada. Tenía unas orejas pequeñas y puntiagudas y llevaba un lazo morado en el cabello.
—Ella y mi abuelo cuidaron de ti por unos días —explicó la muchacha—. Se enamoraron completamente pero no les dejaron adoptarte... cuando te marchaste, preguntaban cada día por tu bienestar en Cuenca de las Abejas Obreras pero jamás recibieron respuesta. Año después adoptaron a mi madre, cuando ya ella estaba embarazada de mi.
—Los recuerdo, eran personas muy nobles —murmuró Lilith, conmocionada por lo que oía.
—Si, lo eran —rió la muchacha—. Y hasta el día que partieron rezaron por tu felicidad, y contaban la historia de la niña de cabello de fuego que les ayudó a darse cuenta que deseaban formar una familia. A veces hablaban de tu madre, todos le tenían gran estima y lo que sucedió fue una horrible tragedia. Sin embargo, aquí estás, de nuevo en casa...
Lilith sonrió, y no pudo evitar preguntarse qué hubiese sido de ella si aquellos dulces ancianos se hubiesen transformado en su familia. ¿Hubiese acabado de todas maneras en la Rebelión? ¿Y Sao, y Kaira? O quizás, aquel era el camino que debería haber tomado para tener una vida llena de paz, formar una familia y no preocuparse por muertes ni derrocar al reino. No quería una vida así, aun así anhelaba al menos conocerla.
—Yo... —Lilith observó a la joven, quien apenada le sonrió—. No sé qué decir, solo sé que es un placer conocerte.
—El placer es mío, aun más sabiendo que nos llevarás a todas por el camino correcto. Ellos estarían orgullosos... —Se dio la vuelta y se marchó corriendo, con una sonrisa y algunas lágrimas en su rostro. El fallecimiento de sus abuelos aún era reciente y la herida no sanaba, ambos habían partido la misma noche, hace un ciclo de Luna, tomados de la mano en su cama.
Lilith soltó todo el aire de sus pulmones, sonrió y se recostó en el césped a mirar la Luna.
...
Meena comenzó a tirar del brazo de Kaira lentamente, mientras ésta reía nerviosa. Entre tropiezos se internaron en la oscuridad del bosque, dejando el campamento atrás.
—Meena, no deberíamos... —tartamudeó Kaira, mientras suavemente Meena la empujaba contra el tronco de un enorme árbol de tilo.
—Es la noche de Venus, Kaira. —Le susurró, mientras le besaba el cuello.
Kaira soltó un jadeo y rodeó con sus brazos a Meena, mientras ésta le levantaba la falda del vestido. Las abejas no tardaron en rodearlas, atraídas por el sentimiento.
...
Lilith se encontraba mirando la Luna, pensando en su madre, Selene, en Aela, en Sao... y en Freyja. Camila, Ruby y Octubre sentadas a su lado hablaban animadamente mientras disfrutaban de la tarta de manzana hecha por Kaira. Las amigas de Camila, las doncellas, continuaban danzando y bebiendo junto al fuego.
Un grito desgarrador al otro lado de la fogata interrumpió la conversación. Todas se pusieron de pie y corrieron hacia allí: una joven embarazada abrazaba su barriga y de cuclillas pedía ayuda. Las ancianas ya la habían rodeado, su vestido estaba manchado por un denso líquido.
Las ancianas comenzaron a gritar órdenes y las mujeres no tardaron en obedecer. Rápidamente prepararon todo para el inminente parto, sostuvieron a la joven de las manos y los codos, mientras de cuclillas se quejaba y pujaba. De rodillas en el suelo Camila se preparaba para recibir al bebé. Todos la rodearon y ayudaron, mientras la alentaban o rezaban.
—¡Nacerá en el Festival de las Flores! —gritó una.
El hermoso niño de cabellos caoba y piel lila con pecas doradas no tardó en llegar. Su fuerte llanto inundó la noche y las mujeres festejaron. Ayudaron a la madre a sentarse sobre unos cojines y le extendieron al pequeño enseguida. Llorando emocionada lo meció y calmó su llanto.
Cuando la madre se sintió con más fuerzas, todas se acercaron a la orilla. El mar las recibió con los brazos abiertos, como la madre mecía a su recién nacido. Lavaron al pequeño con agua de mar y le pidieron deseos al agua. Suavemente todas empezaron a cantar, sin letra alguna. Volvieron a la fogata y se sentaron alrededor de ésta. Los árboles danzaban para ellas y las estrellas solo querían iluminar su velada.
Tomadas de la mano, con vocales abiertas dejaron salir sus sentimientos, mientras las abejas danzaban sobre sus cabellos y el fuego parecía enroscarse hacia el cielo. El mar parecía cantar con ellas y la Luna brillar con más fuerza aún. En su pensamiento, le pidieron al fuego que se llevara el dolor de generaciones.
El canto viajó por el bosque hasta Meena y Kaira, sus corazones y cuerpos explotaron de amor y placer.
• ────── ☼ ────── •
Yong caminó nervioso por los pasillos de Cuenca de las Abejas Obreras hasta el gran salón, el enorme jardín interno, donde había quedado con Freyja.
Abrió las puertas con un fuerte suspiro, el jardín estaba sumido en la oscuridad pero pudo verle de pie en el centro del césped, mirando el cielo. Llevaba un vestido y el cabello suelto.
—Están cantando... —susurró ella, cuando él estaba a su lado—. ¿Las oyes?
Yong se quedó en silencio, no pudo oír nada, pero pudo sentirlo. Podía sentir el retumbar de las olas al costado del castillo, las cuales parecían transportar los sentimientos de las mujeres en la fogata.
Freyja giró y observó a Yong, este se quedó sin aliento. Observó su piel, sus manchones más claros que cada vez crecían más y su cabello negro cada día más blanco. Observó su mirada, calculadora y miró sus manos, limpias. Pero él sabía las cosas que había hecho.
Freyja tenía una personalidad que parecía que quería llevarse a todo el mundo a la cama, y Yong, siempre había sabido no molestarse por eso. Pero con Lilith... era diferente, le dolía. Sentía que las intenciones de Freyja encajaban perfectamente con los sueños rotos de Lilith y se detestaba por sentir celos. Se detestaba por ser demasiado "puro", como había expresado una vez Freyja.
—¿Querías hablarme del guardia?... se lo merecía —soltó Freyja con tranquilidad, a pocos centímetros de su rostro. Pero Yong negó con la cabeza—. Entonces, ¿Qué?
Silencio. Yong tomó sus hombros y se acercó, quedando pegados.
—Me gustas Freyja, desde que te vi por primera vez en aquel barco —soltó Yong aquello que retenía hace años. La voz le temblaba—. Cada día que pasa me enamoro más de ti y no puedo hacer nada para evitarlo. No quiero amarte, por las cosas que haces, pero te ruego... por favor, que me dejes quererte o... Si no soy objeto de tu amor, dímelo, ¡te suplico que me liberes de esta pena!
Freyja lo observó, a cada palabra abría más los ojos. Abrió la boca para decir algo, pero nada salió, se relamió los labios con nerviosismo y se inclinó para besarlo. A Yong el beso le supo a un sueño cumplido y mentiras. Sus caricias frías como el hielo, congelando el ardiente corazón de Yong.
Se apartó tropezando, negando con la cabeza. Sus ojos estaban nublados por las lágrimas. Pero Freyja insistió, lo agarró con fuerza de la camisa y le dijo:
—Esto es todo lo que tengo para darte, no hay más. ¿Lo quieres o no?
Yong le miró incrédulo, ofendido; pero, la luz de la Luna en su rostro, la curva de sus labios que protagonizaban sus sueños y pesadillas... Abrazó su cuerpo con fuerza y le devolvió el beso, ahora le sabía a despedida. Mientras Freyja le desabrochaba la camisa, las lágrimas caían descontroladas por el rostro de Yong, él supo que siempre sería suyo, pero Freyja jamás le pertenecería.
• ────── ☼ ────── •
En el Corazón, el Bloque Negro se ponía al día sobre las noticias provenientes de Apis.
—¿Qué es lo que ha sucedido con aquel guardia? —Le preguntó Jolly a Cressida, algunas mujeres asintieron deseosas de saber lo ocurrido.
— ¡Creía que el plan era pasar desapercibidas! —gritó una.
—No sabemos qué ha pasado, pero tenemos que confiar en nuestras compañeras —dijo Cressida, intentando calmar la situación. Suponía que había pasado, como todas. Pero discutir no traería nada bueno.
—¡No podemos confiar en ella si deja un rastro de cadáveres! —soltó una, diciendo lo que todas pensaban. La taberna se sumió en el más frío silencio.
Sao, de pie en el centro de la cueva, se dio la vuelta lentamente hasta la joven que había hablado. Esta se puso pálida cuando la capitana le clavó la mirada, seria.
Luego de unos minutos, Cressida rompió el silencio y cambió de tema:
—¿Cuáles son las noticias de Grimn? —Le preguntó a Sao.
La capitana caminó lentamente hacia la barra donde apoyó su cuerpo. Observó la cocina vacía y el delantal de Wilhelm colgado en una esquina.
—Vilkas me ha dicho que llegó esta tarde, bastante descompuesto —respondió Sao, tomando un puñado de almendras de un jarrón. La taberna entera la miraba en silencio—. Le tomará unos días volver a estar fuerte, pero como se predijo: jamás volverá a ser lo mismo.
»Al llegar tuvo una discusión con Sauro, por los cambios en la seguridad. Gracias a Vilkas, Sauro se defendió y lo amenazó con desterrarlo de su puesto si le volvía a faltar el respeto.
Las mujeres rieron y festejaron, todas menos Cressida, Sao y Jolly.
—Mucho más no podemos hacer —continuó Sao—. Tenemos que mantenernos centradas e intentar parar a los Centinelas antes de que las madres vengan en busca de sus hijas.
»Preparen lo necesario. Esa misma noche intentaremos entrar al sótano por el acantilado. Iremos yo y alguien más en una balsa, necesitamos toda la ayuda posible en tierra firme.
La taberna se puso en movimiento mientras Sao hablaba y comía almendras. Las mujeres comenzaron a apuntar cosas, trazar mapas y preparar el arsenal.
—Marina —dijo Sao. Esta se paró derecha y asintió con la cabeza—. Necesito algo explosivo, vamos a detonar ese sótano hasta que no quede nada para reconstruir.
Marina sonrió y sus ojos brillaron. Se marchó y comenzó a preparar los planos al instante. Jolly apareció al lado de Sao, se sentó en un taburete con gran dificultad y la miró.
—Espero que tengan una buena explicación por lo del guardia. —Se quejó Sao, mientras se acomodaba en un taburete.
—Ha sido Lilith, niña —respondió Jolly.
—Lo sé... pero... No sé cómo ayudarla, Jolly —susurró Sao, mientras pasaba su pulgar por el nombre de Lilith tallado en la madera de la barra, con Aela.
—No puedes hacer nada, no podemos ayudarla hasta que no sepamos más sobre su pasado.
—Solo quiero que lo deje atrás.
—Imposible —dijo Jolly, negando con la cabeza. Sao la miró desesperada, cansada. Extrañaba horrores a Lilith—. La niña carga con el no saber, un dolor muy grande que la acompaña desde siempre...
Sao asintió lentamente, tomando la mano temblorosa de Jolly. Recordó con todas las madres que había hablado en la Escuela para Niñas del Hogar de Vulpes. Recordó sus rostros al saber el destino de sus hijas, recordó la desesperación y los gritos de las madres que no sabían qué había sucedido con sus niñas. Suplicando le decían a Sao que solo querían saber, necesitaban saber, aunque su hija ya no estuviera en este mundo.
Jolly estaba perdida en sus pensamientos, acariciando la palma de la mano de Sao. La mujer la observó, la pena en su rostro; quería arrancarlo, quería liberarla de toda pena y dejar a la pobre anciana estar en paz. La bruja jamás hablaba de eso, pero había perdido a su única hija cuando la Resistencia se separó. Había buscado en cada comarca, preguntado en todos lados, arriesgando su vida más de una vez. Pero la niña de apenas seis años había desaparecido de la faz de la tierra, secuestrada. Jolly apenas recordaba su rostro. Jamás supo que había ocurrido con ella, y por eso cada noche la soñaba.
—Las madres que no saben, son las que más lloran. —Le susurró Sao.
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A la mañana siguiente los viajeros partieron hacia Suscitavi. El viaje era de pocos días.
Lilith lloró durante toda la despedida, Kaira no le soltó la mano en ningún momento.
Las cosas parecían estar mejor entre todos. Meena y Wilhelm habían hecho las paces, al fin y al cabo, solo querían lo mejor para Lilith. También dejaron de preguntarle a cada rato si estaba bien, Lilith no se había sentido tan feliz en mucho tiempo. Su única pena era que extrañaba con el alma a Zheng Yi Sao, pero el resto de sus preocupaciones habían sido olvidadas o calladas en La noche de Venus.
Farkas se enteró de la verdad sobre Grimn, lágrimas de culpa se derramaron por su rostro. Se disculparía eternamente con Camila, y así lo hizo. Esta acabó por hartarse y entre risas le dijo que lo empujaría por la borda si no dejaba de disculparse.
Farkas no sabía que había pasado con Yong y Freyja, aún no había tenido la oportunidad de preguntarle a su amigo. Pero todo parecía estar bien, se habían distanciado un poco pero no mucho más que eso... aunque sus miradas no volvieron a cruzarse. De todas maneras, Yong se estaba haciendo tan amigo de Camila como lo era con Farkas, los tres se pasaban el día entero juntos.
Freyja solía desaparecer como de costumbre, salvo cuando Lilith la perseguía por todo el barco y pasaban las tardes juntas.
Kaira parecía detestar un poco menos a Farkas, incluso casi parecía tolerarlo. Meena se había sentido insegura al principio, pero acabó por superarlo. Entendiendo que solo podría significar la paz para Kaira.
Victoriano y Wilhelm fingían que no se morían por estar a cada momento juntos. Cuando se lo permitían, se pasaban horas riendo y hablando, como si volvieran a tener veinte años. Pero las cosas nunca pasaban de caricias disimuladas.
El ambiente se podía sentir ligero. Apis había sido un éxito seguro, se habían librado de Grimn, las mujeres estaban dispuestas a luchar, Farkas y Kaira habían dejado al pueblo encantado. Todos parecían más optimistas y centrados que nunca.
Los días pasaron demasiado rápido, como si de vacaciones se trataran. Pronto la temperatura bajó y las enormes montañas de Suscitavi se vieron a lo lejos.
Todos corrieron a la barandilla a observar la costa de la comarca por primera vez. En diferentes idiomas exclamaron "¡tierra a la vista!" mientras el atardecer se acercaba.
Parecían haber olvidado sus preocupaciones, incluida Lilith. Esta se había pasado el Festival de las Flores entero pensando en la Resistencia encabezada por Aela, y en el grupo rebelde del que Jolly había sido parte. Ambos habían caído bajo el mismo destino, cerca de la victoria cometieron un error. Perdieron fuerza, y lo que había sido alguna vez una enorme familia... terminaron por odiarse profundamente y darse la espalda unos a otros.
Las dos cordilleras de Suscitavi se elevaban majestuosamente frente al barco. Lilith rio, extendiendo los brazos, disfrutando la brisa marina. Olvidando aquella pregunta que su cabeza le había susurrado por horas: ¿La historia volverá a repetirse?
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⊱☽ Final de la tercera parte: "Somos lo que fingimos no sentir" ☾⊰
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