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XVIII. El crimen en tus manos.

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   Wilhelm se dio la vuelta hacia la ventana, enredándose entre las sábanas que habían colocado en el sofá. El sol matutino le dio directo en los ojos. Se incorporó molesto, frotándolos. Una silueta le cortó la luz, era Meena, se notaba que no había pasado una buena noche.

   —Hola —dijo Wilhelm, intentando acostumbrar sus ojos—. ¿Dónde está Lilith?

   —Aún no ha vuelto —dijo Meena, mientras se alejaba hacia el balcón, apoyando su cuerpo en el marco de la puerta.

   La calle estaba desierta, era temprano. Esa noche era el Festival de las Flores.

   —¿Qué vas a hacer hoy en la noche? —preguntó Meena. Con una sonrisa de lado, mientras seguía con la mirada a Wilhelm, quien se había puesto de pie.

   —Antes de que salga la Luna tengo que ir a Cuenca de las Abejas Obreras —respondió al tiempo que doblaba las sábanas. En un bostezo, dijo—: Tengo que hablar con las doncellas, la mayoría no podrá asistir a La Noche de Venus. Ruby me ha asegurado que muchas de sus hijas también han desaparecido... quizás alguna quiera seguirnos, necesitamos toda la ayuda posible.

   —¿Victoriano te ayudará? —dijo Meena, asintiendo con la cabeza, ocultando una risa.

   Wilhelm dejó de acomodar las almohadas, tomó una y se la arrojó a Meena. Ésta la esquivó y dejó escapar una carcajada, la almohada cayó por el balcón.

   —Llegaste tarde anoche, ¿Dónde estuviste? —continuó riendo la joven.

   —No sucedió nada, solo charlamos un rato. Si es eso lo que quieres saber —respondió Will, mientras se asomaba por el vacío del balcón buscando la almohada, ya no estaba.

   —Por ahora... —dijo Meena, alejándose hacia al baño. Le dolían los ovarios y creía que esa misma tarde le llegaría la bajada de la Luna. Sonrió al pensar en Jolly, quien le diría que debería sentirse afortunada de coincidir con el Festival de las Flores... con aquel dolor e hinchazón estaba lejos de sentirse afortunada.

   Su sonrisa desapareció cuando recordó su colapso, su llanto, la noche anterior. Su situación con Kaira siempre le dolía, pero elegía ignorarla. La noche anterior no había podido aguantar las lágrimas, ahora entendía el por qué. Siempre le sucedía en esas fechas.
   Will también pensaba en Kaira, tenía que hablar con Meena de la situación. Sentía que se estaba metiendo en un problema familiar en el que no debía, pero al no decir nada sentía que traicionaba a Meena. Wilhelm sentía que juntos podrían ayudar a la Princesa... aunque a decir verdad sospechaba que Meena se olía algo, después de tres años era difícil no hacerlo. Will no pudo evitar preguntarse por qué no había intervenido, miedo a perderla quizás, pensó.

   No culpaba a Camila por ocultar el secreto de Kaira, al fin y al cabo, eran casi familia y no conocía al Bloque Negro hace mucho.

   Decidió dejarlo para más tarde, Meena estaba muy alegre esa mañana y no quería arruinarlo. Esto le hizo pensar en Lilith, y cómo se sentiría después de los sucesos de la noche anterior.

   —¿Dónde ha ido Lilith? —levantó la voz Wilhelm para que Meena lo oyera, mientras preparaba sus cosas para darse un baño. Olía a mar y sudor.

   —Sé tanto como tú, Will —dijo incrédula, pasando por su lado. Se recostó en su cama acariciando su vientre suavemente, después de todo si le había venido el periodo.

   —No entiendo —respondió Wilhelm, dándose la vuelta y observándola de pie—. ¿No le has preguntado esta mañana a dónde iba?

  —Will... La última vez que la vi fue en la escuela, anoche.

   Wilhelm frenó su paso, observándola enfadado. Se calzó rápidamente sus botas y se dirigió a la puerta, Meena le cortó el camino.

   —¿Vas a buscar por todo Apis? —rió incrédula, Meena.

   —Si es necesario, sí —respondió con decisión y mala gana—. Nunca ha estado tanto tiempo sola y ahora mismo está pasando por demasiadas cosas que ni tú ni yo entenderemos jamás.

   —Siempre está sola. —El comentario no le gustó a Will, quien se alejó disgustado. Meena aclaró—: Por qué es lo que le gusta...

   —A nadie le gusta estar solo.

   —A ella si, por que como tú has dicho: está pasando por cosas que nosotros no logramos entender.

   —¡¿Y Freyja sí?! —soltó Will, levantando la voz y riendo con incredulidad.

   —No lo sé, no tengo el placer de conocerle y tampoco me interesa —dijo ofendida Meena, frunciendo el ceño mientras se acercaba a Will—. ¿Por qué te enfadas conmigo? Nada de esto es mi culpa, relájate.

   Frente a frente discutían, envueltos en una tormenta de reclamos.

   —No estoy diciendo que es tu culpa, pero tampoco te comportes como si no sucediera nada.

   —No estoy haciendo eso. —El tono de Meena comenzaba a igualar el enojo de Will.

   —Si, aparentemente es una mala costumbre tuya.

   —¡¿Eso que se supone que significa?! —preguntó, sabiendo perfectamente a qué se refería. Empujó el pecho del hombre con sus manos, Will ignoró el ataque.

   —¡Me refiero a que Lilith pasó la noche fuera con Freyja y parece que soy al único que le importa!

   —¡Me importa, pero le doy su espacio!... no como tú. —Arrugando la nariz, enfadada se burló—: ¿Siempre atosigas a la gente así?

   —¡¿Qué pasa si le das demasiado espacio y no la volvemos a ver?! No puedo permitirme perder a nadie más —soltó Will, extendiendo las manos hacia delante. Ignoró el comentario hiriente de Meena, no iba a caer en su juego.

   —Ah... —dijo Meena, furiosa. Luego señalando su pecho preguntó—: ¿Tú crees que no he perdido nada? Perdí a mi familia entera, pero a diferencia que tú ¡no la asfixió!

   Wilhelm soltó un resoplido furioso, Meena quedó en silencio. El tiempo pareció detenerse, observaron sus rostros enfurecidos pero no se movieron.

   —Prometí a Sao que cuidaría de ella a cada momento... —ambos habían parado de gritar, pero continuaban furiosos. Wilhelm suspiró entre palabras.— No quiero que piense que Freyja es la única persona que está ahí para ella. Siento que esa es su intención... y no, no me gusta. No sé qué es, demasiada conexión demasiado rápido. ¡No me cuadra!

   La puerta de la alcoba se abrió silenciosamente.

   —A mí tampoco me gusta Freyja, pero no puedes estar encima de Lilith constantemente. Necesita su espacio y lo único que lograrás es que piense que hay algo malo con ella. —Intentó explicar Meena serenamente, pero en sus ojos podía verse la furia.

   —¿Entonces no haces nada? —dijo Will, serio. Mirándola directo a los ojos, con los brazos cruzados.

   —¡Le estoy dando su espacio!

   —¡La estás dejando ir!

   —¡Hey! —gritó Lilith en el umbral de la puerta, con la almohada que Will había arrojado en la mano. Ambos se callaron y voltearon a verla, ninguno se movió—. Paren de gritar, ¿Qué sucede con ustedes?

   Ninguno respondió. Ella caminó por la habitación hasta llegar a la canasta de ropa sucia, donde dejó el pequeño almohadón.

   —Devia va a matarlos si se entera —continuó Lilith, señalando el almohadón en la canasta de ropa sucia—. Estaba en el puerto, asegurándome que Grimn partiera —explicó. Will bajó la mirada avergonzado, Meena la miraba con gesto de disculpa—. Si, estuve con Freyja. Fui a visitar a mi mamá... noté que en el Descanso de los Robles ninguna mujer tiene una tumba con su nombre. Probablemente sea así en toda Serendipia... ¿Notaron que las mujeres tampoco tenemos apellidos? Cargamos con el legado de nuestros padres o maridos.

   Se sentó en el borde de la cama y les dijo:

   —Volvimos a la escuela, para concederle descanso a... Selene. Una idea cruzó por mi mente. Con los registros de Ruby y la ayuda de Freyja en el cementerio, logramos crear una lista de todas las mujeres que no tienen tumba y aún tienen seres queridos vivos... Me pareció un buen dato para ayudarlas a animarse a luchar.

   Esperó hasta que Wilhelm rompió el silencio:

   —Es una buena idea... —murmuró, sentándose a su lado.

   —Me alegra que Grimn se haya ido —agregó Meena de pie, visiblemente incómoda.

   Lilith los observó y al fin dijo:

   —Estoy bien. Anoche no fue fácil, pero sigo siendo parte del Bloque Negro ¿recuerdan? —Sonrió y le tomó la mano a Will.— Podemos con estas cosas, luchamos para pararlas.

   Wilhelm levantó la mirada y le devolvió la sonrisa.

   —Pero tienen que parar... —soltó Lilith—. Freyja solo quiere ayudarme.

   Ninguno la contradijo, tampoco le dieron la razón. Esperaban que a su regreso Sao la ayudara a entrar en razón y alejarse de aquella persona que sacaba a relucir la parte de Lilith que todos temían, incluida ella misma.

   Will se puso de pie y se dirigió al baño.

   Lilith observó sus manos, aún tenía rastros de la sangre del guardia en sus uñas. 


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