XI. Laguna escarlata.
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Lilith caminaba nerviosa por la cubierta, ajustándose el velo y la ropa nueva. Observando la posición del sol intuyó que solo había desaparecido una hora. No tardó en encontrarse con Wilhelm, quien al verla en lo lejano corrió hacia ella con urgencia.
—¿Dónde estabas? —Tomó sus brazos y la observó con detalle, buscando rasguños o moretones.— Te hemos buscado por todos lados, ¡me has dado un susto de muerte!
—Solo... solo estaba leyendo un rato. ¿Kaira ha despertado ya?
Wilhelm se enderezó y la observó confuso.
—Si, ayer. Antes de que desaparecieras.
Lilith tragó saliva y resistió el impulso de repetir lo que Wilhelm había dicho. ¡¿Has dicho ayer?! Se limitó a asentir y sonreír, mientras abría y cerraba las manos.
—Bien, me alegro de que esté bien. Iré a verla, si me disculpas... —balbuceó mientras se alejaba. Pero Wilhelm la tomó del brazo con suavidad.
—No me puedes asustar así, Lilith. Este no es el Olympe de Gouges, este es un galeón de la realeza, de Afrodisio Tábido-Vetusto. Y yo estoy a cargo de tu seguridad. Sé que a veces necesitas tu tiempo a solas para escucharte y entenderte, pero no puede desaparecer toda la noche sin antes avisarme... por favor.
Ella quiso llorar, había desilusionado a Will, le había hecho pasar un mal momento. Quiso sollozar e implorar disculpas, pero una voz la detuvo. "Patética" decía Jacoba en su mente. No supo qué decirle al hombre, sentía que los ratones le habían comido la lengua, así que lo tomó de la mano y la apretó con fuerza. Podía ver que él estaba completamente confundido, pero incluso así le apretó la mano con fuerza tres veces para decirle que la quería. Era una costumbre que tenían cuando Lilith parecía perder la capacidad de hablar.
Wilhelm se despidió confundido cuando Kaira apareció a su lado, con una sonrisa sincera que siempre le regalaba a Lilith. Caminando juntas por la borda entrelazando los brazos, Kaira se sentía feliz y libre, algo que había perdido de la mano de su fiel corcel Angus. No quería volver a Vulpes, cada día estaba más segura de que su destino era subirse a un galeón, alejarse y no mirar atrás.
A menudo, ella y Meena fantaseaban con huir cuando todo hubiera acabado. Recorrerían el mundo juntas, encontrarían a la familia de Meena y Kaira jamás volvería a sentirse miserable... No le gustaba la tripulación de Farkas, le encantaba. Se había presentado ante ellos inevitablemente preguntando por Lilith, cuando Wilhelm se había acercado a ella implorando ayuda. Habló con cada uno de ellos, todos eran agradables y la trataban con respeto y camaradería.
Con ellos no se sentía la Princesa de Serendipia, la hija del Rey Supremo, la esposa del heredero de la corona, la frágil niña abusada. Con ellos se sentía la Kaira que cabalgaba en el Pinar Nevado con Angus, la que en la madrugaba se encontraba con el Bloque Negro o se enredaba entre las sábanas con Meena, la que hablaba de las Diosas Olvidadas con Camila, la Kaira que había caminado por una cornisa a quinientos metros de alturas en mitad de la noche.
Sonrió recordando esa misma mañana cuando conoció a Yong quien también buscaba, pero a Freyja. Habían terminado hablando de Farkas en sus días en la infancia, creciendo entre la tripulación de Vilkas (los padres de la tripulación de Farkas).
—Lilith, puedes quitarte el velo si quieres —comentó mientras ambas dejaban de caminar por la cubierta. Notaba a su amiga extraña y no sabía muy bien cómo actuar respecto a eso—. Grimn no ha salido de su camarote desde ayer. Lo hemos logrado ¿no te alegras? —Por primera vez ella era la sonriente y Lilith parecía estar en una nube. A Kaira mucho no le gustaba. Lilith asintió mientras se quitaba el velo, su cabello anaranjado y dorado brilló al contacto con el Sol.— Está tan débil que no puede levantarse. Camila y Meena están con él, fingiendo que tratan su enfermedad.
»Mañana llegaremos a Apis, Afrodisio verá su estado y no le quedará otra opción que enviarlo de regreso a Vulpes para que el equipo de mi padre se encargue de él. Si tenemos suerte le quedará alguna secuela, problemas estomacales creo que me ha dicho Freyja... lo hemos logrado Lilith, todas juntas.
El día continuó sin sobresaltos, todos se preparaban para la inminente llegada a Apis, en apenas unas horas. El estado del Centinela no mejoró: Meena y Camila se encargaron de eso, intentando sin mucha emoción no matarlo en el proceso. Kaira continúo conociendo a la tripulación, arrastrando a Lilith con ella, quien se mantenía callada. Wilhelm, Octubre y Farkas trabajan sin descanso, pero disfrutando de la calma.
Todos intentaban darle su espacio a Lilith, no podían ni intentar entender cómo se sentía volviendo después de tanto tiempo. Eventualmente Kaira terminó dejándola tranquila, temía sofocarla con su preocupación. Esta se retiró al camarote de Victoriano, no salía de ahí temeroso de encontrarse con Wilhelm, pero secretamente deseoso de que este fuera a buscarlo.
Con el mismo dolor en el pecho que no la soltaba hace días, Lilith bajó hasta las entrañas del galeón. Caminando despacio tratando de recordar el camino pasaba su mano por las maderas de la pared, no pudo evitar recordar sus dibujos con tizas en el Olympe de Gouges. A pesar de los años, jamás olvidaría aquella primera semana. El amor, el cariño, y las heridas sanadas. La primera vez que le habían enseñado a pescar, la primera vez que habían trenzado su cabello por horas para protegerlo, la primera vez que había rezado a las Diosas con Jolly... Aquella tarde el Sol no se había ocultado en el horizonte, la bruja le explicó que esto pasaba solo cada trece años. Las leyendas decían que cada trece años surgía un héroe o heroína que intentaba regresar el poder a las Diosas; Knglo y Egot evitaban que la Luna saliera esa noche, en muestra de su control. Jolly le explicó que en el continente era una celebración muy importante, llena de mentiras.
Le tomó unos diez minutos hasta que encontró aquella puerta, estaba entreabierta y las risas escapaban de adentro. Tímidamente se asomó.
Yong se encontraba encorvado sobre una de las máquinas, cubierto de suciedad ajustaba las tuercas, mientras Freyja sentada sobre esta máquina le alcanzaba herramientas e iluminaba su área de trabajo con un farol, la única luz en aquel enorme almacén. La máquina consistía en dos ruedas más grandes que una persona y una pequeña cabina donde se conducía, podía llevar grandes pesos. Más tarde le explicarían que Farkas la había diseñado para los agricultores, evitando así que usaran mulas para cargar toneladas de peso bajo el calor en largas jornadas.
Ambos reían a carcajadas, se adoraban, de la manera que sea se adoraban. Se habían criado junto con Farkas, habían cruzado el mundo entero juntos. Lilith sonrió ante la escena y por primera vez en el día habló, su voz se sintió rasposa y oxidada.
—Hola... ¿Puedo?
Levantaron la mirada de lo que estaban haciendo, los ojos de Freyja se iluminaron cargados de emoción.
—¡Bienvenida, Lilith! —Yong se acercó con una dulce sonrisa y le extendió la mano, ella se la estrechó sin dudar, se manchó de grasa. Él se dio cuenta de esto y comenzó a disculparse.
—No te preocupes, nunca me molestó ensuciarme las manos. —Ella sonrió, acercándose a Freyja. No le quitaba la vista de encima, había esperado toda la tarde que le buscara.
—Me han hablado muchísimo de ti, guerrera. Me alegra al fin conocerte.
—El placer es mío —respondió ella con las mejillas encendidas, mientras aceptaba la mano que Freyja le había ofrecido, subiéndose con ella a la máquina. Yong le explicó que le llamaban tractor.
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En el camarote de Victoriano, él y Kaira cenaban unos pequeños pescados crocantes acompañados con patatas con tomillo y mantequilla derretida. Esa noche la Luna en su fase cuarto menguante les regaló un eclipse lunar.
—Te lo digo... —afirmaba Kaira con la boca llena, relajada en su asiento, olvidando todo decoro—. Esta tripulación es impresionante, podrían manejar este barco por cada una de las comarcas con los ojos cerrados.
Victoriano la observó mientras apuraba su copa de vino, y rió ante el rostro de su sobrina sucio de comida. No la reconocía, su actitud era completamente diferente, sonreía por más de un segundo y las ojeras parecían haberse suavizado. No la reconocía y eso le alegraba el corazón. Casi podía encontrar destellos de la niña alegre que una vez fue, llenando los silencios con su alegre canto; antes de arrastrarse silenciosamente por las sombras del palacio intentando no llamar la atención de nadie. Podía ver que era miserable en el castillo y cada día parecía apagarse más. Lorenza era muy violenta con ella, y estaba seguro de que había mucho más que él no sabía... intentaba no pensar demasiado en aquel tema, temía descifrarlo y no ser capaz de comportarse. Observó a Kaira luchando con las espinas de un pescado y sonrió, sentía que estaba conociendo a una persona nueva, y estaba encantado de conocerla. Soltó una pequeña risa cargada de ternura y continuó la conversación:
—Nuestro pueblo es inferior, me bastó una corta conversación con ellos para darme cuenta —mencionó él, mientras se metía una patata en la boca—. Es tan extraño, parece como si hubiera algo que no permitiera que Serendipia progresara más.
Kaira abrió los ojos y asintió, completamente de acuerdo. La conversación continuó hasta que Victoriano pareció distraerse con las voces de los marineros que se filtraban desde afuera. Kaira siguió el curso de su mirada, suspirando apartó el plato vacío y volvió a llenar las copas de ambos. No recordaba ya cuántas veces había tenido que volver a verter vino para ambos.
Heredó su mala costumbre a beber de él, ambos por la misma razón: era la única manera que soportaban vivir en el castillo. No es que bebieran a todas horas... simplemente que perdían el control en un santiamén y cada una de las veces se arrepentían.
Farkas ya se había acostumbrado a ser despertado en la madrugada por Camila, quien le pedía por favor que la ayudara a llevar a Kaira a la cama, que se encontraba alcoholizada y dormida en algún rincón del castillo. Kaira jamás lo recordaba, no era consciente de su problema, tampoco lo era Victoriano.
—Él está ahí fuera, ¿sabes? Deambulando, esperando a que salgas de tu escondite —susurró ella—. En este barco nadie los juzgará.
—Kaira... no, no empieces, ya lo hemos hablado. No quiero nada con él.
La Princesa pareció ofenderse. Frunció el ceño y lo observó seriamente, de repente volvió a ser la de antes.
—¿Por qué me mientes, a mí, tío?
—Kaira, estuve dispuesto a intentarlo. Pero no puedo, no puedo si él es parte de esto. El riesgo es muy grande. ¿En serio quieres que ponga en apuros La Liberación por un hombre que no ha intentado acercarse en todos estos años?
—¡Eso tú no lo sabes! —levantó la voz Kaira—. No lo conoces realmente. Yo sé quién es, sé lo que ha perdido y sé que te ha buscado en las tabernas por incontables noches.
—Sabe dónde vivo, Kaira...
—Si ¡En la misma fortaleza que mi padre y Grimn! —gritó ella, irritada mientras se ponía de pie. Las mejillas se le habían tornado coloradas. El silencio los invadió como una ola. Avergonzada se aclaró la voz al darse cuenta de su actitud, observó a su confundido tío, luego a las copas de vino otra vez vacías y se volvió a sentar—. Lo siento.
En completo silencio Víctor observó como ella regresaba a su asiento. No quedaba rastro de aquella niña que creía haber visto. Suspiró, Kaira permaneció con la mirada gacha, pestañeando lentamente. Con calma dijo al fin:
—¿Por qué te pones así? Lo que casi tuvimos fue solo una tontería.
—No para mí —dijo ella pensando en Meena, que también había empezado como una tontería. Ella tenía la seguridad de que había algo después de La Liberación—. Es que no paro de pensar, ¿Qué pasará con nosotros cuando todo esto termine?
Ambos asintieron. Cuando el Bloque Negro obtendría al fin lo que quería y merecía, ¿Qué pasaría con la familia real?
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Lilith se encontraba en el camerino de Grimn, pálido la observaba, en sus ojos había miedo. Eso emocionó a Lilith, el reloj de Aela sonaba pidiéndole con el tic-tac que lo mate. Lilith se sentía más ligera que nunca, sus voces parecían sincronizarse por primera vez.
Eufórica se acercó dispuesta a matarlo, cuando Freyja se cruzó en su camino. La empujó hacia la pared e intentó quitarle la daga. Lilith gritó de frustración y comenzó a blandir a Aela con furia, hasta que logró clavarla en uno de los muslos de Freyja, esta gritó de dolor y automáticamente le clavó en el brazo una fina aguja conectada a un pequeño frasco de cristal. El líquido ingresó en sus venas con velocidad. Quedó inconsciente al instante, Grimn estaba en el mismo estado pero desde hace unos segundos previos, no había logrado ver la pelea.
Yong suspiró, mientras volvía a cubrir la máquina con la sábana. Este sonido despertó a Lilith, su sueño le mostró lo que se había perdido el día anterior. Se había dormido sin querer en el hombro de Freyja, ambas se encontraban sentadas en el suelo con la espalda en la pared. Lilith se enderezó avergonzada, Freyja se volteó y le sonrió, mientras en sus manos jugaba con Aela.
—Todo listo para mañana, iré a avisarle a Farkas y luego intentaré descansar, aunque sea unas horas. Mañana es un día importante, para todos —dijo mientras le guiñaba un ojo a Lilith, luego miró a Freyja y le preguntó—: ¿Cierras tú?
Freyja asintió lentamente en silencio, el mecánico se despidió y se marchó, entornando la puerta al salir. Dejó de jugar con Aela y se volteó, en silencio se observaron.
—¿Quiénes eres? —preguntó al fin Lilith—. ¿Por qué-
—Porque soy como tú —respondió en un susurro, con una pequeña sonrisa.
Como un acto reflejo, Lilith sonrió de igual manera. En ese momento supo que estaba jugando con su condena, un juego peligroso y tenía todas para perder.
...
Lilith no se molestó en intentar dormir, estaba segura que no podría e incluso le aterraba el tormento de sus sueños. Freyja le hizo compañía, hablaron hasta acabar en la proa, viendo el sol salir sin saber del fenómeno de la Luna la noche anterior. El horizonte se mantenía libre de tierras.
—Era un hogar donde nunca había silencio, pero de una manera hermosa —contaba Freyja, recordando a su familia con una enorme sonrisa ladeada. Se había atado el pelo en un rápido trenzado, molesto con el viento—. La villa era grande. Pero Lilith, éramos once hijos... Imagina el caos —Rió. Lilith le miraba con una gran sonrisa. Se podía hacer la imagen a la perfección, y se preguntaba si algún día encontraría algo tan puro como aquello.— Mis dos padres y mi madre tomaban turnos, siempre tuvieron muchísimos clientes por ser los mejores en toda la ciudad, gracias a eso vivíamos muy bien.
—Pero entonces, ¿Qué pasó? —Lilith se sentó en el suelo, apoyando la espalda en la barandilla, Freyja la siguió.— ¿Alguien les hizo daño y tú te vengaste?
Freyja la miró y elevando las cejas ligeramente, negó con la cabeza.
—Esas cosas no suelen pasar en nuestras tierras, Lilith. —Freyja respondió lentamente, mientras Lilith fruncía el ceño y se enderezaba, confundida.— No quiero que imagines unas tierras perfectas porque no existe tal cosa, es la naturaleza del humano. El crimen está allí donde el hombre vaya... La diferencia con Serendipia es que es extremadamente escaso, y la justicia es una mano dura y poderosa que jamás falla. Sin embargo, la justicia no trae devuelta a los muertos y yo... no lo sé.
—Vamos —le animó Lilith.— Puedes decirme, jamás te juzgaría.
Lilith asintió con una sonrisa infantil. Él se limitó a observarle en silencio, entrecerró los ojos y paseó su mirada por cada una de sus blancas pecas. Lilith pestañeó repetidamente y sintió como su estómago parecía enredarse, sus mejillas ardían casi tanto como la mirada de Freyja. Freyja se rió, y bastante animado prosiguió:
—Para que haya justicia, primero tiene que haber un crimen: una injusticia.
»Una noche volvía de acampar en el rio con mis amigos. Cuando me encontré con un hombre que estaba a punto de atacar a una joven: era mi vecina, su familia era igual de feliz que la mía. El hombre tironeaba de ella hacia la oscuridad y en ese momento algo me golpeó, no sé qué fue. Quizás la certeza de que la vida de esa familia estaba a punto de ser arruinada.
»Si, el criminal iba a ser capturado e iba a pasar su vida en los calabozos. Trabajando para la ciudad, devolviendo una deuda eterna, pero la vida de aquella familia iba a cambiar para siempre, y nada de lo que pudiera hacer la justicia les iba a devolver a su hija... Aquella era una deuda eterna. —Por un momento perdió el hilo, se quedó en silencio. Suspiró.— No sé qué sucedió, no lo recuerdo, simplemente sé que asesiné a aquel hombre. No soy un guerrero, incluso puedo ser bastante torpe, pero comprendo el cuerpo humano más que cualquiera (gracias a mi familia). Me tomó dos segundos saber dónde cortar. Jamás había hecho algo así, no podía creerlo, ni siquiera lo recuerdo.
—Una laguna —afirmó Lilith, sin saber que era la primera en oír aquella confesión—. Tengo de esas todo el tiempo. Generalmente no son nada, simplemente no recuerdo lo que estuve haciendo por un largo tiempo. No creo haber hecho nada extraño hasta... Grimn.
La mitad de los marineros y doncellas comenzaron a aparecer en la cubierta, con el estómago lleno de café negro y pan tostado con azúcar. La otra mitad, que se había mantenido despierto durante la noche, se preparó para ir a descansar. Ambas los observaron, luego retomaron la conversación.
—Escaló muy rápido, Lilith, es importante que lo sepas —comentó sin mirarla, parecía una advertencia—. Ni siquiera me sentía yo mismo, fue un gran pesar para mi familia. La justicia me perdonó unas cuantas veces gracias a que ayudé a evitar crímenes, pero se me fue de las manos. Comencé a disfrutarlo... cegado por una mano que me impulsaba, y me encarcelaron. Tiré mi vida y potencial a la basura, ambos acabaron por oxidarse.
»Poco tiempo después: los Torvar se aparecieron en la casa de mis padres, mi historia se sabía por todos lados, mi familia era famosa por su medicina y brujería... todos hablaban del primogénito que se volvió loco. Vilkas vio una oportunidad y mandó a Farkas a pedirle permiso a mi familia para llevarme con ellos. Ellos aceptaron, yo también. Los extraño, pero sé que somos más felices separados; y estoy bien con ellos, con Farkas y Yong.
—...Quizás era tu destino —susurró Lilith, tenía la necesidad de levantarle el ánimo. Pero Freyja parecía estar siendo sincero, amaba a su familia, pero no estaban hechos para estar juntos. Sin embargo, Lilith no se imaginaba separándose de una amorosa familia, también le aterraba que entendía aquel impulso, aquella sed. Aquellas lagunas escarlatas.
—Destino no suena mal, aunque déjame decirte que se sintió como manipulación. —Freyja vio la confusión en el rostro de Lilith, por lo cual aclaró—: Los Dioses y las Diosas son caprichosos, en especial vanidosos. Yo tenía una vida perfecta... y lo arruiné sin sentido alguno, eso me trajo aquí, contigo. Desde el momento que te vi lo supe: un objetivo para un fin. Tu fuiste mi destino todo este tiempo, aunque aún no logré descifrar el porqué.
»Makra y Durga siguen siendo Diosas, por más Santas que parezcan, no lo olvides... el camino de la justicia es un sendero solitario, tarde o temprano te encuentras recorriéndolo solo.
Lilith se puso de pie negando con la cabeza, mientras abría y cerraba las manos.
—No sabes de qué hablas —comenzó a farfullar. Como muchas otras veces, Lilith no sabía cómo sentirse, le había dicho que ella era su destino, insultado a las Diosas y en el camino le había asegurado que acabaría sola ¿Que se suponía que debía hacer con esas afirmaciones?
Freyja le observó en silencio, completamente serio. Los marineros comenzaron a prepararse para llegar a Apis más temprano de lo previsto gracias a una brisa furiosa que inflaba las velas y los impulsaba hacia allí con velocidad, mientras el barco se agitaba violentamente por unas furiosas olas.
—No deberías hablar así de las Diosas, jamás. —Lilith negaba con la cabeza. Freyja se puso de pie, observó las olas, luego a Lilith, las velas, para volver a ella.— ¡No tienes idea como es aquí!
—Lilith. —Le llamó Freyja, serio.
—¡No!
—Vale —soltó junto con un suspiro de fastidio.
Silencio. Freyja miró hacia al frente donde podía verse en el horizonte la costa de Apis, Lilith siguió el curso de su mirada y se le heló la sangre. Se volteó hacia Freyja, pero se encontraba sola en la proa. Lilith se quedó allí, en aparente calma, mientras podía sentir cómo las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
A la distancia comenzaron a distinguirse los árboles de ciruelas con sus flores blancas.
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