IV. Comarcas de pólvora.
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Absorta en sus pensamientos, observando la caída del sol y la aparición de la Luna menguante gibosa, Lilith desataba los nudos que sostenían las velas enrolladas. A su alrededor un gran movimiento de piratas anunciaba que era la hora de ponerse en marcha y dirigirse al Corazón.
Zheng Yi Sao observaba los preparativos desde el timón de rueda, los movimientos automáticos de las marineras y la fuerza del viento. Una de las velas pareció enredarse, por lo cual, con dos dedos en su boca silbó para llamar la atención de Lilith y señalarle el inconveniente. Con gran agilidad la joven subió hasta lo alto del mirador, allí calculó la distancia y saltó al vacío. Como un gato se agarró de una de las cuerdas, tiró de la vela y descendió deslizándose por la cuerda mientras la vela se ensanchaba y preparaba para navegar.
Como siempre, la marea y el viento estaban a su favor.
Desde abajo Lilith observó las velas, asegurándose que estuviera todo en orden. Las telas negras se agitaban, produciendo un sonido de látigos.
Octubre apareció a su lado, llevaba la cabeza completamente rasurada, con cabellos de pocos centímetros. Un nuevo estilo que había probado dos años atrás luego de una peste de liendres, terminó por gustarle y le sentaba de maravilla. A pesar de lo corto que lo llevaba aún podían verse reflejos morados en su cabello marrón.
Un felino de pocos días le acompañaba, clavando las garras en el hombro de su chaqueta para no caerse.
—Por lo que he oído, hoy estará Cressida en el Corazón —mencionó, mientras observaba lo mismo que Lilith. No recibió respuesta por lo cual continuó—: ¿Te encuentras bien?
Luego de unos segundos, en un doloroso susurro, Lilith dijo:
—Espero que la presencia de Cressida traiga buenas noticias.
—Sin duda. La última vez que la vi estaban a pocos pasos de encontrar unos antiguos libros de leyendas, donde supuestamente se hablaba de la ubicación aproximada de los templos. —Lilith se dio la vuelta mientras oía a Octubre y comenzó a acariciar al pequeño gato blanco. Octubre observó su semblante, siempre tan transparente, podía ver gran pena.— Ha pasado mucho tiempo Lilith, pero ya estamos en la recta final, puedo sentirlo.
—Si... la libertad está cerca, pero en estos años la gente continuó sufriendo. Y lo seguirán haciendo hasta que ganemos.
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Ya noche cerrada, llegaron a Verum. Las luces de Vulpes apenas podían verse en la lejanía, detrás de una pesada neblina. En silencio caminó casi la tripulación entera hacia el centro de la isla.
Lilith avanzó mirando el cielo nocturno, pensativa observó a Pandora que predominaba en el cielo y la Luna de las Diosas, que se encontraba tan cerca que podía verse con sumo detalle. Jugaba con Aela girándola entre sus dedos, oyendo el insistente tic-tac, persistente como siempre, tranquilizador como de costumbre. Luego de la boda la aguja que marcaba los segundos se había estropeado; Lilith no sabía por qué, ni cómo arreglarlo.
Fue la última en ingresar, cerró la puerta y se acercó a la barra donde Will le besó la frente y le extendió un zumo de ciruelas con un poco de licor. Zheng Yi Sao ya se encontraba tomando su clásico ron, mientras esperaba pensaba en Vilkas. A su lado Lilith se recostó sobre la barra, la mujer comenzó a acariciarle el cabello aún absorta en sus pensamientos.
La tripulación y los aliados del Bloque negro comenzaron a esparcirse en los diferentes asientos, en dulces susurros. Todos esperando al último grupo que faltaba.
Lilith se incorporó de pronto y miró a su alrededor, encontró a Octubre manteniendo una conversación con una de las ancianas del Bloque Negro, en sus dedos sontenía su reloj de siempre como si un amuleto de buena suerte se tratara.
—¿Dónde está Meena? —preguntó confusa mirando a Wilhelm, quien apartó un segundo la mirada de las verduras que estaba friendo.
—Viene con las institutrices.
—¿Por qué? si siempre viene contigo.
Will no respondió, solo volvió a mirarla, esta vez con una sonrisa. A Lilith le tomó unos segundos. Cuando comprendió, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro, al momento que la puerta de entrada se abría de par en par. Meena fue la primera en entrar, tomada de la mano de Kaira, dos mujeres más, y al final: Cressida. Rápidamente los murmullos se convirtieron en animadas conversaciones.
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En el castillo ya todos dormían, incluido el Rey, quien no se sentía muy bien. Esa noche había planeado ir a la habitación de Kaira, pero una fuerte jaqueca le oprimía la sien. No había motivos para alarmarse, una jaqueca era un dolor común y Camila se había encargado de limpiar y ocultar todo rastro de las flores que había picado y puesto en la infusión digestiva que el Rey bebía cada noche después de cenar.
La idea había sido de Camila, ya que tenía gran conocimiento sobre los diferentes usos de las plantas, y aquella pequeña flor lila había aparecido en su mente en el momento en el que Kaira le había mencionado que necesitaba que Su Majestad no fuera a su alcoba esa noche... no iba siempre, pero tampoco seguía un patrón. Mejor asegurarse.
A la Princesa le había preocupado la idea, pero Camila parecía entusiasmada con formar un papel activo en la lucha. Siempre y cuando Zervus no se enterara de sus trucos, esta se preocupaba fuertemente por sus dos niñas. También, Camila le había facilitado la salida del castillo, ya que Kaira jamás podría salir sola por la ventana sin caer al vacío y escaparse por las noches como solía hacerlo ya no era una opción desde el refuerzo de los Centinelas. Estos no solían estar dentro del castillo, por orden de Sauro, excepto en las noches cuando todos dormían.
No la dejaban salir si no era acompañada de un guardia o de Farkas, y esta vez, ninguno podía acompañarla. Por lo cual había tenido que salir escondida entre las sábanas sucias. Los Centinelas o guardias no se molestaban por lo que las doncellas hacían, las creían muy estúpidas para suponer un peligro, fingían que no existían. Excepto Grimn, que disfrutaba torturándolas.
Detrás de los establos, un pequeño molino donde las doncellas lavaban la ropa a mano y cosechaban flores para adornar los pasillos del castillo (allí crecía la flor que Camila había utilizado en el Rey). Kaira salió de su escondite y oculta en pañuelos y ropajes que solo dejaban ver sus ojos, se encontró con Meena y ambas partieron hacia el Puerto de los Viajeros Perdidos, donde Cressida las esperaba.
Camila debía hacer como si nada, por lo cual tomó las supuestas sábanas sucias de la Princesa y las sumergió en el agua, cristalizada por la temperatura. En el frío de la noche el agua le generó unos pequeños pinchazos en los dedos. De rodillas raspaba la tela una y otra vez, borrando manchas inexistentes, junto a ella un pequeño farol iluminaba pobremente sus movimientos.
Un lobo aulló en la lejanía, llenando el vacío de la silenciosa noche.
Al oír el sonido de una rama quebrándose bajo el peso de una bota Camila se dio la vuelta bruscamente. Al ver a Grimn, bajó la mirada al suelo y lo saludó con gran ceremonia, como si de un miembro de la realeza se tratara.
—¿Qué haces aquí, a esta hora? —preguntó él, de pie junto a ella. La observaba desde arriba, mientras le pegaba un pequeño puntapié en sus muslos.
—Estoy... —tartamudeó la joven asustada— ...necesitaba lavar estos ropajes de cama.
—Ya veo —respondió mientras se inclinaba y tomaba el farol, para acercarlo a la cara de la joven. A pocos centímetros la observó, la mirada de ella brillaba a causa de las lágrimas acumuladas, casi tanto como la armadura verdosa de él—. ¿No podía esperar hasta mañana?
—No... —susurró ella en un tono demasiado bajo.
—¿No? —repitió él, tomándola bruscamente de la mandíbula para que lo mirara—. Explícate, bruja. Que cualquier excusa es perfecta para quemarte en la hoguera.
—No podía esperar hasta mañana... —comenzó a atropellar las palabras mientras las lágrimas se empujaban unas a otras en sus sonrosadas mejillas.— porque a la Princesa le ha llegado la bajada de la luna y se han manchado, y debo limpiarlo en el momento porque si no... si no, no sale-
—¡Calla! —rugió él, interrumpiéndola mientras le abofeteaba—. No quiero oír sobre las inmundicias de las mujeres. Es el castigo que les han impuesto los Dioses, por ser una falla de la naturaleza.
—Lo siento —sollozó en respuesta.
Pero él ya había encontrado una excusa para dañarla. Con una sonrisa, sumergió el rostro de la joven en el agua helada del molino. Ella no se resistió, hasta que comenzó a faltarle el aire. Con brazos y piernas luchaba intentando zafarse, pero él se colocó detrás de ella, con todo el peso de su cuerpo empujándola en el agua. Cuando los movimientos de la joven comenzaron a perder fuerza la tomó del cabello y la sacó del molino, donde la empujó al suelo embarrado, le dio una palmadita en el rostro riendo y se fue.
Ella tosió y tosió, y cuando lo vio desaparecer por los establos comenzó a llorar en posición fetal. Cuando se calmó, simplemente se quedó allí acostada sobre el frío lodo, rodeada de las flores que las doncellas cuidaban cada día. Observando cada uno de sus coloridos pétalos que brillaban en la noche gracias al polen, sonrió. Su momento estaba cerca.
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Fue una larga noche. Se pusieron al día sobre todo lo relacionado a la lucha. Las nuevas tácticas de los Centinelas y toda la información recaudada por los grupos liderados por Cressida. Todos se habían mostrado preocupados y cansados ante las supuestas niñas en el sótano que Kaira había oído. Por más que quisieran no tenían manera de sacarlas de ahí hasta no tener al pueblo de su lado.
En la barra Kaira se encontraba sentada entre Sao y Lilith, las jóvenes tomadas de la mano. La Princesa jugaba con los gruesos anillos de su amiga. Meena estaba del otro lado de la barra, ayudando a Wilhelm con la comida. Mientras todos observaban los mapas que Cressida les mostraba, información recolectada por los grupos como el de ella, que se encontraban en Mare Turtur y en Suscitavi. También lo había en Apis, pero allí no había templos perdidos y todo era más tranquilo.
—Esto es básicamente todo lo que pueden recolectar sin llamar la atención —decía a un volumen perfecto para ser oída por todos, mientras repasaba los cientos de páginas con diferentes escrituras—. El siguiente paso, es trabajo de campo. Necesitamos un grupo de indocumentados, personas irreconocibles. Ellas no pueden hacerlo, alertarán a los guardias en un santiamén y enviarán a los Centinelas en su busca.
La mención de los Guardias de la Muerte (como le decían los niños a los Centinelas), sumió en un sombrío silencio la taberna, todos les temían. Incluso los propios ciudadanos de Serendipia.
—Prácticamente nos necesitas a nosotros —respondió Octubre sentado sobre una mesa, con las piernas balanceándose inconscientemente.
—Exacto —respondió Cressida, luego sonrió al cruzar su mirada con la de Sao, quien la observaba orgullosa en cuanto había crecido y en lo que se había convertido—. Creo que lo mejor es empezar por la comunidad más pequeña: Suscitavi y-
—Pero... —La interrumpió Lilith, quien al darse cuenta se disculpó apenada. Continuó luego de que Cressida asintiera con la cabeza sonriendo, invitándole a hablar.— Gracias, lo siento... ¿Qué pasa con Apis? —Al pronunciar el nombre de su viejo hogar su corazón dio un vuelco y la luz de las abejas pareció apagarse por un segundo.
—Todos los documentos apuntan a que los templos se encuentran en Mare Turtur y en Suscitavi... —Cressida se mantuvo en silencio un segundo, pensando.— De todas maneras, si pueden hacerse el tiempo no es mala idea pasar por Apis, también deben hablar con las familias de allí y al fin y al cabo no les llevará mucho —respondió Cressida. De pronto recordó algo, levantó un dedo en señal de espera y tomó la copia de un dibujo que habían encontrado en un libro de leyendas—. Ahora que lo mencionas... si encontramos una ligera mención a Apis en los textos antiguos. Sobre la Última Bruja o algo así la llaman.
Levantó el dibujo a carbón en alto, mientras lentamente giraba para que todos pudieran verlo. En el dibujo se veía un poste de madera colocado sobre una montaña de ramas secas, en él se podía ver atada a una joven, sin rostro. Las llamas la envolvían, parecía en paz, dejando que el fuego consumiera su cuerpo. No llevaba ropa, pero su cuerpo era cubierto por una densa capa de largo cabello ondulado que se mezclaba con las ramas en sus pies.
—¿Por qué no tiene rostro? —preguntó Kaira, con un ligero espanto.
—Ha pasado tanto tiempo, hay tan pocos registros y todos modificados, que es imposible hacerse una idea —explicó Cressida, volviendo a guardar el dibujo—. Las leyendas la retratan como un ser malvado. Algunos dicen que tenía tres ojos, otros que tenía serpientes en el cabello, otros que coqueteaba con los hombres para luego ahogarlos en el fondo del mar y comérselos...
Sao se puso de pie y se acercó a Cressida, donde comenzó a ojear los registros para darse una idea más clara del plan que iba formándose en su mente. Mientras memorizaba los mapas, con el ceño fruncido, comenzó a hablar:
—Ella fue el principio del fin de nuestra libertad. Fue la última mujer con la bendición de las Diosas: con dominio sobre los elementos. La última que se atrevió a luchar, tratando de evitar el olvido de Makra y Durga. Por eso es retratada como un monstruo, el miedo de los niños y en algo en lo que los padres no creyeran posible. Cuando en realidad dicen que era una de las mujeres más bellas y bondadosas que existió en Serendipia... Nacida en Apis. —Cressida la observaba curiosa, siempre le fascinaba la facilidad de Sao para recordar mapas con un solo vistazo.— En aquellos tiempos fue la última, pero para nosotros es la primera.
—¿Eso es todo lo que sabe de ella? —preguntó un hombre tuerto, se encontraba tomado de las manos de su esposa, una de las tripulantes del Bloque Negro.
—Si —respondió Cressida—. Toda esta información que hemos logrado conseguir ha sido leyendo la letra pequeña de las leyendas, buscando los hoyos sin sentido en la historia de Serendipia, oyendo las conversaciones de los ancianos en las tabernas, visitando ruinas y rebuscando entre las cenizas de miles de libros, quemados hace décadas. Nos ha llevado tres años, pero al fin tenemos lo suficiente para viajar a cada comarca, hablar con la gente, encontrar la verdad y mostrársela a todos.
Murmullos atropellados retumbaron por las paredes de la taberna.
—Entonces necesitamos un escuadrón de infiltración —acotó Wilhelm, mientras una sonrisa se ensanchaba en su rostro, el pasado parecía perseguirlo. Secaba copas de cristal, todas de diferentes tamaños y formas, no pudo evitar mirar su brazalete—. Al mismo tiempo que seguimos con la vigilancia nocturna y la detención de barcos. Cualquier modificación en nuestra rutina alertará automáticamente a Grimn. Tenemos que mantenerlos alertas en Vulpes, que crean que toda nuestra concentración continúa allí.
—Si... pero las noticias viajan rápido —dijo Meena a su lado, mientras comía la mitad de las zanahorias que cortaba—. Debemos crear alguna distracción en las comarcas, para que crean que cualquier impertinencia se debe a ese detalle insignificante. Para que lo ignoren.
Afirmaciones animadas siguieron el comentario de Meena. Pronto todos comenzaron a arrojar ideas al aire, temerosos de ser descubiertos por los Centinelas.
—¿Cómo qué? —gritó una joven, en la otra esquina de la taberna.
—Estamos a casi un ciclo de Luna del Día de Serendipia —intervino Kaira con tono cansado—. Creo que puedo trabajar con eso...
Sao se mantuvo de pie observando la conversación, asintiendo, los mapas ya no eran de su interés, ya había memorizado todo lo necesario.
—Hay que ser muy metódicos, ir con cuidado, o asustaremos a la gente. —Toda la taberna se sumó en un profundo silencio, la voz autoritaria de Zheng Yi Sao vibraba por toda la habitación.— Iremos de la comarca más pequeña, y escalaremos desde ahí. Para cuando sepan lo que sucede, ya será tarde.
»Vamos a sacudir las mentes del pueblo con la verdad, y para eso necesitamos tener la historia entera. —Comenzó a caminar lentamente, observando uno a uno los expectantes rostros.— Para eso necesitamos también saber todo sobre la Última Bruja. El primer destino es Apis, debemos encontrar todo lo que podamos sobre aquella mujer, aunque sea solo su nombre, bastará. De ahí tocará Suscitavi, una comunidad más grande, más difícil de convencer, pero ya tendremos la información de la Última Bruja bajo nuestra manga. Una vez encontremos el templo de Makra, nos trasladaremos a Mare Turtur, con más información que nunca. Solo queda convencerlos a ellos y encontrar el templo de Durga...
—No me siento segura con la parte de convencer a la gente, ya lo hemos intentado más de una vez. ¿Por qué esta sería diferente? —preguntó Marina, con la mirada perdida en un punto lejano mordiendo el interior de sus mejillas.
—Nos crean o no, una vez que les planteemos la pregunta "¿dónde están tus hijas?", no podrán quedarse quietas...
—Será cuestión de tiempo para que se trasladen a Vulpes —dijo con una mirada feroz, Lilith—. Y ni la brutalidad de los Centinelas podrá detener a esa gente cuando descubran que todos estos años las creían seguras, cuando algunas han ingresado al castillo en su primera noche y jamás han vuelto a salir. No dejarán piedra sin remover en toda la maldita ciudad de Vulpes... Todos estos años hemos estado esparciendo la pólvora, pero el pueblo es el que encenderá la cerilla.
La taberna se llenó de murmullos preocupados, todos conocían los catastróficos planes de Lilith. Nadie quería ver la ciudad destruida, creían que había otra manera, Lilith los creía a todos unos ilusos por creer que podían conseguir la libertad pidiendo "por favor".
Lilith tenía la sensación que si ella pronunciaba las mismas palabras que el resto, estas serían interpretadas de manera diferente. De todas maneras, no los culpaba. Aunque nadie hablaba de eso, no habían olvidado el incidente de los guardias en la boda... y muchos otros incidentes más.
Sao levantó una mano y todos callaron, mientras con una mirada de advertencia regañaba a Lilith silenciosamente. La joven apartó la mirada, recordándose que esa era la razón por la que no solía comentar. Jacoba tenía razón, nadie quería oír su opinión.
Cuando todos se calmaron, Sao miró a Kaira, quien asintiendo dijo:
—Es mi turno de mover ficha. Preparen todo, estamos cortos de tiempo. Me encargaré de la distracción... Después de todo, estoy casada con el heredero al trono.
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