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Capítulo 1

Fue en aquella noche oscura y fría de un veinte de octubre durante el baile real que sus destinos se entrelazaron.

Todo reino necesita un rey.

Y todo rey necesita una reina.

El reino de Luxchester no era la excepción.

— ¡Apresúrate! ¡Vamos! ¡Ya es hora! — eran las palabras que resonaban en la capital. Todas las jóvenes en edad casadera habían sido convocadas al palacio para celebrar un baile real en honor al cumpleaños y la próxima sucesión del trono del príncipe Aleister. Pero era un secreto a voces que la verdadera intención del baile era conseguirle una esposa al príncipe, la futura reina de la nación.

Por tal razón, casi todas las damiselas, desde la más noble hasta la mucama, estaban emocionadas, con la esperanza de ser favorecidas por su majestad y mejorar su vida.

— ¡Hazel! ¡Deja esos frascos a un lado y arréglate! En pocas horas serás presentada frente a la familia real. ¿No puedes ser como tu hermana? — exclamó Katherine, madre de las jóvenes, mientras corría de un lado a otro buscando sus joyas.

Alice, la hermana mayor, siempre había sido la favorita de la familia. Su elegancia, belleza y habilidades en casi todas las artes, incluyendo el baile la describían a la perfección.

Desde la temprana edad de catorce años, Hazel había visto a muchos pretendientes cortejar a su hermana y podía afirmar que todos habían sucumbido a sus encantos, cuando Alice cumplió los dieciocho al menos cinco hombres le habían pedido la mano en matrimonio. Sin embargo, siguiendo con la tradición, cuando algún joven pretendía tomar por esposa a una joven, debía hablar con el padre de la chica y llegar a un acuerdo; de lo contrario, la boda no podía llevarse a cabo.

Por lo que la única razón por la que Alice aún no se había comprometido con nadie era su padre, quien se encargaba de rechazar a cualquier pretendiente, afirmando que no era el adecuado o apto para su hija. Esta conducta había causado algunos conflictos con su esposa, ya que el anhelo de Katherine era ver casadas a sus hijas.

Sentada frente al espejo, Alice retocaba su maquillaje y pellizcaba sus mejillas para provocar un leve rubor. — ¡Hazi! ¡Ven aquí! — habló con dulzura mientras se levantaba para indicarle que se sentara en el taburete que hacía unos segundos ella estaba usando.

Tras la mirada reprensiva de su madre y casi la súplica de su hermana, muy a su pesar, Hazel dejó el vaso de precipitación sobre el mesón y se acercó.

Tomó un cepillo y comenzó a desenredar sus cabellos; ambas eran tan distintas y no solo físicamente, sino también en su personalidad. Alice, con facciones finas, piel clara, cabello castaño claro y un carisma que derretía cualquier gélido corazón, contrastaba con Hazel, quien era muy parecida a su padre, de acuerdo a su madre y sus vecinas, Hazel carecía de feminidad y poco talento para atraer al sexo opuesto, además, debido a que desde pequeña se había interasado en la lectura, especialmente en libros de ciencia, astrología, medicina y política, no poseía muchas amistades mujeres, ya que consideraban que esos temas era de exclusividad para los hombres y cabe mencionar que para aquella sociedad no era bien visto que una joven de apenas veintidos años se interese en esos temas.

El pasatiempo de la demás jóvenes de su edad consistía en estar pendiente de la moda, nuevos vestidos, aprender técnicas nuevas de maquillaje para lucir bien y conquistar a algún joven, el pasatiempo de Hazel consistía en encerrarse en una sala de su hogar, la cual con ayuda de su padre había tratado de recrear un pequeño laboratorio para sus experimentos. Y gracias a su padre quien durante su juventud había sido un aclamado médico ella había logrado aprender ciertas cosas.

El profundo color negro azabache de sus ojos y su ligeramente ondulado cabello era lo que más destacaba de su apariencia. Pómulos algo marcados, labios carnosos de tono rosado sin necesidad de maquillarlos y diagonal a su labio inferior en la parte izquierda dos lunares, piel clara al igual que su hermana, complexión delgada y una personalidad extremadamente cauta eran las mejores características que describen.

— ¿En qué tanto piensas? — preguntó Alice mientras colocaba algunos adornos de pedrería en el cabello de su hermana. — Nada, simplemente que preferiría ver la reacción química entre dos sustancias para crear una fragancia exótica, honestamente creo que eso sería mucho más importante que estar arreglandome para personas que ni siquiera me conocen — Hazel respondió señalando su vestido morado de seda.

— Nos presentaremos frente a la familia real; debemos estar acorde a la ocasión — replicó Alice con una sonrisa mientras continuaba arreglando el cabello de su hermana.

— ¿No crees que esto se parece a una exhibición de trofeos? Lo que quiero decir es que nos arreglamos demasiado para una simple etiqueta social en la que nosotras somos vistas como "candidatas" para el matrimonio, siendo juzgadas principalmente por la apariencia en lugar de la personalidad, intereses o intelecto — su hermana se quedó en silencio mientras miraba a Hazel a través del espejo.

Cuando Hazel estaba a punto de volver a hablar, Alexander Namur, padre de las jovenes, apareció en la habitación. Era un hombre que, desde temprana edad, se dedicó a la medicina e incluso cuando su carrera se encontraba en apogeo fue llamado para atender a un miembro de la realeza, sin embargo, debido a un accidente que conllevó a la fractura de su brazo se vio obligado a dejar de practicar su amada medicina, pero en cambio se abrio paso al comercio. Y gracias a su constancia y esfuerzo, logró que su apellido fuera reconocido y ganar estatus en la sociedad. Los años de arduo trabajo le habían pasado factura; sus canas eran ya visibles, pero infundía un aire de autoridad y respeto.

Seguida de la entrada de su padre, apareció Katherine, madre de las hermanas— ¡Oh por Dios! — clamó mirando horrorizada a su esposo.

— Querido, ¿cómo puedes pensar en presentarte frente a sus majestades con ese atuendo tan desprolijo? — le reclamó mientras le retiraba el chaleco y casi gritando llamaba a la servidumbre para que lo planchasen.

Ignorando la desesperación de su esposa, se acercó a sus hijas con una radiante sonrisa y abriendo los brazos exclamó: — Mis adoradas hijas, sin duda son las más bellas de Luxchester.

— ¡Querido! ¡Sin duda son hermosas! Pero nadie puede competir con la belleza de Alice; ella es como una rosa en primavera — Katherine sonrió con altivez mientras sujetaba con el dedo índice el rostro de su hija.

— Gracias, madre, pero Hazel también está linda — respondió Alice, mientras tomaba a su hermana por el brazo y la empujaba hacia su madre. Sin embargo su madre la miró de arriba abajo he hizo un gesto de "no está mal".

De repente, el sonido de la puerta abriéndose inundó la habitación.

— Señor, señora Namur, el carruaje está aguardando por ustedes — mencionó el fiel mayordomo de la familia Roy mientras hacía una leve reverencia y mantenía abierta la puerta.

Casi volando, Katherine y Alice entraron al carruaje, y a los pocos minutos todos estaban viajando en dirección al palacio. Durante el corto trayecto, su madre no se detuvo en planear la futura boda de Alice con algún conde, duque o incluso fantaseando con que su hija se convirtiera en princesa y futura reina consorte. Alexander, ya acostumbrado a la actitud de su esposa, siempre asentía la cabeza, pues la amaba tanto que nunca le gustó discutir con ella o simplemente no quería amargarse el resto del día en llevarle la contraria.

La entrada del muro del palacio estaba abarrotada de jovencitas entusiastas y sus escoltas. Bajando del carruaje, caminaron unos pocos metros hasta acercarse a los Harrison.

— ¡Señora Namur! Me alegra verla — mencionó Dalia Harrison, la mejor amiga de su familia. Y, como era costumbre, empezaron a cotillear sobre las novedades del reino.

— ¡Hazel! ¡Hazel! — era el grito tan familiar de Kai, el segundo hijo de la señora Harrison.

— ¡Kai! ¡Qué bueno verte por aquí! — exclamó Hazel.

— Pienso lo mismo, porque ya no soportaba escuchar a mi madre y hermana hablar sobre el príncipe y todo lo relacionado con él — dijo casi gruñendo. Ella sonrió.

Un hombre de mediana edad, vestido con un uniforme negro con franjas rojas y doradas y el emblema del reino se hizo paso entre la multitud y proclamó: — Habitantes de Luxchester, la familia real quiere darles una cálida bienvenida al palacio real para celebrar el vigésimo cuarto cumpleaños del príncipe Aleister Pride. Durante la entrada al castillo serán anunciados para que sus majestades los conozcan, así que encarecidamente les pedimos que ingresen nuevamente a sus carruajes y cuando pasen el jardín y vean las escaleras bajen y fórmesen para la presentación. Gracias. — los murmullos iniciaron, pero fueron callados tan pronto como las puertas se abrieron, dando paso al lujoso jardín de la entrada.

Inmediatamente todos subieron a sus respectivos carruajes y acataron las órdenes del guardia real. El jardín era tan inmenso que incluso Hazel pensó que tenía el quintuple de tamaño que todo su hogar, mientras su hermana se asomaba por la ventana veía a algunas de sus conocidas bajar y caminar por aquellas blancas escaleras de marfil. Luego de aproximadamente diez minutos se encontraron frente a aquellas escaleras que a los lejos se veían pequeñas, sin embargo, estar parada frente a ellas daba cierto temor.

— ¡Caminen! — exclamó su madre, mientras levantaba un poco su amplio vestido para poder subir adecuadamente las escaleras. Una vez que llegaron, puertas gigantes que eran desde el techo hasta el suelo se encontraban abiertas. Otro guardia real, le hizo una seña a Alexander y luego de un breve intercambio de palabras, el guardia habló:

— A continuación, Lady Alice Briller Namur Bonne, primogénita de la familia Namur — la expresión en el rostro de Alice era inexplicable; irradiaba tanta alegría que parecía como si toda su vida había esperado por ese momento. Bajó las escaleras con gracia, su cabello recogido tenía un aire elegante y delicado, con mechones lacios que se entrelazaban para formar un moño bajo, justo a la altura de la nuca. Los cabellos frontales caían suavemente, enmarcando el rostro y acentuando sus rasgos con toque de naturalidad. En el centro del recogido, un adorno de pedrería fina en forma de la flor caléndula de tonos naranja capturaba la luz, resplandenciendo con pequeños destellos cálidos y profundos.

Las piedras estaban dispuestas como diminutas hojas y flores, cada una brillando con una intensidad que hacía recordar el atardecer, su rostro sin ninguna gota de sudor, el rubor un poco más asentuado, quizás era por la emoción del momento. En su cuello un collar algo sutil pero de la misma flor que su adorno del cabello, su vestido hecho a la medida iniciaba con un escote en forma de corazón, ceñido a la cintura para luego volverse amplio debido a las numerosas telas que tenía. Sus zapatos de tacón le aportaban cierta sostificación y un encanto sutil.

Luego de bajar por las escaleras, caminó un mediano trayecto del salón hasta quedar frente a sus majestades y hacer una reverencia. — ¡Wow! ¿Quién es? ¿De qué familiar dijeron? — eran algunos de los murmullos que se escuchaban. No por ser simplemente su hermana, Hazel en ese momento daba por sentado que ninguna de las muchachas incluyéndola era tan hermosa. E incluso la reina Eleanor asintió ligeramente al verla, claro está, que solo los ojos perpicaces y vivaces de Hazel fueron los que se dieron cuenta.

Posterior a la reverencia Alice fue guiada por un mayordomo al rincón que había sido asignado para ella. — Lady Hazel Rose Namur Bonne, segunda hija de la familia Namur — el escuchar su nombre la había sacado del ensimismamiento, era su momento. Antes de bajar dirigió su mirada hacia su madre y su padre, y un acontecimiento poco común estaba ocurriendo, su padre estaba riendo, pero esta vez era una plena sonrisa, enseñando todos sus dientes.  

Inspiró y exhaló profundo y mirando al frente dio el primer paso en la escalinata. Su vestido a diferencia del de su hermana era un sueño en tonos morados profundos y vibrantes, diseñado con una elegancia que capturaba miradas. Su escote en forma de corazón realzaba el busto de manera delicada rodeado de detalles de pedrería que brillaban como pequeñas estrellas, dispersas en capas superiores de la tela, añadiendo un toque de luminosidad. El diseño se ceñía a la cintura, destacándola con una delicada ornamentación de orquídeas moradas hechas de finas cuentas y cristales, que parecían florecer justo en el centro, dándole un aire sofisticado y romántico. Desde la cintura, el vestido caía en varias capas de telas suaves que daban movimiento y volumen, creando una elegante cascada, por delante, el vestido era más corto, revelando el borde del tobillo y permitiendo una vista de los zapatos de tacón a juego, de un tono morado intenso y adornado con pequeños cristales en forma de hojas que recorrían el costado. Por detrás, el vestido se alargaba en una cola que se deslizaba suavemente al caminar.

La espalda estaba semidescubierta, acentuando la silueta, los guantes largos hasta el antebrazo del mismo tono y su cabello ondulado suelto caía por sus hombros. Mientras bajaba la escalera sentía que todos la estaban observando, ya sea para alargarlo o criticarla, sin embargo su mayor preocupación era que no recordaba si al caminar en el salón debía ir primero el talón y punta o era punta talón.

Ya había bajado al menos quince escalones cuando el equilibrio le jugó una mala pasada, cuando en un momento de descuido, su zapato derecho se enganchó en la cola del vestido, y antes de que pudiera equilibrarse, perdió el control.

Con un pequeño grito de sorpresa, cayó hacia adelante, sus brazos extendiéndose en un vano intento por detener la caída. Al mismo tiempo, un joven pasaba casi corriendo cerca de la base de la escalera con una copa de una bebida espumosa en su mano. En una fracción de segundos, ella aterrizó sobre él y el impacto hizo que la bebida se volcara, empapando ambos y enviando destellos de líquido brillante en el aire.

Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Los ojos de ambos se encontraron, los de ella, sorprendidos y un poco avergonzados; los de él divertidos y algo hipnotizados por la situación. Sin soltarla, él soltó una risa suave, con una chispa en sus ojos y murmuró: No esperaba que un ángel cayera del cielo, pero ... no me quejo del destino".

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