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Segundo Prólogo

En el ático de una casa hogareña había, entre muchas otras cosas, una caja muy colorida: forrada con papeles al azar y diversos recortes de revistas; sin embargo, a pesar de lucir espléndida por sí misma, lo que más llamaba la atención era el contenido en su interior, encasillado como "Cosas de boda".

Fotos de celebraciones, velos de novia, invitaciones, anillos, pulseras, flores perfumadas, un par de muñecos de porcelana que encajaban perfectamente en la cima de un gran pastel y, con distinguible relevancia, un broche de plata pura y diamantes azules que simbolizaban el armonioso valor del matrimonio.

Nadie, pero absolutamente nadie podía tocar aquella anhelada posesión, excepto Jimin y Taehyung, quienes lo encontraron tendido en la alfombra del Hotel Paradise City, justo por el lugar donde había caminado la omega que se casaba el día de junio en el que se aferraron a ese sueño.

Un bonito Taehyung de diez años tomó, muy sonriente, la reluciente horquilla de su preciado baúl y la acomodó, con mucho cuidado, entre los cabellos dorados de Jimin. El mencionado le devolvió el gesto con una sonrisa genuina y le agradeció, girando el rostro rápidamente hacia el altar improvisado que ambos habían construido con papeles, cortinas y jarrones del recibidor.

—Sí, señor juez —dijo muy convencido hacia la ventana redonda que adornaba la pared del ático—. Acepto a este gran y noble alfa como mi esposo —con una mano alrededor de un ramo de flores que habían cortado del jardín y la otra entrelazada con la de su mejor amigo, habló.

—Yo siempre supe que el día de mi boda sería el más feliz de mi vida —Taehyung, con los rulos sobre la frente y sus incisivos chuecos, admitió, como si supiera el verdadero significado de sus palabras—. Ahora bailaré con este omega hasta que tengamos seis bebés y una casa.

Entonces, ambos se abrazaron y comenzaron a danzar por la alfombra que la madre del castaño les había prestado, disfrutando de jugar a recrear la escena que más ilusión les hacía en la vida.

»¿Crees que acepten mascotas en el Paradise City? —esa era una duda relevante, al pequeño Kim le importaba mucho tener consigo a su hámster en su anhelado día.

—No creo que lo hagan ahora, pero quizá en unos años esté permitido. Recuerda que no nos casaremos hasta que tengamos, al menos, dieciséis —bailando, Jimin delimitó y Taehyung concordó, tropezándose un poco con el velo que Park traía colgando desde la cabeza.

—¿La próxima vez puedo ser el omega?

—Tae, sabes que yo siempre soy el omega.

—•💍•—

Veinte años más tarde.

Entre las mesas de aquel salón de fiestas se paseaba el magnífico Kim Taehyung, vistiendo un hermoso traje esmeralda que hacía lucir su piel un poco menos canela que su tono original. Su mirada iba de un lado a otro, observando todos los detalles en la recepción de aquella boda, mientras mecía la copa de vino tinto que planeaba beber al llegar a su mesa.

Park Jimin, con una sonrisa ladina y su extraña, pero imponente, personalidad, lo alcanzó a la mitad del recorrido, haciendo que la dirección de Taehyung cambiara, en un soslayo, hacia la mesa de los bocadillos.

—No está nada mal —al estar lo suficientemente lejos de la pista de baile, le contó a su mejor amigo. Al parecer, él también había curioseado todos los pormenores del evento—, hay caviar.

—Contrató servicio de guante blanco y vi que repartieron cigarrillos importados —añadió el menor, dando un sorbo a su copa.

—Las orquídeas cymbidium fueron muy acertadas para la decoración.

—Y el DJ tiene estilo —terminó concluyendo, buscando la mirada verdosa del omega a su costado, quien pronto tomó una brocheta de bombones achocolatados y la mordió—... Reconocemos que es hermosa.

—Lo hacemos, sí... pero...

—¿Crees que la haya organizado Lee Bongryun?

—Bongryun es una visionaria —Jimin, con demasiada información al respecto como para no compartirla, se permitió hablar con elocuencia.

—Dilo —Taehyung soltó una risita, conocía demasiado bien esa mueca juzgona en los labios pomposos del rubio—, sé que quieres decirlo.

—Mira, si fuera mi boda —sonrió, viendo como el castaño le regresaba la expresión con complicidad—... no es junio.

—Y no es el Paradise City.

La brocheta hizo tintinear la copa de vino cuando ambas colisionaron, acompañando el sonido de la risita de conformidad que los grandes amigos soltaron.

Min Yoongi y Jung Hoseok le temían a eso: tanto compañerismo y sincronización les aterraba. Ya muchas veces habían hablado de lo extraño que les resultaba el tener a ese par de jóvenes como pareja. Sin duda alguna, eran los omegas más hermosos y delicados que habían conocido en sus vidas, pero nunca dejaban de sorprenderlos con sus espontáneas y locas ideas. Sabían que podían incendiar el mundo si así lo deseaban: justo como en ese momento, que los habían visto reír y negar desde lejos. Estaba claro para ellos, la pobre novia había sido un tanto criticada por la calidad de su boda.

Ignorando tal detalle, terminaron de acercarse con la guardia un tanto alta. Los brazos de Yoongi se enredaron cariñosamente en la delgada cintura de Jimin, entretanto Hoseok rodeaba los hombros angostos de su sonriente Taehyung, fingiendo que disfrutaba la fiesta al echarle un ojo a la pista de baile.

—¿Sabes qué me gustaría? —de todos modos, le susurró al oído, después de propinarle un beso en la mejilla. Taehyung pensó que se trataba de ir a bailar, pero sacudió la cabeza con diversión y negó para sus adentros al reconocer los pensamientos de su alfa.

—¿Irnos temprano para ver el partido de los Chiefs?

—¿Soy tan predecible? —cuestionó al reír y Taehyung compartió el sentimiento, girándose hacia él y dándole un dulce beso en los labios.

Dos metros a su costado, Yoongi y Jimin valsaban levemente, mirándose a los ojos con mucha ternura e ilusión: sonriéndose, no solo con la boca, sino también con el alma.

—Te doy todo mi pastel si me dejas conducir —un ruego disfrazado de negociación fue lo que salió de los labios del alfa.

En seguida, Jimin se burló y las pequeñas esperanzas del mayor se derritieron hasta manchar el piso: de igual forma no eran muchas—. Muy gracioso.

—Déjame, anda.

—Sabes que no —le contestó suavemente, abrazándolo del cuello con más ímpetu y divirtiéndose al verlo rodar los ojos—. Sé bueno con tu omega.

—Soy bueno —reclamó al tratar de aclarar, como si nadie en el mundo supiera lo dominado que estaba por su rubio cachetón.

—Lo sé —con una risita enamorada, le confirmó—. Eres bueno.

Un sonido ensordecedor hizo que los invitados se taparan los oídos. Pronto, sus miradas cayeron en Kim Jungeun, la beta de cabello platinado que acababa de casarse.

Taehyung y Jimin la conocían desde la secundaria, había sido su compañera de ciclo hasta la universidad, como muchos de los presentes en la fiesta.

Sobre el escenario, soltó una carcajada cuando recogió el micrófono del piso: aquella había sido la fuente del ruido que maltrató los tímpanos de todos. Estaba meramente ebria, por eso nadie le reclamó al respecto: confirmaron su estado cuando intentó hablar por medio del ramo de flores que tenía en su mano izquierda, en vez de acercarse el micrófono a la boca.

—Amigos, familia, gracias por estar aquí. Es momento de saber quién deberá ser el anfitrión del siguiente evento —con una sonrisa tonta les anuncio y todos los presentes supieron lo que proseguía en la celebración. Así que Jimin salió del abrazo de su novio y fue a tomar la mano de Taehyung, para llevárselo y acomodarse sobre la pista, entre el montón de omegas y betas que se congregaban para atrapar el ramo de la novia—... Sabemos lo intimidante que es esta actividad, yo atrapé uno de estos hace unos meses y... Ay, no, Kim Taehyung, ¿no es el traje que usaste para el evento de los Choi hace como cien años?

De repente las mejillas del castaño se pusieron tan rosadas que el color se mezcló con el de sus labios. No podía creer que Jungeun recordara tal cosa y se atreviera a mencionarla. Pensó que se desmayaría, todas las miradas estaban sobre él y en lo único que podía pensar era en que quería desaparecer.

—¿Qué tiene de malo? —encogiéndose de hombros, Jimin soltó, tratando de concluir con el tenso momento que involucraba a su alma gemela, restándole importancia al comentario de la beta—. Si te gusta mucho: úsalo. La ropa se acaba estando colgada.

Taehyung se sintió tan agradecido en ese momento, que quería abrazar a Jimin con todas sus fuerzas, más se quedó estático, aún por la ansiedad de haber sido mencionado.

—Eso es tierno... y leal —dijo la chica, realmente conmovida—: amigos que se defienden el uno al otro. Soy fan de su amistad —admitiendo, les regaló una sonrisa—... ¿Listos para atrapar esta cosa? —en seguida, habló para todo el mundo, girándose en su sitio y tomando posición. La mayoría de las personas se sorprendieron de que no cayera al piso—. Concéntrense, siéntanlo y atrápenlo... Uno, dos... ¡tres!

Si alguno de nosotros hubiera estado presente habría visto las señales. Todo estaba ahí. La mirada de Taehyung fungía como la de un cazador y las manos pequeñas de Jimin... sí, esas eran fáciles de imaginar alrededor del cuello de su mejor amigo.

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