Prólogo
Relato por Mila:
Ya sé que estás pensando.
Otra historia de licántropos dónde el Alfa persigue y caza a su Luna, la somete, la enamora y final feliz.
Claro que no lo haría así de fácil, por la Diosa.
¿Tú crees en las historias que tienen final feliz?
Admito qué de mis diez años hasta los catorce, tal vez quince me dejé llevar por las historias de mi hermana melliza Aime, sobre que el arquetipo de la transformación de un licántropo es una revelación de la Diosa Luna.
¿Cuál revelación? Pues la trillada historia de tu compañero de vida. La maldita leyenda de que estás ligado por un designio, más allá de tu razón, a otra alma que te completa y todo el universo conspira para que estén encadenados en el dulce tormento del "eres mía".
Y en pleno siglo veintiuno y luego de los avances en la humanidad. Los lobos seguían manteniendo esta leyenda muy arraigada en nuestra secreta sociedad.
Mientras Aime contaba los días en cuenta regresiva para nuestro cumpleaños número dieciocho, yo me hundía en mi desesperación de tener todas las expectativas sobre nosotras de quién sería nuestros pares.
Sólo soy una chica licántropo que busca ser lo más normal posible, en una inmensa ciudad dominada por dos manadas de lobos, a la orilla de un gran lago y en la base de una enorme montaña, rodeada por un bosque.
Amaba el bosque, pero lo que realmente me arrebataba era escalar aquella montaña. Era también parte de las tradiciones, sólo los que lograban la transformación podían ir más allá de las cuevas, por eso mi fascinación por escalar hasta la cumbre.
Todos las personas normales tienen sus objetivos, ¿verdad?
¿Y cómo lograr ser normal cuando eres parte de una raza sobrenatural? Pues aquí estoy trabajando en eso y contándote mi historia.
Todos los días me levantaba muy temprano, me duchaba y salía con ropa deportiva hacía el gimnasio de entrenamiento. Llevaba conmigo mi mochila con un cambio de ropa y mis libros.
Aparentemente sólo era una chica de cabello negro y largo, ojos verdes como el bosque en primavera, y unos lentes que me ayudaban a ocultar mis destellos de temperamento cuando mi naturaleza animal trataba de salirse de control. Además para la gran mayoría de los humanos solo era una chica que le gustaba mantenerse en forma y que llevaba muy a serio sus estudios.
Pero en realidad era un ser de las sombras, que buscaba escapar de su destino.
El entrenamiento siempre fue riguroso, y más aún cuando mi hermano mayor, Kian, era el Gamma principal de la élite de guerreros, elegido por el mismísimo Beta de nuestra manada para garantizar que seguimos siendo los mejores de nuestra raza.
Con el Beta y Alfa sólo entrenaban los más destacados, entre ellos Kian, mi hermano, y luego él nos dedicaba su precioso tiempo para hacernos más útiles. Notese mi sarcasmo.
La realeza nunca acostumbraba mezclarse con los demás. Esa sangre real y casi sagrada para la mayoría, era muy elitista y perversa.
Sin embargo, en las últimas semanas las inspecciones a los entrenamientos fueron más frecuentes, sobre todo a los que pronto alcanzariamos la angustiada transformación.
Aime y yo destacabamos en la primera fila, no por la excelencia en nuestros movimientos medidos y letales, sino porque Kian nos exhibía a los demás como su blanco preferido de golpes y gruñidos.
Al finalizar el entrenamiento corría a las duchas y salía en mi moto rumbo a mi último año de clases en la secundaria.
En el camino pasaba por un enorme puente que separaba el territorio de nuestra manada y de la otra rival. Y aquí pensaba en otra de las tradiciones de los licántropos, ser rivales y a la vez Aliados. Las dos manadas debían odiarse y a la vez proteger una a la otra.
Éramos parte de una estructura mucho mayor y más poderosa: La Alianza.
Por mi parte cuando llegaba a la secundaria, iba directamente al baño, a tratar de maquillar los hematomas y arañazos antes de ir a clases.
Aime hacia lo mismo pero con su grupo de amigas, todas unas licántropas resentidas y ariscas. No acostumbraban mezclarse con los demás, especialmente humanos. Por los cual eran populares y deseadas.
Algunas hasta habían tatuado en su hombro la insignia de nuestro Clan, los Caligos Wolfs. Se trataba de una cabeza de lobo aullando que terminaba en llamas.
Por mi parte, trataba de estar con mi mejor amiga, Skyla, quien no era un licántropo normal. Era algo que para mi era mucho mejor, una híbrida de lobo y vampiro. Pertenecía a la otra manada, a los Remus Wolf.
Su padre era el Alfa de su manada y su madre una Anarquista de los vampiros.
Si, sus padres eran la típica historia de amor prohibido pero que resultó muy bien. De esas que pueden ser una serie en Netflix o una novela de Wattpad.
Skyla, era tan pálida como la luna en su fase menguante, de cabello rojizo y labios muy carnosos que siempre estaban con alguna cicatriz. Pero de un genio impetuoso y rebelde.
Compartíamos el mismo error de nacer en una familia de hombres lobos y tener hermanos mayores que nos entrenaban o torturaban.
¿Y aquí piensas que estaba el cliché de que su hermano, futuro Alfa de su Manada, era mi amor imposible? Felizmente no. Su hermano ya estaba enlazado con su compañera de vida y mi otra mejor amiga Sierra.
La que sí lamentaba este hecho consumado era mi hermana, ella si era la que tenía fuertes expectativas de ser la pareja de vida de un Alfa. Y Connor, el hermano de Skyla, fue uno de sus objetivos.
Admito que mi momento preferido en los últimos años fue ver su cara cuando Connor, el futuro Alfa de los Remus Wolfs paseó de la mano de Sierra en su frente en la pasada temporada del festival de la Luna.
Pero también estaba feliz por Sierra.
Las tres estábamos siempre juntas, o al menos Skyla y yo, ya que Sierra debía estar pendiente de los caprichos y celos patológicos de un lobo muy tóxico.
¿Quién en su sano juicio podría estar enamorada de alguien tan "sofocante" y dominante como un licántropo?
Cuando el timbre anunciaba que debía correr hacia mi salón, rezaba una plegaria:
Por favor, Diosa Luna, no me castigues con ser la destinada de un Alfa.
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