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20. Incompatibles.

RELATO POR MILA:

Estuve por horas en el gimnasio, junto a Tyr. Ya habíamos perdido el almuerzo y mi estómago escandaloso lo sabía.

No obstante estaba practicando nuevamente la transformación de Licaón. Pero sin éxito.

Ya que para ésta es necesario una concentración absurda y mucha energía. Por más que lo intentase y que Connor explicara detallada y pacientemente, no podía hacerlo.

Mi loba y yo debíamos fortaleceer nuestro vínculo antes de intentarlo otra vez. Me lo confirmaban mis huesos rotos, mi cabeza aturdida, mi orgullo herido y la mirada de compasión de mi entrenador.

Por lo cual Connor y su lobo Tyr en seguida sugirieron un entrenamiento básico para transformarnos sin dolor y optimizar el rendimiento. De esta forma la energía que poseía sería guardada solamente para lograr ese maldito punto en que mi animal interno podría tomar el control.

Y aún así no lo lograba, maldición, ¿qué carajos sucedía con Leda? ¿por qué estaba tan ausente?

No entendía qué faltaba, antes en el bosque lo logré sin ser consciente, ahora me costaba la vida y mi dignidad.

Cada centímetro de mi cuerpo dolía luego de tres intentos fallidos, entonces me tiré al suelo, para esperar que mis costillas sanaran y pudiera respirar con normalidad.

Sentía una presión insoportable en mi pecho, que casi me ahogaba.

¿Algún hueso estaba descarrilado?
¿Mis pulmones estaban por amotinarse?

No quería lucir tan desesperada, pero por la Diosa Luna, esas punzadas eran infernales y un martirio. Me estaban volviendo loca.

A mi lado se recostó Connor, casi sin una gota de sudor ni síntomas de cansancio. Luciendo su mejor sonrisa, tratando de ser casual con su six pack a la vista y un pantalón deportivo que hacía méritos en su trasero.

Faltaba sólo una lluvia de pétalos para coronar su perfección y un grupo de babosas a su alrededor, como de costumbre.

Se lo veía preocupado con mi condición desastrosa, mi cara debía ser un espectáculo de terror.

Connor tenía a cargo algunos grupos de entrenamiento en su manada, seguramente estaba pensando en lo patética que era comparada con el resto.

Por la Diosa, ¿porque dolía tanto mis pulmones y mis costillas?

-¿Quieres detenerte ahora? Creo que hiciste un gran trabajo, y no eres patética. Para mí te ves hermosísima, Mila.— y trató nuevamente acercarse peligrosamente para besarme. Como si un guiño y palabras bonitas fueran suficientes para perder las pocas neuronas que tenía.

Con un gesto heroico que habría hecho palidecer de envidia a cualquier torero, lo aparté a empujones y gruñidos, como si estuviera librando una batalla de voluntades que solo yo podía ganar. El pobre infeliz parecía haber sido atropellado por un enorme meteorito llamado Mila Kai. Y, apuesto a que continuaría lidiando con el terremoto de hormonas de ese lobo hasta que el futuro Alfa de los Caligos finalmente se diera cuenta de que no tenía ninguna oportunidad de meterse entre mis piernas.

Volví a mirar el techo del gimnasio y pedir a la Diosa Luna que me regalara la paciencia necesaria para no cometer la locura de matar al futuro Alfa de los Remus Wolf en su propia Mansión. Odiaría pasar décadas encerrada en sus celdas subterráneas.

Pero otra punzada me hacía retorcer en el suelo.

Carajo, maldita hora que decidí entrenar.

Ahora entendía a mi padre y a Kian cuando me explicaban acerca de cultivar el cuerpo para fortalecer el animal interior.

Era exhaustivo ser un licántropo, cada hueso se rompía, volvía a regenerarse, consumiendo energía y concentración.

Una y otra vez.

Pero Connor seguía a mi lado, mirándome con algo de angustia mientras me explicaba como debía estar recostada para evitar algún daño o percance en la sanación acelerada de nuestros lobos. Traté de memorizar cada uno de sus consejos.

Creo que tampoco él entendía porqué Leda se tardaba tanto en regenerar mis huesos, principalmente en mi pecho.

Por un fugaz destello en el tiempo, cedí a la tentación de sumergirme en los abismos dorados de los ojos de Connor, esos espejos del alma que reflejaban una dedicación incansable. Era cierto, jamás conocí a alguien tan dedicado a cumplir con sus responsabilidades como él. Su voz, suave como la caricia de un suspiro, esculpía pacientemente las palabras que delineaban lo que él consideraba mis áreas frágiles en la unión con mi esencia animal. La paradoja de esta conexión única se posaba sobre mis pensamientos como un enigma sin resolver: ¿cómo podía admirar con tanta intensidad su devoción por mi bienestar, mientras permitía que los caprichosos caminos de mi corazón fueran atrás de Nova?

Y entonces cambió su táctica, mirando mis labios y delineando mi rostro con sus dedos.

¿Qué parte de que no caeré en la trampa de sus ojitos de cachorro abandonado aún no entendió?

Si, lo conocía, esa era una de sus tácticas cuando necesitaba sexo por consuelo de sus "amigas", admiradoras, muñequitas o lo que fueran.

-Connor, no va a pasar. Lo siento. Tienes a todas las lobas, humanas y también vampiras que desees. Búscalas. ¿Qué más podrías querer? - mis palabras se derramaron con una mezcla de frustración y anhelo, mientras me aferraba al nudo en mi pecho, una incomodidad que ahora se mezclaba con el regusto amargo de la incertidumbre.

Su mirada se aferró a la mía, desafiante y con un brillo de chispa traviesa en esos ojos que habían sabido desarmarme por algunos escasos segundos.

—A mi Luna — su respuesta, pronunciada con la confianza de quien sabe lo que quiere, me arrancó un destello de sorpresa y una risa nerviosa. Sus dedos se deslizaron suavemente, esquivando la rebelde hebra de cabello que se había empeñado en obstaculizar nuestra conexión visual. Un gesto casual que resultó en un contacto eléctrico capaz de desatar un enredo de emociones que había intentado ocultar.

Lo admito, el futuro Alfa de los Caligos Wolf podía ser una molestia pero no me disgustaba del todo.

Mi pecho se infló con la mezcla de admiración y exasperación que él sabía provocar en mí.

—Eres insufrible.— murmuré con una risa suave, mi voz enredándose en la brisa que parecía vibrar entre nosotros.

A pesar de todas mis resoluciones de mantenerme a distancia, me encontré cautivada por dirección que había experimentado nuestra conversación. Sus gestos y palabras, hilados con destreza de un conquistador barato y desvergonzado ,  habían tejido un vínculo sutil pero poderoso que desafiaba con insolencia mi firme determinación de alejarme. ¿Cómo podía ser que sus sonrisas desarmantes y su mirada penetrante lograran romper las murallas que había construido con tanto esmero?

Por la Diosa,  ¿acaso los lazos entre las personas podían ser tan impredecibles como las predicciones de la Bruja Parisa ? Me preguntaba si las decisiones que tomamos conscientemente podían luchar contra las corrientes subyacentes que nos atraían.

No, yo no creía en esas tonterías de destinados.

— Connor, somos Incompatibles. — murmuré mientras me senté de un salto, haciendo que mis costillas me provocaran más punzadas en mi pecho y un chillido de desespero por el dolor escapando por mi boca.

Maldita transformación de Licaón.

Por su parte el futuro Alfa de los Remus, comenzó a masajear mis piernas. También dolían, pero no tanto como mis malditos pulmones.

Increíblemente eso hacia que mi cuerpo dejara de temblar y aliviaba los horribles calambres.

Luego se enfocó en una de mis rodillas, apenas rozando suavemente su palma. Admito que eso estaba resultando, tanto que cerré mis ojos por sentir un poco de alivio.

Nuevamente otra punzada me hizo acurrucarme y abrazar mis piernas buscando que los temblores cesaran.

Ya sin paciencia me puse de pie, evitando chillar y seguir reclamando como una loca por la curación poco acelerada de mi loba. Tal vez necesitaba la ayuda de...

—Él no te merece y lo sabes, Mila.— confesó, acercándose a mis labios. Pero se detuvo a pocos centímetros. Esperando mi permiso para continuar.

— Connor, déjame en paz.—y me fui caminando. Porque algo me decía que no era lo correcto.

No, no podía hacerlo.

¿Besar otra vez a Connor? Claro que no.

Diosa Luna, ¿qué has hecho?

¿Cómo es posible que Connor sienta nuestra supuesta conexión? Porque yo no lo sentía. Era un lobo fuerte, con sus ojos color miel encantadores y por supuesto muy rico. Atractivo que en otro tipo de historia serían irresistibles, pero aquí en la mía eran suficientes para mantenerme muy alejada de esos problemas.

Pero no provocaba en mi el mismo interés que los ojos azules como el hielo de Nova, o como su voz me hacía perder el suelo bajo mis pies.

¿Y qué hay de ese vampiro? ¿Qué estaría haciendo? ¿Dónde lo podría encontrar?

Si, mis pensamientos siempre están en torno a ése vampiro que me enloquece y me atrae como un imán.

Caminé, casi arrastrándome por los pasillos y las escaleras hasta que choqué con una enigmática Parisa, que cargaba un par de libros.

—Niña terca, siempre estrellándose contra el mundo.— murmuró la bruja mientras recogía mi humanidad del suelo por uno de mis brazos.

—Gracias, Parisa. Yo también te extrañé.— chillé mientras llevaba una mano a mis costillas que me estaban matando. El golpe me dejó sin aire y ya casi estaba mareada.

—Los híbridos no pueden hacer la trasformación de Licaón, te matarás y no lo lograrás.— sentenció la bruja mientras observaba los arañazos en mis brazos que estaban sanándose.

—Pero Connor dijo...—

—Mintió, para tener una excusa y estar contigo. Por suerte eres tan hermosa Mila, tal vez sobrevivas a todo esto.— dijo mientras me ayudó a llegar a la cocina de la Mansión.

Allí me preparó una de sus milagrosas infusiones que olía a barro, pero que eran muy eficaces para sanar mis heridas. Siempre me la hacia cuando Kian me ordenaba hacer un entrenamiento más exigente.

Durante todo el tiempo que demoré en beber la infusión, ella solamente se quedó a mi lado leyendo sus libros y acariciando mi cabello. Desde niña amé esa forma de demostrar su afecto, a veces adornaba mi cabello con flores del parque.

Pero estaba callada. Muy incómodamente callada.

Fue entonces que decidí preguntar qué fue lo que me ocurrió anoche en el bosque.

—Si los híbridos no podemos hacer esa transformación de Licaón, ¿entonces qué demonios me ocurrió?— pregunté observando que ella no apartaba sus ojos de su lectura.

—Tu otra naturaleza, mi niña. Combinaste por un momento tus dos naturalezas: licántropo y vampiro. Por eso eras imbatible, una asesina cruel y sanguinaria.— y se detuvo a observarme detenidamente. Ví como sus ojos resplandecieron en dorado, tal como si estuviera en medio a una visión o una de sus predicciones locas.

—¿Vampiro? ¿Yo?— respondí incrédula. Por que hasta donde sabía, mi madre era una bruja blanca y mi padre un general de la Manada de los Caligos Wolfs.

Al menos que no estuviese enterada de algún secreto familiar.

—Tu madre era híbrida, mi niña. Me pidió ayuda cuando naciste, temía por tu destino. ¿De dónde crees que viene tanta rebeldía frente a las normas y tradiciones de tu manada? ¿Por qué crees que Kian te exigía más a ti que a Aimé? Cuando te pregunten qué eres, sólo di: Chevalier.— y se puso de pie, revisando que mis fracturas estaban por fin aliviando mi patética existencia.

Antes de irse y dejarme más confundida, me besó la frente.

¿Qué carajo era Chevalier?

La vi salir por la puerta, sosteniendo sus libros y desapareciendo por los enormes pasillos de la Mansión de los Remus. De pronto sus pasos dejaron de resonar y yo aún seguía en shock por la cruda revelación.

Mi cabeza comenzó a recordar cada palabra de mis padres cuando me alertaban para tratar de dominar mi genio. También de algunos episodios y coincidencias locas que jamás me habia detenido a analizar.

Del porqué de tantas prohibiciones de salir de los límites de la manada.

Del porqué nuestra casa era la más alejada de la villa.

Del entrenamiento diferenciado en las mañanas que tenía con Kian en casa desde que éramos pequeños.

Ahora hacía sentido mi sed por sangre de anoche. Y porqué solamente Nova logró acercarse sin que fuera uno de mis objetivos.

¿Pero qué demonios era Chevalier?

Mi desconcierto se vió interrumpido por Skyla, quien venía a dejar una bandeja que había llevado a l dormitorio de Sierra y otra punzada en mi pecho me hizo recordar lo despreciable que era Connor y lo tonta que podía ser por creer en él.

Ella sin más me abrazó.

Como si supiera exactamente que necesitaba.

A veces dudaba si la pelirroja había heredado de su madre la habilidad o Disciplina de leer las emociones. Creo que Nova la llamaba Auspex, si no me equivoco.

—Tengo una idea para festejar tu cumpleaños, Mila.— y me peinó suavemente con sus dedos.

—Sky, tus ideas siempre son malas y resultamos casi siempre castigadas...— argumenté. En seguida me di cuenta que ya no tenía a quién dar explicaciones sobre mi conducta. Una lágrima logró escapar sin darme cuenta.

Si, ese siempre fue mi deseo. Pero no a cambio de perder a mi familia.

Dejé escapar un sollozo mientras recordaba que este es el primer cumpleaños que mi madre no me despertó con sus canciones locas. O que Kian discutió con mis padres sobre prohibirme usar ropa muy justa o corta.

—¡Hagamos un trío!— dijo levantando sus manos en alto y sonriendo maliciosamente la pelirroja.

Mis ojos del llanto pasaron al asombro y finalmente al miedo con lo que acababa de oír.

Mi mejor amiga disfrutaba dejar pasmados a las personas, y lo hacía magistralmente.

—¿Estás loca?— grité.

— Era una broma. Sólo quería que dejarás de llorar. Ahora que me estas prestando atención: hagamos una pijamada. Tú, Sierra, yo, un par de bebidas y muchas pizzas.— enumeraba la pelirroja mientras buscaba en la nevera alguna cosa.

—Sky, a veces das miedo. Pero te quiero con todo mi corazón.—

— A menos que tengas planes con un cierto príncipe de un Clan de Vampiros muy influyente y ardiente como un incendio.— y me puso un paquete de carne congelada sobre mi rodilla, que ya estaba sanándose.

— ¿Por qué eres la única que me da malos consejos sobre ir hacia los colmillos y garras de Nova?— pregunté observando sus hermosos ojos azules que brillaban con su picardia.

— Porque una de las tres lo tiene que lograr, Mila. ¡Y tú lo puedes! ¡Al carajo las predicciones y los designios de la Diosa! Ese vampiro se relame por ti y tú por él. Sólo vete y escribe tu propio destino.— me alentaba mientras me empujaba hacia la salida del garaje.

Con su ayuda subí a mi moto, y también gracias a Skyla logré ponerme una campera de abrigo.

Los guardias y las patrullas no me detuvieron cuando salía de la Manada de los Remus, para mi suerte. Alli todos buscaban a los posibles traidores o inflitrados y cada tanto había que reportar hasta un simple suspiro.

Obviamente que Tyr y Connor intentaron conectarse conmigo, mientras avanzaba. Traté de no pensarlo tanto, ya que sé que daría la vuelta y Skyla me reprocharía toda mi vida por eso.

Pero a toda velocidad emprendí el camino hasta el puente que conectaba con la gran ciudad.

Llegando allí respiré profundamente.

Pues luego de cruzarlo, ya no habría vuelta atrás.

Pronto le pediría a Emerec para dejar la Manada, así no habría conflictos con el Clan de Nova.

Era una locura.

Pero era mi oportunidad de trazar mi camino.

¡Y quería hacerlo junto a él? Por supuesto que si.

Por las calles de la ciudad repasaba en mi mente lo qué debía decirle.

O al menos lo que debía hacer, pues alguna vez la madre de la pelirroja nos contó cómo era el juramento entre los vampiros y qué se debía hacer.

Todas las calles, las personas, los ruidos y los edificios parecían guiarme hasta la Mansión del Lago.

El casco me ahogaba, así que en un semáforo lo saqué para respirar con normalidad y lo colgué en mi brazo.

El dolor en mis costillas cada vez punzaba más fuerte.

¿Por qué carajos entrené junto a Connor?

Aceleré y salí rumbo a mi destino.

Skyla tenía razón, era el momento de forjar mi propia vida.

Tal vez lo que los Lobos interpretaban como un castigo, al no poder reconocer a mi destinado, tal vez era mi bendición.

Tal vez sólo la Diosa nos estaba dando a mi y a Leda la oportunidad de elegir nuestro futuro junto a Nova.

Otra punzada junto a mi pecho casi me hizo perder el equilibrio cuando llegué a los enormes portones de hierro de la Mansión. Detuve mi moto y puse un pie para no caer al suelo.

Uno de los terratenientes me señaló, indicando a los guardias que estaban en mi frente que podían dejarme pasar.

Bajé de mi moto y volví a tomar una bocanada de aire.

¿Qué demonios estaba haciendo?

¿Valdría la pena arriesgar tanto por una oportunidad junto a Nova?

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