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19. De vuelta a la manada.

RELATO POR CONNOR:

Cuando regresé de la Montaña, Parisa estaba llegando con sus maletas llenas de artilujios y medicinas para cuidar de su hija. Fue por invitación de mis padres que Sierra a partir de ese mismo día viviría junto a Kyle en la Mansión.

Decidí ayudar a acomodarla en el cuarto de huéspedes. Cargando con sus maletas y sus cosas raras de brujas.

Si, Parisa era muy rara, pero una excelente madre y una excepcional bruja, la más poderosa que había conocido hasta ese momento. 

—Mila necesita tiempo, Connor. Primero debe saber quién es y cuál es su propósito. ¿Tienes aún el papel que te dí aquel día?— comenzó a explicar la Bruja de la Montaña, como si supiera qué atormentaba mi alma.

—¿Y qué hay del vampiro?— bufé.

—Ella está encantada con él, pero no es su destino. Y él también lo sabe, hará lo correcto.— dijo mientras soltaba sus maletas sobre la cama y me miraba fijamente. 

—¿La rechazará?— murmuré, pensando en cuánto dolor eso significaba para Mila. Ya tenía suficiente con la pérdida de su hermano y su familia, ese vampiro maldito destrozaría sus esperanzas y se llevaría con él sus ilusiones. 

Lo admito, me agrababa la idea de que ese inmundo chupasangre se alejara de mi futura Luna, pero no a ese precio.

—La Diosa Luna jamás se equivoca en sus designios. Por primera vez estás pensando en ella y no en ti. La amas, Connor.— dijo la bruja, tomando mi mano y sus ojos se tornaron amarillos. 

Eso significaba una cosa: estaba teniendo una visión.

Fueron pocos segundos, en el que la Bruja vio una ráfaga de lo que podría pasar en el futuro. 

—Aún no ha pasado lo peor,  desde las sombras vendrá alguien más peligroso que Nova. Te la quitarán, pero ella ... — y fuimos interrumpidos por Skyla. 

Mi hermanita tenía la pésima costumbre de entrar a los dormitorios sin tocar o anunciarse. 

Explicó brevemente que Sierra estaba consciente y necesitaba de su madre. Y así como vino, también se fue. Sin saludar o al menos dirigirme la palabra. 

Estaba de esa forma desde la última vez que discutimos en la mansión del Clan de vampiros. 

Por mi parte fui hasta mi dormitorio y me duché. 

Las palabras de la Bruja resonaban en mi cabeza. 

Tanto que me abrieron el apetito. 

Bajé a la cocina para tomar algo de la nevera, para luego ir al despacho de mi padre y esperar para que la Alianza nos respalde con más lobos y así fulminar esta maldita amenaza.

Pero por los pasillos oí una conversación en una de las salas que usaba mi madre para leer o estudiar.

Me acerqué a la puerta, y traté de parar la oreja. En seguida  me certifiqué que no estaba siendo vigilado y traté de quedar lo más quieto posible.

Adentro Mila y mi madre conversaban sobre lo sucedido anoche.

-Tengo un libro por aquí que habla justamente sobre ese tipo de transformación, linda. Espera un momento y ya sabremos que te ocurre.- dijo mi madre, la Luna Velika, entre tanto buscaba en los estantes de su biblioteca.

-Sentí que mis manos y mis colmillos estaban a media transformación, pero Leda estaba en control. ¿Cómo es posible?- preguntó mi hermosa Luna, sentada sobre una mesa.

-Es una lástima que el padre de mis niños esté tan ocupado y aturdido con tantas reuniones y búsquedas. Pero tal vez Connor nos ayude. ¿Lo puedes hacer, hijo?- llamó mi madre, quién podía sentirme detrás de la puerta.

Maldición, había olvidado que Velika era experta en detectar mis travesuras y huidas desde niño. Jamás logré escapar con éxito.

Entonces exhalé y entré a la habitación. Saludé a mi madre con un abrazo y un beso.

Y luego sólo empujé a Mila de encima de la mesa, haciendo que se cayera al suelo. Mi madre odiaba cuando alguien se montaba a sus muebles y además era una excelente oportunidad de vengarme de la morena por la broma de la tarde de ayer. 

Sabía que ella jamás se lanzaría a atacarme en frente a Velika. Entonces me senté en el sillón y golpeé el asiento a mi lado para que me acompañara.

Mila observó un par de segundos y gruñó antes de tomar su lugar. 

Justo a mi lado. Como la Diosa ha designado. 

-Veo que esta mejorando la relación de los dos.- comentó mi madre.

-¿Es posible que al menos exista algo?- murmuró Mila, girando sus ojos.

Me acomodé en mi lugar y extendí el brazo por detrás de ella. Provocando que se inclinará hacia el frente. Evitando cualquier roce entre los dos. 

Sé que por su mente pasó el exquisito beso que nos dimos en el bosque, justo antes de que nos atacaran. Lo supe por Tyr, que  mantenía un cierto diálogo privado con su loba Leda. 

Yo tampoco podía olvidarlo, ese instante entre los dos fue lo suficiente para no rendirme en la lucha que en seguida libramos. Verla allí, a pocos pasos, luchando como una guerrera, fue sensacional. 

Nuestros cachorros seran hermosos y con un gran temperamento, justo como su madre. 

-Connor, ya deja de tonterías.- rezongo mi madre, mientras seguía buscando algún libro específico en su biblioteca. Velika sabía leer las emociones, ya era evidente que sabía exactamente lo que mis instintos querían de Mila. 

Pronto cuando lo halló, lo puso sobre la mesa y comenzó a hojear.

-Transformación de Licaón.- recordé.

-¿Qué es eso?- preguntó Mila, girando hacia mí. Por primera vez en mucho tiempo su mirada era de curiosidad y atención.

Entonces mi madre tomó asiento frente a nosotros y comenzó a narrar una leyenda, tal cual lo hacía cuando éramos niños:

-Es una leyenda de la Antigua Grecia. Dicen que Licaón era un rey, muy inteligente y religioso. Adoraba a Zeus. Pero su fanatismo lo llevó a cometer atrocidades. Entonces un día, el dios Zeus disfrazado de extranjero visitó el palacio de Licaón. Y observó que se servía a los Dioses ofrendas con restos humanos. Para castigarle, el dios más importante del Olimpo lo convirtió en lobo y también a sus hijos. - y nos mostró algunos manuscritos con dibujos e ilustraciones.

Mi futura Luna la miraba atentamente, como una dulce niña a la que su inocencia aún nadie había robado. Recordé lo que dijo Parisa, y mi corazón se acongojó sólo de pensar que la vería llorar por aquel idiota. 

Y me hacía otra nota metal, traerla a esta biblioteca para mostrar la colección de libros y artefactos antiguos de nuestra manada. Sé que eso la podría distraer. 

-¿Por qué no explicas exactamente a Mila lo que es esa modalidad de transformación en el gimnasio, hijo?- propuso la Luna Velika. Y sabía que estaba proponiendo que llevara a la morena a solas.

Sonreí complacido. 

-Tal vez Connor está cansado, ya que...-dijo la morena levantándose para irse.

-Tengo tiempo. Lo puedo explicar rápidamente.  Sin problemas.- y me levanté, colocándome en su frente e invitando a que ella me acompañara con un gesto. 

Ella me siguió unos pasos atrás, entonces le señalé los vestíbulos para cambiarse y ponerse algo más cómodo.

Sé que no rechazo mi propuesta porque fue idea de mi madre.

Si, era como si aquella supiera perfectamente lo que hace unos días venía planeando con mi Luna.

Cuando ella salió de los vestibulos, casi renuncié a mi estrategia de esperar. Tyr quería llevarla al depósito, donde estaban las colchonetas para saborear cada rincón de su piel.

Mila se acercaba con su cabello recogido, pero usando una camiseta a la que había hecho un nudo a un costado, mostrando sus abdominales y un pantalón deportivo que se adaptaba a cada una de sus curvas. 

Agradecí a la Diosa nuevamente por hacerla perfectamente como siempre quise. 

Sin embargo debía concentrarme en lo que venimos a hacer...

Si por casualidad podría recordar, mientras mi mente admiraba el balanceo de sus caderas al acercarse hacia donde estaba. 

Ella levantó su ceja e hizo una señal de fastidio.

—¿Empezamos? Hoy es mi cumpleaños y no deseo pasar todo el día esperando a vuestra alteza decidirse a si me come con la mirada o cumple lo que me prometió— demandó la morena de ojos verdes.

—Créeme que te comería no sólo con la mirada, Mila.— murmuré.

—Ya te dije que no me voy a acostar contigo. Nunca.— sentenció.

—Veremos, lobita. Empecemos con el calentamiento.— sentencié, pero juro que lo último no intenté sonar tan descarado como me salió. 

Lo cierto era que Mila fue entrenada por Kian, que fue un excelente guerrero. Ya la había visto luchar en dos oportunidades, antes de transformarse y ayer. 

Y era sumamente mortal, así como sus curvas y sus ojos verdes como el bosque. 

Todos los ejercicios que le propuse ella los hizo a perfección. Casi sin derramar una gota de sudor o despeinarse.

Mientras que otros licántropos pudieran casi desplomarse en el suelo por el nivel de exigencia, mi futura Luna se desemeñaba con elegancia y esa esencia letal.

No estaba solamente sorprendido, sino que orgulloso de que mi compañera de vida fuese tan perfecta.

Mi manada tendría una Luna extraordinaria y yo la adoraría por toda la eternidad. 

Pronto fue el momento de que ambos dejáramos libres a nuestros lobos, para que ella consiguiera conocer el punto exacto cuando detener su transformación lobuna, tal como lo requería la modalidad de Licaón. 

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