Pesy
SEPTIMO BESO
Pareja: Pesy
Palabras: 1,580
Titulo: Torpe
Perrie sonrió entre dientes cuando la vio. No es que fuera una burla maligna ni envidiosa. Más bien, es que adoraba verla con esos pucheros en su rostro mientras alargaba las manos intentando coger las cosas en la otra punta de la barra. Por más que se pusiera de puntillas, no llegaba.
Vestida con su apretado traje de Maid, las mejillas enrojecidas y los labios fruncidos en un divertido puchero, Jesy era tan tierna que sintió deseos de estrecharla entre sus brazos mientras la consolaba.
Y todo porque quería alcanzar los vasos al otro extremo de la barra y… dos grandes problemas no se lo permitían.
—Jesy— nombró acercándose a ella—. ¿Te ayudo?
Jesy se mordió el labio y finalmente, tras bufar angustiada, asintió. Cuando Perrie le entregó las dos copas, la chica estaba colorada a más no poder. Perrie le dio una suave palmadita en la espalda.
—No te agobies. Muchas otras chicas sienten envidia de lo que posees. Y además, son buenos atributos para tener en cuenta en cuestión de hombres.
Jesy suspiró.
—Pero son molestas la gran mayor de tiempo. He pensado…— bajó la voz hasta un susurro. Perrie tuvo que inclinarse para poder escucharla.
—¿Qué?
—He pensado en quitarme pecho…
Perrie balbuceó sin esperárselo.
—¿Qué? ¿Por qué?
Jesy miró a su alrededor, incómoda.
—Da muchos más problemas de lo bonito que parece, Perrie— confesó dejando una botella de whisky en su lugar—. No es agradable. Pesa, es molesto. No me deja maniobrar bien mis acciones y mi ropa tiene que ser extra grande… además… odio como se sacuden.
Perrie se hizo una idea bastante loca de Jesy dando saltitos y sus senos también. Emitió una risita y antes de que la otra se sintiera ofendida, le acarició las mejillas con los pulgares.
—Tienen sus ventajas, créeme.
—Pues no se las veo— protestó con un mohín infantil.
—Déjame cerrar y te lo mostraré.
Jesy asintió mientras arrastraba su tristeza con ella. Perrie se afanó en terminar las últimas tareas y cuandito que pudo cerrar el bar, la esperó con una resplandeciente sonrisa en los labios.
—¿A dónde iremos a estas horas? — cuestionó Jesy acercándose algo preocupada.
—Conozco una tienda especial. Es de una amiga mía. Nos hará el favor de atendernos a estas horas y encima, descuento. Te va a En. Can. Tar.
Jesy puso aquel gesto adorable de duda que a Perrie le encantaba y otras veces le daban ganas de estrangular con sus dedos sus mejillas. La sujetó de las caderas con mano firme y tras detener un taxi, la guió hasta una de las más preciosas tiendas de ropa escondida en un rincón de la zona más popular de ropa de toda Japón.
—Dios… ¡Es preciosa! — confesó Jesy tirándole de la manga de la blusa. Perrie sonrió con suficiencia.
—Te lo dije. Que te iba a encantar.
La observó moverse entre las ropas, coger telas hermosas entre sus dedos y ponérselas por encima para fruncir la nariz en enfado a medida que notaba que, aunque entrara al probador, no llegarían a pasarle de los hombros gracias a… sus atributos femeninos.
Perrie se acercó riendo.
—No son esas las que necesitas ver.
—Ya. Necesito las que me hacen parecer un barco.
—De eso nada. Al menos no en mi tienda.
Ambas se volvieron hacia la chica en el mostrador, con las manos en la cintura y el ceño fruncido.
—Perrie, cuando me pediste este favor, sopesé que sería para ti. Pero mira que hermosura me has traído. Es la modelo perfecta.
Jesy arqueó una ceja mirando a Perrie interrogativa.
—Jesy, ¿recuerdas que te dije que pediría que te hicieran el traje de Maid a tu completa medida?
—Sí— recordó.
—Pues fue ella quien lo hizo. Te presento a Leigh-Anne.
La chica hizo una pequeña reverencia graciosa mientras sus risos saltaban graciosamente sobre su cabeza. Jesy estrechó su mano y dejó que le diera unas vueltas.
—Totalmente preciosa, sí. Ven, por aquí. Tengo ropa justa para una mujer como tú.
Perrie las siguió con divertido interés. Jesy había pasado a ser rápidamente un maniquí al que desnudar, vestir, medir, probar y emocionar. Leigh-Anne giraba alrededor de ella, moviendo las telas con experta muñeca y eligiendo los colores con ojo de águila.
Y lo más importante, estaba feliz con la loca idea de que todos y cada uno de los vestidos, blusas y camisones que le entregó, embellecían su figura sin que su busto fuera el mayor de sus problemas.
Hasta el disfraz de plátano que la hizo ponerse era estupendo, incluso después de las carcajadas.
Jesy estaba preciosa, con las mejillas enrojecidas y con los ojos brillantes.
Con un precioso traje champán, se acercó a ella con el frufrú característico de las telas. La tomó suavemente de las manos y le besó los nudillos. Perrie sintió el escalofrío que propinó aquel acto a su cuerpo. Se inclinó y besó la frente de la otra mujer.
—Estás preciosa.
—Estoy totalmente agradecida— corrigió levantando sus comisuras en una sonrisa—. Nunca en mi vida me he visto más hermosa.
Perrie se mordió el labio inferior.
Porque no te has visto a través de mis ojos.
—Pues lo eres y deberías de empezar a lucirlo — intervino Leigh-Anne sonriente —. Hasta mi disfraz de plátano. En serio. No tenéis mucho gusto en cuanto a disfraces. Veréis como en Halloween venís llorando porque queréis un disfraz estupendo. Entonces, yo os diré que mi plátano está bien guardadito y no os daré nada. Par de puercas.
Perrie y Jesy rompieron a reír a carcajadas por el acento español de la morena.
Jesy regresó al probador para cambiarse y mientras esperaba, Perrie se entretuvo en mirar unas cuantas camisas de su talla.
—¿Qué esperas?
—No sé de que hablas, Leigh-Anne — confesó mirándola.
La chica se acarició los labios, pensativa.
—Te gusta. La chica te gusta. Estoy segura. Tienes esa mirada de años atrás cuando estuviste conmigo.
Perrie bufó.
—Lástima que descubrieras que eras más hetero de lo que crees.
—Ey. ¿En serio tú has visto al hombretón que tengo de marido?
Perrie rodó los ojos y le mostró los dientes en una blanca sonrisa.
—Lo he visto. Alto, fuerte, viril y negro. Sí. Lo conozco.
Leigh-Anne le dedicó una sonrisa pícara. Iba a decir algo pero calló cuando escucharon un sonido sordo venir desde el cambiador. Ambas corrieron a toda prisa, para encontrarse el peor desastre que Jesy deseara. Estaba tirada sobre su vientre, con el culo en parado y la falda por encima de su espalda. Las bolsas de ropa habían evitado que se rompiera la crisma, pero el desastre de ropa por todos lados era un caos.
—¡Cielos santos! — exclamó Perrie corriendo hacia ella y ayudándola a levantarse —. ¿Estás bien?
Jesy la miró con una angustia que le destrozó el corazón. Y lo peor de todo es que Perrie tenía una carcajada encajada en la garganta. Fue Leigh-Anne la que no pudo contenerse y mientras la ayudaba a levantarla, soltó todo lo que había guardado. Jesy la miró con los ojos abiertos de par en par.
—Míralo por el lado bueno, Jesy — bromeó la morena —. No has sufrido un accidente porque tienes una buena pechonalidad.
—Eso es cruel, Leigh — regañó Perrie.
Pero la risita de Jesy provocó que la regañina quedara en nada. Para eso estaba escrita la ley mundial de que si te reías, ya no podías regañar. Suspiró, le metió los dedos entre los cabellos y le besó la mejilla.
—Será mejor que miremos si te has hecho daño o algo.
Jesy negó.
—Estoy bien gracias a la ropa. Lo único, es que no encuentro… — se sonrojó al soltar las siguientes palabras.
Leigh-Anne señaló hacia sus pies.
—No sé por qué obra mágica, pero lo que estas buscando y espero que sea tú sujetador, está enrollado en tu pie. Creo que ha sido la causa de tu caída.
Perrie se agachó para poder quitárselo entregárselo. Con una mueca de diversión por su parte. Jesy se lo guardó avergonzada y se arregló distraídamente el cabello.
—Bueno, ahora, fuera. Quiero cerrar e irme a dormir con mi marido para hacer otra función muy diferente que la de procrear, pero con el mismo acto.
Perrie rio con ganas, ha Leigh-Anne le terminó por gustar el sexo anal, sacudió la cabeza y sacudió a una colorada Jesy por el codo de la tienda. Cuando esta se dio cuenta de no había pagado fue cuando estaba en la puerta de su departamento y la miraba con los ojos como platos.
—Oh, no.
—No tiene importancia. Es más, estoy segurísima de que Leigh-Anne te lo ha regalado. Mañana le enviaremos un mensaje para asegurarnos y que te quedes tranquila.
—Sería demasiado dinero si no.
Perrie le dio un toque suave en la nariz con el dedo.
—Te aseguro que ya nos has pagado más de lo que crees, Jesy.
No muy de acuerdo con ello, Jesy sonrió, tiró del cuello de Perrie y besó por primera vez los pequeños y suaves labios de la rubia.
—Te lo devolveré algún día — prometió.
Y luego cerró. Perrie la escuchó gritar y chocarse contra algo de la casa. Gritar un "estoy bien" y luego continuar con su trasteo.
Esa chica es torpe y adorable…
Quizás por ella sí valdría la pena luchar por un final feliz.
FIN
¿Hola? Pueeeesss yo sigo viva, espero que le haya gustado quiero terminar este book antes del 2020. Me faltan muchos besos entre Little Mix.
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