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⚜️CAPITULO 3 TAMERONT⚜️

El lugar a donde ha sido llevado Tameront adentro de la Torre, es un paisaje invernal como cualquier otro que podrías encontrar en la parte norte del planeta. La única diferencia, es la nieve, tornándose más densa y difícil de andar. Los vientos son implacables, capaces de arrastrar a un ser humano común y corriente hasta destrozarlo como un cristal. Sin embargo a Tameront, tan solo lo hace retroceder, el general soporta la inclemencia del clima debido a "eso", que le llama en algún lugar de la torre, y a su aura divina de la que aún no es consciente.

¡Crash!

A lo lejos escucha que algo truena. Un crujido que puede ser a causa de una avalancha, o el desprendimiento de tierra, Tameront no hace caso y sigue su camino.

¡zaz!

Una enorme bola de nieve viene justo al frente de él, como si alguien la lanzara a propósito desde la lejanía. El general, sorprendido, esquiva la trayectoria de impacto con gran un salto y cae al piso apoyando una de sus rodillas y una de sus manos. Alza de nuevo la mirada divisando varias bolas venir en su dirección, se pone en pie para echar a correr y esquivar todo ese arsenal de bombas heladas, pero la nieve impide pueda avanzar rápidamente, ya que lo hunde con cada paso al ser muy pesado.

¡bam!

Otra gigantesca bola de nieve cae cerca de él, volviendo muy inestable su alrededor. Tameront con todas sus fuerzas y determinación comienza a caminar mas aprisa, pero la ventisca se vuelve mas violenta, haciendo que no pueda ver nada a su alrededor.

El General tiene que confiar en su sentido del oído, y confiar en su orientación para poder seguir adelante, se aferra con pies y manos a la nieve para no salir volando y retroceder. Pues si ya era difícil andar sobre el suelo blanquecino helado, ahora es mucho peor, incluso para alguien como él.

A unos metros se escucha un rugido bastante aterrador, tal vez el de un gigantesco animal, pero no da la impresión de que sea natural. El general alza la mirada y percibe una tenue figura blanca de composición sólida; no es una criatura que exista en el exterior de la torre, y tampoco sabe nada sobre él.

¡zaz!

Gigantescas estacas de hielo caen al suelo en una lluvia imparable. A sus costados el general no vio venir ninguna de ellas y no entiende como es que sus brazos ahora mismo se encuentran sangrando.

-¡Genial! -exclama en ironía. -Un enorme monstruo blanco aterrador -dice entre divertido y molesto.

Tameront con todas sus fuerzas toma una de esas puntas heladas en sus manos para usarla como arma, de nuevo el brillo dorado en sus ojos aparece y el hielo se amolda perfectamente en una lanza. El general comienza a girarla, esta acción crea un viento que abre la ventisca de nieve dándole visibilidad del entorno. A la vez, forma una esfera a su alrededor protegiéndose, una barrera natural que aguanta el ataque de estacas heladas que ha lanzado el ser nevado. Cuando las puntas de hielo chocan con la esfera que protege a Tameront, salen volando hacia otras direcciones con gran fuerza y se entierran incluso en paredes inexistentes. El golem de hielo al ver esto, se acerca, a comparación de Tameront es enorme. Sin embargo, parece que la fuerza del General es mayor.

El ser de composición fría impacta su enorme puño en la esfera que protege al General, quiere destrozarlo con intensión de no dejar ni una sola partícula de él. Al contacto del choque ¡bang!, sucede una enorme explosión y el ser helado desaparece hecho copos de nieve.

-Eso fue muy fácil, -reflexiona Tameront -de hecho muy fácil...-cuestiona lo que ha pasado ya que con su centenar de batallas a través del tiempo, no se le hace para nada normal.

Las reflexiones de Tameront son correctas, sus sentidos no se han calmado advirtiéndole que el peligro aún se mantiene latente. Apenas si se da un momento para respirar, cuando dos brazos musculosos y pálidos lo sujetan por el pecho; el ser que ha aparecido ahora es enorme, tal vez tres veces mas grande que el anterior.

-¡Suéltame! -grita el hombre que dirige a toda una legión-, juro que cuando llegue a zafarme de esto, te irá muy mal-. Advierte cuando ya se siente estrujado hasta los huesos y le cuesta respirar.

Pero el ser que lo ataca no escucha, no tiene oídos, o un rostro que lo identifique, solo tiene una esfera roja en medio de lo que podría ser su cabeza.

El enorme ser sujeta al general de Lem como un vil muñeco, toma a Tameront de una de sus piernas con solo dos dedos y comienza a azotarlo de una manera brutal contra el suelo. Tameront grita de dolor, su sangre comienza a fluir cambiando de tonalidad la nieve a un rojo carmesí cuando impacta en el suelo; la perdida de sangre y los golpes son tantos, que pierde el conocimiento y queda a merced de su enemigo.

El pálido ser al notar que ya no grita, ni se mueve su víctima, gira el cuerpo de el general tomándolo de la cabeza, pero su mano es tan grande, que cubre todo su cuerpo. Aplasta a Tameront entre sus dedos, sin embargo el de menor posibilidad abre los ojos en ese intenso resplandor dorado. En su espalda se materializan una alas de ángel en polvo estelar, y la mano del general toma la muñeca del ser enorme quebrándola con tal facilidad en pedazos.

El ser monstruoso ruge, indicando a Tameront que es materia viva que puede sentir dolor. El monstruo invernal en reacción abraza a su presa con el brazo que le queda, pero antes de que pueda suceder, el hombre con alas de ángel y ojos dorados lanza un rayo de luz amarilla, que al contacto con el enorme ser se dispersa en varios rayos mas pequeños y lo cortan por completo.

El general flota en el aire cubierto de una aura dorada muy potente, se quita el residuo de la mano de el monstruo que quedó en su rostro, mostrando una mirada que para nada es apacible. Esta vez Tameront parece otra persona, alguien con un semblante serio, frío y para nada humano.

El ángel se acerca a donde ha quedado el orbe rojo que le daba vida al ser helado, lo toma con su mano y lo mira examinándolo.

-¿Pero quién te ha dejado aquí? -se pregunta ya que al parecer sabe lo que tiene en su mano-. Creo me servirás mas adelante.

La mano de Tameront se enciende en una luz amarilla brillante, causando que el orbe se reduzca al tamaño de un limón. Guarda el objeto en una de las bolsas de su pantalón, al mismo tiempo que sus ojos dorados y las alas desaparecen, regresando al en encantador Tameront de siempre.

El General hecha un vistazo a su alrededor, no recuerda nada y se encuentra muy confundido. Mira todo el desastre, se cuestiona interiormente sin encontrar respuesta lógica. Al no poder recordar nada se resigna y acepta que algo muy raro pasó.

Inmediatamente aparece otro espejismo de agua frente a él, es la siguiente puerta, del siguiente nivel; Tameront solo debe seguir adelante.

El general acepta su destino y entra en la puerta sin preguntarse a dónde lo llevará, o con quién. Ciertamente sabe que se está divirtiendo y en muchos años nada le había causado tal placer.

El segundo nivel se encontraba listo para su arribo.

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