9. El chico misterioso
Oh, no. Por favor, que no sea el novio, pensó apenas vio al chico que estaba detrás de Emma.
El muchacho parecía tener la misma edad que ella y James y vestía una chaqueta negra que estaba rasgada a la altura del corazón. Se apoyaba contra la pared, con la mano sobre su estómago. Estaba herido.
―¡Hayerstein! ¿Qué piensas que estás haciendo? ―le dijo El Elegido a Emma, llamándola por su apellido.
―¿Estás bien? ―le preguntó ella a James, ignorando al hombre.
El chico estaba tan confundido que solo pudo asentir con la cabeza.
Ella volvió a mirar al Elegido.
―¿Qué le has hecho al pobre chico? Maldito lunático. James, ven.
Él se acercó lentamente hacia ella, se ubicó detrás y vio más detalladamente al joven que estaba con Emma. Lo miró a los ojos por un momento, pero cuando El Elegido habló, dejó de observarlo.
―Tranquila, Emma, hija de Henry. Todavía no les hice nada a ninguno de ustedes. Por cierto... ―hizo una expresión de desconcierto―. ¿Dónde están mis queridos compañeros?
James se atrevió a hablar.
―Sabes muy bien que no son tus compañeros. Son tus súbditos.
―Ah, así que el novato de su grupo se dignó a dirigirme la palabra.
Pensar en formar parte de un grupo en el que esté con Emma le encantaba, pero al ser El Elegido quien lo decía... Bueno, eso sí que no le gustaba.
―Y sí ―le dijo él―, es imposible que alguien quiera ser tu compañero voluntariamente.
―Vaya, muchacho. Me agradabas ―dijo con una sonrisa, pero luego cambió totalmente su expresión―. Pero ya no.
Para la sorpresa de James (y la de Emma también), El Elegido levantó sus manos, las frotó por un segundo y una bola de fuego se generó en sus manos.
Rápidamente se la arrojó a James, particularmente, que ya no se encontraba detrás de la chica, pero le dio a ella. Emma, en unos segundos, se puso de pie. Diez segundos después, le lanzó otra bola de fuego ―más grande―, y con esa sí le dio a él.
―Maldito seas ―gritó Emma―. ¿No entiendes que no sabe nada? No sabe de ti o de Ofiuco... Ni de mí. No sabe nada.
―Te lo repito. ¿Dónde están Violet, Rodrik y Matheo?
―¿Matheo? ―dijo ella. Escuchar el nombre de su exnovio la dejó atónitaz―. ¿Está aquí? ¿Está vivo?
El Elegido sonrió.
―Claro, cariño. Te puedo llevar con él. Siempre dice que te extraña.
Emma sonrió también.
―¿Lo dices en serio? ¿De verdad dice eso?
James abrió los ojos lentamente. Oía la voz de Emma, pero no entendía lo que decía y tampoco la podía ver. Tirado en el suelo, solo podía ver al chico misterioso, que ya no estaba apoyado contra la pared, sino sentado, con la cabeza reposando en el piso. Cualquiera podría haber pensado que estaba dormido, desmayado o peor, muerto, pero James sabía que se había desmayado.
―¿Emma? ¿Dónde estás? ―él la empezó a buscar con la mirada.
Ella no podía dejar a James. Y lo que le había hecho Matheo a ella y al resto de los Guardianes era imperdonable.
Se acercó a James y lo ayudó a ponerse de pie.
―Estoy aquí.
―¿Qué vamos a hacer? ―le susurró él.
―Espérame aquí. Ve con Thomas y quédate junto a él. Oh, se ha dormido.
Así que el chico misterioso se llama Thomas, pensó James una vez que se sentó junto a él. Pensó en despertarlo y ayudarlo con su herida, pero no. No era el momento adecuado. Él tenía que aguantar un poco más.
―Emma Hayerstein. Te he hecho una pregunta. ¿Dónde están?
Ella suspiró.
―Dios, ¡qué pesado eres! Los dejé tirados en la sala donde me tenías. Tira un poco de perfume la próxima.
―Y tú eres una insolente. ¿No te han enseñado a respetar a los mayores?
Emma sonrió.
―No a todos ―dijo y comenzó a caminar hacia el escritorio, sin temer lo que podría hacer El Elegido, que estaba detrás del mueble. Recordó lo que había dicho Thomas unos momentos antes―. He aprendido algo, los humanos dicen que tenemos el derecho a una llamada, ¿no?
Apenas lo dijo, tomó el teléfono y marcó el número del único que los podía salvar.
―¡Emma! ¿Qué haces? ―él la agarró de los hombros y la empujó contra la pared, pero Edgar, el líder de la Orden Mágica de los Elementos, ya había contestado.
Del otro lado del teléfono, se escuchó el grito de Emma y cómo el teléfono se golpeó contra el piso.
―¡Quentin! Busca al resto y rastreen el número ―ordenó él.
Emma, que se estaba levantando del suelo, vio al Elegido tomar el teléfono y cortar la llamada.
―¿Qué pensabas que estabas haciendo? ¡Vas a arruinar todo! Dime por qué lo hiciste.
El Elegido estaba tan cerca de Emma que ella creía oír los latidos de su corazón. El aterrador rostro de él era aún más horroroso de cerca. Emma pudo ver sus profundas cicatrices y se preguntó cómo seguía viva.
―¡Señor! Hemos llegado ―dijeron Violet, Rodrik... y el exnovio de Emma, Matheo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro