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8. Mánchester

Abril de 2021

Myra nunca había visitado Mánchester. Lo poco que conocía de aquella ciudad eran los lugares que aparecían en algunas fotos que Alastair Sinclair, su mejor amigo, le mostraba cuando se sentía un poco nostálgico, ya que allí fue donde vivió hasta los diez años. Él siempre decía que allí había pasado los mejores años de su vida, a lo que ella siempre le contestaba:

―Todavía no has vivido los mejores años de tu vida. Créeme. Solo tienes 17 años.

Myra abrió lentamente los ojos. Lo primero que vio tirada en el piso fue el techo de lo que parecía una iglesia, pero luego observó todo su alrededor y se dio cuenta que en realidad sí era una.

La Catedral de Mánchester.

Se sentía extremadamente cansada y con frío. ¿Consecuencias de viajar con el Pasaje del Espacio?

―Ardeshir... Alastair... ―los buscó con la mirada. Myra soltó una risita al ver a Ardeshir tirado boca arriba sobre Alastair. Cuando pudo ver despertar a su mejor amigo, quien se sorprendió cuando vio al niño encima suyo, se rio de nuevo. Lo movió con cuidado, lo dejó acostado en el piso y se sentó con dificultad. También estaba cansado.

Alastair abrió la boca, sorprendido.

―¡Deira! ¿Dónde estás?

Ardeshir abrió sus oscuros ojos y bostezó.

―¿Dónde estamos? Ah, sí. La Catedral de Mánchester.

Alastair se levantó.

―Chicos, ¿ven por algún lado a Deira? ―preguntó mientras iba hacia la parte delantera de la iglesia.

Ardeshir y Myra negaron con la cabeza.

Cuando decidió ir hacia el vestíbulo, vio a una figura levantándose del suelo.

―¡Eh, tú!

Esa figura era una mujer con un vestido rojo y negro. Era Deira. Pero había algo extraño en ella. Su cabello. Alastair se dio cuenta que nunca le prestó atención al cabello de la mujer. En ese instante estaba de color rojo fuego y le llegaba a los hombros. Él no recordaba cómo era antes, pero estaba completamente seguro de que distinto sí estaba.

Los dos se miraron por unos segundos.

Se le vino una idea a la cabeza. Podría usar sus poderes para hacer un poco de humo y acercarse a ella, tomarla y encadenarla de nuevo. Pero mientras pensaba en eso, Deira se dio la vuelta y salió corriendo de la catedral.

Empezó a correr tras ella, pero recordó que no estaba solo.

Buscó a Myra. Para su sorpresa, ella y Ardeshir estaban detrás de él.

―¿Nos buscabas? ―le preguntó Ardeshir―. Yo ya pensé en algo.

―No, Ardeshir. No nos puedes acompañar, es peligroso. No sabemos si nos va a llevar hasta aquel rey suyo o hasta su guarida... No puedes venir.

―Alas tiene razón ―comentó Myra―. Espera a los padres de Alastair. Cuando lleguen, diles que se nos escapó.

El niño asintió.

―Vamos, no te preocupes por nosotros ―le dijo Alastair.

Fi Aman Allah ―dijo Ardeshir.

―¿Qué significa? ―preguntó Myra.

―Que Alá nos proteja ―respondió él.

***

Alastair y Myra ya estaban fuera cuando vieron una cabellera de color rojo intenso corriendo en medio de la gente. Ya pasando por la puerta de la Escuela de Música Chetham, Alastair se sorprendió al ver tanta gente.

―Myra, ¿acaso viene de visita algún noble? Pero... todas son adolescentes. Tal vez un famoso ―dijo él mientras seguía con la mirada a Deira intentando no chocar con nadie.

Ella le sonrió.

―No, Alas. Es que hay un show de Harry Styles en unas horas aquí en el Manchester Arena.

―¿Harry Styles? Ah, el de One Direction.

―De hecho, viene él solo con su tour. Ya no forma parte de esa banda.

―Oh, qué pena. Lo cierto es que nunca entendí cómo pueden ser tan fanáticas de alguien.

Myra lo miró y se rio.

―Mejor volvamos a seguir a Deira. ¿Tú la ves? Yo ya la perdí.

Alastair miró a su amiga y señaló a su derecha.

―Sí, estaba por allí ―giró su vista hacia donde la había visto―. ¡Myra, allí!

Comenzaron a correr los dos, sintiendo el sol y el viento en el rostro. Corrieron un poco más y vieron a Deira entrando a la estación Victoria. La siguieron y lograron entrar.

Estaban cada vez más cerca. Ya podían verla con más claridad, pero tuvieron la mala suerte de que Alastair se chocase con una fan de Harry Styles.

―Lo siento ―dijo él.

La chica, de ojos color chocolate, lo miró de arriba abajo con una sonrisa.

―Descuida, guapo ―dijo y siguió caminando.

Él, por su parte, se quedó mirándola mientras se iba. Myra se tapó la boca, sorprendida.

―Oh por Dios. ¿Soy yo o te acaba de decir guapo?

―Sí, no es nada ―dijo, sin parecer incómodo―. ¿La ves?

―Mmm... No.

Tanto Alastair como Myra se dieron cuenta que ya la habían perdido.

―¿Ahora qué? ¿Volvemos?

Él vaciló por un momento y soltó un bufido.

―Supongo que sí. No tiene sentido seguir buscándola. Vamos a la catedral y esperemos a mis padres. Ellos sabrán que hacer. Ojalá.

***

Lo primero que vieron al llegar fue a quien tenía que esperar Ardeshir.

―¡Papá! ¡Mamá! ―dijo Alastair apenas vio a sus padres.

Dominic Sinclair, su padre, era muy parecido a él. Ojos castaños, cabello rojizo como el fuego y rostro repleto de pecas. En cambio Kathryn, su madre, era muy distinta. Su cabello era castaño oscuro, sus ojos eran de color azul, iguales a los de Myra, y no tenía nada de pecas.

Ambos estaban vestidos formalmente. Él con un traje y ella con un vestido negro.

―Hijo ―le dijo Dominic con una sonrisa y se abrazaron.

―Ven, cariño ―dijo Kathryn, le dio un beso y un abrazo.

Kathryn era una mujer muy seria y fría, pero a la vez simpática y muy familiar. Para Myra parecía salida de una película de espías. Era hija de una familia importante de Guardianes, los Schell, quienes fueron los últimos líderes de una de las Guardias, la de Europa, antes de que todas ellas fueran suspendidas por la Gran Asamblea de 2005.

Sin embargo, al haber sido suspendidas, los guardianes más ricos argumentaron que ese era su única fuente de ingresos y que se debía continuar recaudando dinero por medio de impuestos. Así fue como la familia de Sinclair era una de las más acaudaladas entre los Guardianes.

―¡Oh, Myra! No te había visto ―le dijo el padre de Alastair a ella, interrumpiendo sus pensamientos.

―¡Hola! ―los saludó Myra a los dos―. ¿Está Ardeshir dentro?

―No lo sabemos ―dijo Kathryn―. No entramos todavía.

Mientras, Dominic abrió la puerta y entró. Los tres restantes lo siguieron.

Apenas estuvieron dentro, buscaron a Ardeshir con la mirada. Al no encontrarlo, Kathryn se acercó a Dominic y le dijo algo al oído. Él asintió, ella se dio la vuelta y les habló a los dos chicos, que estaban observándolos, atentos.

―Bueno, chicos. Debo decirles algo muy importante. ¿Por dónde empiezo?

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